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Red Internacional
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CÓRDOBA. ¡Todos somos Ismael Sosa!

Miles de personas, en su mayoría jóvenes, se movilizaron el lunes tanto en Córdoba como en Capital Federal exigiendo justicia ante un nuevo joven asesinado por la policía, por el simple hecho de querer ir a un recital.

Jueves 5 de febrero de 2015

La “comunidad del rock”, pibes y pibas que estuvieron en Villa Rumipal intentando escuchar a La Renga o algunos de los jóvenes que levantan la bandera de Callejeros recordando a los pibes muertos en Cromañón, estuvieron presente en esta convocatoria levantando la bandera de Ismael Sosa.

Una lucha contra la represión policial, pero también por su legítimo derecho a escuchar su banda favorita sin tener que aguantar los palos de asesinos sueltos que “con un fierro y una chapa defiende a los que tienen plata”. Ellos defienden a los Palazzo que dicen que “la policía hizo un trabajo impresionante”. Ese mismo Palazzo, amigo de De la Sota que año a año se la “lleva en pala” ganando decenas de miles de pesos por el Cosquín Rock, mientras año a año cada vez son menos los jóvenes que pueden acceder a escuchar sus bandas favoritas por los altos precios de las entradas.

Existe un rock de “mercado” donde los Palazzos lucran con las ganas de diversión de los pibes mientras la cana les asegura esa ganancia con “mano dura”. Pero estos pibes que se encuentran ahora exigiendo justicia por Ismael no están solos, los acompañan organizaciones sociales, políticas y de DDHH que se hicieron presente en esta convocatoria del pasado lunes poniéndose de pie al grito de ¡Ni un pibe menos!

La rabia que resurge y crece año a año tampoco es nueva. Cada Noviembre cordobés encuentra a miles de personas en la “Marcha de la Gorra” contra la misma brutalidad de la narcopolicía de De la Sota, contra su biblia del Código de Faltas y su avemaría del Gatillo Fácil. Aunque se cambie la cara del jefe de policía, saben que esa institución está podrida en sus entrañas.

Un nauseabundo olor podrido, el de la policía reprimiendo, resurgió en Villa Rumipal y rápidamente se expandió por todo el país. La bronca no se hizo esperar y miles se encontraron en las calles exigiendo, una vez más, justicia.

Hay quienes ven como una verdadera farsa que la policía nos da “seguridad”. Ellas y ellos saben que la misma policía que les quitó un familiar jamás será un símbolo de tal cosa. Esa “seguridad” es para otros, no para las madres de los pibes que llevan una gorra o quieren disfrutar un recital.

Lorena Barraza, hermana de Ezequiel Barraza, asesinado por la misma policía cordobesa, lo sabe bien. Por eso estuvo presente exigiendo justicia por Ismael y convencida dijo: “Esta es la gota que rebalsó el vaso. Que un turista que viene a disfrutar de su recital de su grupo favorito termine muerto por la policía de Córdoba. Narco, trata, en todo eso está involucrada la policía”.

Tampoco cree en esa farsa Natalia Suárez, madre de Lautaro Torres, asesinado hace 9 meses por la policía. Ella dijo que “… somos madres que mejor que nadie pueden hablar de lo que se siente. Que te roben un hijo de la peor manera. Tenemos una lucha constante para decirles a estos gobernantes que no les vamos a bajar los brazos y que estamos más fuertes que nunca (…) Hoy fue Ismael, hace 9 meses fue Lautaro. Así sucesivamente, mataron a nuestros hijos en plena democracia. Fueron ejecuciones sin duda porque estas ni siquiera fueron muertes. Somos nosotros los que tenemos que decir ¡NUNCA MÁS! ¡Ni un pibe menos!”.

Lo que es la policía también lo saben los pibes, que están hartos que otra vez el mismo cana los vuelva a detener en el mismo lugar y están lejos de acostumbrarse a la rutina de “hacer números” para el Código de Faltas. Por eso también muchas y muchos se hicieron presentes exigiendo justicia por Ismael.

Así, entre los jóvenes, se encontraba un grupo con una bandera negra con la frase “Cuando pase la tormenta nada nos detendrá…” con el símbolo de La Renga al lado. Ellos y ellas buscaban disfrutar un buen recital, pero del otro lado se encontraron con el cordón de la misma policía asesina, con sus bastones y esa impunidad con la que se mueven reprimiendo por tener un arma y una chapa. La “seguridad” tampoco estaba en Villa Rumipal: habían asesinos sueltos.

Así lo describió Juan José: “En Rumipal la policía estuvo muy alterada. Yo vi que muchas personas fueron alejadas del predio durante el ingreso. He visto también que maltrataron físicamente a las personas y también el insulto verbal.”

Florencia también eligió participar de esta acción sabiendo que “hace falta más gente acá, mucha más gente. Porque nos pasa a todos. Estamos viviendo en esto. Si la gente no se despierta no podemos hacer nada”. Ella fue con un grupo de amigas a escuchar a su banda preferida. Allí, en Rumipal, pudo encontrarse con diferentes experiencias del recital, con “personas que nos fuimos encontrando y que estaban hechas mierda, que los cagaban a palos. Una de las chicas sí entró al recital y se encontró con un chico que tenía toda la cabeza rota, le habían abierto toda la cabeza a palos y tenía la entrada”.

Lo cierto es que, desde Walter Bulacio, joven brutalmente asesinado en la comisaria de la seccional 35 en Buenos Aires, por concurrir al recital de los Redonditos de Ricota el 26 de Abril de 1991; pasando por Rubén Carballo, caído por la violencia policial en un recital de Viejas Locas el 8 de Diciembre de 2009; hasta Ismael Sosa, ultimado el 24 de Enero, hubo 4.321 pibes asesinados por el aparato represivo del Estado.

Lo que demuestra que, mientras el caballito de batalla para las futuras elecciones presidenciales es la “seguridad” proveniente de las instituciones policiales y de las FFAA, la continuidad de las últimas décadas en base al accionar, legitimado por el Estado, de las fuerzas de “seguridad” significa una política represiva hacia el sector más pauperizado de la juventud, demostrando que, para el Estado, el “enemigo” parecen ser los jóvenes.

Ante esta situación, lo que muchos jóvenes vienen demostrando en estas acciones de repudio a la violencia policial como en tantas otras, lo que se demuestra es que la salida es la organización, independiente del Estado, para enfrentar la represión y por cambiar la sociedad de raíz.