A 3 años e la revuelta, las demandas de octubre siguen sin ser atendidas, el análisis del estallido social y el proceso constituyente procedente son necesarios para dilucidar una salida a la crisis y el camino para retomar la agenda de demandas de octubre. Aquí vemos los limites de la revuelta y de la estrategia de revueltísmo permanente llevada adelante en los hechos por las movilizaciones estudiantiles y de los sectores populares mas precarizados.
Viernes 21 de octubre de 2022
En octubre de 2019 salimos a las calles para acabar con las AFP, subir las pensiones, conquistar una educación gratuita y de calidad realmente para todas y todos, acabar con las listas de espera en los hospitales y conquistar el derecho a la salud pública y gratuita, responder a las demandas del movimiento de mujeres, devolución de tierras ancestrales para el pueblo mapuche, entre muchas otras.
Sin embargo, todo el ánimo disruptivo de la movilización, del estallido social, halló sus límites en las dirigencias políticas que encauzaron las demandas en un proceso constituyente a la medida de los capitalistas y en el precario desarrollo de los organismos de autoorganización de la clase trabajadora. La Mesa de Unidad Social, que agrupaba a muchos de los organismos sindicales, estudiantiles y movimientos sociales, la mayoría dirigidos por el PC, el FA y el PS, abandonó la demanda del “Fuera Piñera’’ y la reemplazó parlamentariamente por una acusación constitucional. El proceso constituyente, lejos de responder a las demandas populares, a su urgencia, se alejó más y más de las mismas, llevándolas a un plano de abstracción incapaz de dar respuesta a las masas.
Pero los logros del desvío constituyente fueron muy concretos, aisló al sector más combativo de la rebelión y lo dejó entrampado en una estrategia de revuelta permanente y desgastado por movilizaciones infértiles, incapaz de presentar una alternativa para las masas de la clase trabajadora y sin perspectiva estratégica, son criminalizados y reprimidos por las fuerzas del Estado. Los sectores más ilusionados en el proceso constituyente, la vía democrática que presentaba el régimen, principalmente sectores de las capas medias quienes ilusionados por una vía pacífica de acabar con la herencia de la dictadura, confió en la democracia burguesa y ahora se resigna ante un contexto en que la derecha hegemoniza la agenda en la económica y represiva del Estado, con la complicidad del gobierno de Boric.
Aún ante esta resignación y un ambiente de pasividad de las masas, no se cierra el ciclo abierto por el estallido social, siguen habiendo movilizaciones, aunque de forma reducida (principalmente al interior del movimiento estudiantil, en los estudiantes secundarios que viven la crisis de la educación pública y la crisis económica), sigue habiendo descontento, presos políticos y las demandas permanecen irresueltas.
Asimismo, también se expresan embriones de autoorganización y de entrada en escena de la clase trabajadora, aliada con otros sectores oprimidos. Ejemplos de esto podemos destacar dos que muestran ambos factores y su potencialidad en la lucha por las demandas populares, que muestran también una perspectiva concreta para retomar la agenda de octubre, la movilización de funcionarios y estudiantes de la Universidad de Chile en contra de la precarización laboral, donde en distintos campus se dieron asambleas biestamentales y resolutivas que disputaron a sus dirigentes sindicales las negociaciones y conquistaron un sueldo mínimo de $500.000, espacios designados para la organización sindical de los funcionarios principalmente en JGM, entre otras demandas; otro ejemplo es la toma productiva del fundo Huite en Paillaco, donde se expresa el control obrero de la producción y la alianza de la clase trabajadora con el pueblo mapuche, para alimentar a más de 500.000 personas de la comunidad local a precio justo y como medida para enfrentar la pérdida de los puestos de trabajo con el cierre de la empresa.
Durante la rebelión, el punto de inflexión que dejó a Piñera pendiendo de un hilo y que hizo que se pactara el acuerdo por la paz, fue la jornada de huelga general, marcada por la la entrada en el escenario político de la clase trabajadora que paralizó un sector de la gran industria, el transporte, los puertos y el comercio en todo Chile. Esta fue convocada por la CUT y la mesa de unidad social, con una perspectiva pacífica de huelga de presión al régimen por más concesiones, pero en la práctica, la huelga general del 12 de noviembre permitió el despliegue de la masividad de la movilización y el enfrentamiento con las fuerzas represivas y también mostró un camino abierto de como conquistar nuestras demandas y pasar de una revuelta a un proceso revolucionario. Aun así, a pesar de la gran demostración de fuerza de esta jornada combativa que logró debilitar al gobierno de piñera y mostró la potencialidad de la clase trabajadora, el desvío fué patente, y se marcó por la estrategia reformista de las dirigencias de los organismos de masas y desde el congreso (FA, PC y PS), que pactaron un acuerdo que dió un respiro al régimen y a la derecha, contrario a los ánimos disruptivos de las masas.
Son justamente estos ejemplos los que debemos replicar para poder hacer frente al capitalismo y a la crisis económica y ambiental que nos aflige, para acabar con toda la herencia de la dictadura.
La revuelta mostró sus límites, lo que hizo falta fue la irrupción revolucionaria de la clase trabajadora y sus sectores estratégicos organizados, con un programa político capaz de mostrar una alternativa al desvío constituyente y que estableciera sus propias formas de poder y por la falta de un partido revolucionario con tradición en la clase trabajadora chilena que se lo presentara, que uniera lo que el régimen, los partidos de la derecha, la ex concertación y las dirigencias de Apruebo Dignidad lograron separar. Es por esta debilidad que nos hallamos hablando de una revuelta y no una revolución. De que el desvío constituyente haya desmoralizado al grueso de las masas movilizadas durante el estallido sin haber conquistado ninguna de nuestras demandas y con una crisis aún mayor que en 2019.
En 2019 existía la fuerza para sacar a Piñera e imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana sobre las ruinas del régimen. Sin embargo, el rol que jugó la burocracia sindical de la CUT y la burocracia estudiantil de las Federaciones en manos del FA y el PC, fue de pasivizar, desmovilizar y pavimentar el camino para un desvío institucional, una Convención Constituyente que terminó elaborando una Nueva Constitución que no terminó por romper con los pilares fundamentales de la herencia de la dictadura y que no respondió a las demandas de octubre, desembocando en una votación rechazo y en la desmoralización de enormes sectores de masas.
Pero esta desmoralización y resignación por la experiencia política, con una clase trabajadora que cada vez confía menos en las dirigencias políticas de Apruebo Dignidad, la ex concertación y movimientos sociales, y que fue rompiendo sus ilusiones progresivamente, sin nada resuelto y obligada a cargar con los costos de la crisis. Vuelve a desarrollar el odio de clase expresado en la revuelta.
El deber de los revolucionarios ante esta situación es preparar el terreno para que un desvío como este no vuelva suceder, establecer la desconfianza en la burocracia y el reformismo para recuperar la confianza en las fuerzas de la misma clase trabajadora, disputando los organismos sindicales y estudiantiles para ponerlos a disposición de la lucha y construir un programa alternativo. Debemos desarrollar la autoorganización de nuestra clase tomando los ejemplos antes expuestos, que la vanguardia consciente que sigue en la calle se organice entorno a un programa alternativo e independiente a los intereses de las 10 grandes familias capitalistas dueñas de Chile. Un programa que pueda presentarse como vía para la clase trabajadora en su conjunto. Que los organismos de autoorganización construidos como la asamblea del fundo Huite se expandan y difundan su experiencia, que tomen este programa o que se propongan construirlo. Para construir, además, lo que haga falta para la constitución de organismos de poder obrero que puedan realmente disputar a los capitalistas mediante la huelga general y abrir el camino a una revolución.