Un aspecto central para comprender la teoría de la revolución elaborada por Trotsky, así como buena parte de las peleas políticas que dio a lo largo de su vida es su reflexión sobre temas militares [1]. En este sentido, es parte de las principales figuras del marxismo quienes, en la vía de pensar la revolución y la toma del poder por la clase obrera, le dedicaron parte de su obra. El caso de Engels es bien conocido, pero también lo encontramos en Marx, Mehring, y ya en la época imperialista donde la toma del poder asumía un carácter práctico, también en Lenin.
Tal ha sido la importancia que le dieron y la magnitud de sus elaboraciones al respecto que desde entonces algunos de los especialistas militares burgueses más reconocidos han notado el valor de los aportes del marxismo revolucionario sobre el tema. Solo para dar un ejemplo, Michael Howard, uno de los especialistas más reconocidos en la obra de Clausewitz y traductor de Vom Kriege al inglés, señala en uno de sus libros, a propósito de la escasez de autores que hayan trascendido las limitaciones políticas o tecnológicas de su época para igualar el genio de Clausewitz, que
Podemos encontrar muchos cuyos escritos ilustran cómo sucesivas generaciones han pensado sobre la guerra, pero son notoriamente pocos los que pueden ayudarnos a pensar sobre ésta; que han penetrado bajo el fenómeno efímero de sus propios tiempos y considerado a la guerra, no solo como un arte, sino como una gran actividad socio–política, distinguida de todas otras actividades por el uso recíproco y legitimado de una violencia dirigida para obtener objetivos políticos. Está ciertamente el magistral estudio de Sun Tzu, El arte de la guerra, probablemente escrito en el siglo IV a. C., Hay algunos pocos capítulos en los trabajos del contemporáneo de Clausewitz Jomini; hay pasajes dispersos entre los trabajos de Liddel Hart y su excéntrico contemporáneo J. F. Fuller; y de entre los escritos de Marx, Engels, Lenin y Trotsky se pueden buscar muchos enfoques interesantes [2].
Una vía posible para abordar el pensamiento militar de Trotsky, tarea esencial para actualizar su pensamiento en el siglo XXI, es entonces ver qué tienen para decir al respecto los especialistas burgueses. El libro de Harold Walter Nelson, León Trotsky y el arte de la insurrección. 1905–1917 [3], aborda cuidadosa y pormenorizadamente la cuestión en el período señalado, por lo que intentaremos dar cuenta de su lectura.
Coronel del Ejército estadounidense, Nelson enseñó historia militar y estrategia en el U.S. Army War College, en la Academia Militar de Estados Unidos y el U.S. Army Command and General Staff College; estuvo asignado a Corea, Vietnam, Bélgica y Alemania, y emprende este trabajo “sobre la organización de la violencia revolucionaria”, convencido de su relevancia para estudiar –desde su punto de vista imperialista– los modos en que los ejércitos burgueses pueden dividirse, neutralizarse o destruirse frente a la revolución.
Su tesis central es que la acumulación y síntesis del pensamiento militar del revolucionario ruso fue avanzando, a pesar de carecer de educación y entrenamiento militar formal, al compás de los debates partidarios y de las experiencias previas, que le dieron una elevada comprensión del arte de la estrategia militar, a la altura de los mejores generales estrategas (burgueses), y lo prepararon para resolver con maestría los desafíos militares de la revolución obrera de 1917. El libro recorre cronológicamente ese desarrollo, reponiendo tanto los diferentes debates dentro del marxismo revolucionario ruso, como reconstruyendo las diferentes experiencias que fueron moldeando el pensamiento militar de Trotsky, en particular la revolución derrotada de 1905, las guerras balcánicas de 1912/13, la Primera Guerra Mundial, y el proceso revolucionario de 1917. Dada la minuciosidad y la riqueza del texto, nos limitaremos a puntuar los temas que desarrolla y detenernos solo en ciertos aspectos.
Hacia una estrategia para el triunfo de la revolución
El primer capítulo define a Trotsky como un “general revolucionario”, que “califica bien en ambos términos de la definición”, y señala la ausencia de un análisis específico del desarrollo del aspecto militar en la literatura disponible, en particular en la monumental biografía de Isaac Deutscher. El siguiente capítulo plantea la necesidad de no aislar su desenvolvimiento como teórico militar de su desarrollo en otros aspectos, íntimamente relacionados. Según Nelson, 1905 lo convenció de la inevitabilidad del conflicto armado en la revolución, de la necesidad de establecer la relación entre el poder revolucionario armado y su relación con las masas revolucionarias durante el proceso. Desde allí aborda el análisis de Trotsky sobre el rol del conflicto armado en la situación revolucionaria, las precondiciones para la victoria militar (la ecuación compleja entre “fuerza militar” y “fuerza de las masas”, y las diferencias con las tesis de Engels al respecto, quien concebía a la táctica militar como función del avance tecnológico sin ver el papel de la conscripción masiva, que llevaría la lucha de clases dentro de las fuerzas armadas) y el rol de las organizaciones revolucionarias de lucha (la guerrilla urbana, que luego juzgará secundaria) junto al apoyo de masas.
El capítulo siguiente aborda las discusiones entre bolcheviques y mencheviques respecto a la actividad político-militar revolucionaria, en debate alrededor del rol que tomaría el levantamiento armado y el del levantamiento militar partisano. 1905 le plantea a Trotsky la disyuntiva sobre cómo desarmar al ejército zarista, entre el “morir por la revolución” de las masas (que podría quebrar la moral del ejército y partirlo), o el enfrentamiento militar directo. Los debates del IV (1906) y el V (1907) congreso del POSDR, estarán justamente centrados en el balance de ese proceso revolucionario, y surgirán en términos –entre otros– de diferencias sobre aspectos militares (la clave del levantamiento armado, la formación de organizaciones militares y el trabajo en la base del ejército del lado bolchevique y la oposición de los mencheviques –que veían en esto “blanquismo” y apostaban a un trabajo en el ejército en los estratos superiores–). El análisis de las conferencias militares posteriores de ambas fracciones es aquí analizado al detalle, y Nelson toma los libros 1905 y Resultados y perspectivas para reconstruir las posiciones de Trotsky (contra el blanquismo y el anarquismo pero acentuando el rol clave de la milicia proletaria). Concluye que Trotsky no resolverá aquella disyuntiva y se inclinará por ambas, viendo la clave tanto en la acción política de masas (eje menchevique), como en la lucha armada y el rol de las milicias acentuado por Lenin y la fracción bolchevique, según el momento.
A continuación se centra en los informes de Trostky como corresponsal de guerra en las guerras balcánicas entre 1912 y 1913. Nelson señala que “las conclusiones a las que arribó no habrían podido ser más precisas”, aún bajo condiciones muy limitadas (imposibilidad de recorrer el frente, y censura constante), y las divide en tres esferas: Problemas de las sociedades en guerra, problemas de Estrategia, y problemas de Táctica. “En cada área –señala– Trotsky desarrolló generalizaciones y brindó enfoques que ilustran su creciente conocimiento de las cuestiones técnicas de la guerra moderna”. Las consecuencias económicas de la movilización y el peligro de intervención de grandes potencias que establecen límites temporales para la movilización, y el sentimiento de odio irracional necesario para movilizar a las masas son ejes del análisis del revolucionario ruso. En el ámbito estratégico, Nelson señala que el análisis de Trotsky de “recursos militares determinados por recursos económicos y decisión política va hacia la esfera de la Gran Estrategia”, siendo “análisis muy valiosos y extraordinariamente premonitorios”. “Trabajando con recursos limitados, Trotsky había derivado el plan estratégico y señalado las áreas críticas que requerían especial atención para conseguir la victoria. Retrospectivamente parece haber sido un estratega mejor que aquellos del Estado Mayor búlgaro”. Respecto de las tácticas, el análisis de los chetniks (milicias), lo lleva a ver sus límites y la centralidad del ejército convencional.
Luego, se aborda el análisis de Trotsky sobre los problemas militares durante la Primera Guerra Mundial, notando que éste muestra un “creciente manejo de las complejidades técnicas así como de las implicaciones sociales más amplias de la guerra [...] superior a varios de los generales que participaban en ella.” El autor resalta el análisis del “militarismo” junker alemán y las condiciones catastróficas que genera la guerra. También retoma el análisis del papel clave de los adelantos tecnológicos, incomprendidos por los analistas y los Estados Mayores, que ponían el acento en la destrucción del ejército contrario, generando un estancamiento, sin tener en cuenta la importancia de los recursos productivos para la guerra de desgaste [4]. Respecto de los adelantos tecnológicos, Nelson plantea que
Algunos observadores habían notado el creciente poder destructivo de las armas modernas y habían remarcado que estaban haciendo la guerra absurdamente costosa y, así, imposible. Trotsky meramente observó que ‘la guerra se ha hecho monstruosa, pero no absurda’, y planteó que las viejas teorías de estrategia y táctica habían pasado de moda por este rápido avance tecnológico mientras las nuevas teorías para hacer frente a la ‘guerra automatizada’ no habían sido desarrolladas [5].
Por otro lado, al acentuar la posibilidad de que los saltos tecnológicos rompieran el estancamiento, Trotsky se adelantaba a la introducción del tanque de guerra. Respecto de la táctica, concluye que la novedosa guerra de trincheras mantiene los viejos principios, acentuando la primacía de la defensa.
El capítulo 6 reconstruye el papel del aspecto militar en la revolución de Febrero-Junio de 1917: las condiciones militares en Petrogrado y el proceso por el cual gana a la guarnición de esa ciudad (de 150 mil hombres) para la revolución y la actividad revolucionaria sobre el ejército en seis semanas, mediante discursos, proclamas y artículos. Nelson señala que Trotsky coincide con la organización militar bolchevique y tiende lazos con militantes bolcheviques especializados en asuntos militares, apuntando tanto al Ejército como a las milicias obreras (y a la Guardia Roja).
En el capítulo siguiente se analiza el rol de Trotsky en la organización de la revolución en Petrogrado, sus discursos y artículos durante el convulsivo mes de Julio, y el rol central en el control de la fuerza armada para la insurrección. Nelson detalla cómo Trotsky avanza en la preparación de la fuerza armada para la insurrección, apuntando a ganar a las fuerzas regulares y organizarlas junto a la milicia, al tiempo que llama a mantener Petrogrado como baluarte de la revolución y formaliza el Comité Militar Revolucionario que dirigirá en breve la insurrección triunfante. Ya en Septiembre y Octubre, desarrolla cómo lleva adelante con maestría el plan insurreccional, utilizando la “legalidad soviética” como paraguas para ubicar estratégicamente a la ofensiva a los revolucionarios, mientras los situaba a la defensiva tácticamente para reducir los riesgos: “la esencia de la maniobra”, aunque el autor señala que Trotsky sabía que la victoria decisiva solo se obtiene con la ofensiva.
¿Improvisando?
Finalmente, Nelson despliega una serie de conclusiones que se desprenden de su investigación y una significativa tesis de conjunto. Además de abrir otras vías de investigación, como la importancia de estudiar minuciosamente el liderazgo militar de Trotsky en la guerra civil (“puede mejorar nuestra comprensión del trabajo de liderazgo militar”), apunta a lo que ve como una contradicción: si bien sus teorías de la insurrección ganaron apoyo armado como para poner a los bolcheviques en el poder, “sus políticas más amplias de la revolución mundial no encajaron en la realidad”, con lo que esa victoria y las de la guerra civil subsiguiente no significaron más que triunfos tácticos. Su victoria estratégica estaba ligada a la revolución mundial ya que “conocía la guerra lo suficientemente bien como para concluir que la habilidad guerrera puede combinarse con capacidad de producción, transporte y apoyo popular... la revolución en países avanzados era la clave”. A partir de esa “anomalía teórica”, Trotsky se habría visto “forzado a improvisar”.
Esta conclusión general resalta tanto la agudeza del análisis de Nelson, como algunos de sus límites, ya que a costa de gran precisión en el desarrollo del pensamiento militar deja de lado tanto los debates más generales dentro del marxismo sobre la estrategia y el arte militar, así como las disputas estratégicas posteriores en el seno de la III Internacional. Tanto para Trotsky como para Lenin, se trataba de ir formando un Estado Mayor de la Revolución mundial como necesidad concreta.
Efectivamente, Trotsky apuntaba a la revolución mundial, la conquista del poder en Rusia misma era en ese sentido táctica, justamente en el frente donde el capitalismo mundial era más débil, y su combate estratégico apuntaba a derrotar al capitalismo en su “centro de gravedad”, que en ese momento era el imperialismo europeo occidental, especialmente Alemania. Esto no sucedió en lo inmediato, pero sí abrió nuevas posibilidades revolucionarias en Europa, donde pesaron, entre otros aspectos, la debilidad de las direcciones revolucionarias y los destacamentos proletarios (y en ese sentido Nelson toma abstractamente la cuestión). Lejos de constituir una contradicción, el pensamiento militar de Trotsky, su “Gran Estrategia”, incorporaba ya este elemento. Por otro lado, la síntesis de su concepción estratégica, a diferencia de la clave tradicional clausewitziana en la que piensa Nelson, implica pensar en una guerra no ya rigurosamente entre Estados sino de dos regímenes sociales opuestos que se basan en Estados Mayores de dos clases sociales opuestas. Es desde allí que Trotsky (y también Lenin), fueron de algún modo “improvisando”, siempre en el sentido de que no tomaron sin más las tesis de Clausewitz (como parece sugerir el autor), sino que elaboraron una nueva síntesis estratégica desde el punto de vista de la revolución obrera y socialista en la época imperialista. Luego de 1917 Trotsky continuó elaborando nuevas síntesis estratégicas al compás de los nuevos problemas planteados por la lucha de clases y la revolución mundial.
Esto se ve, por ejemplo, en los debates sobre la inmediata revolución alemana [6], y más adelante, en su lucha política contra el estalinismo en el seno de la Internacional Comunista, tal como se expresa notablemente en su libro Stalin, el gran organizador de derrotas. Y esto en unidad con una elaboración política que lo llevó a plantear la Teoría de la Revolución Permanente y el Programa de Transición como guía de acción revolucionaria de la clase obrera en el siglo XXI.
COMENTARIOS