Con un discurso el Florida, Trump anunció oficialmente que competirá por la reelección en noviembre de 2020.
Miércoles 19 de junio de 2019 00:00
Pasadas las 8 de la noche hora local, Donald J. Trump se subió al escenario del Amway Center en Orlando, Florida para lanzar oficialmente su campaña para la reelección. Minutos antes el vicepresidente Mike Pence, ultra conservador y ultra católico, había reclamado 4 años más de mandato, adelantando uno de los ejes del discurso.
Quizá lo único inesperado del acto fue el lugar. Trump ganó Florida en 2016 por escaso margen y en las pasadas elecciones de medio término el candidato demócrata al Senado mantuvo en vilo al magnate hasta los últimos votos. Finalmente el republicano Rick Scott se quedó con la banca y el GOP (Grand Old Party o el Viejo Partido) amplió su ventaja en el Senado Nacional. Uno hubiera esperado que se lanzara en alguno de los estados del Cinturón del Óxido que le valieron el triunfo en 2016 pero las últimas encuestas lo muestran perdedor contra varios de los precandidatos demócratas. Igualmente cabe recordar que las encuestas no pudieron prever esos mismos resultados por lo que hay que permitirse dudar.
Con un libreto bastante esperable Trump jugó a mantener la bandera del “cambio” y a resaltar, exagerar quizá, los logros de su gestión. En los primeros minutos del discurso atacó a un establishment político descompuesto que venía de fracaso en fracaso en materia económica y él vino a desterrar. Como ejemplo citó la tasa de desempleo más baja de los últimos 50 años y dijo que la economía estadounidense es la “envidia del mundo”. Destacó que su campaña de 2016 se había convertido en un movimiento político y que, de la mano de sus votantes, el American Dream estaba de vuelta. Por supuesto que su trabajo está inconcluso y por eso necesita un nuevo mandato.
En un evidente cambio de estrategia, ensayó un discurso más hegemónico hacia las minorías raciales, haciendo énfasis en que el desempleo se encuentra en mínimos históricos para las comunidades afro, hispano y asiático americanas. También resaltó como logro de su gestión la reforma del sistema justicia que se ensaña particularmente con la comunidad negra. Evidentemente, Trump y sus asesores tomaron nota de la derrota en las midterms de 2018 y de su bajísima popularidad y salieron a ampliar su base electoral. Aún no está claro si lo lograrán.
El presidente le dió un papel central a una cuestión que regularmente pasa desapercibida. En sus dos años de gestión rompió el “balance” histórico de la Corte Suprema y le otorgó una mayoría conservadora con la confirmación en el Senado de Brett Kavanaugh como juez. En un raro gesto de unidad partidaria felicitó a los Senadores Marco Rubio (Florida) y Lindsey Graham (South Carolina) por la batalla en la cámara alta. Ambos supieron ser enemigos de Trump. Graham había sido sindicado como una de las posibles cabezas de la rebelión contra el magnate luego de las midterms y Rubio fue uno de los principales contendientes en las internas del GOP de cara a las presidenciales de 2016. Los unió el espanto y los convenció la persistentemente alta popularidad de Trump entre los votantes republicanos. Además, Rubio fué, como buen gusano, una de las figuras detrás de los varios intentos de golpe de estado contra Venezuela, algo que Trump reivindicó fuertemente en el acto y su público festejó, como si se tratara de un gol.
Todo el discurso positivo del crecimiento del país estuvo condimentado por ataques al partido Demócrata y sus principales figuras. El presidente volvió sobre el caso de los servidores personales de email para atacar a Hillary Clinton. A Joe Biden, ex vice de Obama y primero en las encuestas de la interna demócrata, le tocó lo suyo cuando el magnate fustigó los “fallidos”acuerdo comerciales heredados de la gestión anterior y festejó haber renegociado el NAFTA y abandonado el TPP. A Bernie Sanders le volvió a decir que “Estados Unidos nunca será un país socialista” y lo culpó de haber popularizado un programa “socialista” que en realidad no es más que capitalismo edulcorado.
En una jugada poco común pero inteligente, Trump lanzó su campaña con moderados ataques a sus contrincantes, señales de tregua hacia su partido y, fundamentalmente, un mensaje de unidad y esperanza que busca ir más allá de su base para recuperar los votos que las encuestadoras ya le dan por perdidos. Ese es el sentido del Keep America Great (mantener grande a Estados Unidos). Aún falta más de un año para las elecciones y el panorama está muy abierto. Trump tiene a su favor el buen estado (por ahora) de la economía y el hecho de ser presidente. Desde la segunda guerra mundial sólo dos de los nueve presidentes que se postularon a la reelección perdieron. Tiene en contra el enfrentamiento con China y, en menor medida, con Irán, que pueden tener consecuencias imprevisibles sobre la misma economía que hoy sustenta su buena gestión y sus chances de reelección.