Este año en el mes de Marzo Netflix lanzó el estreno de la película animada Superman: Red Son [Superman: Hijo Rojo] en donde el sello DC responde a la pregunta ¿qué pasaría si Superman hubiera caído en la Unión Soviética? La película se encarga de presentarnos un mundo muy diferente, donde los superhéroes que conocemos tienen posiciones muy distintas a las habituales.
ALERTA DE SPOILERS
Basado en el cómic del 2003 Superman: Hijo Rojo, creado por Mark Millar, conocido por sus trabajos en Marvel como Civil War, Ultimate fantastic four o Kickass. En esta historia, dividida en tres partes (Red Son Rising - Red Son Ascendant - Red Son Setting) el superhéroe en lugar de llegar a una granja de Kansas aterriza en una granja colectiva de Ucrania, donde es criado y educado hasta que es captado y usado por el régimen stalinista.
Ambientada en los años 50 durante la guerra fría, DC, nos muestra un mundo muy diferente al del cómic clásico. Superman es un defensor del poder soviético, del pacto de Varsovia y de la figura de Stalin, mientras que del otro lado de la cortina de Hierro Lex Luthor (el multimillonario y genio) es el bueno que lucha junto al gobierno de los EE. UU. por erradicar la amenaza comunista y por lo tanto lucha incasablemente contra el “Hijo Rojo”.
Origen de la discordia
Todo estaba bien en la URSS, hasta que un informe secreto de inteligencia norteamericana llega a las manos de Superman y le notifica de la existencia de gulags (campos de trabajos forzados establecidos por la dictadura stalinista entre 1930-1956 con el objetivo de eliminar opositores políticos y disidentes dentro del régimen). Superman horrorizado frente a semejante hecho decide investigar por su propia cuenta y descubre que efectivamente hay campos de trabajos forzados donde torturan y matan a millones de personas.
Sin perder tiempo el Hijo Rojo se dirige al despacho de Stalin para exigirle explicaciones de por qué se le ocultaron tan brutales hechos, dando lugar a una conversación que es una joyita de la propaganda antisoviética y de la tergiversación ideológica.
Superman: –Millones de personas muertas, explíqueme eso primer ministro Stalin. Ayúdeme a entender cómo pudo hacer esto.
Stalin: –Traté de protegerte, hijo mío. Te mantuve alejado de la parte oscura del gobierno.
Superman: –¡¿Le pregunté por qué?!
Stalin: –Porque por mucho que me duela es necesario.
Superman: –¿Cómo podrían ser necesarias semejantes atrocidades?
Stalin: –Eso que llamas atrocidades, yo las llamo infames necesidades. Para lograr nuestra visión de un mundo mejor, necesitamos eliminar a los insurgentes, los débiles. Aquellos cuyas mentes han sido envenenadas en contra del Estado.
Superman: –Son seres humanos.
Stalin: –Eres como una gatito ciego camarada. Tan bueno, tan puro, pero ciego. Debes entender. Debes creer que todo lo hecho ha sido por el bien de los ciudadanos y el bienestar del Estado soviético.
Superman: –¿El bien del Estado o de usted?
Stalin: –Son uno y lo mismo.
Superman: –Necesitamos eliminar la brecha entre nuestros más elevados ideales comunistas y la cruel realidad de la que fui testigo hoy.
Stalin: –Te invito a intentarlo, Pero pronto te darás cuenta de que a única forma de alcanzar esa meta es seguir mi ejemplo. La verdad incomoda, pero algunas personas deben morir para que el sistema funcione.
Superman: –Palabras sabias.
Acto seguido el “El hombre de acero” destruye por medio de su visión de rayos láser al dictador “Hecho de Hierro” (Stalin significa hecho de hierro derivado del ruso stal) pasando a ocupar su lugar y convirtiéndose en un Dios viviente que va a dirigir la URSS contra el capitalismo.
Estructura de la historia
A partir del momento que Superman asume el poder en la URSS la expansión del pacto de Varsovia se vuelve una constante. De un golpe tira el muro de Berlín del lado Occidental y lo anexa junto al Ejército Rojo. La península de Corea es ocupada en su totalidad. El mapa del mundo se reconfigura color rojo. Mientras tanto en los EE. UU. Lex Luthor hace todo lo posible para mantener a raya al Superman soviético. Luthor siempre actúa como contrapeso positivo, y por tanto, no importa que incluso asesine para lograr sus objetivos; sus acciones están justificadas porque está deteniendo a la amenaza que significa un Superman comunista.
Otros superhéroes de DC también recorren el cómic. La Mujer Maravilla lucha del lado soviético. La princesa de las amazonas hace causa común con Rusia debido a los grandes logros que la revolución bolchevique les dio a las mujeres. Pero en el momento en que la lucha entre Superman y Lex Luthor (capitalismo vs. comunismo) se puso más picante, la Mujer Maravilla decide volverse a su isla junto a sus hermanas debido a que comprendió que el problema no son los sistemas económicos sino los hombres. Batman también aparece en la historia, pero un poquito cambiado. El hombre murciélago se crio de niño en un gulag y le juró venganza a Superman por no haberlo ayudado ante tanto sufrimiento. Ese odio lo empuja a realizar atentados anarco-terroristas financiados por los EE. UU., de hecho su primer golpe consistió en demoler, bomba mediante, al museo del comunismo en Moscú matando muchos civiles. Cuando está por ser atrapado luego de luchar con Superman, este se detona a sí mismo como un terrorista suicida.
Lo cierto es que en el medio de todo esto Lex Luthor, el multimillonario, gana la presidencia de EE. UU. (cualquier similitud con la actualidad de ese país no es casualidad) y por medio de su capacidad, genio y liderazgo, lleva a que el desarrollo económico de su país llegue a conseguir grandes logros elevando el nivel de vida y su calidad considerablemente (el problema no es el capitalismo sino quien lo administra según el cómic). En cambio en la URSS, el desarrollo económico y social no se logró por la libre competencia de los mercados, sino por chips-subcutáneos que Brainiac (otro supervillano de DC que ahora es aliado de Superman) desarrolló para mantener a raya a la población soviética, un panóptico cerebral constante. La mejora social (no capitalista) es fruto de un control absoluto sobre el individuo particular.
Llegando al final de la historia Superman junto a Brainiac deciden destruir el centro del poder de los EE. UU. “La Casa Blanca” el hogar de Lex Luthor. Al momento de atacar los recibe Lois Lane (que es la primera dama ya que se casó con Lex) y le plantea a Superman que la perfección social y el libre albedrio no son compatibles, por lo tanto debe abandonar sus ambiciones dictatoriales absolutistas. El Hombre de acero, reflexivamente, se da cuenta que ella tiene razón y le da la orden a Brainiac que se detenga, pero este no puede debido a que como es una inteligencia artificial no le entra la posibilidad de que los seres humanos y la imperfección sean incompatibles, así que decide autodestruirse junto al mundo.
Superman cae en cuenta de que no es posible acabar con el sufrimiento humano sin caer en las dictaduras, por lo tanto acepta detener su lucha contra el capitalismo. A fin de cuentas, reflexiona tristemente el kriptoniano: “Stalin tenía razón: mis ideales son muy puros”. El Superman soviético es como un gatito ciego. Bueno y puro, pero ciego.
Acto seguido se va volando al espacio con Brainiac que explota intensamente. Fin.
¿Qué es un Superman?
Los personajes de las historietas son un elemento importante del imaginario popular, pero también son un reflejo de los pensamientos y las ideologías de cada tiempo, época y cultura.
El escritor, filósofo y profesor Italiano Humberto Eco (1932-2016) llegó a afirmar que “Superman es un mito” (a menos que en la cita esté con M mayúscula, fijate vos). En el sentido clásico del término, pero con las características narrativas contemporáneas del cómic, o sea “novelesco”. Según Eco el personaje mitológico del cómic se halla en una situación particular: debe ser un modelo, la suma de determinadas aspiraciones colectivas, debe ser fácilmente reconocible pero por el hecho de ser comercializado en el ámbito de una producción “novelesca” por un público consumidor de “novelas”, debe estar sometido a un desarrollo discursivo del personaje de novela.
El Médico, psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) fundador de la escuela de psicología analítica afirmó en su obra El Hombre y sus símbolos (1961) que el “Héroe” es un modelo universal que surgió en todos los grupos humanos. Estas historias se refieren generalmente a un héroe cuyo nacimiento es humilde y milagroso, dotado de fuerzas sobrehumanas, que llega al poder triunfando sobre el mal, muestra la misma debilidad de un mortal y finalmente es traicionado o sacrificado como un héroe. Jung trata de explicar el significado psicológico que tiene este mito tanto para un individuo en el proceso de la afirmación de su personalidad como para toda una sociedad que también anhela una identidad colectiva.
Superman como todo mito, no aparece en cualquier momento o contexto, nació de la crisis económica más grande del siglo XX y salió a la calle antes de que estalle la guerra más grande del siglo XX. Se creó en 1933 y se imprimió su primer edición en 1938, creado por el escritor estadounidense Jerry Siegel y el artista canadiense Joe Shuster.
Sus rasgos característicos son copiados de dos de los personajes más conocidos de la cultura greco-latina y judeo-cristiana: Hércules y Sansón. Y posee un arsenal de súper-poderes poderes nutridos de siglos de literatura épica, folklore popular y novelas. Sin mencionar el uniforme-malla de acróbata circense del 1800.
Clark Kent personifica, de forma perfectamente típica, al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado por sus propios semejantes; a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier individuo de cualquier ciudad americana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de su actual personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de mediocridad [1].
¿Qué es un Superman soviético?
Podemos afirmar que esta no es una típica historia de DC debido a que, el último hijo de Kriptón, no está luchando contra villanos sobre-humanos, sino contra ideologías. Y tampoco sale a la luz su película en cualquier momento, sino que lo hace en un año electoral en EE. UU. donde la palabra “socialismo” se vuelve a colar en la realidad política norteamericana.
Décadas de neoliberalismo y la crisis capitalista de 2008 sepultaron el “sueño americano”, que desde la segunda posguerra fue el mejor antídoto que tenía el imperialismo norteamericano contra las ideas socialistas. Esto explica desde hace años diversas encuestas vienen registrando una preferencia mayoritaria por el “socialismo” particularmente en los segmentos más jóvenes de la población.
Sin ir más lejos la revista The Economist hace un año exactamente realizó una encuesta en donde plantea que un 51 % de los estadounidenses de entre 18-29 años de edad tienen una visión positiva del socialismo.
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La popularidad persistente del “socialismo” en el corazón del imperialismo mundial, sobre todo entre los jóvenes de 18 a 34 años, tiene una base material concreta. Después de una década de crecimiento económico sostenido y de una tasa de desempleo de 3,5 % –la más baja en décadas– según un estudio de Brookings Institution, 44 % de los trabajadores cobran salarios bajos que no les alcanza para vivir, y deben endeudarse para pagar la educación de sus hijos. Unos 14 millones no tienen ningún tipo de cobertura de salud, y los que tienen algún seguro, pagan cada vez más por un servicio deficiente. Ante la amenaza de brote de coronavirus, el diario Washington Post alertaba que 1 de cada 4 trabajadores no tiene licencia por enfermedad paga, es decir, que debe elegir morirse de hambre en su casa o ir a trabajar enfermo, aumentando exponencialmente el riesgo de contagio.
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Juventud, cómics e ideologías
El cómic o fotonovela es un recurso narrativo muy antiguo de la cultura humana que se remonta al tiempo medieval. Su facilidad de acceso y comprensión a la información por medio del refuerzo de la imagen lo han hecho popular y un medio de comunicación masivo dentro de la juventud.
En 1972 se publica en la Argentina un libro que después paso a convertirse en un clásico dentro del análisis del discurso y la literatura política: Para leer al Pato Donald. En el mismo se analiza desde un punto de vista crítico anti-colonial la literatura de masas, concretamente en las historietas publicadas por Walt Disney para el mercado latinoamericano. Su tesis principal es que las historietas de Disney no solo serían un reflejo de la ideología dominante sino que, además, serían cómplices activos y conscientes de la tarea de mantenimiento y difusión de esa ideología. Las historietas y cómics también son reproductores de ideología.
Los cómic son consumidos por la juventud y en ese sentido el mensaje que le da Superman: Red Son a los millennials resumidamente sería: 1. El comunismo es esencialmente malo, ya que corrompió a una de las almas más puras del mundo DC como es Superman, que se convierte en tirano 2. No importa quien gobierne (El Hombre de Hierro “Stalin” o El Hombre de Acero “Superman”) el comunismo es una máquina de generar dictaduras 3. Cualquier atrocidad es lícita a la hora de luchar contra el comunismo.
Cómics de izquierda
Desde la izquierda, el cómic también se convierte en un recurso para acercar a las masas la historia del movimiento obrero y de sus históricos dirigentes. En un mundo lleno de fakenews y plataformas como Netflix que son máquinas de relatos anti-socialistas, el cómic también es una trinchera de resistencia, como lo mostró la historieta de Rosa Luxemburgo, donde cuenta vida, obra y muerte de esta revolucionaria.
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O sin ir más lejos el propio León Trotsky. Si hay algo que queda en claro de “Superman: Red Son” es que las futuras generaciones deben estudiar y leer para comprender que el “socialismo” por el que lucharon Lenin y Trotsky (hasta que fue asesinado por un sicario de Stalin) no tiene absolutamente nada que ver con el stalinismo y su régimen dictatorial. En ese sentido, este mismo año se lanzó una historieta sobre el “Testamento de Trotsky” que tiene por objetivo acercar a las nuevas generaciones el legado y lucha de este gran revolucionario.
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Finales alternativos
El capitalismo actualmente se encuentra en una crisis debido a que no encuentra nuevos motores de crecimiento para salir de la crisis que está atravesando desde el 2008. Ante esos límites las guerras comerciales y militares aparecen cada vez como una salida frente al estancamiento económico, los inmigrantes huyendo del hambre y los conflictos bélicos son el pan de todos los días en esta década. A todo esto ese le suma una pandemia del COVID-19, evitable si el Estado norteamericano en vez de utilizar sus recursos para salvar empresas y bancos, como lo hizo en el 2008, los hubiese empleado para investigación científica y vacunas. De hecho el coronavirus ya tumbó a Red Son debido a que la Warner Brothers canceló su premier en New York el 16 de marzo 2020 por el brote.
Cada vez hay más cuestionamientos al sistema desde varios ángulos que levantan sobre todo la juventud: la cuestión ecológica, el movimiento feminista, además de la precariedad de la vida, el aumento de la edad jubilatoria (vivir mucho según el FMI es un problema) y la falta de perspectivas personales. Los jóvenes de hoy ya saben que su vida va a ser peor que las de sus padres y abuelos.
Donald Trump podrá jurar y jurar que los “EE. UU. jamás serán socialistas”, pero hay una cruda realidad y es que el capitalismo no está funcionando en ningún país del mundo, y que está comenzando a ser cuestionado por nuevas generaciones que tiene poco o nada que perder. En ese sentido la actual crisis en la que se encuentra el “libre mercado” es tan profunda que ni Superman puede hacer algo para salvarlo.
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