El acuerdo con el FMI se devoró a Guzmán en tres meses. Una sugerente coincidencia entre la cronología de la crisis griega y la argentina. En el primer contacto de Batakis con Fondo, Georgieva habló de “acciones dolorosas”. Las primeras definiciones de la nueva ministra para intentar calmar a los “mercados” (especuladores) no lograron bajar el estrés financiero. La épica de la recesión. Una crisis con final abierto.
De acuerdo al relato mítico, luego de años de asedio de los griegos a los muros de Troya sin lograr éxitos en el intento de ingresar a la ciudad, Odiseo pergeño una estratagema: ofrecer una tregua a los troyanos y entregarles como ofrenda un caballo gigante de madera. El Caballo de Troya cargaba en su interior a los guerreros que permitirían la toma de la ciudad. De allí que, en la mitología, el “presente griego” haga referencia a un obsequio que detrás de la forma amistosa encubre el intento de causar un mal a quien lo recibe.
Este lunes 4/7, mientras las cotizaciones paralelas del dólar se elevaban hasta las nubes y las de los bonos argentinos caían por el piso, Martín Guzmán y su equipo se despidieron de las empleadas y empleados del Ministerio de Economía con una explicación. Dijeron que la decisión de dar un paso al costado tenía la intención de transmitir un mensaje a la coalición de Gobierno: la economía enfrenta un tsunami.
La dinámica de las últimas semanas con las dificultades para renovar la deuda pública en pesos, para acumular reservas y para detener la corrida hacia los dólares paralelos exhiben que la economía ingresó en una zona peligrosa. No hay dudas que este combo explosivo de desequilibrios que sufre la economía, si bien se vincula a un estancamiento que alcanza una década, en lo inmediato se volvió inmanejable debido a los términos del programa que el exministro pactó con el FMI. Ese acuerdo es un “presente griego” para el futuro de la Argentina.
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Éric Toussaint es doctor en Ciencias Políticas y fundador del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (CADTM). Hace menos de dos años, en una entrevista para La Izquierda Diario, señaló una secuencia de la crisis griega que es sugerente y anticipó la evolución de la crisis argentina.
Explicó Toussaint:
Grecia tuvo casi el mismo calendario. En el caso de Grecia, el país tomó prestado dinero del FMI en un acuerdo stand by, como hizo Macri en 2018, y dos años después en Grecia, es decir en 2012, dentro del marco de una reestructuración de deuda que ocurrió en marzo de 2012 se firmó un nuevo acuerdo, lo que se llamó Segundo Memorando con un acuerdo de facilidades extendidas, lo mismo que Guzmán está buscando, es decir que es un calendario que te muestra que la presión del FMI va a aumentar sobre las autoridades del país, el chantaje va a aumentar.
Las circunstancias de los dos países son diferentes, pero es llamativa la coincidencia en la cronología de la relación con el Fondo. Finalmente, en marzo de este año, para pagar la deuda del préstamo Stand by de Mauricio Macri, Guzmán logró cerrar un acuerdo de facilidades extendidas con la idea de tranquilizar la economía (esa “épica” de la que habló en su carta de renuncia). Pero, a poco de andar, ese acuerdo devoró su gestión. Con el FMI no vale la célebre sentencia de Karl Marx sobre la historia que se repite dos veces, primero como tragedia y luego como farsa. Siempre es tragedia.
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Luego de la renuncia de Guzmán, la única certeza es que se designó a una nueva ministra de Economía. Hay quienes ironizan que a la crisis argentina le faltaba una ministra helena: la “griega” Silvina Batakis. Las apuestas se dividen en proporciones iguales entre quienes opinan que Batakis llegó al quinto piso de la calle Hipólito Yrigoyen 250, donde se ubica el Palacio de Hacienda, para inmolarse y entre quienes creen que tendrá el “volumen político” que careció Martín Guzmán. Tal vez Batakis evite el destino de inmolarse, pero luego de la llegada de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete y el desbarranque posterior del gobierno, la teoría del “volumen político” debería dejar de usarse, por lo menos, por dos años.
Antes que se desate la tormenta con la renuncia de Guzmán, el último documento del staff del Fondo indicaba que cumplir con el acuerdo “requerirá políticas fiscales más estrictas en la segunda mitad del año”. Más precisamente, reclamaba que el gasto real disminuya un 7,8 % anual durante el segundo semestre. Es lo que se le venía encima al exministro.
Para lograr esa reducción del gasto, el Fondo pedía una gestión “prudente” de salarios públicos, bajar el peso de las jubilaciones en el PIB con la licuación de haberes gracias a la fórmula de movilidad del Frente de Todos, reducir subsidios al transporte, bajar las transferencias a empresas públicas y a las provincias. Además, en ese documento, el Fondo hablaba sin medias tintas de reformas estructurales en el ámbito previsional y energético.
La nueva ministra tuvo este semana su primer contacto con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, quien le transmitió un mensaje inquietante “son necesarias acciones dolorosas”. Para intentar moderar esas acciones, Alberto Fernández apuesta a convencer a Joe Biden de una flexibilización del acuerdo en la visita que prepara a los Estados Unidos, el principal accionista del Fondo. Allí buscaría un “perdón” en varios capítulos, pero principalmente en el referido a los subsidios energéticos debido al cambio de circunstancias por la guerra de Rusia sobre Ucrania.
No habría que descartar que lo logre porque, aun en su debilitamiento, el presidente argentino es uno de los pocos interlocutores que tiene Biden en su patio trasero. Pero el problema no es la mayor o menor flexibilidad del Fondo, sino la atadura a sus mandamientos.
La épica de la recesión
Recién el viernes en la tarde se conoció el equipo que acompañará a Batakis, quien todavía no realizó ningún anuncio. Sin embargo, la nueva ministra dejó varias definiciones en su visita a los canales de televisión C5N y TN. La titular de Economía afirmó su fe en la razón fiscalista. Vinculado a esa fe, juró que el programa con el FMI se cumple. Y también habló de las oportunidades que se presentan para el país con Vaca Muerta, el litio y la expansión de la frontera agrícola [1]. Les ministres pasan, pero el ajuste, el FMI y el extractivismo se quedan. Después de tanto barullo, no faltó quien se pregunte, con cierta maldad, si Martín Guzmán y Matías Kulfas no eran los ventrílocuos de la flamante ministra.
En términos de las medidas que podría implementar en lo inmediato, la principal definición que realizó Batakis está vinculada al aumento de la tasa de interés: para seguir en el sendero de ubicarla en terreno positivo en beneficio de los especuladores, tal como manda el FMI. En coordinación con Miguel Pesce, el titular del Banco Central (su supuesto mentor durante el fin de semana caliente de Olivos), la ministra prepara nuevos instrumentos financieros para tratar de renovar los gigantescos vencimientos de deuda en pesos que existen hasta fin de año: todos los meses hasta diciembre existen vencimientos de alrededor de medio billón de pesos, con excepción de septiembre, cuando la deuda a renovar se ubica por encima del billón de pesos.
En los grandes medios de comunicación la mayoría del tiempo se dedica a analizar la reacción de los “mercados”. La ministra parece que también. No obstante, enfrenta una paradoja: sin el respaldo de Cristina Fernández de Kirchner su figura se puede erosionar con la velocidad de la luz; pero con el apoyo de la vicepresidenta los “mercados” desconfiarán eternamente. Es así que, por el momento, la corrida en los dólares paralelos, contra la deuda pública en pesos y el ascenso del riesgo país a las cumbres borrascosas no se detiene. En este río revuelto, los dueños de todo usan la lapicera para remarcar precios y empujan la inflación hacia zonas desconocidas en las últimas tres décadas.
Guzmán había logrado cumplir con una de sus promesas: dejar la economía en crecimiento. Claro que se trata de un crecimiento que no cambia el tono del estancamiento de la última década. Además, es un crecimiento que se lo quedan unos pocos: los números oficiales del INDEC muestran un aumento en la porción de la torta que se apropian los grandes empresarios o, visto de otra forma, un aumento de la explotación del gran empresariado sobre las trabajadoras y los trabajadores.
En los meses por venir, con el ajuste del gasto público pautado con el FMI, con la restricción a las importaciones que implementó el Banco Central, con la suba de la tasa de interés que anunció Batakis (que encarece el crédito para inversiones y para consumo), como así también con un alza más acelerada del tipo de cambio oficial, lo más probable es que la economía sea empujada conscientemente por el gabinete económico a una desaceleración o directamente a una recesión con consecuencias sociales inevitables. Esta sería la mayor “épica” de Batakis: sacrificar el crecimiento para calmar a los “mercados”.
Pero ese resultado tampoco está asegurado. No se pueden descartar saltos devaluatorios, mayor aceleración de la inflación y una pérdida de control en la gestión de la crisis. Es que la ministra está enfocada en un aspecto: la urgencia financiera. Pero el país tiene una crisis social con un cuarto de la población pobre, una crisis en la economía real con un estancamiento que llega a una década, una crisis de deuda pública que derivó en la actual crisis financiera y una crisis política. En realidad, hay una sola crisis, que es la crisis de la acumulación capitalista. Y a esta, nadie le encuentra la vuelta. Para eso se requieren salidas de otra clase.
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Una versión de este artículo fue publicada en El Juguete Rabioso, el newsletter de economía de La Izquierda Diario, el día 7 de julio de 2022.
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