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Un viaje a través de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci

Fabio Frosini

GRAMSCI
Imagen: Esquerda Diário

Un viaje a través de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci

Fabio Frosini

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Publicamos aquí el prólogo de Fabio Frosini a la edición en portugués del libro El marxismo de Gramsci de Juan Dal Maso, recientemente publicado en Brasil (Iskra, 2019).

Este libro aborda un tema –Gramsci como “marxista”– importante y muy controvertido. De hecho, en la ya desmesurada cantidad de interpretaciones de Gramsci, este se ha visto poco a poco alejado de la tradición marxista. Al principio, diciendo que se trata de un marxista muy original, luego que es un marxista innovador, que su marxismo es un marxismo radicalmente original, y que, en definitiva, es un posmarxismo y que al final no tiene nada que ver con el marxismo. Resumo en unas pocas frases una larguísima y compleja historia que no voy a tratar ahora como merecería. Pero lo importante es el punto de partida de este libro. ¿A qué se refiere cuando habla del “marxismo” de Gramsci? Y también ¿Cuál es el público potencial de este libro? ¿Para quién ha escrito Juan este libro? Esta es la pregunta que me he hecho yo cuando lo he leído.

Para pensar esto, se puede partir de un episodio que remonta a 1975 y es la publicación, en italiano, de un libro que tiene el mismo título: Il marxismo di Gramsci. El autor era Nicola Badaloni, un académico marxista muy importante, filósofo, intelectual del Partido Comunista Italiano. Y el intento de ese libro era presentar a Gramsci como un autor que podía acompañar al Partido Comunista Italiano en una política concreta. El subtítulo del libro era Del mito a la recomposición política. O sea, el punto de partida era presentado como el mito, es decir Sorel, el anarcosindicalismo, si se quiere también el autonomismo de los consejos de fábrica; y el punto de llegada era el partido político, la política como esfera autónoma, donde la noción fundamental era la de hegemonía. Entonces era una especie de superación del momento inmediato o pasional hacia una reflexión/mediación política en la que la hegemonía jugaba un rol central.

Yo creo que el punto de partida del libro de Dal Maso es intentar volver a abrir este dossier, volver a tomar esta noción de hegemonía y desmontarla de nuevo para ver qué tiene dentro. Y ver si esta noción de hegemonía es una noción que hay que articular o pensar por separado respecto de otras nociones del pensamiento de Gramsci como la revolución en permanencia (o revolución permanente) o no. Este es el punto fundamental.

Entonces ¿en quién pensaba el autor cuando ha escrito este libro? Pensaba, eso creo yo, polémicamente en un público que cree que Gramsci es un autor posmarxista o reformista, autor de la idea de la hegemonía entendida como superación del marxismo en cuanto teoría revolucionaria. Y ha intentado volver a presentar a Gramsci como un autor revolucionario, y en este sentido marxista. Pero sin volver atrás simplemente, sino intentando utilizar toda una serie de instrumentos críticos que se han producido en los últimos decenios: instrumentos de lectura, utensilios para leer sobre todo los Cuadernos de la cárcel, para ver si de ahí se puede sacar una nueva lectura del conjunto de nociones que Gramsci elabora, que son hegemonía, revolución permanente, pero también la célebre pareja de nociones guerra de posiciones/guerra de movimientos que no se puede decir sin pensar inmediatamente en la otra pareja Oriente/Occidente o si se quiere en la otra pareja dictadura/hegemonía, etc. O sea, es posible volver a presentar el conjunto de estas nociones sin caer de nuevo en esa interpretación de Gramsci que va hacia el reformismo o el posmarxismo. Ese es el punto de partida, la intención fundamental de este libro.

En las últimas páginas, concretamente en las últimas dos, Juan ha explicitado un tema que está efectivamente en todos los capítulos, pero en las últimas se vuelve central, se declara de manera abierta: la idea de crear este contrapunto o intersección entre Gramsci y Trotsky. Entonces el libro se puede pensar como un viaje a través de los Cuadernos de la cárcel, sobre todo, que es el archipiélago textual que analiza, para ir más allá, para volver a articular un discurso que en este punto ya no es sobre Gramsci sino más allá de Gramsci, “contrapuntando” o “interseccionando” Gramsci con otro autor, que no es solo un autor, es un político, un dirigente comunista, que es Trotsky.

En definitiva, este es un libro sobre el marxismo de Gramsci para ir más allá de Gramsci. Muchos autores han hecho esto, pasar por Gramsci para articular su pensamiento con el de otros teóricos y creo también que es una operación que tiene efectos desde el punto de vista teórico y por supuesto político, porque la intención del libro es fundamentalmente política: ofrecer un Gramsci nuevo para poder volver a pensar la política del presente de manera crítica. Aquí me referiré especialmente a la parte que atañe directamente a Gramsci.

Y el último capítulo que ya no es exactamente sobre Gramsci es un capítulo corto pero denso donde Dal Maso intenta pensar de manera crítica gracias a Gramsci y al contrapunto con Trotsky procesos políticos recientes e incluso presentes, que se han desarrollado en América Latina de los llamados gobiernos posneoliberales y también lo que ha pasado en la Unión Europea en las últimas décadas, es decir el proceso de giro a la derecha en la Unión Europea.
Quiero detenerme ahora en algunas cuestiones importantes –y también problemáticas– del libro.

Un elemento fundamental como he dicho, es la relación entre la hegemonía y la revolución en permanencia. Pero no se puede pensar la revolución en permanencia si no se piensa de manera rigurosa la otra noción que Gramsci acuña en los Cuadernos, que es la de revolución pasiva, que es la noción realmente original que Gramsci crea, mientras que hegemonía, aunque Gramsci la reformule radicalmente, es una noción que tiene una historia muy antigua, que data de la Grecia antigua. La revolución pasiva es una noción compleja difuminada, que tiene aspectos problemáticos, pero fundamentalmente ¿qué es? Es el intento de dar una respuesta a un hecho histórico evidente, que es el siguiente: el esquema marxista “clásico” según el cual la burguesía al principio era revolucionaria y luego se vuelve reaccionaria, no funciona. El problema no está en que la burguesía, a partir de un cierto momento (que se puede situar, y que Gramsci sitúa entre 1848 y 1871), no sea reaccionaria, sino en que en esta “reacción” hay mucho de “innovación”. Aunque su principal anhelo ya no es lo de luchar contra la nobleza feudal, la burguesía sigue siendo una clase que produce historia nueva, ideas nuevas y sobre todo va transformando la realidad, la va "revolucionando", para poder conservar el poder. Retiene el poder de forma "revolucionaria". Este es el enigma con el cual Gramsci se enfrenta en los Cuadernos, porque él estaba en un momento en que efectivamente después de la guerra e incluso en medio de la gran crisis económica que arrasaba el mundo, la burguesía estaba repensando la estructura básica del poder para poder fundamentarlo de manera nueva.

Revolución pasiva es efectivamente un oxímoron. Es algo que intenta pensar la cohabitación de dos momentos que son opuestos: la revolución y la pasividad, una revolución que presupone y fomenta la pasividad de las masas. La nueva noción es la respuesta que Gramsci intenta dar a este enigma. No afirmo que es la solución y, analizando esta cuestión de los Cuadernos, Juan Dal Maso nos hace ver cómo efectivamente es mucho más problemática de lo que se puede pensar. Efectivamente, hoy en día muchos utilizan esta noción de revolución pasiva como un passepartout, como algo que lo explica todo, como si todos los procesos políticos fueran revoluciones pasivas. Todo el mundo sabe que si una llave abre todas las puertas, finalmente no abre ninguna, no te deja ver realmente lo que está pasando en cada situación concreta.

Una idea muy interesante del libro es que la hegemonía, la revolución permanente y la revolución pasiva hay que pensarlas juntas, como sendas partes de una problemática unitaria. Resumiendo mucho toda la cuestión, se puede decir que mientras siempre se ha presentado la idea de hegemonía como una superación de la revolución en permanencia, efectivamente –y esto se demuestra leyendo atentamente los textos de los Cuadernos– Gramsci no habla de superación, sino de una "forma actual" de la revolución en permanencia.

Gramsci dice que, respecto de 1848, las condiciones en la Europa después de 1870 son diferentes, en el sentido de que han cambiado la sociedad y las instituciones, y por lo tanto también la forma de la lucha tiene que cambiar. Este es un tema problemático. Pero para simplificar, se puede decir que, como han cambiado las condiciones, lo mismo que se decía entonces con la fórmula de la revolución permanente ahora hay que decirlo con la fórmula de la hegemonía. La hegemonía actualiza este movimiento del pensamiento que antes era la revolución en permanencia. Entonces no hay oposición entre las dos fórmulas, sino una relación estrecha. Es más, para contrarrestar la revolución pasiva hay que pensar de manera rigurosa la relación entre hegemonía y revolución en permanencia.

El cambio de las condiciones históricas se puede pensar de maneras muy diferentes. Por ejemplo, una manera evolutiva. El mismo Gramsci en algunos lugares de los Cuadernos escribe que "entonces” la sociedad civil era poco estructurada y el Estado no estaba en una situación internacional muy estructurada. Entonces había una autonomía de la sociedad civil respecto del Estado y del estado respecto del contexto internacional. Y era posible en este caso una forma de lucha que él llama guerra de movimiento que es una forma de lucha puntual. Si se ataca al Estado en un punto determinado, como no hay una estructura maciza del Estado dentro de la sociedad civil, se puede conquistar el poder. Gramsci escribe esto y luego dice que las cosas han cambiado. Esto no lo ha inventado Gramsci, ya lo había descrito Engels y luego se habló muchísimo de esto después de la revolución de 1905. Todo el marxismo de la Segunda y luego también de la Tercera Internacional reflexionó sobre este tema. ¿Qué quiere decir la lucha política en condiciones de una sociedad civil, por decirlo así, compleja, en la que hay una relación estrecha entre Estado y sociedad civil? El tema es ¿hay que pensar este cambio de manera evolutiva?, o sea, las cosas han cambiado porque las condiciones objetivas han cambiado o ¿hay que pensar esto de otra manera?

Si bien este tema requeriría un seminario aparte, yo creo que Gramsci va cambiando poco a poco su posición. Al principio él tiende a pensar este cambio de manera evolutiva y objetiva, pero luego llega a pensar que este cambio no depende de las condiciones objetivas, porque no existen condiciones objetivas que no estén relacionadas con condiciones subjetivas. Es decir que el grado de organización de las fuerzas sociales determina de manera influyente las llamadas condiciones objetivas. Dicho de otra manera, el proceso de auto-organización gradual y contradictorio, y con muchas derrotas, de las clases subalternas en Europa ha llevado a toda la sociedad a organizarse en su conjunto, porque también las otras clases tuvieron que organizarse para poder contrarrestar esta avanzada. Las llamadas sociedades complejas con un Estado muy estructurado son el fruto de este proceso contradictorio de luchas que no tiene nada que ver con un proceso evolutivo inevitable y gradual.

Esto nos lleva a pensar que la misma dicotomía Oriente/Occidente no tiene el sentido que habitualmente se le da. Porque Oriente no es nada más que una metáfora para hablar de la lucha cuando todavía no se ha llegado al punto decisivo de esta organización total de la sociedad. Dicho de otra manera: después de 1917 todo el mundo es “Occidente”, no solo el Occidente geográfico, porque la lucha ha llegado a un punto donde todas las clases se han organizado.

Esto implica toda una serie de consecuencias en relación con lo que es la guerra de movimiento y la guerra de posición. Clásicamente se habla de esto diciendo que la guerra de movimiento, que era buena para los siglos XVIII y XIX y en Oriente, ya no sirve más, entonces hay que pasar a la guerra de posiciones. En realidad, la guerra de posiciones no es un destino que depende de la existencia de “condiciones objetivas”. La guerra de posiciones no es nada más que la expresión política de que se llegado al punto decisivo del choque entre las clases. Dicho de otra manera, es la lucha política en condiciones de total organización de la sociedad. Cuando toda la sociedad se ha organizado para el choque decisivo, ahí viene la guerra de posiciones. En el libro de Dal Maso hay un capítulo interesante sobre guerra de movimiento y guerra de posiciones. Aquí el autor aísla tres diferentes nociones de la alternativa entre guerra de movimiento y guerra de posiciones:

La primera, que como la sociedad se ha organizado ya no es posible luchar de la antigua manera. La segunda, que como se ha llegado a un punto decisivo del enfrentamiento entre las clases ya no es posible la guerra de movimiento y se va a una guerra molecular, difuminada, difusa en todos los ganglios de la sociedad. La tercera acepción sería la del Cuaderno 15, cuando Gramsci presenta la guerra de posiciones como la forma de lucha política que se identifica en un determinado momento con la revolución pasiva. O sea, la guerra de posiciones es la guerra que da la ventaja a la burguesía, como en el caso del Risorgimento italiano a los moderados, o en términos actuales, a la derecha, a la fuerza que quiere conservar más que revolucionar. Yo creo que, si se va un poco especulando sobre la relación dialéctica entre condiciones objetivas y subjetivas, estas tres nociones, que Gramsci propone en diferentes momentos de elaboración de sus Cuadernos, son bastante coherentes entre sí. Efectivamente, el proceso de organización de toda la sociedad toma el relevo de una idea inicial en términos de “evolución” y de “complejidad social”. Pero luego, en el Cuaderno 15, escrito en 1933, Gramsci llega a unificar revolución pasiva y guerra de posiciones. De esta manera, el salto de la guerra de movimiento a la guerra de posiciones ya no se identifica solamente con el momento en que las fuerzas sociales se organizan, sino que expresa también la iniciativa política de una de estas dos fuerzas, la “reaccionaria”.

Otro aspecto importante del libro, y del pensamiento de Gramsci, que quiero subrayar es el tema de las relaciones de fuerzas. Juan en un cierto punto aborda este tema. En los Cuadernos hay varios textos, pero sobre todo un texto del Cuaderno 4 que se titula "Relación entre estructura y superestructura" donde Gramsci se interroga sobre la historia, de dónde nace el movimiento histórico, y el impulso de la historia, la explicación de cómo nace la historia, y dice que el marxismo la había explicado gracias al esquema de la base y la superestructura que fundamentalmente es un esquema determinista, en el sentido de que en última instancia hay un elemento que determina y otro que es determinado. Gramsci rompe con esta idea, no en el sentido de que no exista la economía, que es la base material, y que la ideología no sea ideología, que el Estado, la superestructura política no sea superestructura, sino que rompe con la idea de que hay una determinación unívoca, o una determinación de cualquier tipo. Él pasa de la dicotomía base/superestructura a la idea de relaciones de fuerzas, que articula en tres niveles fundamentales.

El primer nivel es el de las relaciones económicas y sociales. El segundo nivel es el de las relaciones políticas en sentido amplio. Entonces aquí tenemos lo que antes era base y superestructura. Y el tercer nivel es el de las relaciones militares. Cada nivel tiene sus diferentes subniveles, y cada uno –esto es un punto importante– tiene su temporalidad. Aquí retomo un análisis sobre el tema de las relaciones de fuerzas que es el que hizo Juan Carlos Portantiero en un libro en mi opinión muy importante como Los usos de Gramsci, en particular en el capítulo que se titula "Gramsci y el análisis de coyuntura". En este texto, Portantiero se detiene en la relación, que es típica de las ciencias sociales, entre actor y estructura, entre acción y acontecimiento. Gramsci da una solución a este problema y también al problema marxista de la determinación. El argumento es complejo, pero se puede resumir diciendo que en los tres niveles hay fuerzas que se enfrentan, no hay una instancia de la sociedad que está fuera del conflicto. También en las relaciones sociales y económicas hay relaciones entre fuerzas. Y hay una temporalidad específica que es una temporalidad mucho más larga, que cambia con menos velocidad porque naturalmente tiene que ver con la producción material e incluso con la geografía del territorio, su situación internacional, la disponibilidad de materias primas, toda una serie de cosas que no se pueden inventar y cambiar culturalmente. Pero sí cambian, no están fuera de la historia. Entonces la historia se hace desde dentro y no desde fuera. Juan valoriza mucho esta noción, que en mi opinión es muy importante para poder salir de cualquier determinismo. Y subrayo lo que dice Gramsci sobre que la hegemonía se ubica en las relaciones de fuerzas políticas. Parece limitarla a ese nivel. Pero Gramsci sigue trabajando sobre este tema y llega a un punto en que la distinción entre la economía, la política y lo militar ya no tiene que ver con el lugar de la hegemonía, porque hegemonía hay en todos los lugares. Porque si hay relaciones hay política. Incluso en la producción económica hay política y también en lo militar hay política. Las batallas no se ganan solo porque se tienen armas, sino por una estrategia, un plan de disgregación del adversario y una política del Ejército, cómo se trata a los soldados, cuáles son las reglas que rigen un grupo organizado como el Ejército que no es un partido pero es un grupo humano y por lo tanto tiene relaciones políticas, etc. Por eso Gramsci escribe muchísimas notas sobre lo político-militar. Y cuando Gramsci acuña la noción del "mercado determinado" diciendo que no puede haber un mercado determinado sin un Estado que regule esto, una superestructura política e incluso cultural –por ejemplo, la idea de que no se puede salir de la forma de mercancía de los productos del trabajo es algo cultural– también está diciendo que hay política y por ende hegemonía dentro del mercado.

Entonces, se puede decir que hay una proliferación de los lugares de la hegemonía, que no es siempre la misma, hay que estudiarla de manera específica en los distintos niveles. Cuando Gramsci habla de filosofía de la praxis, considero que está hablando de esto, que no se puede pensar la realidad fuera o antes de su carácter práctico, del hecho que siempre hay relaciones entre los seres humanos que son directamente prácticas (en el sentido de las Tesis sobre Feuerbach) y por ende políticas. En fin, no somos máquinas, tiene que haber un elemento de comunicación y así, inmediatamente, sale la política. Este es un punto neurálgico del pensamiento de Gramsci y también del libro y considero que es necesario ir más allá de lo que escribe Gramsci, porque el propio Gramsci lo dice a propósito de Marx: si hay que pensar los problemas como materialmente aparecen en el texto o hay que pensar más allá de la lectura literal.

Por último, quiero referirme a la lectura que Juan da de un texto del Cuaderno 14 (se trata de los §§ 74 y 76), que él considera enigmático, sobre el parlamentarismo negro. Para mí no es enigmático. Resumido al máximo, Gramsci está hablando a comienzos de los años ‘30 en Europa, en la Italia fascista, en una Europa donde el parlamentarismo está en crisis en todos los países e incluso algunos países, que son fascistas, ya lo han de hecho abolido. Ahora bien, Gramsci nota que incluso en los lugares donde hay un parlamento, el verdadero parlamento está fuera, las fuerzas políticas se enfrentan en otros lugares de la sociedad que no en el parlamento, y aún más esto pasa en países como Italia donde el parlamento existe, pero hay un solo partido. Gramsci escribe que en la medida en que hay fuerzas diferentes, sigue existiendo la necesidad de expresar políticamente el conflicto entre estas fuerzas. Gramsci está pensando en la situación italiana, donde el fascismo quiere organizar las clases sociales en un corporativismo interclasista con la idea de que la corporación une los productores –capitalistas y obreros– en un organismo que inmediatamente se representa en la política. De esta manera, el fascismo apunta a hacer que la mediación parlamentaria sea superflua. Sin embargo, como las clases sociales siguen existiendo, siguen existiendo la necesidad de esta mediación. Y si no hay un parlamento para procesar esas diferencias, ¿dónde se pueden procesar? La respuesta de Gramsci es: en el parlamentarismo negro. Él añade luego la pregunta sobre si la expulsión de Trotsky de la URSS fue una liquidación del episodio del parlamentarismo negro posterior a la abolición del parlamentarismo legal, pero más adelante, en el mismo texto, vuelve de nuevo sobre los casos en que existen, en condiciones de capitalismo, diferentes fuerzas sociales que luchan por distintos intereses de clase. A mí parecer es claro que aquí no puede estar hablando de la URSS, sino de Italia y por ende estas líneas no pueden tomarse como una crítica de la política soviética.

Esta última referencia al texto sobre el “parlamentarismo negro” es un ejemplo de las discrepancias que existen entre mi lectura y la que propone Juan Dal Maso. En este caso, se trata de un pasaje puntual. En otros casos nuestras discrepancias son más amplias. Sin embargo, se trata de un libro que merece la pena leer, por la precisión y la atención al detalle, el respeto de los textos y de la historia, y –last but not least– la sinceridad con la cual su autor se plantea el difícil trabajo de aproximación a un autor como Gramsci que, por muchas razones, está todavía rodeado por un campo de minas.


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Fabio Frosini

Fabio Frosini es investigador de la Universidad de Urbino e integrante de la International Gramsci Society – Italia. Es autor de La religione dell’uomo moderno. Politica e verità nei Quaderni del carcere di Antonio Gramsci y otros libros. Integra el equipo que está trabajando en una nueva edición crítica de los Cuadernos de la cárcel.