Hacer una antología de Mariátegui no parece ser un asunto muy sencillo, por varias razones. La primera y más obvia desde el punto de vista material, es la gran cantidad de sus escritos. La segunda es la distorsión que sobre sus ideas operan distintos lentes interpretativos, acerca de la que se ha vuelto una y otra vez en diversos estudios sobre su pensamiento.
La Antología organizada por Martín Bergel –y publicada recientemente por Siglo XXI editores de Argentina– sortea con eficacia estas dificultades.
Organizado con un criterio que combina el agrupamiento temático y el orden cronológico, el libro reúne en sus primeras cuatro partes algunas de las principales secciones de los libros publicados en vida por Mariátegui o que el autor estaba pronto a publicar antes de su muerte: La escena contemporánea, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Defensa del marxismo y El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy. La quinta parte del libro, titulada “socialismo cosmopolita”, reúne textos varios a través de los que se busca rescatar la riqueza de sus escritos, mostrando la multiplicidad de sus intereses tanto como su capacidad de reflexionar y posicionarse sobre problemas muy diversos y complejos para elaborar un mirada marxista. Esta parte está integrada por las secciones: “La edad de piedra”, “Cultura del libro y literatura mundial”, “Vanguardias estéticas, intelectuales y políticas”, “Figuras y signos de una época”, “Indigenismo, socialismo, populismo”, “Modernidades intensas”, “Nacionalismo, americanismo, cosmopolitismo”.
En el estudio preliminar, titulado “José Carlos Mariátegui: un socialismo cosmopolita”, Martín Bergel presenta varias reflexiones que explican también los criterios por los que seleccionó los textos que componen el volumen. Cabe destacar su interés por la “edad de piedra” de Mariátegui, por los efectos del aprendizaje periodístico en toda su trayectoria, etapa a la que el propio marxista peruano no dio mayor importancia posteriormente. Reivindica también sus aportes a la “cultura del libro” desde el punto de vista de su actividad editorial y por supuesto sus reflexiones sobre las vanguardias artísticas así como sobre la relación entre indigenismo, marxismo y “populismo”. Por último, propone leer a Mariátegui saliendo de los lugares preconstituidos del “primer marxista latinoamericano” y del “marxista nacional-popular” circunscrito únicamente a la realidad peruana, para bucear en el “cosmopolitismo” de Mariátegui.
La figura del cosmopolitismo está asociada al internacionalismo proletario marxista pero no se reduce a él. Apunta a una comprensión más amplia de la época y sus novedades. Como dice Bergel, en un pasaje que puede servir de síntesis de su planteo:
Dentro de esa apuesta, los ensayos de Mariátegui constituyen en efecto tentativas por desentrañar los contornos de la “época”, una noción omnipresente en sus escritos. El período que se ha abierto con la Gran Guerra y la Revolución Rusa, que examina sin prejuicios tanto en sus pormenores como en sus líneas directrices, requiere asimismo de “una actitud mental y espiritual radicalmente nueva”. A menudo, es la escisión entre lo que llama “dos concepciones de la vida” (una “revolucionaria” y otra “decadente”, una “encantada” y otra “desencantada”, una acorde a la atmósfera romántica de posguerra y otra encadenada anacrónicamente a la sensibilidad burguesa de la Belle Époque) la que provee la vara con que juzga la ubicación de figuras y movimientos contemporáneos, por encima incluso de divisiones ideológicas entre socialistas, liberales o fascistas. En coincidencia con esto, y contra lo que habitualmente se ha destacado, el prisma epocal de Mariátegui conlleva el predominio de categorías relativas al tiempo (lo nuevo frente a lo decrépito, el alba y lo matinal en oposición al crepúsculo, aquello que nace versus lo que eclipsa o tramonta) por sobre aquellas vinculadas al espacio y, por extensión, a una localización específicamente latinoamericana o nacional [1].
El enfoque de Martín Bergel parece acertado en líneas generales, dado que es ampliamente comprobable el interés de Mariátegui por los acontecimientos internacionales de todo tipo, artísticos, científicos, culturales en sentido amplio y por supuesto políticos. Asimismo resulta sostenible la propuesta de leer las preocupaciones de Mariátegui sobre los problemas peruanos dentro de un marco internacional, lo cual también se puede constatar en su esbozo de Programa del PS de Perú y en escritos como “Punto de vista anti-imperialista” o el propio "Aniversario y balance" (que paradójicamente suele utilizarse infundadamente de manera ritual para proponer un marxismo compatible con toda clase de proyectos de conciliación con la burguesía “nacional”). Por último, el peso que en Mariátegui tiene la reflexión sobre las novedades y problema que presenta la “época”, la centralidad del enfoque epocal y temporal se sustenta en abrumadora evidencia textual, comenzando por su libro La escena contemporánea, que reflexiona sobre procesos, figuras políticas y corrientes literarias y artísticas estrechamente relacionadas con el panorama de la primera posguerra.
La lectura de Mariátegui como “socialista cosmopolita” pretende rivalizar con la de José Aricó, animador del grupo Pasado y Presente y promotor de una imagen de Mariátegui como marxista latinoamericano volcado a la comprensión de lo nacional en tanto área privilegiada de acción política y lo nacional-popular en tanto ciertos sustratos de la cultura política y las prácticas sociales de las clases populares, sin los cuales es imposible realizar un traducción del marxismo en suelo latinoamericano. La lectura de Aricó estaba influida por sus propios intereses intelectuales y políticos. Si bien siempre fue más sensible a la cuestión obrera que Portantiero (más centrado en las potencialidades de los “nacionalismos revolucionarios”), la cuestión de la traducción del marxismo a una realidad nacional específica fue una de sus principales preocupaciones.
Pero además, la interpretación de Mariátegui por Aricó tenía una funcionalidad política, que era la de acercar a Mariátegui a una estrategia de “Frente Popular” con la burguesía democrática o nacional, tal como fuera establecida en el VII Congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1935. Sin quitarle sus indudables méritos, especialmente el de sus múltiples iniciativas para volver a poner en discusión a Mariátegui y cuestionar sobre todo las interpretaciones de apristas y stalinistas, la de Aricó es una lectura que debe ponerse en discusión para arribar a una comprensión más amplia del pensamiento de Mariátegui, y con más amplia quiero decir más cercana a sus propios parámetros.
Te puede interesar: Mariátegui según Aricó: en busca del marxismo latinoamericano
En este sentido, la introducción de Martín Bergel resulta un aporte consistente a la temática y se sustenta en las propias concepciones de Mariátegui sobre los problemas de la revolución en América Latina, cuyas principales definiciones partían de la afirmación de la estrecha relación entre la revolución en el Perú y el subcontinente y la revolución internacional. En el mismo contexto, las peculiaridades del país (dominación imperialista, continuidad de la herencia de la colonia no resuelta por la república, punto de apoyo para el socialismo en la comunidad campesino-indígena) podían comprenderse desde la óptica de Mariátegui como parte del impacto que el desarrollo de la economía capitalista y la lucha de clases a nivel mundial habían tenido sobre la realidad peruana, constituyendo una combinación original, en una tónica similar a la del “desarrollo desigual y combinado” de Trotsky.
Partiendo entonces de que el enfoque sobre Mariátegui como “socialista cosmopolita” es sostenible y sirve para contrapesar las unilateralidades de Aricó y otros, podríamos apuntar una cuestión que en la lectura de Bergel queda en segundo plano, quizás por “torcer la vara” un poco hacia el lado del cosmopolitismo, frente a las lecturas que sostienen la interpretación contraria. En particular me refiero al lugar de lo nacional (o incluso lo nacional-popular) en el pensamiento de Mariátegui.
Si bien resulta incuestionable, porque el propio Mariátegui lo afirma en reiteradas oportunidades, que su mirada sobre los problemas nacionales está orientada por un punto de vista internacional y de época, también se puede constatar en sus textos que en determinados momentos surgen tensiones importantes entre una mirada centrada en lo nacional y otra en lo internacional (o cosmopolita, por utilizar el término que usa Martín Bergel).
Como parte de esta tensión se puede mencionar el posicionamiento de Mariátegui a propósito de los acontecimientos de la segunda mitad de la década del ’20 en la URSS, de los que rescataremos algunos pasajes del artículo “El exilio de Trotsky”.
En ese texto, Mariátegui señala la importancia de la crítica trotskista en la política soviética, pero toma posición por la política de Stalin y Bujarin en lo que hace a las propuestas económico-sociales. Y al analizar la coyuntura por la que atraviesa la revolución rusa destaca:
Trotsky, por otra parte, es un hombre de cosmópolis. Zinoviev lo acusaba en otro tiempo, en un congreso comunista, de ignorar y negligir demasiado al campesino. Tiene, en todo caso, un sentido internacional de la revolución socialista. Sus notables escritos sobre la transitoria estabilización del capitalismo lo colocan entre los más alertas y sagaces críticos de la época. Pero este mismo sentido internacional de la revolución, que le otorga tanto prestigio en la escena mundial, le quita fuerza momentáneamente en la práctica de la política rusa. La revolución rusa está en un período de organización nacional. No se trata, por el momento, de establecer el socialismo en el mundo, sino de realizarlo en una nación que, aunque es una nación de ciento treinta millones de habitantes que se desbordan sobre dos continentes, no deja de constituir por eso, geográfica e históricamente, una unidad. Es lógico que en esta etapa, la revolución rusa esté representada por los hombres que más hondamente siente su carácter y sus problemas nacionales. Stalin, eslavo puro, es de estos hombres. Pertenece a una falange de revolucionarios que se mantuvo siempre arraigada al suelo ruso. Mientras tanto Trotsky, como Radek, como Rakovsky, pertenece a una falange que pasó la mayor parte de su vida en el destierro. En el destierro hicieron su aprendizaje de revolucionarios mundiales, ese aprendizaje que ha dado a la revolución rusa su lenguaje universalista, su visión ecuménica.
Este párrafo es sumamente interesante, porque rescata el internacionalismo de la revolución rusa al mismo tiempo que caracteriza (acertadamente en cuanto a la descripción de los hechos) el momento de repliegue sobre el plano nacional de la política oficial soviética desde 1924 en adelante. E incluso su análisis de Stalin como una figura de escaso aprendizaje internacionalista coincide con ciertas lecturas de Trotsky (y autores posteriores) al respecto. Pero yendo a la cuestión de la relación entre internacionalismo-cosmopolitismo y política nacional y nacional-popular en el plano de las opciones estratégicas, el énfasis de Mariátegui está en el segundo aspecto. La coyuntura explica la preeminencia de Stalin, pero la conceptualización de Mariátegui va más allá de eso, ya que señala como tarea histórica de la revolución (al menos por un período) la organización del socialismo en escala nacional. Y en esta situación el “cosmopolitismo” aparece para Mariátegui como una debilidad de Trotsky.
Esto no refuta el enfoque más general que propone Martín Bergel, pero sí introduce un poco de ruido en la imagen del “socialismo cosmopolita”, que en definitiva tuvo, como no podía ser de otra manera en un pensamiento vivo y ligado estrechamente a su época, sus tensiones.
Te puede interesar: Mariátegui y Trotsky, convergencias y divergencias
En cuanto a la dimensión teórica del “socialismo cosmopolita”, Martin Bergel destaca la amplitud de las reflexiones de Mariátegui sobre las vanguardias artísticas, su relación con la política y las discusiones sobre los problemas del marxismo a la luz de la crisis del positivismo, el surgimiento del psicoanálisis y los debates de la filosofía de su tiempo. Temas que resultan muy pertinentes para volver a leer a Mariátegui en sus propios términos, esta vez saliendo de la fantasía “decolonial” de Mariátegui como una especie de alquimista que mezcló “el mito y el logos” para hacer un marxismo particularista. Aquí podemos señalar que si bien Mariátegui evidencia ciertas debilidades teóricas, sobre todo para una lectura rigurosa de la crítica de la economía política (por influencia de Croce y su interpretación de la plusvalía como “categoría moral”), su modo de posicionarse en torno a problemas como los de la relación del marxismo con las ciencias y la filosofía, es sumamente atractivo para pensar cómo intervenir desde una posición marxista en el panorama actual, en que el marxismo es considerado con suerte una más (y no la más popular) entre las “teorías críticas”.
Los elementos a destacar del modo de intervenir de Mariátegui se podrían resumir así: una apertura al diálogo con lo más destacado de la filosofía y la teoría “burguesas”; una lectura crítica del marxismo, caracterizada por la comprensión del contexto histórico de su surgimiento y la influencia que sobre él tuvieron los desarrollos de la ciencia y la filosofía que le fueron contemporáneos; un enfoque que, uniendo el nuevo contexto histórico creado por la guerra y la Revolución rusa así como el rol histórico de la teoría marxista, intenta reflexionar sobre los cambios que es necesario introducir en el plano teórico para poner al marxismo a tono con el momento histórico presente. Es en este marco que Mariátegui propone un marxismo capaz de reconocer la especificidad de las manifestaciones estéticas, en un contexto de época, una lectura de la acción política que (rescatando la problemática del mito) vaya más allá de las interpretaciones mecanicistas y deterministas vulgares del marxismo y una interpretación de la relación del marxismo con las ciencias que pretende reivindicar la objetividad científica, desde una crítica simultánea del positivismo y el irracionalismo. Todos estos temas son de gran actualidad, aunque nuestros interlocutores no sean los mismos que los de Mariátegui, en un contexto en que la ideología “decolonial” hace estragos, sobre todo en ámbitos académicos, con su notable confusión en todos los planos: teórico, político y epistemológico.
En síntesis, esta Antología de textos de Mariátegui resulta de gran utilidad tanto para quienes deseen acercarse por primera vez a sus ideas, tanto como para quienes quieran volver a leerlo y rescatarlo en su originalidad como marxista.
Te puede interesar: La odisea de Mariátegui
COMENTARIOS