Víctor Serge relata sobre su primera experiencia de Día de Muertos en México.
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Miércoles 1ro de noviembre de 2017
Víctor Serge llegó a México en 1941 luego de un largo viaje. Escribió un texto en sus Carnets sobre el 2 de noviembre. Publicados originalmente en francés y por primera ocasión traducidos al castellano. Tumba de Juárez: 2 de noviembre de 1941. Publicamos en Izquierda Diario el relato de Día de Muertos por Víctor Serge.
Sobre la figura de Benito Juárez recomendamos leer sobre la lucha del Istmo de Tehuantepec.
Sobre la tumba de Benito Juárez y la Comuna de París
Día de Muertos. Hemos visto en las calles pequeños esqueletos blancos o dorados, bien hechos: cabezas de muertos de azúcar con ojos verdes o rojos. Sus nombres en color brillante en la frente de cada cráneo. Pequeños panes con forma de cráneos y huesos. Evocación de azúcar y más encantos.
Hemos visitado el pequeño cementerio y la iglesia de San Fernando, a dos pasos. Un corazón cerrado por todas partes, las piedras grises de la iglesia, las losas con viejos nombres de los años de 1860 en el muro, como si los ataúdes fueran un homenaje a ellos y sin duda los dejamos. Abandono.
Una pequeña oficina, una máquina de escribir y... bajo de bóvedas con viejos ataúdes en las esquinas, retirados de las tumbas, vacías, calcinadas por el polvo y el tiempo. Las tumbas del jardín aplastantes y sin estilo. Extraña necesidad en otros países de ahogar a los muertos bajos las piedras pesadas orgullosas. Aquí no es así.
La tumba de Benito Juárez, sin ninguna inscripción, muy sencilla, un hemiciclo o columnata, sin una inscripción, nada, muy bello pero sin ninguna explicación. Largas expresiones dolientes en su estatua. El brazo inmovilizado, el cuerpo fuerte. La cabeza es noble y verdadera, sorprendente por su sencillez, no vemos a un hombre abatido.
Juárez tiene un fuerte similitud con Lenin: el Lenin de la independencia mexicana, encuentro una fuerte relación de ambos personajes. Estoy solo. Sueño por momentos que resucita, mientras contemplo a Benito Juárez, pero recuerdo que los hombres no resucitan, sigo mirando a Juaréz y recuerdo que no pueden resucitar y que sólo estoy soñando.
Pienso que entre los momentos de nuestras vidas hay algunos logros y, mientras contemplo a Juárez, me acuerdo de uno de nuestros logros, nuestra visita al Muro de los Rehenes, en la calle Haxo.
Tú te acuerdas de esa tarde gris, estábamos bien juntos, sin exaltación ni alegría, bien de manera íntima, y París era gris. Salimos poco antes del crepúsculo a las calles sin interés que rodean Belleville, las que siempre me han hecho pensar en las barricadas de la Comuna.
La calle Haxo con su pequeña iglesia nueva en piedra blanca, los muros de ladrillos, unos jardincitos ordenados, una sotana que cruza. Luego un cura joven y casi jovial nos ha indicado el lugar donde cayeron los rehenes. Y entramos en una oficina inquisitorial donde otro cura, descarnado y curioso, nos ha preguntado si conocíamos a alguien que tuviera memorias.
Tú, su mirada posada en ti —nos creyó un padre y una hija con quizás una ligera duda. Esa oficina desnuda, casos y crucifijos, severidad, dureza, inteligencia aguda y glacial. Nosotros tan carnales cuando estamos juntos y tan diferentes de ese rincón del mundo del que nos encontramos en la otra orilla… Nos regresamos por la avenida Gambetta. Seguramente te besé y te toqué mientras volvíamos a casa hablándonos de ese mundo tan cerrado para nosotros, un mundo de fe organizada, probablemente vaciado de una verdadera fe.
Juárez, Lenin, México estas imágenes: hombres de un sólo bloque. Vida, pensamiento y acción, poderosamente con raíces en el sol, pero también en la tierra, instruidos e inteligentes, no intelectuales de gabinete, ni manipuladores de ideas por placer o por saberes. Idealistas. Juárez. Humano, capaz de ser muy duro, ejecutó a Maximiliano. No es un filósofo, es un médico cirujano de la nación.
León Trotsky y el Día de Muertos
11 de noviembre de 1942.
Segunda ocasión de mi estancia en México el Día de Muertos. Luego de la fiesta de muertos que siguieron al asesinato de León Trotsky en México hemos visto en las calles calaveras en homenaje y recuerdo a Trotsky. Hay pequeños ataúdes y dibujos con Trotsky muerto en azúcar.
Rechazo de Jeannine que ve a los niños comer calaveras de azúcar. Siendo aún europea está horrorizada por lo que sucede este día. No dura mucho pues luego come una calavera de azúcar de ella misma.
Traducción: Sergio Moissen