Volvemos a Walter Benjamin con un tema menos conocido. El análisis de la moda en el capitalismo.
Viernes 18 de mayo de 2018
Contingente, efímera y transitoria: así define Walter Benjamin a la moda en su Libro de los Pasajes. En dicho libro, insólito desde el marxismo, con más de mil páginas el autor de las Tesis sobre la historia, Benjamin, dedica una carpeta completa al estudio de la moda.
Cabe recordar que su libro debía ser un montaje literario de citas y reflexiones. Jirones de pensamiento, fragmentos, astillas para devenir en crítica radical del proyecto de la modernidad capitalista. Benjamin pensaba que Paris, la capital de la política según Engels pues ahí ocurrió la primera revolución burguesa y luego la Comuna de París, era la ciudad modelo de la modernidad. De ahí la importancia de su estudio: ahí surgió el dominió político de la burguesía y su primer gran cuestionamiento.
París es la sed, evidente de la moda. Aún hoy es la ciudad de las pasarelas. El diseño de “modas” surgió en la monarquía francesa cuando un grupo de artistas decidieron poner etiquetas a la ropa creada por su ingenio y cualquier buen diseñador se mudaba a París especialmente para intentar vender sus prendas a la realeza. Sus herederas: Hermes, Channel y otras fundadas en el Siglo XX.
Pompa, policía, moda: así nos dominan
Benjamin sostiene que la moda es la triada de la dominación. “Los gobernantes quieren asegurar su posición con sangre (policía), con astucia (moda), y con magia (boato).” Eso significa que la moda es una permanente búsqueda de novedad, muerte y cambio.
El capitalismo ante su permanente atrofia y enajenación hace que el trabajador viva una monotonía, un día a día cansado, un día a día sin novedades. Despertarse, volver a casa, comer algo, dormir. El eterno retorno del día a día del trabajo asalariado hace que la vida pierda heroicidad. ¿Qué novedad hay en la gente que tiene 20, 30, 40 años de trabajo en un mismo lugar con una rutina diaria que obliga a no romperla para continuar con el régimen asalariado?
Bien. Benjamin sostiene que la moda distrae. Figura que existe algo nuevo para ver, algo nuevo para escuchar, algo nuevo para vestir, algo nuevo para leer. Quiere decir que la muerte permanente de lo novedoso es una lógica que ayuda a la reproducción del capital. Veamos.
Sostiene que “La moda ha satisfecho desde siempre una extraña necesidad de sensación. Mas sólo puede alcanzar su fondo la indagación de carácter teológico, por cuanto corresponde a una conducta hondamente afectiva del hombre respecto al curso de la historia.” Faltos de experiencia, de novedad, de algo que transgreda nuestro día es que los capitalistas contratan a los artístas, convertidos en diseñadores, para crear experiencias de novedad.
La triada es: nos pueden reprimir con la policía. Nos pueden distraer con la magia (propaganda del futuro en la política) y con la astucia. Según la academia “astucia” es “hábil para engañar o evitar el engaño.”
Mercancía: prestigio social
Pero vamos más allá. Benjamin sostiene que el aura, en la Obra de arte en la época de la reproducción técnica, es liquidada por el capital. Pero en la moda “revive”. Eso quiere decir que en el fondo: la compra de moda es la compra de aura.
Explico. ¿Cuanto vale una prenda en el mercado informal o en la tienda departamental? Realmente ¿Qué compramos fuera de la tienda y dentro de ella? En medio de la multitud de la vida moderna en la que vivimos comprar moda es comprar estatus, comprar prestigio social, comprar aura de unicidad. Pagas 10 veces más una ropa cuyo costó social de producción es baratísima.
Si Marx sostenía que la mercancía tiene un valor de cambio y de uso: ¿Qué diferencia tiene una prenda producida igual en un mercado informal que la de la tiende con una etiqueta de marca? Evidentemente el prestigio social. Una resolución de una necesidad social inmaterial: resolver nuestro vacío de sentirnos iguales a los demás, a sentir que nada nos distingue del resto, a pensar que con gastar 10 veces más seremos únicos: el aura de la unicidad.
Nuevo, efímero, vacío, hueco: pero que llena lo que falta día a día en el régimen de producción capitalista y en la vida diaria de los asalariados condenados a un eterno retorno de la rutina del capital. “La moda ha satisfecho desde siempre una extraña necesidad de sensación” pues no existe en la vida cotidiana de los dominados una dosis de extrañeza. Mañana trabajo, me despierto temprano, como todos los días y eso que será sábado: trabajamos, como millones más en la rutina diaria.