A continuación presentamos un artículo de colaboración para Ideas de Izquierda de Frank García Hernández, sociólogo e historiador, miembro del comité editorial de Comunistas.
Cuando se envía una carta o paquete postal a Dominica –no confundirla con República Dominicana – para indicar la región en el destinatario se debe poner West Indies –Indias Occidentales –. Lo que en América Latina es hoy una frase de mal gusto colonial – Indias Occidentales – es todavía algo tan común en la diminuta Dominica que ningún habitante de la diminuta isla se lo cuestiona. Esto no sólo se reduce a Dominica: el uso todavía vigente del término West Indies se extiende a todos los países del Caribe Oriental que fueron colonia –o aún son – de Inglaterra.
Salvo que un huracán las destroce –y porque Estados Unidos les da seguimiento ante la posibilidad de que el fenómeno meteorológico lo afecte –, las pequeñas islas del Caribe Oriental son completamente olvidadas. En América Latina se les desconoce al punto de que muchas veces ni siquiera se sabe el nombre de estos pequeños países con el cual Argentina comparte el mismo continente. Sin embargo, mientras el Caribe Oriental es desconocido en América Latina, la lejana China avanza sobre la mayor parte de estos pequeños Estados insulares, tanto en lo económico, como en lo político. Es un área que quedó a la deriva y desde Pekín comprendieron que, aunque alejada geográficamente, cercana a Estados Unidos y con fuerte presencia de Inglaterra, el Caribe oriental es una zona que podía dejar buenos dividendos.
Según avanzaba la segunda mitad del siglo XX, Reino Unido veía que mantener sus colonias del Caribe Oriental le provocaba pérdidas: mientras la economía británica vivía sucesivas crisis, tenía que enviar funcionarios y soldados a las lejanas Indias Occidentales, las cuales no eran territorios prósperos en recursos naturales. Las colonias de las cuales más se enriquecía Reino Unido eran las africanas y la India –compuesta entonces también por Pakistán y Bangladesh – y estas le provocaban a Londres fuertes terremotos políticos. Por su parte, las West Indies no aportaban las grandes riquezas de la minería africana, ni la manufacturera de las asiáticas o no eran el gran centro financiero en que se había convertido Hong Kong. Para mayor problema, en las West Indies, durante los años sesenta y setenta, la industria azucarera y la lima –principales rubros de exportación – había entrado en crisis.
Al mismo tiempo, Reino Unido no había hecho grandes inversiones en estas islas: la importancia de estas pequeñas y aisladas colonias había sido, básicamente, evitar o compensar la expansión de otros imperios europeos. De esa manera, cuando hoy se revisa el mapa caribeño de la época colonial, se encuentra cómo, de norte a sur, prácticamente se alternaba una colonia británica con una colonia francesa: a Monserrate –posesión de Reino Unido –, continuaba Guadalupe –francesa –, la próxima isla, Dominica, era territorio inglés, la siguiente, Martinica, pertenecía a Francia, para reaparecer Gran Bretaña con Santa Lucía y de seguido San Vicente y las Granadinas –también controladas por Londres –. Con el objetivo de mantener –o romper – este equilibrio Santa Lucía llegó a cambiar quince veces de metrópoli, conquistada y reconquistada por franceses e ingleses hasta que estos últimos lograron quedarse con la isla. Santa Lucía fue origen de tantos enfrentamientos que hoy sus locales le llaman la Elena del Caribe, comparándola con las guerras generadas por Elena de Troya.
Pero si hasta los años setenta del siglo XX en el Caribe Oriental colonizado por Inglaterra no habían tenido lugar guerrillas independentistas o fuertes movimientos separatistas de orientación socialista, la época –Guerra Fría – y la cercanía a Cuba, provocaba que esto fuera sólo cuestión de tiempo: Reino Unido prefirió “retirarse” con una imagen “victoriosa”, incluso presentándose como padre que gentilmente reconoce la madurez de sus hijos y entiende que deben continuar su propio camino. Fue una época en que Gran Bretaña otorgó incluso la independencia a quienes no lo deseaban, como sucedió con Anguila, en la cual tuvo lugar una rebelión para exigir su regreso al Reino Unido y no continuar como nación independiente [1].
Cuando las autoridades coloniales se retiraron de las West Indies también se fueron tras ellas las pocas empresas inglesas. Los intereses económicos de Inglaterra en sus antiguas colonias eran pocos y se podían controlar de lejos. Al mismo tiempo, a diferencia de Francia –que mantuvo sus colonias del Caribe Oriental– los ingleses habían conquistado las mencionadas islas, pero no colonizado –entendiendo colonización como poblamiento–. Es decir, en los territorios ingleses del Caribe Oriental se habían instalado muy pocos colonos ingleses, lo cual facilitó también la independencia de estas pequeñas naciones insulares. La salida de Gran Bretaña no implicaba las pérdidas que hubiera tenido Francia si hubiera abandonado la Guadalupe y la Martinica. Por otra parte, la burguesía local del Caribe Oriental anglófono –predominantemente afrodescendiente – establecía estrechos lazos importadores con Reino Unido, lo cual facilitaba la continuación de los vínculos económicos con la antigua metrópoli.
Sumado a ello, Londres había creado otros dos efectivos instrumentos de dominación política y financiera que fortalecían las relaciones neocoloniales con sus antiguos territorios caribeños: la llamada Comunidad Británica de Naciones –hoy Comunidad de Naciones–, conocido como el Commonwealth y la moneda común regional, el Dólar del Caribe Oriental, existente desde cuando todavía los hoy Estados soberanos de las West Indies eran colonias británicas.
La Commonwealth funcionaba para Reino Unido como el instrumento neocolonial con el cual ejercía el control político sobre sus antiguas colonias. Sumado a ello, salvo Dominica –por fuertes presiones del comité dominiqués durante las negociaciones con Londres [2] –, al independizarse, los futuros Estados soberanos del Caribe Oriental anglófono aceptaban la condición de que fuera la reina –o el rey – de Inglaterra la jefa de Estado. En cambio, los nuevos países soberanos tendrían su propio primer ministro –lo cual es aceptado hasta hoy día incluso por otras grandes excolonias como Canadá, Australia y Nueva Zelanda–.
Por su parte, el instrumento neocolonial de control financiero era el Dólar del Caribe Oriental, conocido popularmente en la región por sus siglas en inglés, Eastern Caribbean Dollars, EC. Este instrumento de control neocolonial tiene dos peculiaridades beneficiosas para Gran Bretaña. La más peculiar: el EC también es la moneda oficial en las todavía hoy colonias inglesas Anguila y Monserrate. La segunda peculiaridad es que los Estados soberanos del Caribe Oriental anglófono no tienen un banco central, sino regional, con gran dependencia de las políticas financieras dictadas por Londres. Por ejemplo, el Banco Nacional de Dominica o el Banco de Santa Lucía son bancos privados subordinados a una entidad financiera suprarregional: el Banco Central del Caribe Oriental –Eastern Caribbean Central Bank–, el cual en los hechos está subordinado a Londres. Para dejar bien claro incluso simbólicamente quién orientaba la política financiera del Caribe Oriental anglófono, en todos los billetes del Eastern Caribbean Dollar está el rostro de la Reina Isabel II. Ingenuamente, cuando se les pregunta por qué el rostro de la reina Isabel II está en los billetes de sus países si ya son independientes, los locales responden que se debe al legado cultural. El sometimiento a Inglaterra hace que todavía en el malecón de Rouseau, la capital de Dominica, se encuentra un monumento donde se puede leer: Gracias a Dios los británicos estuvieron aquí –Thanks God the british were here–; monumento develado siendo ya Dominica independiente.
Si bien en 1966 Barbados se independizó, no fue hasta los años setenta cuando la casi totalidad de las West Indies comenzó a desgajarse del imperio británico: en 1974 Granada obtuvo la independencia del Reino Unido; Dominica se independizó en 1978; en 1979 Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas se separaron de Reino Unido; Antigua y Barbuda lo hizo en 1981 y en 1983 San Cristóbal y Nieves obtuvo la independencia.
Aunque parece paradójico, fue durante Margaret Thatcher cuando tuvo lugar la mayor parte de la ola independentista. Mientras la Dama de Hierro reprimía a sangre y fuego el separatismo irlandés y ganaba la guerra de las Malvinas, al mismo tiempo firmaba la independencia de tres de sus ex colonias caribeñas: el pragmatismo neoliberal se imponía sobre la nostalgia aristocrática del imperio. Londres no iba a permitir que se perdiera Irlanda del Norte, lo cual hubiera sido un demoledor golpe financiero y político. Sin embargo, Reino Unido necesitaba dejar de gastar dinero en unas pequeñas colonias para las cuales ya se había ingeniado otro modo de control capitalista mucho más eficiente: el neocolonialismo.
La independencia de estas naciones fue incluso decidida y organizada según la conveniencia de Londres, o como Reino Unido entendiera fuera beneficioso. Por ejemplo, Reino Unido se negaba a que se independizaran las islas más pequeñas, creando así federaciones artificiales. Cuando hoy se escuchan los nombres San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, o San Cristóbal y Nieves, estamos escuchando engendros políticos del colonialismo británico que decidió, por encima de la voluntad de estos pueblos, que nacieran Estados federados. El nombre de estos países representa dónde se encuentra el gobierno central, siendo el primero la nación hegemónica. De esa manera, las Granadinas se subordinan a San Vicente, Barbuda a Antigua y Nieves a San Cristóbal. Al igual que el caprichoso trazado colonialista de las fronteras africanas, la conformación de estas federaciones artificiales generó conflictos internos en los jóvenes Estados del Caribe insular. Quizá uno de los más peculiares y el mejor para entender que Reino Unido quería desprenderse de estas pequeñas islas para dar paso al neocolonialismo, fue el caso de Anguila, isla la cual había sido destinada a formar parte de San Cristóbal y Nieves. En 1967 Anguila se separó de San Cristóbal y Nieves para exigirle a Reino Unido que no quería ser independiente, petición la cual fue satisfecha por Londres, motivo por el cual Anguila regresó voluntariamente a ser territorio británico en 1969.
Estas forzadas federaciones tuvieron consecutivas crisis como Nieves convocando a referendos por independizarse de San Cristóbal o Barbuda queriendo romper su vínculo federal con Antigua. El más radical de ellos tuvo lugar en 1979 con un peculiar levantamiento en San Vicente y las Granadinas [3]. Un grupo de rastafaris socialistas liderados por Bumba Charles se alzaron en la isla Unión con la intención de separar las Granadinas de San Vicente. La intención era unificar las Granadinas con Granada, pequeño Estado insular que para entonces había empezado su propio camino al socialismo, dirigido por el comunista Maurice Bishop. Sin embargo, el levantamiento de los rastafaris socialistas, el cual inicialmente fue un éxito, terminó siendo sofocado por tropas que envió Barbados a solicitud del gobierno central de San Vicente –debido a que el nuevo Estado aún no tenía prácticamente un cuerpo represivo con el cual aplastar la más pequeña rebelión armada– .
Los nuevos Estados soberanos caribeños vivieron otros acontecimientos de inestabilidad, muchas veces marcados por la violencia política, algo hoy olvidado y casi impensable en el imaginario colectivo, donde esas islas se representan como una paraíso natural ajeno a la lucha de clases –como si alguna sociedad moderna pudiera estar ajena a la lucha de clases–. Durante el mandato de la primera ministra ultraderechista Eugenia Charles, Dominica sufrió dos intentos de golpes militares. Incluso, Eugenia Charles –quien se caracterizó por una política represiva–, enfrentó a otro grupo armado de rastafaris, esta vez no de izquierda. Estos peculiares guerrilleros organizaron en la selva dominiquesa un grupo insurgente para luchar por sus derechos. Eugenia Charles había prohibido la práctica del rastafarismo en Dominica. Actualmente a nadie se le ocurriría que en el Caribe existió una guerrilla de rastafaris o rastafaris socialistas dirigiendo una rebelión armada.
Pero sobre todo, fue la revolución de Granada, impulsada por Maurice Bishop, la que tuvo mayor impacto político e histórico. Al respecto se olvida que la diminuta Dominica jugó un triste e importante papel: la entonces primera ministra dominiquesa, la ultraderechista Eugenia Charles, fue quien solicitó al presidente yanqui Ronald Reagan que Estados Unidos invadiera Granada, supuestamente, para restablecer la democracia –excusa recurrente– y evitar la desestabilización regional.
Al mismo tiempo, Dominica tuvo otro peculiar papel en la Guerra Fría, pasando por alto en las historiografías hegemónicas, no sólo burguesas, sino también de izquierdas: el líder laborista dominiqués Rosie Douglas, entonces en la oposición, formaba parte de la Mathaba: organización internacional armada que encabezaba el líder libio Muammar el –Gadaffi [4]. La presencia de Rosie Douglas en la Mathaba fue tal que todavía en Dominica es común escuchar el rumor popular de que grupos de jóvenes laboristas dominiqueses iban supuestamente a estudiar en Malta, excusa y ubicación para pasar a la vecina Libia donde entrenaban militarmente, consumando sus prácticas junto al ejército cubano en la guerra de Angola.
El laborismo heredado de su antigua metrópoli fue quien ejerció en el Caribe Oriental anglófono la hegemonía política sobre la izquierda. Este fue uno de los factores que provocó en el Caribe Oriental anglófono la marginación política de cualquier variante de izquierda que estuviera fuera del laborismo. El Caribe Oriental anglófono había heredado el sistema bipartidista británico: laboristas y conservadores, estos últimos organizados bajo diferentes nombres.
Desde el laborismo dominiqués se intentó crear también una especie de nacionalismo de izquierda autóctono, constituyéndose lo que se dio en llamar el socialismo antillano. Es necesario recordar que en los años setenta, varios Estados insulares alejados de los centros hegemónicos de poder, construyeron sus propias variantes de nacionalismo de izquierda. Entre las que más destacan –aunque todas olvidadas por las historiografías dominantes– se encuentra el socialismo antillano de Dominica, el socialismo melanesio elaborado desde Tuvalu por Walter Lini, el socialismo malgache de Didier Ratsiraka y el exageradamente llamado “paraíso socialista” en Seychelles, encabezado por France –Albert René. Tanto en los casos dominiqués, tuvalense y malgache, estos socialismos nacionales tenían su basamento en la tradición local de la propiedad comunal sobre la tierra.
Si bien todas estas variantes desaparecieron, la concepción del socialismo –o anticapitalismo– basada fundamentalmente en la propiedad comunal de la tierra –partiendo de que esas sociedades lo tenían histórica y culturalmente incorporado–, todavía está presente en el Caribe Oriental anglófono, específicamente en la pequeña isla de Barbuda. En el caso de la isla de Barbuda –perteneciente a la federación de Antigua y Barbuda–, existe una pequeña organización separatista de izquierda llamada Movimiento del Pueblo de Barbuda [5], la cual defiende la concepción de la propiedad comunal de la tierra, enfrentándose, ni más ni menos, al actor estadounidense Robert de Niro. El protagonista de Taxi Driver ha intentado, en complicidad con el gobierno de Antigua, comprar tierras en Barbuda –o sea, convertirlas en propiedad privada– para construir un hotel exclusivo de su propiedad. Ante ello, el Movimiento del Pueblo de Barbuda ha anunciado en varios comunicados que lucha contra el “capitalismo del desastre” [6]. Si bien emplear un adjetivo para caracterizar al capitalismo tiende a presuponer que hay un capitalismo “bueno” y un capitalismo “malo”, el hecho de que una organización se plantee luchar explícitamente contra al menos una variante de capitalismo, en un región donde el discurso socialista prácticamente ha desaparecido, es un gran paso de avance en la lucha por la construcción de una oposición de izquierda. De hecho, momentáneamente, en el Caribe Oriental anglófono, la única organización que está a la izquierda del laborismo es el Movimiento del Pueblo de Barbuda.
En la década de los ochenta, en Dominica, existió la organización marxista Partido Socialista de los Trabajadores –Socialist Workers Party –, el cual a pesar de sus siglas no estaba vinculado con la tendencia de Tony Cliff, ni con el SWP fundado en Estados Unidos por James P. Cannon y ya para entonces controlado por el pro cubano Jack Barnes. Tristemente, el SWP domiqués se disolvió tras el colapso de la URSS. A inicios del siglo XXI nació en la región otra organización marxista ubicada a la izquierda del laborismo: el Movimiento de Liberación Nacional de Dominica. Como tal vez se intuya por sus siglas, el MLND estaba orientado hacia Cuba y sobre todo, apoyado por el chavismo. Posteriormente el MLND se disolvió dentro del Partido Laborista.
La conquista China del Caribe Oriental anglófono
Salvo Barbados, las naciones insulares del Caribe Oriental anglófono son asombrosamente subdesarrolladas. En América Latina muy pocos pueden imaginar que de los dos países a nivel mundial donde aún no hay semáforos, uno esté en América y es Dominica –el otro país sin semáforos es el lejano Bután –.
El subdesarrollo impacta fuertemente no sólo en la economía, sino también en la cultura, lo cual tiene una negativa repercusión en la constitución de una vanguardia marxista en la clase trabajadora. De los países del Caribe Oriental anglófono, Dominica es el más subdesarrollado y el subdesarrollo económico impacta muy fuertemente en la cultura. De ese modo, Dominica carece no solo de semáforos, sino también de su propio canal de televisión y de diarios. La prensa escrita dominiquesa –The Chronicle y The Sun – se imprime cada diez o quince días –irregularidad la cual, asombrosamente, no resulta molesta en el público lector nacional–. De las tres librerías existentes en el país, dos forman parte de iglesias cristianas fundamentalistas y al menos la cuarta parte de los libros que vende la única librería laica de Dominica también son textos cristianos. La única literatura relativamente de izquierda que se vende en Dominica es algún texto testimonial de la historia del laborismo caribeño y sus vínculos con Cuba. En Dominica es imposible comprar algún libro de teoría marxista, como tampoco de sociología o filosofía contemporánea. Santa Lucía corre una peor situación: solo existen dos librerías y ambas son una extensión de iglesias fundamentalistas cristianas. Todo esto incide negativamente en la conformación de una organización marxista.
Al igual que en los otros Estados del Caribe Oriental anglófono, las dos únicas ciudades de Dominica –Roseau y Portsmouth–, así como los otros principales asentamientos –Loubiere, Castle Bruce y la reserva indígena del pueblo kalinago, ubicada en el departamento de Salybia– se encuentra en las costas–ya sea del Caribe o del Atlántico–. Si bien Roseau y Portsmouth están unidas por una autopista, el resto del país sufre de un precario sistema de transporte y de comunicaciones: no tienen tren, la mayoría de las carreteras están sin asfaltar, muchas veces interrumpidas por deslizamientos de tierra y el transporte público no cuenta ni siquiera con estaciones de ómnibus. Para comprender este profundo grado de subdesarrollo es útil echar mano de una cita de Trotsky escrita en fecha tan lejana como 1926. Para entonces, León Trotsky describía cómo una situación similar –superada por la revolución industrial y los inicios de la expansión del capitalismo– caracteriza a la economía precapitalista: “Antes de la época del ferrocarril la civilización se desenvolvía junto a las costas de los mares y las riberas de los grandes ríos” [7].
En consecuencia, la clase trabajadora de estos países aún se encuentra en una fase de desarrollo, sino pre industrial, sí desorganizada y desmovilizada. Por otra parte, si bien es cierto que existen sindicatos, estos son plenamente controlados por el laborismo.
Al mismo tiempo, la burguesía de estos países es mayormente importadora, lo cual limita el desarrollo de una clase trabajadora. La desaparición de la industria azucarera en los países de la región también colaboró negativamente a detener la organización de la clase trabajadora regional. Prácticamente sin industrias locales, los habitantes de Dominica y sus países vecinos se centran en el comercio interno, una muy pobre agricultura y el turismo –el cual, aunque parezca asombroso, todavía no está desarrollado como la propaganda turística pudiera hacer creer–. El turismo internacional del Caribe no se concentra en el Caribe Oriental anglófono sino principalmente en las Antillas mayores–República Dominicana, Puerto Rico, Cuba–, México y en menor medida las colonias insulares de los Países Bajos y Francia. De hecho, las islas del Caribe Oriental anglófono hoy se promocionan en la industria del turismo como territorios prácticamente vírgenes. Lo que es un atractivo para los visitantes, en realidad va en detrimento de estos países, quienes todavía no logran desarrollar una industria propia.
Es precisamente sobre economías débiles y olvidadas por los imperialismos clásicos a las cuales llega China. Ya sea para practicar una política extractivista como es el caso africano, o, en el Caribe oriental anglófono, enfocado en lograr gobiernos incondicionales en su pelea política geoestratégica contra Taiwán, a la vez que copan naciones geográficamente cercanas a Estados Unidos. La presencia política de China en Dominica es tal que en el principal periódico dominiqués, The Chronicle, se publica un volante de la embajada china dedicada a alabar los supuestos éxitos políticos y económicos de Pekín. Por si fuera poco, el gobierno dominiqués celebra anualmente en los jardines del Palacio Presidencial el aniversario de la fundación de la República Popular China y el centenario del PC chino también contó con una frondosa celebración oficial. Al menos desde 2022 el gobierno dominiqués condecora en el acto de independencia a empresarios chinos. Al mismo tiempo, la casi totalidad de productos electrodomésticos vendidos en Dominica son importados de China.
Un hecho muy poco conocido es que Dominica se encuentra entre los países que venden su pasaporte, debido a que este se encuentra entre los mejores del mundo y China es el principal comprador de pasaportes dominiqueses. La llamada Ciudadanía por Inversión –Citizenship By Investment– es hoy la principal fuente de ingreso de Dominica, pero al mismo tiempo su principal fuente de problemas: la corrupción y el no desarrollo de la soberanía económica. Los jugosos fondos que obtiene el gobierno dominiqués a través de la CBI los destina a la construcción de hoteles privados, los cuales son propiedad de los abogados que gestionan los trámites de venta de pasaporte. Es sabido que parte de los ingresos de la CBI terminan en bancos fuera de Dominica, algunos acusados por lavado de dinero, como el Banco Piraeus de Grecia, o en países como los Emiratos Árabes Unidos. Un dato curioso es que el ex embajador dominiqués en Cuba, Walter Mathews, quien en 2023 renunció a su puesto diplomático en La Habana y decidió pasar a la oposición, denunció a su llegada a Dominica que el primer ministro Roosevelt Skerrit había visitado Cuba en 2022 al menos diez veces y la mayoría de las ocasiones no se lo notificaba a la embajada. Es necesario recordar que, debido al bloqueo yanki, Cuba se encuentra excluida del sistema financiero internacional por lo cual las cuentas bancarias cubanas están libres de la supervisión de cualquier ente regulador extranjero.
La aparición en 2005 de Dominica en la lista de países que reconocen a la China continental fue para Pekín una sorpresa que inclinó a su favor –o al menos empató – la guerra diplomática con Taiwán en el Caribe Oriental. China tiene hoy en las West Indies una situación similar a la de las potencias europeas de los siglos XVII y XVIII. En orden geográfico, de norte a sur China y Taiwán se reparten las relaciones diplomáticas con el Caribe Oriental: la federación de Antigua y Barbuda reconoce a Pekín, mientras que San Cristóbal y Nieves mantiene relaciones con Taiwán; Dominica se alinea con la China continental y Santa Lucía tiene una embajada taiwanesa en la exclusiva marina de Rodney Bay; continúa al sur Barbados el cual reconoce a la China de Xi Jinping desde 1977; de inmediato está San Vicente y las Granadinas tan vinculado a Taiwán que ha intentado mediar a favor de Taipei en la escalada del conflicto con la China y finalmente, Granada, que desde la revolución de Bishop tiene relaciones con Pekín, de quien recibe jugosas ayudas económicas.
Pero si de algún país caribeño China obtiene grandes dividendos ha sido de Antigua y Barbuda: en 2014 el actual primer ministro Gaston Browne, pocos días después de asumir la jefatura de gobierno, firmó un contrato con la empresa privada china Yida International Investment por un valor de U$S 740 millones, en el cual cedía la totalidad de la isla Guayana a los inversores asiáticos [8]. Browne se comprometió oficialmente a que las empresas instaladas en la ya hoy conocida como la Guayana china estarían libres de impuestos y aranceles. Lo que originalmente se conoció como Proyecto Yida, pasó de inmediato a convertirse en la Zona Económica Especial de Antigua y Barbuda bajo control chino y cobró tal fuerza que generó pública preocupación por parte de Estados Unidos en abril de 2023. En 2018, cuatro años después de crearse la Zona Económica Especial china en la isla Guayana, Antigua y Barbuda pasó a ser el primer país del Caribe Oriental en formar parte del programa de cooperación internacional chino conocido como la Franja Económica de la Seda y la Iniciativa de la Ruta de la Seda [9]. Aunque la empresa Yida perdió el control del proyecto por asuntos legales, China continuó controlando la isla Guayana y, como ejemplo de que las relaciones entre ambos países continuaban en excelente estado, Browne visitóPekín en enero de 2024 [10].
En medio de esta trágica situación de doble neocolonialismo y subdesarrollo, el Caribe Oriental anglófono no tiene una oposición de izquierda marxista. Salvo en Barbuda –no confundir con Barbados–, en el Caribe Oriental de hoy, lo que más se pudiera entender como izquierda sería el laborismo, el cual cada vez más se desentiende de sus compromisos originales de intentar construir un Estado de bienestar.
El caso de Guadalupe y Martinica
Dominica se encuentra entre las colonias francesas Guadalupe –al norte– y Martinica –al sur–. Ambas colonias francesas están tan cerca de Dominica que desde el Parque Nacional Capuchin en el norte se puede ver a simple vista Guadalupe y en la sureña península Scott Head se divisa Martinica. Sin embargo, a pesar de la cercanía geográfica, la realidad política y socioeconómica de Dominica y Guadalupe o Martinica son bien diferentes. En ambas colonias francesas la clase trabajadora está consolidada y cuenta con una larga tradición de lucha. A nivel internacional son conocidos los intelectuales marxistas martiniqueses Franz Fanon y Aimé Cesaire. Desgraciadamente, el verdaderamente revolucionario de ambos, Franz Fanon, murió joven, dejando como legado su magistral obra Los condenados de la tierra. Por su parte, si bien Aimé Cesaire se separó del Partido Comunista Francés tras la invasión soviética a Hungría en 1956, no conformó una oposición de izquierda marxista, sino que cada vez más tendió tanto al autonomismo, como a la socialdemocracia. Al mismo tiempo, precisamente en Martinica y Guadalupe, existen las dos únicas organizaciones trotskistas del Caribe Oriental: Combate Obrero, la cual funciona prácticamente como una sola. Tanto el Combate Obrero de Guadalupe, como de Martinica son secciones de la trotskista Unión Comunista Internacionalista, internacional cuyo partido madre se encuentra en Francia: Lucha Obrera. Para 1965 en Guadalupe y Martinica se fundó la Liga Antillana de Trabajadores Comunistas naciendo en el Caribe Oriental una verdadera oposición trotskista. En la década de los setenta, la Liga Antilla de Trabajadores Comunistas pasó a convertirse en Combate Obrero.
Es necesario destacar que a diferencia de las ex colonias inglesas, Martinica y Guadalupe funcionan con las dinámicas políticas de la tradición marxista: existe el Partido Comunista, la escisión maoísta del PC y los trotskistas. Es evidente que las tradiciones políticas marxistas de la metrópoli –Francia– llegaron a Guadalupe y Martinica, lo cual no sucedió en las ex colonias inglesas, donde la dinámica política del bipartidismo británico fue el heredado hegemónicamente por las nuevas naciones independientes del Caribe Oriental anglófono. El hecho de que el laborismo en el Caribe Oriental anglófono aún detente la hegemonía política sobre el discurso de izquierda –término el cual prácticamente no emplean–, sumado a décadas de control sobre los sindicatos, ha colaborado a que en las mal llamada West Indies no se haya desarrollado una oposición de izquierda trotskista.
Por otra parte, a pesar de ser colonias francesas, la burguesía local desarrolló su propia industria, y en consecuencia, la clase trabajadora creció orgánicamente. La influencia directa de la tradición socialista francesa provocó que esta clase trabajadora, más consolidada, pudiera organizarse en partidos comunistas y sólidos sindicatos.
Como se hace evidente, en diferentes grados, tanto los partidos comunistas clásicos de Guadalupe y Martinica, como el trotskismo, tienen una gran dependencia de sus pares franceses. Sin embargo, la organización trotskista Combate Obrero milita con una mayor autonomía política que los PC de Guadalupe y Martinica. Básicamente esto se debe a que el PC francés ha barrido de su discurso todo reclamo por la soberanía de las colonias y, en los hechos, el PC guadalupense y martiniqués se comportan como la filial del PC francés en sus colonias. En la actualidad, Combate Obrero logra tener una considerable presencia en los sindicatos, encabeza protestas reivindicativas, presentándose además en las elecciones regionales desde 2004. Esto contrasta con el reformismo de ambos PC, centrados mucho más en la cuestión electoral que en la lucha anticapitalista.
Una característica interesante es la composición racial de Combate Obrero. Guadalupe y Martinica viven una realidad racista que hoy en América Latina es difícil de comprender. En ambas naciones los franceses no solo ejercen el control político, sino también económico. La burguesía blanca, a pesar de haber nacido durante generaciones en estas islas, se sigue considerando francesa. Los guadalupenses y martiniqueses blancos son llamados bekés, mientras que los franceses provenientes del continente, es decir, de Francia, se les denomina metropolitanos –es decir, que provienen de la metrópoli–. Como a Francia sí le interesa conservar estas posesiones, continúa estimulando la colonización y asentamiento en ambas islas. Para ello se les pagan altos salarios a los jóvenes profesionales del sector público que estén dispuestos a irse a vivir a lo que en Francia se le llama las Antillas. Tanto los bekés, como los metropolitanos mantienen un régimen de segregación económica, en el cual dan beneficios a la burguesía blanca, ya sea en los trámites aduaneros –importación y exportación de mercancías– facilidades de pago, créditos, y en el caso de la clase trabajadora, los mejores puestos laborales son reservados para los blancos. Aunque nada de esto está legislado –es decir, constitucionalmente la segregación racial no existe–, en la práctica Francia se comporta en estas islas con la misma lógica colonialista de los siglos pasados. Dicha discriminación no es un hecho imperceptible o aislado. Los bekés continúan teniendo sus propios espacios de ocio, encuentro social y político, siendo, lógicamente, en su mayoría de derecha y continúan apoyando el colonialismo.
Llama la atención que los consolidados grupos trotskistas de Guadalupe y Martinica no hayan podido construir base en las muy cercanas Dominica o Santa Lucía, a la cual también las une el idioma y cultura creole. Sin embargo, el Caribe Oriental anglófono, ya sean los pequeños Estados soberanos o las todavía colonias, carecen de la más pequeña organización marxista que, por marxista, se disponga a organizar a la clase trabajadora en la lucha de clases. Evidentemente, el grado de disgregación de la clase trabajadora dominiquesa y santalucense, pudo haber colaborado directamente en la imposibilidad de que Combate Obrero pueda construir una sección en las vecinas Dominica y Santa Lucía.
Quizá el 3er Evento León Trotsky sirva para que alguna tendencia trotskista decida intentar construir una sección en Dominica, Santa Lucía, Barbuda o cualquier nación del olvidado Caribe Oriental anglófono.
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