Los movimientos de “Trabajadores Autoconvocados” han surgido en todo el país, y en diferentes sectores, tanto del público como del privado, como una respuesta genuina a un sistema que cada vez muestra más grietas entre los de arriba y los de abajo.
Sábado 1ro de mayo de 2021 00:00
El Impulso
Entre otros, los Autoconvocados de la Salud en Neuquén, de Garbarino y Compumundo, los cosechadores de cítricos en Tucumán, y los vitivinícolas de Mendoza, tienen muchos motivos en común para formarse y desarrollarse. En mi caso, como trabajador y miembro de la comisión Interna de una maderera de Mendoza, el fenómeno surgido en esta provincia con los obreros y obreras vitivinícolas, me resulta conmovedor por varias razones; la cercanía con todo el proceso, y lo que representa la vitivinicultura para esta provincia cuyana. Pero puedo ver que las necesidades que empujan a un trabajador, en cualquier lugar del país, a dar una respuesta a un sistema que lo olvida, son las mismas.
Como dice uno de los grandes organizadores del movimiento vitivinícola: “nuestro bono de sueldo es la verdad más contundente para organizarnos”. La realidad es que el contraste entre el nivel de vida de un empresario bodeguero, y el de una familia que cosecha la uva, o de un operario que envasa botellas de vino que valen más que un mes de su trabajo, se fue tornando insostenible. Gran parte de la responsabilidad por haber llegado a esta situación, recae sobre las conducciones gremiales, que hoy por hoy, se ven deslegitimadas por su propia pasividad e indiferencia hacia la vida cotidiana de sus afiliados. Por tal motivo, los trabajadores autoconvocados, toman el problema en sus manos, para buscar, por sus medios, la solución del mismo, con o sin sindicato. La otra pata responsable de esta desigualdad social, es el Estado.
Las luchas de autoconvocados, no miran si el gobierno es radical o peronista, Pro o K, responden a su propia necesidad y no a las especulaciones políticas, que sí suelen tener los sindicatos. En el caso de Mendoza, mientras la empresaria bodeguera Susana Balbo, llegó al Congreso Nacional de la mano del Radicalismo, durante el Gobierno de Macri, la senadora kirchnerista Anabel Fernández Sagasti, no hace más que anunciar subsidios y beneficios para el sector empresario de la vitivinicultura, de hecho, durante el kirchnerismo, el empresario José Zuccardi, comenzó a acumular poder, y hoy, su posición es decisiva al frente de la COVIAR, una corporación que está formada por varias cámaras empresariales, junto con organismos de gobierno. El trabajador vitivinícola, la obrera de viña, que en la última Vendimia pedía ser visto y escuchado por todo el arco político, que incluía también al Gobernador Suarez y al Presidente Fernández, vio como los políticos patronales, los ignoraba, nuevamente, para sentarse a la mesa de los dueños de las bodegas.
Organización y Lucha
Una de las estrategias más previsibles de los patrones, y de quienes gobiernan para ellos, es la división de la clase obrera, discriminados por sueldos, por ramas de la industria, por ser públicos o privados, y por cualquier recurso que aliente el individualismo, o la sectorización de los trabajadores y trabajadoras. Por eso, creo que fue un primer paso muy firme de los autoconvocados de la vitivinicultura, cuando saltaron la fragmentación que imponen desde el gremio, y los empresarios, discriminándolos en trabajadores de bodegas y de viñas, de tal o cual región o distrito provincial, para reclamar unificadamente como trabajadores vitivinícolas de Mendoza. Pero luego el impulso cobro fuerzas en otras provincias, y son Autoconvocados a nivel nacional.
La herramientas que utilizaron los trabajadores, son las que esconden los sindicatos, y las que temen los patrones y los gobiernos; la organización democrática de la clase obrera. Las Asambleas, las decisiones consensuadas, transformaron la bronca en organización, con objetivos concretos, y demandas incuestionables, que lograron imponer a los miembros paritarios habilitados. Salario igual a la canasta básica, fue la punta de lanza del pedido, pero no se quedaba ahí. Y los otros puntos del reclamo, interpelan a la clase política, la contratación de tercerizados por consultoras de trabajo, un fraude laboral, al que nadie pide explicaciones. El “blanqueo” de los cosechadores y cosechadoras de viñas, una situación casi de esclavitud que incluye a los trabajadores golondrinas, y que quedó expuesta con la pandemia. Y la jubilación a los 57 años para obreros de viñas, un derecho del que goza todo peón rural. Los horizontes estaban, y están aún, mucho más allá de un reclamo salarial.
Paritarias
La negociación paritaria estuvo rodeada de tensión. Las miradas obreras se posaban con interés sobre una mesa que desde hacía décadas, no los tenía en cuenta. Se anunció tibiamente un paro de 48 horas. Pero los autoconvocados no son tibios, e hicieron del paro una demostración de fuerza, unión y organización, que coronaron con una multitudinaria marcha por las calles del centro mendocino, apoyada por organizaciones políticas y sociales que nada deben a los empresarios o a la política, y aplaudida por toda la sociedad. Algo similar, en menor medida, había pasado el 1 de febrero, “Día del Trabajador Vitivinícola”.
Lamentablemente, quienes negociaban las demandas no supieron, o no quisieron, utilizar toda esa fuerza en las discusiones. Finalmente, la paritaria se cerró en el porcentaje más alto, hasta ahora, de cualquier negociación salarial en el país. A los sentimientos encontrados, que nacen del bolsillo de cada trabajador y trabajadora, se contrapone todo lo que este proceso inédito aporta a la conformación de una nueva mentalidad, de una nueva conciencia que despertó desde las viñas, hasta las bodegas.
Logros y desafíos
Personalmente, considero que cada lucha obrera deja un saldo, que nunca es del todo positivo, ni del todo negativo, por lo que es imperiosa la necesidad de hacer balances, poniendo todo en sobre la mesa. Atreverse a luchar ya es un triunfo, no llegar al objetivo total, no es una derrota. Con un balance, se reconocen los logros alcanzados y los desafíos pendientes. El porcentaje salarial obtenido es un logro sin duda. Un logro de los trabajadores y trabajadoras que le pusieron el cuerpo a la lucha, incorporar una cláusula de revisión, por primera vez, y asegurar un bono de fin de año, también. Es cierto que partiendo de salarios tan postergados, el logro no crea un clima de satisfacción, algo que se conjuga con el malestar provocado por la falta de asambleas que el Sindicato no propuso.
Lo que queda, es la certeza de que se puede torcer el brazo de los empresarios. Una unidad obrera vitivinícola que recorre el país, desde Cafayate a San Rafael, pasando por Caucete, o San Juan. Una fuerza que se organiza entrelazando las viñas y las bodegas, y que debe ponerse a disposición de los que luchan en la provincia, como docentes, trabajadores de la salud, o las autogestiones obreras, como Cooperativa LaTerre, para brindar y recibir apoyo, como ocurrió con los Autoconvocados de Neuquén, que fueron apoyados por una enorme fuerza social. Pero principalmente, queda la certeza de que los obreros y obreras pueden ponerse de pie, y reclamar que les devuelvan su dignidad y la de sus familias. Con esa base, creada por el movimiento de autoconvocados, los desafíos que las Asambleas Obreras decidan para el futuro, serán posibles de abordar con convicción.
Como trabajador maderero que en algún momento pasó por huelgas y luchas junto a sus compañeros, me siento en la obligación de honrar este Día Internacional de los Trabajadores, saludando a los protagonistas de esta gran lucha, de los verdaderos hacedores de la Vendimia de Mendoza, y agradecerles por ser un ejemplo, que puede marcar el camino de toda la clase obrera de la provincia. Gracias a los Autoconvocados Vitivinícolas, por haber escrito una nueva página en nuestra historia, la historia de los laburantes.