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Red Internacional
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Arte y política. 100 años del surrealismo: por una recuperación marxista

En octubre de 1924, André Breton publica el primer Manifiesto Surrealista, donde se encuentra la semilla que después germinará en la célebre frase de Breton: “Transformar el mundo, dijo Marx. Cambiar la vida, dijo Rimbaud. Para nosotros, estos dos lemas se volverán uno solo”. Sin embargo, en la actualidad, su origen e historia marxista se ha olvidado en el nombre de otros pintores, como Salvador Dalí, quien simpatizaba con el fascismo. Es por esto que, en la conmemoración de los 100 años del inicio del movimiento surrealista, es necesario recuperar su innegable influencia marxista y revolucionaria.

Jueves 17 de octubre 02:57

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Antes de esto, veamos a grandes rasgos las características del Surrealismo. El surrealismo tiene su origen en la experiencia que Breton vivió como trabajador en los hospitales psiquiátricos durante la Primera Guerra Mundial, donde conoció el mundo del subconsciente, los sueños, y la locura a través de la obra de Sigmund Freud. Buscó incorporar lo que aprendió al arte irracionalista Dadaísta. Es por ello que, fuera de cualquier característica de su expresión literaria o visual, la esencia del movimiento surrealista es el enfrentarse al racionalismo que, según este movimiento, tiene su origen en la Ilustración y la Revolución Industrial, que en vez de llevar al progreso prometido, llevó a Europa a La Gran Guerra.

Pese a que en estas características el giro marxista todavía no era evidente, ya en el primer manifiesto surrealista André Breton describe la vida moderna como absolutamente alienada y miserable para las grandes masas de la humanidad. Miseria que únicamente podía ser superada a través de una revolución social que permitiera la verdadera libertad de las personas. En un principio, esto se refería únicamente a la liberación de la mente y la imaginación que son suprimidas por la civilización europea y nuestro apego al mundo del despertar (olvidando los sueños), buscando reconciliar el mundo de la experiencia sensible con el mundo de la fantasía.

Aunque, como se puede vislumbrar, los surrealistas no apoyaban transformar el “mundo físico”, prefiriendo luchar por desatar la mente de las personas de las cadenas de la realidad, aunque pronto se dieron cuenta que la liberación que buscaban, solamente podía lograrse a través de la emancipación material que imponía el orden social, y empezaron a identificarse como enemigos del capitalismo. Esta emancipación únicamente puede lograrse a través de la revolución proletaria. Finalmente, el único lugar donde se puede hacer arte libre de cualquier cadena, es en una sociedad que ha abolido las clases y cualquier otra estructura de opresión; una sociedad comunista.

Seis años después del primer manifiesto, en 1930, Breton publica el segundo Manifiesto Surrealista que toma un carácter político más definido sobre la intervención surrealista en la vida cotidiana y sus luchas. Los surrealistas ahora están enfocados en atacar la realidad social en su totalidad, negando cualquier compromiso con el estado presente de la sociedad y ya no únicamente con la alienación de la imaginación individual. Pasaron de pensar que la revolución se podía realizar únicamente liberando la mente y la imaginación si se tenía suficiente voluntad, ignorando las relaciones materiales, hacia aceptar que la emancipación colectiva tenía que pasar necesariamente por la muy real y material lucha de clases. Razón por la cual André Breton y otros surrealistas se unieron al Partido Comunista Francés.

Lamentablemente, esta unión entre el surrealismo y la lucha de clases a través del PCF tendría una corta duración. A pesar de que los surrealistas tenían una buena relación con Trotsky y Lunacharsky, la llegada de Stalin al poder en la Unión Soviética llevó a una burocratización del partido francés. Esto tuvo como consecuencias que el partido siguiera sin cuestionamiento la línea y órdenes de Moscú, lo cual para para los surrealistas era sacrificar los objetivos de la internacional por la seguridad del Estado Soviético, y la imposición de una disciplina interna que sofocó cualquier lucha crítica dentro del partido. Breton junto a muchos de sus compañeros pronto se encontraron en la minoría en las las votaciones del partido.

Estos conflictos y otros como la publicación de una carta de Ferdinand Alquié que cuestionaba el nuevo puritanismo soviético, y los suicidios de los poetas rusos Essenin y Mayakosky, terminaron en la expulsión de Breton y los surrealistas del Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, después de que Breton abofeteara a Ilya Ehrenburg, el delegado ruso, luego de que este insinuara que los surrealistas eran pederastas y sodomitas. Dicha expulsión llevó al suicidio de René Crevel, después de que todos sus esfuerzos de reconciliar el congreso y a los surrealistas resultaran en vano.

Todo culmina cuando los surrealistas publicaron un panfleto donde denunciaron todo lo que veían mal con el comunismo de Stalin (el realismo socialista, el culto de personalidad a Stalin, la intolerancia a otras expresiones artísticas o culturas, sus restricción estéticas, su sobre-énfasis en la industria, etc., y se posicionan en una total desconfianza al Partido Comunista y los nuevos desarrollos de la Unión Soviética.

Esto no significó el fin de la participación surrealista en la lucha material contra el capital, pero implicó un giro radical en como se venía gestando. Los surrealistas se dividieron en aquellos que prefirieron permanecer fieles a sus principios artísticos (como Breton) y aquellos que los renunciaron para seguir en el partido (Louis Aragon) Los surrealistas restantes mantuvieron buenas relaciones con los trotskistas y se unieron a ellos durante la Revolución Española.

Breton y Trotsky

Por último, es importante profundizar la relación del movimiento surrealista, de su fundador André Breton con Trotsky. Es de particular interés que la mayoría de los surrealistas únicamente se convencieron de la lucha comunista después de que Breton les convenciera de leer la biografía de Lenin realizada por Trotsky.

No sólo eso, Trotsky era un ávido lector y comentarista de la literatura clásica rusa y contemporánea de sus tiempos (lo cual incluyó leer a Breton), llegando a escribir diferentes textos sobre la relación del arte y la literatura con la revolución. Esto, y el hecho de que llegara a la misma conclusión que los surrealistas sobre la imposibilidad de una cultura proletaria o la liberación de la mente dentro de los límites del capitalismo (tanto para el grupo como para el líder revolucionario era necesario primero luchar por una sociedad libre de las restricciones materiales si se quería una cultura verdaderamente libre), llevó a Breton a pensar que con Trotsky se podía pensar cómo unir el arte y la lucha material.

Si se agrega el hecho de que Breton era parte de la oposición de Izquierda al naciente y mal llamado marxismo ortodoxo, dicha oposición se agrupaba detrás de la figura de Trotsky, no es extraño que los dos se volvieran cercanos durante la breve estancia de Breton en México, lo cual concluyó con la publicación de "El manifiesto por un arte libre y revolucionario", escrito por los dos (aunque Trotsky firmó bajo el nombre de su amigo Diego Rivera), donde se postulaba que el arte y la literatura eran una herramienta más, aunque independiente, en la lucha colectiva por la emancipación de las personas.