Este 28 de septiembre se cumplen 21 años del comienzo de la “Segunda Intifada”, cuando el pueblo palestino se levantó contra las condiciones de vida extremadamente oprobiosas a las que era sometido por Israel, un Estado terrorista.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Martes 28 de septiembre de 2021 20:31
Una provocación digna de quienes se saben conquistadores. En septiembre del 2000, el líder del Likud -el principal partido de derecha en el Estado de Israel- Ariel Sharon, realizó una “visita” a la explanada de la Mezquita Al Aqsa (el tercer lugar más importante para el islamismo). La presencia de quien fuera un halcón sionista, un asesino de palestinos, fue un abierto desafío a ese pueblo.
Al día siguiente la Policía israelí reprimió a jóvenes palestinos que indignados protestaban arrojando piedras a los israelíes que se encontraban en el muro de los lamentos. Esa represión termina con al menos 7 jóvenes árabes asesinados. Este acontecimiento sólo sirvió para terminar de enardecer los ánimos de las masas palestinas.
Orígenes de la Segunda Intifada
La razón por la cual centenares de miles de palestinos salen a las calles en las grandes ciudades de Cisjordania y la Franja de Gaza, un mes después - e incluso árabes israelíes que vivían al interior del propio Estado de Israel, como ciudadanos de segunda- fue el odio acumulado contra la ocupación israelí. Ocupación iniciada en 1948, que provocó la Nakba. [1] Pero también el hecho de que los acuerdos de Oslo, premeditadamente ambiguos, que en un primer momento habían ilusionado a la gran mayoría de los palestinos, con el correr de los años mostraron que no aportaban ninguna solución y su situación continuaba deteriorándose.
Estos acuerdos fueron pactados en 1993 por Yasser Arafat (el histórico líder palestino, dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina), el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el por entonces presidente de los EEUU, Bill Clinton.
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Sus principales puntos consistían en la promesa por parte del Estado de Israel, de retirar gradualmente su ejército de la Franja de Gaza y de Cisjordania. Se creaba, en esos territorios un autogobierno palestino (la Autoridad Nacional Palestina -ANP-), con una Policía propia [2] y la promesa de un futuro Estado palestino. Pero ese “autogobierno palestino” tenía grandes límites. El primero era que entre Gaza y Cisjordania estaba apostado el ejército israelí (como sucede actualmente).
El segundo, enorme, límite era que en esos territorios, se establecía una partición en zonas A, B y C (A: control civil y de Policía por parte de la Autoridad Palestina, 18% del territorio. B: control civil a cargo de palestinos y control militar de la A.N.P. e Israel, 21% y C: control civil y militar de Israel, 60% del territorio).
La situación de Jerusalén (Israel ocupó la parte oriental de esa ciudad -que estaba en manos de Jordania-, luego de la Guerra de los seis días en 1967), el derecho al retorno de los refugiados y la constante construcción de asentamientos israelíes (que hoy son pequeñas ciudadelas enclavadas en esos territorios), fueron directamente excluidos de esos acuerdos.
El status de la ANP sobre esos territorios se volvería a discutir en cinco años (cuestión que nunca sucedió). Un mal chiste, sino se hubiese tratado de la vida de millones que siendo un pueblo, le habían arrebatado a sangre y fuego su tierra.
Otro intento de Clinton de “pacificar” esa región del globo, fue la cumbre de paz de Camp David, entre el 11 y 24 de julio del 2000, dos meses antes de que estallara la Intifada. Tanto Barack (Primer Ministro israelí por aquel entonces), como Clinton responsabilizaron a la parte palestina del fracaso de las negociaciones.
El tercer ejército del mundo necesitó 5 años para derrotar a la Segunda Intifada
Las dos consignas que unificaron a los palestinos y que dieron comienzo a esta Segunda Intifada (la primera tuvo lugar en 1987) fueron el rechazo a la ocupación y a los Acuerdos de Oslo. Esta última demanda, ponía en jaque a la misma ANP, en la figura de Yasser Arafat (cuya mano derecha era el hoy dirigente de Cisjordania Mahmoud Abbas). Arafat se encontraba en una situación de debilidad: por derecha era presionado por el imperialismo yanqui y el Estado de Israel para sostener los Acuerdos de Oslo y por izquierda por un pueblo que comenzaba con movilizaciones masivas, huelgas, centenares de jóvenes que día a día enfrentaban, en sus ciudades y con piedras, a uno de los ejércitos más poderosos.
Ya por ese año el alcance de la lucha y la fuerte represión israelí provocó la unificación de los nacionalistas e islamistas en un frente único denominado Fuerzas Nacionalistas e Islamistas. Este frente tenía una dirección mayoritaria: Al Fatah, Hamas (islamistas) era otra de las fuerzas que lo conformaban.
La Intifada fue girando de las manifestaciones masivas callejeras a tácticas de guerrilla urbana y otras acciones militares. Este enfrentamiento, muy desigual, duró casi 5 años y se cobró la vida de más de cinco mil palestinos. Del lado israelí el número de fallecidos ascendió a mil, de los cuales en su gran mayoría eran militares.
A fines del 2001, el Primer Ministro israelí, Ariel Sharon [3], le gana las elecciones al partido Laborista, basado fundamentalmente en el sentir de los israelíes de más seguridad.
Sharon observó la incursión imperialista en Afganistán contra los talibanes (incursión de los EEUU basada en la “guerra contra el terrorismo” que iniciara el por entonces presidente Bush) y dedujo de esto que era un buen momento para propinar un golpe mortal a la Intifada palestina. Por un lado continúa la política de su predecesor - Ehud Barack - de asesinatos selectivos a los líderes y activistas, sumado a que las tropas israelíes dieron muerte a decenas y decenas de niños y civiles palestinos. Israel cerró el aeropuerto de Gaza. Los gobiernos de Jordania y Egipto, dándole la espalda al pueblo palestino, impidieron que los heridos atraviesen sus fronteras y la ayuda humanitaria internacional (medicamentos, alimentos, etc.) fue bloqueada por las fuerzas de ocupación sionistas.
Desde hacía un año, la Franja de Gaza había quedado partida en dos por controles militares israelíes y la ciudad reclamada por décadas por los palestinos, Jerusalén, fue cerrada al paso de Cisjordania. Clausura de fronteras, abusos en los puestos de control, demolición de casas, arrestos masivos y la construcción de un muro del apartheid con el fin de arrebatarle a los palestinos las tierras más fértiles y las reservas de agua dulce cercanas al río Jordán, además de obstaculizar la comunicación entre las aldeas, convirtiéndolas en un sistema de bantustanes, mientras el ejército y los colonos controlaban los principales caminos y checkpoints. Este conjunto de medidas fueron (y son) parte de la batería represiva del sionismo.
La estrategia de Israel era doblegar a los palestinos, acabar con su resistencia y lucha armada y establecer una nueva relación de fuerzas definitiva a su favor, haciendo retroceder las aspiraciones del pueblo árabe sobre sus propias tierras. Pero las masas palestinas continuaron por cinco años sosteniendo su resistencia.
La Segunda Intifada fue derrotada vía el asesinato selectivo y la represión masiva a las manifestaciones del pueblo palestino. Esto demostró, por la negativa, que la lucha por la liberación de los palestinos requiere del apoyo activo de la clase obrera y las masas árabes de la región. Que deberán romper con sus propias burguesías, que más allá de los discursos y de ciertos tironeos, según la ocasión, van a la saga de Israel y de Estados Unidos. Dándole la espalda a ese pueblo oprimido.
Basándose en esta derrota, Sharon lanza en 2005, el “plan de desconexión de Gaza”, esta política implicaba sacar toda presencia civil israelí de ese territorio, a la vez que reforzaba la separación con Cisjordania. Esto sienta las bases para el bloqueo a Gaza –una verdadera cárcel a cielo abierto- que termina de imponerse en el 2007.
Queda claro que en los hechos es imposible pensar en un Estado palestino (conviviendo con el Estado sionista, con todas sus prerrogativas), con dos territorios separados entre sí por puestos militares israelíes y asentamientos de judíos y con recursos vitales como el agua, la energía eléctrica y el gas controlados por Israel y con toda su clase dirigente que una y otra vez afirma que jamás los cederá.
Trump y el el Estado Nacional judío
Con la asunción en 2017 de Donald Trump, a la presidencia de EE.UU., se reconfigura un nuevo orden mundial, donde el “America First” será el leit movit bajo el que se moverá su gobierno, lo que implicó un fuerte proteccionismo de sus intereses en todo el globo, por encima de los acuerdos de los últimos años. Pero también buscó privilegiar la relación tanto política como económica con Israel, lo cual significó reforzar su lugar de gendarme de esa región.
La orientación de la Casa Blanca con su nuevo “inquilino”, que incluyó la provocación de trasladar la embajada de EEUU, de Tel Aviv a Jerusalén (que se concretó en mayo del 2018), le dio más aire a un ultraderechista Netanyahu y a la burguesía israelí.
Otra gran provocación del Estado terrorista de Medio Oriente, fue declarar a Israel como un Estado Nación judío. Esto implica que los únicos con derecho a la “autodeterminación” son los ciudadanos de origen judío. Esto por supuesto fue saludado con beneplácito por Trump
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Esta ley votada en la madrugada del 19 de julio de ese año, constituye un nuevo agravio hacia los palestinos y un salto en su sistema de apartheid que impone a los árabes –musulmanes o cristianos-, pero también a otros pueblos como los beduinos, que viven al interior del Estado israelí.
En plena pandemia, Israel volvió a cerrar todos los pasos hacia y desde Cisjordania aumentando la crisis sanitaria y económica de los cisjordanos, mientras que con la excusa de combatir a Hezbollah bombardea la Franja de Gaza, corta la energía, lo que deja a los gazatíez solo con 4 horas de suministro eléctrico por día.
Los palestinos viven como una traición (una más) de dirigentes árabes: países del Golfo Pérsico como Emiratos Árabes Unidos y en segundo lugar Bahréin, firmaron con Israel a instancias del Gobierno de Estados Unidos, acuerdos llamados "de paz", que colaboran con aislar a Irán en la región, pero que fundamentalmente a Trump le sirve para su difícil campaña electoral, contentando a su base de derecha y a Netanyahu para intentar aplacar el descontento de los ciudadanos israelíes con el rumbo de su gobierno.
Varios Estados Árabes que, aún en contra de la opinión mayoritaria de sus propios pueblos, establecieron relaciones diplomáticas o acuerdos de paz con Israel: Egipto (1978), Jordania (1994) y recientemente esos dos Estados del Golfo Pérsico.
Biden sigue financiando al Estado de Israel
La llegada de Joe Biden a la presidencia de estadounidense cambió la retórica de la administración Trump, de apoyo explicito a la política del Estado de Israel contra los palestinos.
A finales de agosto Biden se reunió con el nuevo primer ministro israelí, Naftalí Bennett . En esa reunión el presidente norteamericano le planteó al israelí que frente al tema palestino "discutiremos formas de promover la paz, la seguridad y la prosperidad para israelíes y palestinos", esta generalidad vino de la mano de la reafirmación de que Estados Unidos seguirá sosteniendo el sistema antimisiles de Israel "Cúpula de Hierro", esto se tradujo en U$S1.000 millones que Bennet se llevó como ayuda extra contante y sonante.
Ese financiamiento fue apoyado por la Cámara de Representantes que aprobó mil millones de dólares en nuevos fondos para los interceptores de misiles israelíes, un sistema llamado "Cúpula de Hierro" (Iron Dome). Se trata de mil millones de dólares más para el Ejército israelí que continúa asediando ciudades palestinas y asesinando niños.
La votación final en la Cámara fue 420 a favor y 9 en contra, con 2 personas votando como "presentes" (una suerte de abstención). Aunque parezca increible, Jamaal Bowman, un representante de Nueva York respaldado por los Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés), votó "SI" a esta ayuda militar multimillonaria para Israel. Por su parte la congresista "progresista" Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) cambió su voto de "no" a "presente".
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Aunque con otra retorica, el presidente Joe Biden confirma la "asociación inquebrantable entre nuestras dos naciones". El actual mandatario preside el imperialismo hegemónico con una crisis histórica, un viejo conocedor de la política israelí, que desde que comenzó su vida pública como senador en 1972 conoció personalmente a todos los primeros ministros desde Golda Meir para acá. Un ferviente defensor de ese Estado genocida.
Ese pueblo originario que desde largas décadas viene sufriendo un sinfín de vejaciones, es un pueblo heroico, a pesar de las derrotas que el Estado terrorista de Israel le ha infligido (siempre con el apoyo de su “mentor” el imperialismo norteamericano). Un nuevo aniversario de la Segunda Intifada, viene a recordárnoslo.
[1] Al Nakba: Tragedia o catástrofe. Cuando se constituye el Estado de Israel, mediante una votación de las Naciones Unidas (antecesora de la ONU), en 1948 centenares de pueblos fueron arrasados por las milicias israelíes (Hagana) y su recientemente creado ejército. Cometieron asesinatos en masa y cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus hogares, condenados a vivir en campos de refugiados o en la diáspora.
[2] La ANP creada a partir de los acuerdos de Oslo, entendida como entidad política y administrativa que controlaba las zonas de Cisjordania y Gaza, dirigida por aquel entonces por Arafat y su partido Al Fatah, creó por aquel entonces las llamadas fuerzas de seguridad palestinas -que actuaron y actúan muchas veces como dique de contención del pueblo palestino, reprimiendo movilizaciones en ciudades como Belén o Hebrón, sobre todo-. La ANP estableció un sistema de impuestos a los palestinos, que son cobrados por Israel. Estos fondos luego vuelven a la ANP en un porcentaje menor. Este sistema manejado a discreción por el Estado judío de Israel provoca el ahogamiento, conjuntamente con el bloqueo económico a Gaza.
[3] El viejo militar que supo participar de casi todas las incursiones militares israelíes para ganar y ocupar poblados palestinos, a costa de innumerables asesinatos a sus habitantes, quien fuera el que “supervisó” con su unidad el asesinato en masa por parte de las milicias falangistas de cristianos maronitas del campo de refugiados Sabra y Shatila, él fue el encargado de vigilar todas las salidas de ese campo, para que ningún palestino pudiera huir de la masacre.