Tres años después del golpe cívico-militar la clase trabajadora había reunido las fuerzas para desafiar abiertamente a la dictadura y comenzaba a mostrar que estaba en sus manos la derrota del régimen.
Alicia Rojo @alicia_rojo25
Jueves 4 de abril 20:00
Este 27 de abril se cumplen 45 años del primer paro general convocado por sectores de la CGT en 1979 contra la dictadura comenzada el 24 de marzo de 1976. El golpe había tenido el objetivo de derrotar a la vanguardia obrera y amplios sectores de masas que habían protagonizado el ascenso revolucionario de los años previos, imponer el disciplinamiento social e impulsar en nuestro país los planes imperialistas sobre la región.
La represión se ensañó especialmente con los activistas obreros, estudiantiles y de las organizaciones de izquierda. El gobierno militar y el poder económico con la colaboración de sectores de la dirigencia sindical y la bendición de la Iglesia impusieron un estado de terror que provocó asesinatos, torturas, exilios y la desaparición de más 30.000 personas.
El movimiento obrero: resistencia de las bases y reacomodos de la dirigencia sindical
No obstante, la clase trabajadora resistió a la dictadura; una resistencia atomizada, por fábrica y empresas, con asambleas en clubes, asados, iglesias, comedores y secciones, con paros por horas y por “tristeza”, con frenos a la productividad y sabotajes ingeniosos. Como señala Ricardo Falcón, un “movimiento molecular de resistencia” de carácter mayormente defensivo, con reclamos de tipo salarial, también por condiciones de trabajo, despidos y en defensa de la organización sindical de fábrica; “estos mecanismos novedosos se expresaron tanto con la aparición del fenómeno de los ‘delegados provisorios’, como en el surgimiento de nuevos tipos de modalidades de lucha”. [1] Se destacaba así una segunda y tercera líneas obreras, que asumieron la resistencia a la dictadura vinculándose estrechamente con activistas sindicales y militantes obreros con experiencias en organizaciones políticas peronistas, guerrilleras, comunistas y trotskistas.
Ya en julio, agosto y septiembre de 1976 se produjeron huelgas en las automotrices que fueron brutalmente reprimidas con desapariciones, detenciones, asesinatos y ocupaciones de fábricas por parte de las FFAA. También en metalúrgicos, portuarios, Luz y Fuerza se dieron acciones que, a pesar del alto costo, fueron dejando experiencias y aprendizajes para enfrentar a la dictadura. Como señala Pablo Pozzi: “En 1978 se produce un importante aumento en la cantidad de conflictos y medidas de fuerza; la revista Mercado registra 1.300 de ellos en la primera mitad del año. (…) se calculan en 4.000 los conflictos a través del año. Los principales fueron el de portuarios (julio), el de Fiat (octubre) y el del Frigorífico Swift de Rosario (octubre).” [2]
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Desde el punto de vista de las direcciones sindicales, hacia marzo de 1977 se formaba la Comisión de los 25, integrada por sindicatos medianos como alimentación, estatales, camioneros, gastronómicos, Luz y Fuerza, mecánicos, telefónicos, entre otros; meses después se formaría Comisión de Gestión y Trabajo (CGyT) donde se encontraban gremios como plásticos, mercantiles, FOETRA, calzado, construcción, Unión Ferroviaria, UOM. A fines de 1978, un sector de “los 25” se sumará a la CGyT y formarán la Comisión Nacional del Trabajo (CNT).
Ambos sectores advertían las consecuencias de una conflictividad que se desarrollara por fuera de canales orgánicos; en este marco, ambos grupos tomarán caminos diferentes. La Comisión de los 25 se decidirá por un curso opositor, “sin llegar a ser combativo o confrontacionista, buscando recrear su fuente de poder en alianza con los políticos justicialistas, con militares nacionalistas y con la Iglesia” y la CNT tendrá una política de mayor colaboración con el régimen. [3]
Para 1979 estas direcciones sindicales debían dar respuesta a un descontento de las bases trabajadoras que se profundizaba ante los efectos de las políticas económicas del gobierno militar. Las consecuencias del plan de Martínez de Hoz, la caída del salario real, los cierres y las suspensiones, el ataque a conquistas laborales que afectaban las condiciones de trabajo. En este año, además, el gobierno anunció un proyecto de nueva Ley de Asociaciones Profesionales que proponía eliminar organizaciones de tercer grado, reducía el número permitido de delegados de base, limitaba los recursos económicos de los sindicatos, junto con la reforma de la Ley de Obras Sociales que quitaba de la órbita sindical el manejo de los fondos. [4]
El 23 de abril, la Comisión de los 25 hizo un llamado “a todos los sectores nacionales a una jornada de protesta nacional”: “Sentimos sobre nosotros la mirada inquietante de los trabajadores que podrían sentirse abandonados a su suerte, lo que determina nuestra decisión de colocarnos a la cabeza de la protesta que se generaliza para unificarla con la decisión de una propuesta nacional».” Por su parte, la CNT, expresó su oposición planteando que se trataba de una medida tomada “en forma unilateral y apresurada, pretendiendo utilizar a los trabajadores para dirimir supremacías”, medidas que podrían poner en riesgo “precipitadamente la suerte del movimiento sindical argentino”.
La respuesta represiva del gobierno no se hizo esperar. Citó a los dirigentes sindicales de “los 25” y los detuvo al término de la reunión, al igual que a los que esperaban en las inmediaciones; el ministro de Trabajo calificó el llamado a la huelga como una “decisión irresponsable”, y amenazó con la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional a quienes acataran el llamado al paro, que fue declarado ilegal: “…Se ha pretendido arrastrar a los trabajadores a adoptar actitudes también ilegítimas que a nada conducen (…) El Gobierno Nacional no está dispuesto a tolerar conductas que abiertamente pretenden afectar la consecución de los objetivos del Proceso de Reorganización Nacional y aplicará con esta finalidad la energía que sea necesaria…” [5]
La Jornada Nacional de Protesta
Así, luego de tres años de brutal represión que arreció sobre los sectores más combativos y experimentados de la clase obrera, en el contexto de acciones de resistencia aun molecular y defensiva a los ataques de la dictadura, pero en las que una segunda línea de trabajadores comenzaba a expresar las demandas de sus compañeros y a buscar formas de organización, la Jornada de Protesta del 27 de abril constituyó un punto de inflexión expresando, además, el impacto del descontento obrero sobre las direcciones sindicales.
Como señala el historiador Pablo Pozzi: “La extensión real de la misma no se ha medido con justeza. El comité de huelga clandestino, organizado por la Comisión de los 25, estimó que el 75% de los trabajadores habían acatado la medida. En general se admite que esa cifra está bastante inflada y que el porcentaje se acerca más al 40%. De todas maneras, si bien la huelga no logró detener al país, sí logró alterar sustancialmente la normalidad en el cinturón industrial del Gran Buenos Aires y de las principales ciudades del interior. La importancia de la medida no se debe tanto al número de obreros que hayan o no acatado el paro, sino más bien al hecho de que éste fue llamado por un sector de la burocracia sindical, demostrando en concreto la presión que ésta sentía para tomar medidas más combativas respecto del régimen. (…) A partir de 1979 se nota una aceleración en el proceso de acumulación de fuerzas del movimiento obrero.” [6]
Andrés Carminati aporta datos concretos, “durante la Jornada se paralizó uno de los sectores más dinámicos de la estructura industrial argentina (…) El paro ‘provocó la virtual inactividad de la industria automotriz bonaerense’. En la mayor parte de los establecimientos automotrices se registraron niveles de ausentismo cercanos al 90 por ciento (Peugeot de Berazategui, Mercedes Benz de González Catán, Deutz, Borgward y Chrysler de San Justo, Fiat de Caseros)”. Mientras que fue bajo el acatamiento en la Ford de General Pacheco y en las automotrices cordobesas, por ejemplo, en los cordones industriales bonaerenses pararon importantes fábricas como Alpargatas, Santa Rosa, La Cantábrica, Fate, Pirelli, GoodYear, Yelmo, 3M, Papelera Scholnilc. [7]
Mariana Stoler repara en las formas de manifestación de la adhesión a la protesta. Así, nos cuenta de casos en los que se realizaron asambleas en el ingreso al establecimiento antes de cada turno, como en Good Year a la noche después de la cual se retiró el 100% del personal. Los trabajadores de Esso Zapa de Campana, si bien adhirieron a la huelga, propusieron un servicio mínimo que no afectara la producción, sin embargo, se sabe que se ausentó de la planta un 80% del personal. Hasta que los dispersó la policía, 150 trabajadores de la Chrysler de Monte Chingolo, permanecieron en la puerta de la fábrica instando a no ingresar a la empresa. Los trabajadores de líneas de colectivos de La Plata decidieron trabajar a reglamento mientras las líneas Mitre y Roca se paralizaron completamente, el Sarmiento funcionó con servicio interrumpido y en otras líneas hubo demoras debido al paro total de señaleros. [8]
La adhesión al paro no solo pudo haber estado condicionada por la represión acaecida desde el golpe, sino también por las acciones de las patronales y el Estado frente a la propia medida. Así, desde el día anterior a la huelga, hubo intimaciones para no parar, amenazas de despido, o incluso el envío de telegramas a delegados de empresa. La policía estuvo desplegada todo el día para evitar manifestaciones o ataques a los transportes que circulaban y dispersando las asambleas que se daban espontáneamente en las puertas de fábricas. “Resumiendo, el acatamiento y la metodología de ejecución fueron dispares. Donde se realizó se observa cierto nivel de organización de las bases. La represión policial fue intensa, como lo demuestran los allanamientos a fábricas y las detenciones de obreros. La presencia de volantes políticos o de agrupaciones y listas sindicales en las fábricas, demuestra los contactos que existían entre obreros y distintas agrupaciones.” La DIPPBA, que se ocupaba del espionaje por parte de la Policía Bonaerense, elaboró un legajo de dos tomos con más de 600 fojas, que incluye todos los preparativos de la jornada, las detenciones y las repercusiones.
Como vemos, con todos sus límites, la primera huelga general contra la dictadura afectó a empresas estratégicas del conurbano, paralizó el transporte ferroviario y se sintió fuertemente en zonas del interior del país. Habiendo impulsado a la dirigencia sindical a decretar la medida, la clase trabajadora llevaba adelante un verdadero pronunciamiento y todo un desafío contra la dictadura y las patronales. Cuando todavía la represión era una realidad que se puso de manifiesto en la misma jornada de paro, los trabajadores le hicieron frente apelando a la experiencia acumulada y, tal como lo demuestran la mayoría de los estudios históricos sobre la etapa, a una red de solidaridad obrera -histórica en nuestra clase- que no pudo quebrar incluso la brutal represión estatal que asestó una derrota sobre la vanguardia protagonista del ascenso obrero y popular de los primeros años 70.
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Una nueva huelga se llevaría adelante en 1981 ampliando la movilización popular contra el régimen; el 30 de marzo de 1982 una enorme marcha al grito de “¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar! será brutalmente reprimida. Mientras, se fortalecía el movimiento de derechos humanos detrás, sobre todo, de las Madres de Plaza de Mayo, cuya lucha se irá uniendo a la de los trabajadores. En 1982, la derrota en la guerra de Malvinas abrirá el camino a una alianza de partidos que negociará la apertura electoral del año siguiente; la derrota a manos del imperialismo y la acción de la Multipartidaria evitaron que fueran las masas quienes provocaran la caída revolucionaria de la dictadura.
Actualmente, cuando se niegan el carácter y las consecuencias de la represión, se reivindica la ideología de la dictadura y su política económica, se atacan las más elementales demandas democráticas y se propone la represión como respuesta a las luchas obreras y populares, es necesario retomar todas las experiencias que demuestran la fortaleza de la clase trabajadora y reforzar los históricos lazos de solidaridad de clase que ayuden a unir las luchas de todos los sectores que enfrentan el brutal ataque que el gobierno pretende imponer.
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[1] Falcón, R. (1996), “La resistencia obrera a la dictadura militar (Una reescritura de un texto contemporáneo a los acontecimientos)”, en Quiroga, H. y C. Tcach (comps.), A veinte años del golpe, Ediciones Homo Sapiens, Rosario, p. 137.
[2] Pablo Pozzi, La oposición obrera a la dictadura (1976-1982), Imago Mundi, 2008, p. 73. Ver también https://www.laizquierdadiario.com/La-resistencia-obrera-a-la-dictadura.
[3] Pozzi, Oposición… p. 97.
[4] Stoler, Mariana, “La solidaridad obrera como respuesta a la dictadura. Repensando la Jornada de Protesta Nacional del 27 de abril de 1979”, en http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2013/11/mesa_5/stoler%20_mesa_5.pdf. Ver “Estrategias sindicales en disputa. Un análisis de la Jornada de Protesta Nacional, primera huelga general en dictadura”, en Luciana Zorzoli y Juan Pedro Massano, editores, Clase Obrera y dictadura militar en Argentina (1976-1983), Nuevos estudios sobre conflictividad y cambios estructurales, Raleigh, NC, A Contracorriente, 2021.
[5] Andrés Carminati, «“El fin del reflujo”. Primera huelga general durante la última dictadura. Un estudio desde el Gran Rosario de las luchas obreras durante el año 1979”, Ponencia presentada en las XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Mendoza, 2 al 5 de octubre de 2013.
Carminati, “La huelga general del 27 de abril de 1979, diálogo o confrontación”, en https://clasetrabajadoraydictadura.wordpress.com/2019/04/27
[6] Pablo Pozzi, La oposición obrera a la dictadura (1976-1982), Imago Mundi, 2008, p. 75 y 77.
[7] Carminati, “La huelga general…”
[8] Stoler, “Estrategias sindicales en disputa…”, p. 319-20.
Alicia Rojo
Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.