La izquierda peronista postuló al nacionalismo burgués como un instrumento de la lucha contra el imperialismo. De esta manera, rescató siempre a una dirección burguesa que fue incapaz de enfrentarlo.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Viernes 17 de septiembre de 2021 21:30
Este 19 se septiembre, se cumplen 53 años de la muerte de John William Cooke.
Horacio González, reivindicaba de la siguiente manera su peronismo.
“Era alguien que estaba en el interior mismo de las tantas fisuras que había producido el peronismo. Cooke habita la casa del peronismo en tanto marxista y es un marxista en tanto peronista. Esa conjunción habilita naturalmente al peronismo lo que es”.
Ciertamente el carácter movimentista del justicialismo permite que en el mismo se expresen distintas tendencias cuyo denominador común es aceptar la estrategia de su dirección política. Las distintas maneras de habitar la casa del peronismo expresan distintas maneras de lidiar con la lucha de clases en su objetivo fundamental, que es el de garantizar la contención de los trabajadores.
Bonapartismo y revolución
El nacionalismo burgués, como poder político, asume formas bonapartistas sui generis. Por un lado, representa un gobierno fuerte, con rasgos autoritarios, que se sitúa por encima de las clases sociales. Pero, fundamentalmente, se encarga de regimentar todo tipo de autonomía obrera y popular, coloniza sus organizaciones y las transforma en apéndices de su política. Por eso Perón no tarda en deshacerse de los dirigentes sindicales que empujaron el 17 de octubre de 1945 y fundaron el Partido Laborista como expresión política independiente de los sindicatos.
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Controlando las organizaciones del movimiento obrero y poniendo la movilización a su servicio, el peronismo original buscó una base de sustentación más sólida que la raquítica burguesía nacional e intentó ofrecer una relativa resistencia al avance imperialista norteamericano.
La izquierda peronista y nacionalista considera este tipo de bonapartismo como revolucionario, que está llevando adelante tareas progresivas y le da un carácter antiimperialista. El papel de la izquierda peronista en este tipo de movimiento es el de garantizar la contención de los sectores más radicalizados de los trabajadores dentro de la estrategia de colaboración de clases del “frente nacional”.
Cuando las condiciones materiales de la inmediata segunda posguerra habían acabado y la lucha de la clase obrera resultaba un escollo para los capitalistas nativos, el peronismo pierde el apoyo burgués y busca acordar con el imperialismo. Eso comenzó a suceder en la segunda presidencia de Perón con los acuerdos petroleros y, sobre todo, a partir del fracaso del Congreso de la Productividad de 1954.
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Derrocado Perón, en septiembre de 1955, la función de la izquierda peronista de la resistencia fue utilizar la fuerza social desplegada por la clase obrera para ponerla en línea con la estrategia de Perón, de usar su poder de fuego para negociar con el régimen fusilador. Cooke es parte de este operativo, negocia con Rogelio Frigerio el apoyo del peronismo a la candidatura de Arturo Frondizi en las elecciones de 1958, para luego de la derrota del Frigorífico Lisandro De la Torre en 1959 y la consolidación de una nueva burocracia sindical que buscaba su integración al régimen, ser desplazado del centro gravitante de Perón. Es decir, una derrota auto-infligida de la izquierda peronista.
Perón, Evitá, la patria socialista
La izquierda peronista en los ‘70 consideraba a Perón líder del “socialismo nacional” y coreaba “Fusiles, machetes, por otro 17”. La consigna dejaba ver las expectativas en utilizar al peronismo como canal de un hecho histórico, como fue la movilización obrera y la huelga general que obligó a la libertad del entonces coronel en 1945.
Pero Perón no retornaba al país para encabezar la lucha por la liberación nacional y la “patria socialista”, ni para hacer un nuevo 17 de octubre. Lo hacía luego de negociar con el dictador Alejandro Lanusse un Gran Acuerdo Nacional que consistía en salvar al país burgués y sus instituciones, particularmente a las FFAA. Lo hacía para frenar la insurgencia obrera y popular que desde el Cordobazo en mayo de 1969, anidaba en las fábricas, los barrios, escuelas y universidades.
Perón apeló primero a una alianza con la izquierda peronista, Montoneros en particular, que fue quien contuvo a la juventud radicalizada dentro del peronismo. Los Montoneros consideraban que había que subordinarse a la estrategia de Perón del frente policlasista para luchar contra el imperialismo. Así se integraron al gobierno de Héctor Cámpora y fueron derrotados por la asonada contrarrevolucionaria de la derecha peronista del 20 de junio de 1973 en Ezeiza, y más tarde caen con el golpe de palacio que da la presidencia provisional a Raúl Lastiri, yerno de José López Rega.
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Más tarde perderán sus puestos institucionales en las provincias a raíz de los golpes destituyentes comenzados por el Navarrazo, en Córdoba, a principios de 1974. Los mismos fueron promovidos por el propio Perón.
En 1974, luego de la muerte de Perón, Isabel gobierna bajo el estado de sitio y en febrero de 1975 autoriza la participación militar en el combate a la guerrilla. Con el Operativo Independencia en Tucumán se inicia la avanzada del genocidio. Cuando asume Cámpora se coreaba “se van, se van, y nunca volverán” pero volvieron de la mano de un gobierno peronista. Es decir que los militares no se retiraron de la política con el gobierno peronista, sino que volvieron de su mano.
El tándem Isabel y López Rega, frente al descalabro económico provocado por la crisis internacional, dio por terminado el experimento del Pacto Social e inició, en junio de 1975, una línea de ajuste antipopular con el Plan Rodrigo, que aumentaba descomunalmente las tarifas mientras se pulveriza el salario, para acceder a los créditos del Fondo Monetario Internacional.
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Va a ser la clase trabajadora, motorizada por la vanguardia obrera que había enfrentado al Pacto Social, autoorganizada en las coordinadoras interfabriles, la que derrote la política proimperialista del gobierno de Isabel. Finalmente el plan esbozado por Rodrigo será continuado por el ministro de economía de la dictadura genocida, José Alfredo Martínez de Hoz. La izquierda peronista, al subordinarse a Perón, no evitó la transformación del nacionalismo burgués en una fuerza militante del sometimiento nacional.
Izquierda y peronismo
La integración de la izquierda al peronismo, no cumple la función de consolidar el “frente antiimperialista”, ni de empujar al peronismo a la izquierda, sino que cumple la tarea de mantener “in extremis” la subordinación de los trabajadores con la dirección política de la burguesía nacional. De esta forma no solo sirve para evitar la revolución social sino la propia idea de que es posible reformar al sistema.
El propio Horacio González nos ofrece una pista para comprenderlo cuando sostiene que el peronismo:
“albergaba en su seno la palabra revolución, la había dicho, la había escrito, la hizo figurar en los escritos oficiales. Y es fama que también dijo que los hombres empresarios, los poderosos de siempre, los oligarcas, mejor la aceptasen antes de que debieran enfrentarse con revoluciones más huracanadas, que ya se conocían y eran las que el peronismo, revolucionariamente, venía a conjurar, sin duda a evocar, y seguramente a frenar”.
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En este sentido, la incorporación de la izquierda al peronismo, la utilización del lenguaje socializante o la teoría marxista para justificar la línea política de una dirección burguesa, cumple el papel de darle credibilidad y legitimidad al objetivo de conjurar no solo las revoluciones de los obreros sino la propia lucha contra el imperialismo. Busca impedir la formación de una fuerza política revolucionaria independiente de la clase obrera y su autoorganización, condición indispensable para forjar una alianza popular que derrote efectivamente al imperialismo y sus agentes de la burguesía criolla.
Decadencia
No podemos terminar sin señalar el papel del kirchnerismo, autopercibido como enfrentado a los poderosos, rescatando al PJ como fuerza progresista, luego de que entregara el país y destruyera los derechos de los trabajadores durante el menemismo. O de la pulverización de los salarios en el 2002 por la devaluación duhaldista.
El kirchnerismo intentó mostrar al mismo peronismo heredado de Menem y Eduardo Duhalde, como una fuerza “nacional y popular”. Sin embargo, mantuvo en pie lo fundamental del status quo neoliberal, sobre todo el sometimiento del país a los mecanismos de expoliación de la deuda externa. En el 2014, para intentar volver al mercado de créditos internacionales, el entonces ministro Axel Kicillof, pago deuda cash al Club de París y devaluaron la moneda con el efecto de emprobrecimiento y degradación de los ingresos de los trabajadores.
El Frente de Todos, se constituye con dos objetivos. Uno, evitar que el macrismo cayera producto de los embates de la movilización popular, luego de la rebelión contra la reforma previsional de diciembre del 2017. El segundo, decir que había una salida al macrismo y su ajuste permanente. Sin embargo, el gobierno de Alberto Fernández y el FdT, a confesión de CFK en su reciente carta y de la diputada Fernanda Vallejos que reconoce que les hicieron votar una “ley de mierda” contra los jubilados y acompañar un ajuste para someterse al FMI. Es decir que la función del progresismo kirchnerista fue la de hacer potable una alianza con la derecha peronista de Sergio Massa, los gobernadores y el propio Alberto, cuya función ha sido mantener al país sometido a los dictados del FMI.
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Cooke se ilusionaba en transformar al peronismo como fuerza revolucionaria, sin romper con la estrategia de Perón. En cambio, los kirchneristas intentan salvar las ropas de su complicidad y responsabilidad de un ajuste brutal que los ha llevado a una derrota política fenomenal y de rescatar a un gobierno ajustador hundido.
La emergencia del Frente de Izquierda Unidad como tercera fuerza nacional, plantea la necesidad de fortalecer las posiciones antiimperialistas, anticapitalistas y de independencia de clase, para derrotar toda política ajustadora.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.