Entre el 6 y 12 de noviembre de 1946 los mineros bolivianos votaron las Tesis de Pulacayo, que conformaron el programa más avanzado que hayan votado los sindicatos.
Gabriela Liszt @gaby_liszt
Sábado 7 de noviembre de 2020 00:00
El movimiento obrero boliviano se desarrolló durante los primeros años del siglo XX centrado en el proletariado minero. Las grandes multinacionales inglesas y norteamericanas, junto a la oligarquía boliviana, se unían para explotar a los trabajadores y robarse toda la riqueza del país. Toda la minería estaba en manos de tres familias. Una de ellas fundó en 1924 “Patiño Mines & Co” junto a accionistas yankis. Con una mayoría campesina, la propiedad rural en Bolivia estaba muy concentrada: el 6 % de los propietarios controlaban el 92 % de la tierra, mientras que el 60 %, poseía menos del 2 %. También se fueron formando los partidos que en el futuro tendrían un rol clave, como el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) integrado por nacionalistas derrotados en la Guerra del Chaco en 1935.
En 1942 los mineros se lanzaron a una gran huelga que terminó en la masacre de Catavi: una marcha de mineros encabezada por sus mujeres, que fue emboscada por tres regimientos del ejército. En 1944 se fundó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), mientras gobernaba el Coronel Gualberto Villarroel, apoyado por la logia militar RADEPA y el MNR, quien tenía una línea militar-nacionalista. Decretó numerosas leyes sociales y de protección a los trabajadores. Convocó al primer Congreso Indigenal de Bolivia, que decretó la abolición de todas las formas de prestación gratuita de trabajo en el campo.
Villarroel fue muy combatido por la oposición y por los EE.UU. por ser neutral en la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1946 comenzó a hacer acuerdos cada vez más frecuentes con la Rosca (la oligarquía junto a políticos, jueces, periodistas e intelectuales cómplices de ella) y el imperialismo. Terminó colgado ese año por una insurrección popular. Pero la oligarquía se hizo nuevamente del poder, acompañada por el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR, Partido Comunista pro estalinista).
Los mineros comprendieron que esto significaba la destrucción de las organizaciones obreras y para enfrentarla se aliaron al movimiento estudiantil. El Pacto Minero-Universitario en Oruro, tuvo como objetivo defender a los trabajadores. El dirigente de la FSTMB, Juan Lechín Oquendo, presionado por la base combativa –y muy a su pesar– convocó a un congreso extraordinario donde se discutiría un programa de acción para enfrentar al gobierno.
El mitin se realizó en la localidad de Pulacayo (Potosí) en la bocamina del socavón San León a 4.620 mts. de altura sobre el nivel del mar. El programa aprobado en este histórico congreso, pasaría a conocerse como las Tesis de Pulacayo. Fueron presentadas por un joven universitario y militante trotskista del POR (Partido Obrero Revolucionario, creado en 1935), Guillermo Lora.
Como miembro de la delegación minera de Siglo XX-Llalagua, explicó los fundamentos políticos e ideológicos de las Tesis. Al finalizar, los mineros irrumpieron en un aplauso aprobando. Las Tesis fueron un avanzado programa de acción tendiente a la independencia de clase. Entre algunos de sus puntos sustanciales figuraban el salario básico, vital y móvil; semana de 40 horas y escala móvil de salarios; bolsa pro huelga; ocupación de minas; contrato colectivo; independencia sindical; control obrero de las minas y armamento de los trabajadores. El programa era un cuestionamiento a la propiedad privada de los capitalistas. Las Tesis se propagaron ampliamente. A partir de aquí se abrirá un período de aguda lucha de clases que culminará en la Revolución del 52.
El límite estratégico de las Tesis
Las Tesis de Pulacayo fueron comparadas comúnmente por las corrientes trotskistas como el programa más cercano que votó el movimiento obrero con el Programa de Transición propuesto por Trotsky en 1938. Es cierto que muchas de sus consignas tendían hacia él. Sin embargo una cuestión estratégica las separaba. Las Tesis de Pulacayo sostenían que: “Mienten aquellos que nos señalan como propugnadores de una inmediata revolución socialista en Bolivia, bien sabemos que para ello no existen condiciones objetivas. Dejamos claramente sentado que la revolución será democrático burguesa por sus objetivos y únicamente un episodio de la revolución proletaria por la clase social que la acaudillará (...) los trabajadores una vez en el poder no podrán detenerse indefinidamente en los límites democráticos burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada...”
La LOR-CI, nuestra organización hermana en Bolivia, critica esta formulación de la mecánica de la teoría de la revolución permanente señalando: “Compárese esto (se refiere a la cita anterior) con la formulación original sobre el trastocamiento de la revolución democrática en socialista tal como la formuló Trotsky (...): ‘La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista convirtiéndose con ello en permanente’. Podrá notarse cómo en las Tesis (...) se confunde que en un país atrasado como Bolivia la revolución combine desde el inicio tareas democráticas y socialistas con la posibilidad de una revolución proletaria no socialista. Sobre esta concepción, (...) el POR sostendrá posteriormente posiciones semi-etapistas sobre el carácter de la revolución boliviana”.
Efectivamente, el error teórico del POR acarrearía graves consecuencias prácticas: en abril de 1952, cuando la situación se volvía abiertamente revolucionaria, el POR terminó adaptándose a la política de la naciente Central Obrera Boliviana (COB) –que con Lechín perseguía el objetivo de contener la radicalización obrera– y le otorgó apoyo crítico al MNR que terminaría desviando la revolución para derrotarla definitivamente años más tarde.
Una lección central de la Revolución del 52 es que en nuestra época histórica, la única forma de resolver íntegra y efectivamente las tareas democráticas en los países atrasados como la liberación del imperialismo, la cuestión agraria y la opresión indígena es con los métodos de la revolución proletaria y la toma del poder por los trabajadores, apoyándose en su alianza con los campesinos y el pueblo pobre. Si la dirección queda en manos de los representantes nacionalistas o progresistas de la burguesía nacional, la revolución será derrotada. Es preciso que los trabajadores tomen el poder a través de sus propias organizaciones de lucha, pero dado este primer paso, inevitablemente, deben combinar la resolución de los problemas básicos (nacionalización de las minas, fábricas y bancos, revolución agraria, etc.) con medidas de tipo socialista para reorganizar la economía y derrotar a la reacción y el imperialismo. Del control obrero colectivo deberán pasar a la planificación económica en función de las necesidades obreras y populares. Y además deberán promover la unidad con los pueblos latinoamericanos contra el enemigo común imperialista y sus aliados, impulsando la revolución internacional. En suma, la revolución necesariamente deviene en permanente.
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Gabriela Liszt
Nació en Buenos Aires. Militó en el PST desde 1981, en el MAS hasta 1988. Una de las fundadoras de PTS y del CEIP "León Trotsky". Investigó, compiló y prologó varias de las publicaciones de Ediciones IPS-CEIP, entre ellas La Segunda Guerra Mundial y la revolución, Mi vida, Lenin, El Programa de Transición y la IV Internacional.