Como cada año, cientos de miles de estudiantes nos vemos obligados a enfrentarnos a la EVAU. Una prueba segregadora y clasista que representa a la perfección el funcionamiento de un sistema educativo al servicio del capital, en el que no importa si aprendemos o no y que cada vez es más excluyente con los estudiantes de clase trabajadora que se enfrentan a todo tipo de impedimentos para acceder a la universidad.
Miércoles 31 de mayo de 2023
Pretenden que no cuestionemos una prueba que nos amarga la existencia durante un año entero de nuestra juventud, que nos obliga a competir entre nosotros por entrar en una carrera y en la que tenemos que vomitar de memoria temarios eternos que hemos dado en un tiempo exprés. Todo ello a costa de poner en riesgo nuestra salud mental y de no poder dedicar tiempo a las otras cosas importantes de nuestra vida, haciéndonos sentir culpables hasta por quedar con nuestros amigos un sábado por la noche. Se nos impone a la fuerza esa lógica constante de “cuando no puedes más, tienes que poder más”, que le viene perfecta a una educación que pretende convertirnos en máquinas productivas a las que explotar en el futuro en un mercado laboral cada vez más precarizado para la juventud.
Pero la EVAU no es solo una prueba segregadora que nos divide y clasifica según una calificación sin tener en cuenta nuestras diferentes condiciones y habilidades, sino que también es una prueba absolutamente clasista. Bajo la justificación “meritocrática” de que se trata de un examen que nos iguala a todos los estudiantes, en realidad se esconde una prueba que perpetúa el sistema de clases.
Marginando a todas aquellas personas que tenemos que trabajar mientras estudiamos para poder mantenernos o ayudar a nuestras familias, a las que tenemos que cuidar de hermanos pequeños porque nuestros padres trabajan dobles o triples jornadas laborales para poder llegar a fin de mes, a las que no tenemos un espacio propio y tranquilo para estudiar, a las que no tenemos dinero para pagar unas clases particulares o directamente para hacer frente a las tasas del examen, que no son precisamente baratas (en torno a los 120€).
Esto se suma a los recursos desiguales entre la educación pública y la privada. Siendo los institutos públicos los que sufren los recortes y la masificación de las aulas que este gobierno “progresista” de PSOE y Unidas Podemos lejos de revertir sigue infra – financiando. Mientras tanto, muchos hijos de papá de la privada celebran la inflada de notas que pagan con la matrícula. Lo cual no se combate con una prueba como la EVAU, sino apuntando a la raíz del problema: acabando de una vez con la privatización que segrega a los alumnos y hace de un derecho una oportunidad de negocio para que los capitalistas se llenen los bolsillos y den todo tipo de facilidades a sus herederos.
Porque, aunque nos hayan dicho todo lo contrario a lo largo de nuestra vida académica, la EVAU no busca hacer real la famosa “igualdad de oportunidades”, ni responde a principios pedagógicos ni académicos. ¿Qué va a tener de pedagógica una prueba en la que hay que vomitar en 3 días todo lo estudiado en un año jugándote de una tu futuro académico bajo muchísimo estrés y ansiedad? ¿Qué va a tener de pedagógico evaluarnos a todos de la misma manera sin tener en cuenta nuestras distintas competencias, problemas de salud mental, condiciones económicas y familiares o neurodivergencias?
Como si un examen que solo evalúa un único tipo de capacidad (la de retención de información de forma memorística) pudiera decirnos cuánto y para qué valemos. Cuando la realidad es que para la mayoría de oficios y artes se requiere de multiplicidad de habilidades que no se pueden evaluar de esa manera tan reduccionista. Que no tiene en cuenta la creatividad, la sensibilidad, la empatía o los dotes manuales, ni mucho menos el espíritu crítico. Como si nosotros mismos no nos conociéramos lo suficiente para saber qué nos gusta o qué se nos da mejor o como si fuera algo malo probar para saberlo y por ello necesitáramos someternos a un tortuoso examen.
La realidad es que la EVAU para lo único que sirve es para limitar la entrada de estudiantes, en especial a los hijos e hijas de clase trabajadora, a los distintos grados y a la propia universidad, en función de la necesidad de formación de mano de obra que demanden los capitalistas en cada momento.
Al igual que ese “ejército de parados” con los que amenazar y precarizar a sus trabajadores, a los capitalistas también les resulta conveniente la limitación de plazas, el prestigio social que se les da a ciertos grados y a otros no (muchas veces vinculado a una cuestión de género), la promoción de grados en función de las oportunidades que vean en el mercado y los impedimentos para que muchas personas de clase trabajadora no puedan acceder a los estudios superiores y que por ende tengan la excusa perfecta para tenerlos en peores condiciones laborales. Perpetuando la división del trabajo intelectual/ trabajo manual, siendo este último infravalorado e infra – financiado.
Es decir, la EVAU existe porque las plazas son definidas y limitadas de antemano, sin tener en cuenta las demandas de cada generación de estudiantes. Por lo que actúa de mecanismo de “filtración”, entrando las notas más altas y quedándose fuera cientos de estudiantes. Pero ¿Quién define cuántas personas pueden entrar a qué carreras?
Los órganos de gobierno universitarios, en especial los altos cargos (como los rectores) que siguen al pie de la letra las recomendaciones de los Consejos Sociales. Unos de los órganos más importantes de la universidad, en los que encontramos a bancos y grandes multinacionales como el Santander, el BBVA, Iberdrola o Endesa decidiendo sobre nuestros temarios, tasas, investigaciones y plazas. Lo que significa que pasamos de institutos donde no podemos decidir absolutamente nada de nuestra educación a universidades donde las decisiones importantes las toman los bancos que desahucian a familias obreras y las empresas que más contaminan nuestro único planeta habitable.
Todo ello responde a un modelo de universidad – empresa que ha sido profundizado por las diversas reformas educativas, como la actual Ley aprobada por este gobierno (LOSU) que le da todavía más poder a las empresas del Consejo Social. Por eso, no es de extrañar que el precio de la universidad se haya disparado y que muchos hijos de clase trabajadora hayan sido progresivamente expulsados de ella por no poder permitírsela, representando actualmente solo el 10%. Algo que casa muy bien con la propia EVAU, una prueba clasista al servicio de una universidad clasista.
Poco podíamos esperar de un examen que, aunque ha ido cambiando de nombre, se aprobó hace 50 años (bajo el franquismo) y que ningún gobierno, incluido del actual que tantas veces se llama “progresista”, se ha atrevido a tocar. Ya sabemos cómo funciona el juego: todo lo que vaya en contra de los intereses de los capitalistas jamás será tocado por un gobierno a su servicio. Un gobierno del PSOE y Unidas Podemos, que no solo ha mantenido la EVAU, sino también la grave crisis en la que lleva muchos años inmersa la educación secundaria pública.
Porque su última reforma, la LOMLOE, no es sino más de lo mismo, manteniendo las privatizaciones (que tan bien ha ejecutado Ayuso en la Comunidad de Madrid), las externalizaciones de los servicios más básicos (comedor, limpieza, etc.), las ratios excesivas de alumnos por aula y la precariedad y temporalidad de los profesores y trabajadores. Además de una financiación minúscula (6000 millones para educación) en comparación con el dinero destinado a armamento (26000 millones). Eso sí, no ha dudado en reducir las horas de filosofía y valores éticos, para añadir horas de “emprendimiento empresarial” donde nos meterán por un tubo su ideología neoliberal.
En la Comunidad de Madrid, gobernada por Ayuso, se añaden las ventas de terreno público para colegios de lujo, becas para que los hijos de rentas altas puedan “ser libres” de ir a la privada que regala notas y todo tipo de intentos de la extrema derecha por infiltrar su ideología reaccionaria.
Que no solo nos responsabiliza de nuestros problemas de salud mental (somos la generación de cristal, nos dicen) y extiende el discurso del esfuerzo y el mérito neoliberal (esfuerzo que ellos no conocen porque gestionan empresas donde los que trabajan son otros), también nos dice que la culpa de las crisis, de la precariedad y de nuestros problemas los tenemos las mujeres, las migrantes o las personas LGTB.
Así que no contentas con tener que estudiar un temario excesivo que muchas veces no nos interesa, también lo hacemos sometidas a su acoso, su bullying y sus propuestas de “pin parental”. Lo que afecta enormemente a todos los estudiantes que están en la diana de sus discursos de odio, que no han podido tener un desarrollo educativo en un ambiente seguro y cómodo. Otra cosa más que la EVAU no tiene en cuenta.
En Catalunya, el gobierno de la Generalitat d’ERC poco tiene que envidiarles a los neoliberales de Ayuso en cuanto al nivel de privatización e infrafinancianción. El último ejemplo, la aprobación de los presupuestos de la mano del PSC y los Comunes en los que los recortes de servicios públicos se mantienen a costa de los megaproyectos a pedido de la patronal catalana. Si la derecha madrileña se ha plantado contra los trabajadores de la Sanidad, el Govern de Aragonés y el Conseller Cambray han echado el pulso a los miles de trabajadores de la educación en varias jornadas de huelga histórica contra los recortes iniciados por Convergència.
Aunque los centros concertados representan el 32% de los del territorio, se acaban llevando el 43% de la partida presupuestaria según apunta la CGT. Los beneficiados son las fundaciones, las sociedades mercantiles y, por encima de todos, la Iglesia. Más del 33% de los colegios concertados están vinculados congregaciones y ordenes religiosas. Pero mientras la concertada se lleva los millones que le faltan a la pública, esta última acoge a 2 de cada 3 estudiantes que atraviesan dificultades socioeconómicas.
Un modelo educativo que aumenta la elitización donde la selectividad – las PAU – son solo la punta del iceberg. Sin duda, se trata de un sistema absolutamente contrario tanto a las necesidades sociales como al derecho del de acceder a otro tipo de conocimiento. Pensemos que, después de una pandemia y con el sistema de Salud colapsado, en Catalunya se siguen quedando fuera 4 de cada 5 estudiantes que solicitan cursar Medicina. La productividad y el mercado mandan.
Por todo ello, desde Contracorriente y Pan y Rosas llevamos años levantándonos contra la EVAU, el desmantelamiento de la educación pública y los métodos educativos propios de la Edad Media. Cada vez tenemos más claro que tendremos que ser las futuras generaciones, unidas con la clase trabajadora en lucha, las que acabaremos con esta prueba segregadora y clasista, siendo ello uno de los primeros pasos para cambiar radicalmente este modelo educativo al servicio del capital.
Peleemos por un acceso libre y gratuito a la universidad, con becas suficientes para poder estudiar todas. Por el aumento de plazas en la universidad y los ciclos de Formación Profesional hasta cubrir demanda: porque querer seguir estudiando no debe convertirse en un privilegio, sino en un derecho de los hijos e hijas de la clase trabajadora y los sectores populares a continuar disfrutando del saber y poniéndolo al servicio de las necesidades sociales. Hagámoselo pagar a las grandes fortunas y los beneficios empresariales con impuestos extraordinarios para sufragar el incremento de la financiación necesario.
Por universidades gratuitas, radicalmente democráticas y gestionadas por sus estudiantes, trabajadores y profesores, y no por la casta universitaria y las grandes empresas. Por la nacionalización de toda la educación al servicio de la clase trabajadora y el pueblo, quitándole a la reaccionaria Iglesia todo el poder que tiene sobre la educación en el Estado español. Por una educación que atienda a las necesidades sociales y a la diversidad del alumnado, que sea realmente enriquecedora para los estudiantes.
Digamos bien alto “no” a la tortura de exámenes en los que memorizamos sin aprender y en los que ponemos en juego nuestra salud mental. Queremos garantizar el acceso de la clase trabajadora y los sectores populares a la educación superior, luchamos por disfrutar de aprender fuera de la lógica del beneficio capitalista y la productividad. Defendemos un conocimiento que dé respuesta a los problemas de las grandes mayorías.
Porque la lucha por una educación que valga la pena es una lucha contra el capitalismo que nos roba el futuro. Porque, como gritan los estudiantes franceses que ahora mismo se levantan contra la reforma de las pensiones de Macron, no queremos perder la vida estudiando y trabajando. La historia nos muestra que se puede luchar y se puede ganar.
Las movilizaciones en Francia de mayo de 1968 son una prueba de ello. En cada revolución, los estudiantes han jugado un papel clave. También durante el franquismo, cuando se organizaron contra la dictadura junto a los trabajadores. Esa es la herencia que nosotras reivindicamos y por la que luchamos. Porque no pensamos conformarnos con las migajas de un sistema injusto. Porque no nos resignamos a la distopía de mierda que el sistema nos ofrece.
Dejemos de naturalizar la educación al servicio del capital, totalmente antidemocrática y pensada para que agachemos la cabeza y no nos organicemos. Rebelémonos contra ello y hagamos de nuestro paso por el instituto y la universidad algo radicalmente diferente a ir solo a clase y luego vomitar temario, que es justo lo que quieren desde arriba. Ni los partidos de la derecha ni los del gobierno actual que precariza y privatiza nuestra educación van a acabar con la EVAU y con los ataques de la educación.
Solo el estudiantado organizado en cada centro de estudio, junto a la plantilla de profesores y el resto de trabajadores del centro podemos hacerlo. Como peleamos en la huelga de las sanitarias en Madrid, como hicimos en Catalunya junto al profesorado en lucha contra Cambray o en Zaragoza con los trabajadores de Telepizza. No hay tiempo que perder, construyamos una juventud socialista y revolucionaria en cada instituto, universidad y centro de trabajo. ¡Súmate a Contracorriente y Pan y Rosas!