[Desde Berlín] La red Marx21, una corriente “post-trotskista” dentro del partido reformista Die Linke, está a pocas semanas de escindirse en tres sectores. Los debates en el seno de Marx21 y qué lecciones se pueden sacar para construir una corriente socialista revolucionaria.
El último fin de semana de mayo, unas 700 personas se reunieron en Berlín para el congreso “Marx is’ Muss”, un evento que todos los años organiza la red Marx21, una corriente que es la sección alemana de la International Socialist Tendency (IST). Esta última es una organización internacional que forma parte del movimiento trotskista fundada por Tony Cliff (1917-2000), histórico dirigente nacido en Palestina y afincado en Gran Bretaña [1]. La principal sección nacional de la IST es el Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) británico. Desde fuera, el evento anual de la red Marx21 parecía un éxito. Sin embargo, quienes conocen la situación se dieron cuenta de que esta corriente se estaba dividiendo. En realidad, se podría decir que se celebraron tres eventos distintos en paralelo, en los que cada fracción de Marx21 evitó en gran medida participar de los talleres de las otras dos fracciones. Dentro de un mes, la red se dividirá, aunque todavía no queda claro cuál es el sector mayoritario ni las alineaciones precisas.
Joseph Choonara, del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP) de Gran Bretaña, ha hecho algunas referencias oblicuas sobre esta próxima ruptura en International Socialism, la revista teórica de la corriente internacional. La lucha de fracciones en Marx21 también fue tema de discusión en julio, en una reunión de la International Socialist Tendency (IST) en Londres. Vamos a analizar los problemas políticos y tratar de sacar lecciones que sirvan para la construcción de una corriente socialista revolucionaria en Alemania y a nivel internacional.
Una red “post-trotskista” [2]
En el año 2007, se formó el partido neo-reformista Die Linke (“La izquierda”), a partir de la fusión de una corriente proveniente del Partido Socialdemócrata junto con los restos de lo que había sido el partido estalinista que gobernó durante 40 años la antigua República Democrática Alemana. La organización perteneciente a la IST de Tony Cliff en Alemania, que por entonces se llamaba Linksruck (“Giro a la izquierda”), puso todo su empeño en construir Die Linke, entrando a este partido como una corriente interna [3].
También en 2007, Linksruck se transformó en la red “Marx21”, aceptando nuevos militantes que ya no se identificaban en absoluto ni con Lenin, ni con Trotsky, ni con la tradición de la IST, así como tampoco con la teoría del “capitalismo de Estado”, etc. En la práctica, por supuesto, los viejos cuadros de Linksruck siguieron controlando firmemente el nuevo grupo. Aunque se consideraban a sí mismos como una oposición revolucionaria dentro de un partido de izquierda amplio, fueron aceptados inmediatamente dentro de la burocracia. Por ejemplo, Christine Buchholz, de Marx21, pasó a integrar el comité ejecutivo de Die Linke. En un momento dado, Marx21 llegó a tener cuatro diputados en el parlamento alemán, pero por lo que sabemos, los cuatro luego perdieron sus bancas o renunciaron a su asociación con Marx21. Durante muchos años, Marx21 fue una de las organizaciones más grandes de lo que puede considerarse la izquierda trotskista alemana.
Socialismo gubernamental
Si nos atenemos a la categorización de Rosa Luxemburg, Die Linke siempre fue un partido de lo que ella llamaba “socialismo gubernamental” [4], es decir, un partido reformista que pretendía unirse a gobiernos de coalición y administrar el Estado burgués. Aunque Die Linke nunca pudo formar parte de un gobierno nacional –¡y no precisamente por no haberlo intentado!– ha participado en muchos gobiernos regionales como socio del Partido Socialdemócrata (SPD) y del Partido Verde. Die Linke, de hecho, ya formaba parte de varios gobiernos en el momento mismo en que se estaba fundando: el partido nunca ha dejado de estar en un gobierno. Estos gobiernos de “izquierda” han sido responsables de privatizaciones, deportaciones, desalojos, recortes sociales y todo lo demás que hacen los gobiernos capitalistas. Precisamente por eso, Rosa Luxemburg decía: “En la sociedad burguesa, por su propia esencia, para la socialdemocracia solo está destinado el papel de partido de oposición; únicamente puede ser un partido de gobierno sobre las ruinas del Estado burgués” [5]. Como ya hemos escrito, Die Linke demuestra que el “socialismo gubernamental” es un callejón sin salida.
La tarea central de una corriente revolucionaria dentro de Die Linke debería haber sido una lucha frontal contra el “socialismo gubernamental”. Marx21, sin embargo, intuyendo que una política así los dejaría aislados en un partido lleno de burócratas, arribistas y ministros, se negaron a decir nada parecido a la posición de Rosa Luxemburg. Opinaban que una oposición marxista de principios a los gobiernos burgueses sería incomprensible para los votantes de Die Linke. En su lugar, sostenían que Die Linke debería negociar con el SPD y los Verdes la formación de gobiernos de coalición, pero planteando exigencias que obligaran a los otros partidos a rechazar un acuerdo.
No se trataba de una cuestión abstracta: en poco tiempo, Janine Wissler, miembro de Marx21, se convirtió en la líder de Die Linke en la región de Hesse. Desde esa posición, dirigió personalmente las negociaciones para crear un gobierno regional de coalición entre Die Linke, la socialdemocracia y Los Verdes. A principios de 2021, Wissler fue recompensada con un ascenso como una de las dos co-presidentas de Die Linke, yéndose de Marx21 en el proceso. Desde entonces ha hecho campaña por ministros de “izquierda” e incluso ha firmado la vergonzosa solidaridad del partido con los bombardeos israelíes contra los palestinos. Marx21 no ha criticado en absoluto a quien fuera su figura.
El ser determina la conciencia
Wissler no fue un caso aislado. Decenas de miembros de Marx21 aceptaron trabajos en las diversas burocracias financiadas por el Estado en torno a Die Linke. Hablamos de puestos como asistentes parlamentarios en el Bundestag, en la sede del partido (la “Casa Karl Liebknecht”), en la Fundación Rosa Luxemburg, en las diferentes burocracias sindicales y más. Estos empleos suponían grandes privilegios para militantes estudiantiles de izquierda que, de otro modo, tendrían problemas para encontrar trabajos bien remunerados. No conocemos estadísticas, pero muchos miembros de Marx21 trabajaban en burocracias reformistas. Esto, a su vez, redujo la perspectiva política de toda la red. Sus miembros ya no podían pensar la política independientemente de Die Linke: veían el mundo a través de las lentes distorsionadoras de las burocracias reformistas.
Los compañeros afirmaban que se trata de “trabajos comunes y corrientes” que no afectan a su militancia política. Sin embargo, el ser, como le gustaba decir a Marx, determina la conciencia. Por regla general, las personas con carreras en burocracias financiadas por el Estado capitalista no van a llevar a cabo una lucha para aplastar a dicho Estado y sus burocracias. En su artículo para la revista International Socialism, el compañero Choonara hace una referencia ambigua a las presiones materiales que han llevado a Marx21 al borde de la escisión: “A principios de 2023, Marx21 también estaba atribulada por debates internos, que reflejaban cómo una parte de su dirección parece haberse orientado hacia sectores de la burocracia sindical. Queda por ver qué surgirá de los debates resultantes en la red Marx21, pero es poco probable que sea un partido revolucionario ampliado”.
Aquí, Choonara se refiere solo a una forma particular de adaptación a la burocracia sindical. Hace unos años, Luigi Wolf y otros miembros destacados de Marx21 lanzaron una empresa con fines de lucro llamada Organizi.ng. Inspirados por las ideas de Jane McAlevey, una teórica de la burocracia sindical estadounidense, empezaron a ofrecer sus servicios a ver.di, uno de los mayores sindicatos de Alemania [6]. Su empresa le pagaba a estudiantes para que hicieran las cosas que normalmente harían los sindicatos, como intentar movilizar a los trabajadores para que hagan huelga. Para la burocracia, esto reduce los costos laborales mediante la externalización: en lugar de contratar a personal con salarios relativamente altos, podrían pagarle a una empresa externa para que hiciera el trabajo por menos.
Con el tiempo, muchos miembros de Marx21 se involucraron en este modelo empresarial. Como resultado, se les volvía estructuralmente imposible criticar las traiciones de los dirigentes sindicales; después de todo, intentan constantemente que esos mismos traidores los contraten. Hoy, Marx21 duda cada vez que tiene que decir algo incluso sobre las peores traiciones de los burócratas, como cuando, en marzo de este año, la dirección de ver.di entregó la huelga de los trabajadores postales y firmó una negociación paritaria con aumentos salariales por debajo de la inflación. Para los seguidores alemanes de Tony Cliff, esto representó un giro enorme. Cliff fue un opositor de principios tanto a los burócratas de derecha como a los de “izquierda” en el movimiento obrero: llamaba a los trabajadores de base a organizarse de forma independiente.
Choonara critica correctamente esta adaptación al modelo “organizing”. Pero olvida mencionar todas las demás formas en que Marx21 se convirtió en parte de las burocracias procapitalistas. En los debates dentro de Marx21, muchos opositores al ala “organizing” son ellos mismos empleados bien pagos de los sindicatos o burócratas de Die Linke. Hace un siglo, los bolcheviques describían cómo esas burocracias representan las “raíces sociales del oportunismo” [7]. Estas “raíces sociales” y la política oportunista son la base de la crisis de Marx21.
La crisis de Die Linke
Die Linke se encuentra ahora en medio de lo que probablemente sea su crisis terminal. El partido está dividido entre, por un lado, los partidarios de Sahra Wagenknecht, una socialchovinista con muchos seguidores en las redes sociales y, por el otro, los “socialistas gubernamentales” que ejercen como ministros en diferentes gobiernos regionales. Ninguno de los dos bandos es progresivo: Wagenknecht pide más deportaciones, mientras que el otro sector –que de vez en cuando utiliza consignas antirracistas– en realidad llevan a cabo deportaciones todos los días.
En medio de esta crisis, no se ve nada parecido a una oposición socialista revolucionaria dentro de Die Linke. Marx21, por ejemplo, está llamando a la unidad de estas dos facciones retrógradas, argumentando –correctamente– que la implosión de Die Linke sin una alternativa sería una derrota histórica para la izquierda alemana. Sin embargo, Marx21 se niega a tomar medidas para construir una alternativa de izquierda.
Esta crisis de un partido reformista podría ser una oportunidad para que los socialistas revolucionarios construyan una alternativa política independiente con eje en la lucha de clases. Klasse Gegen Klasse, el sitio en Alemania que forma parte de la red internacional La Izquierda Diario, lanzó una campaña contra la adhesión de Die Linke a otro gobierno de coalición con la socialdemocracia y Los Verdes en Berlín. Esta campaña fue el comienzo de una cooperación con fuerzas de izquierda dentro de la organización juvenil de Die Linke. En enero, estos jóvenes celebraron una conferencia en Berlín, con más de 100 personas pronunciándose por una “ruptura revolucionaria” con el reformismo. Marx21, que se opone a tal ruptura, ha entrado en una crisis cada vez más profunda. En los últimos meses, la organización se ha dividido en tres fracciones:
1) Los de “organizing”, que parecen constituir el grupo más numeroso, pero no la mayoría. Quieren que Marx21 rebaje el tono de su propaganda marxista y se comprometa plenamente con un trabajo semiconspirativo dentro de las diferentes burocracias. Esta agrupación cuenta con el apoyo de Volkhard Mosler, fundador de la sección alemana de la IST en los años ‘60.
2) La “fracción intermedia”, formada por antiguos dirigentes de Linksruck como Christine Buchholz. Desearían continuar más o menos como antes. Algunos de sus militantes siguen empleados en las burocracias, mientras que muchos han cambiado de trabajo, pero todos conservan la ilusión común de que solo se puede tener influencia a través de Die Linke.
3) Una fracción de izquierda, “Por una Tendencia Socialista Internacional”, con la sigla FIST. Quieren que se vuelva a la política de Tony Cliff, a los tiempos anteriores a Marx21 e incluso antes de Linksruck, cuando los partidarios de la IST en Alemania formaron el Grupo Socialista de los Trabajadores (SAG). Sin embargo, incluso esta fracción tiene burócratas sindicales.
En agosto se celebrará una reunión para formalizar la escisión. Aún no está claro cómo caerán las fichas. ¿Quién se quedará con el nombre y el aparato de Marx21? Basándonos en el artículo de International Socialism, suponemos que la fracción “organizing” romperá con la IST, mientras que la Fracción Intermedia y la FIST intentarán seguir vinculadas a la corriente internacional, aunque parece poco probable que formen una organización conjunta.
Lecciones
El artículo ya citado de Choonara, “Los revolucionarios y las elecciones”, da una impresión totalmente desmoralizante. Examina diferentes iniciativas electorales de organizaciones socialistas revolucionarias en los últimos 20 años, concluyendo que todas fueron un fracaso –pero considerando a la alianza People Before Profit de Irlanda como una excepción parcial–. A pesar de las casi 20.000 palabras del artículo, el compañero ignora al Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad (FIT-U) en Argentina, un proyecto electoral que ha sido modestamente exitoso para la Izquierda revolucionaria durante más de una década. El FIT-U ha obtenido más de un millón de votos en elecciones nacionales, con resultados en algunas zonas obreras de bajos ingresos de hasta el 25 por ciento, y actualmente tiene cuatro diputados.
¿Por qué el compañero ignora al que podría ser el ejemplo más alentador de las iniciativas electorales que examina? Es probable que no se trate de un mero descuido. La tesis central de Choonara es que los revolucionarios deben presentarse a elecciones junto a los reformistas o, si no hay reformistas a mano, hacerlo con una plataforma explícitamente reformista. El FIT-U no se corresponde con este modelo, demostrando que los revolucionarios pueden presentarse de forma independiente, con una plataforma anticapitalista y con eje en la lucha de clases, y aún así llegar a las masas [8].
Marx21 se fundó hace 15 años sobre la hipótesis de que los revolucionarios pueden llegar a las masas a través de un partido reformista. ¿Cuáles son los resultados? Varios socialistas se han asegurado puestos de trabajo cómodos. Más allá de eso, el proyecto ha sido un fracaso. La influencia política de Marx21 es probablemente menor que la de su predecesor, Linksruck, y eso incluso antes de la futura escisión. Como hemos planteado en otro artículo, los partidos de izquierda “amplios” son un callejón sin salida para la izquierda revolucionaria.
En las últimas dos décadas, se ha desarrollado un desafortunado sentido común en gran parte de la izquierda trotskista internacional: la convicción de que los socialistas revolucionarios solo podemos lograr influencia real si nos presentamos ante las masas con algún tipo de proyecto que se presente alejado de la revolución. Die Linke es una expresión de esta concepción estratégica. Otras, como la alianza RESPECT, lanzada en su momento por el SWP británico, tuvieron incluso menos éxito, como admite Choonara. Como hemos planteado en un debate con el colectivo Tempest, el FIT-U muestra que hay una alternativa a esta idea derrotista. Y no es solo en Argentina: ha habido proyectos similares en Chile, México y Brasil, en los que los socialistas han formado un polo de independencia de clase en oposición al reformismo. Este es un modelo que podría seguirse en Alemania, Estados Unidos y otros países: podemos trabajar juntos para construir una alternativa a Die Linke, a la organización norteamericana DSA (Democratic Socialists of America) y todos los “socialistas gubernamentales”.
La experiencia de la ruptura revolucionaria con Die Linke demuestra que, en medio de una crisis del reformismo, hay posibilidades de ganar a sectores de la juventud y de la clase trabajadora con políticas revolucionarias audaces. Esperamos que la crisis de Marx21 pueda ser una oportunidad para que los compañeros se replanteen estas concepciones estratégicas. En particular, hacemos un llamamiento a los camaradas de la fracción de izquierda, FIST, para iniciar un debate sobre cómo construir una fuerte izquierda revolucionaria en Alemania, resistiendo a las adaptaciones al reformismo que destruyeron Marx21. Las páginas de los periódicos de la red internacional La Izquierda Diario están abiertas a todos los compañeros, de diferentes tradiciones, para discutir vías para que los socialistas revolucionarios trabajemos juntos y pongamos en pie alianzas anticapitalistas.
Traducción y adaptación: Guillermo Iturbide
COMENTARIOS