Después de semanas donde el gobierno alemán intentó pasar por “humanitario” y “solidario”, el restablecimiento del control fronterizo desde el domingo 13/09 da una clara imagen de su política migratoria, racista y nacionalista.
Jueves 17 de septiembre de 2015
Fotografía: EFE
El restablecimiento del control fronterizo y la suspensión temporal del trato Schengen, desde el domingo pasado, se da en el marco de la agudización de la crisis migratoria europea signada por la masificación de la inmigración y el empeoramiento de las condiciones -ya de por si inhumanas- que sufren los refugiados en Europa.
Durante semanas, el gobierno alemán y el gobierno francés plantearon la necesidad de resolver la crisis de manera “humanitaria” y “solidaria”, respetando los supuestos “valores europeos”. Incluso ,el exministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, apoyado por gran parte de la izquierda europea, en un artículo publicado en el diario alemán financiero Frankfurter Allgemeine Zeitung, definió el rol de Alemania en la crisis migratoria como expresión de la “razón pura” kantiana.
En realidad, y como demuestra la medida tomada para reforzar la frontera nacional este fin de semana pasado, se trataba solo de un discurso hipócrita para esconder la verdadera cara de la política migratoria alemana. En la cumbre del gobierno se acordó un paquete de leyes que permite el ingreso de más refugiados “legítimos” pero recorta el derecho al asilo, acelera el proceso de deportación y empeora las condiciones para el conjunto de los refugiados en Alemania.
Además, los partidos burgueses y su prensa discuten nuevas medidas reaccionarias como la intervención del ejército en el interior, que marcaría un precedente importante, y una reforma constitucional para acelerar aún más las deportaciones siguiendo el ejemplo de Hungría donde desde este martes las deportaciones se llevarán a cabo en pocos días.
Y se avecina otro ataque importante: el Ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble declaró su negativa rotunda a endeudarse para recaudar el dinero necesario y propuso un recorte al presupuesto de todos los ministerios de un total de 500 millones de Euros. Quieren usar la crisis migratoria para recortar aún más al presupuesto y hacerla pagar al pueblo trabajador.
Hace más de una semana, Angela Merkel “abrió las fronteras” para los refugiados que llegaron a Hungría y quiso mostrar seguridad y liderazgo con frases como “lo vamos a lograr” o “el derecho a asilo para los perseguidos políticos no tiene límite”. Con estos gestos intentó marginalizar los ataques racistas violentos contra los refugiados que iban en aumento y tendieron a generalizarse. Y por otro lado, poner un límite a la creciente solidaridad popular para los refugiados, “garantizando seguridad” y mostrando a su gobierno como una autoridad fuerte.
A su vez, varios institutos de investigación proempresariales afirmaron el “efecto positivo” que tendría la inmigración para la economía alemana y su mercado laboral, para la que se prevé un crecimiento de 1,8 por ciento a pesar de la situación adversa de la economía mundial.
Aun así, los dichos de Merkel y la entrada de miles de refugiados que transitaron Hungría y Austria suscitaron el descontento de los sectores conservadores del gobierno y del establishment.
El jefe del gobierno provincial de Bavaria, donde en las primeras dos semanas de septiembre llegaron más de 60.000 inmigrantes, y presidente de la Unión Social Cristiana (cónyuge de la CDU en Bavaria) Horst Seehofer criticó esta decisión como “un error que nos ocupará mucho tiempo. No veo la posibilidad de tapar esta botella.”
Este discurso racista se parece a los dichos del ministro del interior del Estado Español o del expresidente francés Nicolás Sarkozy, que compararon la inmigración con unas “goteras”.
El anterior Ministro del Interior Hans Peter Friedrich (CSU) dijo que era “completamente irresponsable que decenas de miles entren al país sin registro ni control, lo que dificulta averiguar cuántos de ellos son militantes del Isis [Estado Islámico, IS] o luchadores islamistas”, jugando claramente con el sentimiento anti musulmán que se expresó en el movimiento xenófobo Pegida.
En un plenario de los presidentes de las bancadas de los parlamentos provinciales y del Bundestag de la CDU, la mayoría de los representantes apoyaron la crítica hecha por la CSU hacia Merkel y advirtieron a los peligros de “atrae” a los refugiados.
Las nuevas resoluciones dejan en evidencia que lejos de “atraer” a los refugiados, el gobierno con sus medidas reaccionarias intenta impedir la llegada de más personas.
Lo que realmente lleva a los refugiados a escapar de sus países no son algunos dichos de los políticos burgueses, sino la política imperialista de Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, etc., de intervenciones militares, ocupaciones y exportaciones de armas, que destruyen los países de origen de la absoluta mayoría de los inmigrantes como Siria, Afganistán, Somalia o Eritrea.
La CSU se “solidarizó” también con el presidente húngaro Victor Orbán que acaba de cerrar completamente su frontera con Serbia y quiere construir otra valla entre su país y Rumania, aplicando penas de cárcel a los inmigrantes “ilegales” de hasta cinco años o deportándolos en pocos días.
Orbán por su parte criticó a la canciller alemana por sus dichos que “animarían a los inmigrantes” y es el principal opositor a los planes de “reparto” de los inmigrantes entre los estados europeos. El jefe del partido antieuropeo xenófobo UKIP de Gran Bretaña, Nigel Farange, culpó a Merkel por haber dicho “que todos pueden venir”.
El restablecimiento del control fronterizo es una concesión a este sector de la derecha conservadora. Por eso fue aplaudido fuertemente por la CSU pero también por todos los jefes de gobiernos provinciales que se reunieron este martes 15.
Además, cuenta con el apoyo de la socialdemocracia. Su jefe y Ministro de Economía y Energía, Sigmar Gabriel, defendió esta medida diciendo que probablemente llegarán un millón de refugiados a Alemania. Resaltó que otro elemento importante de la medida es su efecto “ejemplar” hacia otros países europeos y hacia los refugiados mismos.
El gobierno alemán quiere destruir su propia fama como país que da “bienvenida” a los refugiados, impidiendo que más refugiados entren a Alemania, y reforzar la presión hacia los países que no apoyan su solución de reparto.
Al mismo tiempo, la decisión rápidamente llevó a que Austria también restableciera su control fronterizo, enviando 2.200 soldados a sus fronteras. También conllevó la suspensión del tránsito de trenes hacia Alemania, por lo que miles de inmigrantes quedaron atrapados en la ciudad austriaca de Salzburgo y tuvieron que caminar a pie por las vías de tren.
Esta es la verdadera política migratoria alemana, que empeora las condiciones de los refugiados que ya están pasando por un infierno europeo.
Después de reunirse con el canciller austriaco Werner Faymann, Angela Merkel respondió a las críticas a su política. “Tengo que decir seriamente: si empezamos a pedir disculpas por mostrarnos amables en situaciones de emergencia, este no será mi país. Y lo voy a decir nuevamente: lo podemos lograr y lo vamos a lograr”.
Atacando directamente a los críticos dentro del gobierno, sus dichos se basan en el apoyo mayoritario que tiene la llegada masiva de los refugiados en la población. Algo que se expresa en las múltiples “iniciativas de bienvenida” que hay en muchas ciudades del país para organizar el apoyo material a los inmigrantes.
Su política es “mostrarse amable” de vez en cuando, para ganar respeto y volver con la mano dura de restricciones a las leyes de asilo, acelerando las deportaciones y cierres de fronteras. Pero las críticas de la derecha conservadora muestran la inquietud creciente de sectores de la burguesía, que exigen más restricciones y más deportaciones.
El restablecimiento del control fronterizo como concesión a estos sectores deja vía libre al crecimiento de movimientos derechistas, como ya se pudo ver el lunes pasado cuando se volvieron a reunir miles de personas en Dresde, llamadas por el movimiento xenófobo Pegida.
Crisis en la Europa del capital
La medida reaccionaria del gobierno alemán se da en el marco de una profunda crisis del proyecto imperialista de la “unidad europea”.
La crisis migratoria llevó a la formación de bloques regionales de países con intereses opuestos, el fortalecimiento de las fronteras nacionales y la crisis de tratados comunes como Schengen (que permite el libre tránsito) o el sistema de Dublín.
La profundidad de esta crisis se demostró en el fracaso de la reunión de los ministros del interior de la UE el lunes 14/09, donde los países del este de Europa pudieron frenar la aprobación de la política de “reparto” impulsada por los gobiernos alemán y francés.
Sigmar Gabriel calificó este “resultado” como una “vergüenza” para Europa. El Ministro del Interior, Thomás de Maiziere, exigió cínicamente la “solidaridad europea” y criticó al gobierno griego por dejar pasar a los inmigrantes hasta el centro de Europa, pocos meses después de que Alemania impusiera su pacto de coloniaje sobre Grecia.
Frente a la crisis de la Europa del Capital, cuyas medidas fomentan el racismo y la xenofobia, se están desarrollando importantes manifestaciones en solidaridad con los inmigrantes en toda Europa. El fin de semana del 12/09 se reunieron 100.000 personas en Londres, 30.000 en Copenhague, 5.000 en Hamburgo y miles de personas en diferentes ciudades del Estado Español, en repudio a las políticas racistas de sus respectivos gobiernos.
Es necesario un gran movimiento de solidaridad en Europa para luchar contra las leyes reaccionarias como es este restablecimiento del control fronterizo. Un movimiento que defienda un programa de emergencia que incluya las demandas democráticas de los refugiados y demandas sociales por trabajo y vivienda digna para todos. Para que sean los capitalistas los que paguen los costos de la crisis migratoria.
Solo una estrategia internacionalista y anticapitalista puede ofrecer una salida progresiva a la crisis migratoria en la perspectiva de la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa.