[Desde Berlín] En este artículo Stefan Schneider de Klasse gegen klasse –parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario–da cuenta del proceso reciente huelgas salariales en Alemania en el marco de las cuales miles de trabajadores de la salud y los cuidados salieron a las calles estas semanas, así como la importancia de unificarlas en un movimiento contra la creciente crisis social y la inflación, pero también contra el rearme imperialista en curso.
La fecha fue simbólica: Los trabajadores de salud de Renania del Norte-Westfalia, el Estado federal más poblada de Alemania con casi 18 millones habitantes, habían puesto un ultimátum al gobierno estadual de 100 días hasta el 1° de mayo, el día internacional de lucha de la clase trabajadora, para cumplir con todas las demandas del gremio, o sino enfrentarse a una huelga ilimitada en los seis grandes hospitales universitarios de la provincia. Los trabajadores exigen una cuota mínima obligatoria de personal en todas las unidades hospitalarias y mayores compensaciones por la sobrecarga laboral que es notoria en el conjunto del sistema de salud en Alemania. Con estas demandas, los trabajadores de la salud de Renania del Norte-Westfalia tomaron el ejemplo del movimiento hospitalario de Berlín del año pasado que protagonizó más de un mes de huelga hasta ganar sus demandas.
Como era de esperar, el gobierno estadual no respondió al reclamo, y miles de trabajadores se pusieron en huelga desde el lunes 2/5. Al final de la primera semana de huelga que afectó fuertemente a los seis mayores hospitales de Renania del Norte-Westfalia, el sábado se movilizaron más de 2.500 trabajadores para una manifestación en la capital estadual Düsseldorf. Una fuerte señal para la segunda semana de la huelga ilimitada que empezó este lunes, y para presionar al gobierno ante las elecciones estaduales del próximo domingo 15/5.
Pero no fue el único paro laboral en estas semanas. También hubo una jornada de huelga nacional de los trabajadores de los servicios sociales y las guarderías infantiles el 4/5 por mejores condiciones laborales y mayores salarios, con participación de decenas de miles de trabajadores en todo el país, además de otras jornadas provinciales como la de este martes 10/5. Una segunda jornada de huelga nacional se dio este jueves 12/5.
Estas huelgas masivas son solo dos ejemplos de conflictos laborales que se darán en las próximas semanas y meses en la mayor economía de Europa. Los trabajadores de telecomunicación de la empresa multinacional Telekom pararon este martes 10/5 por un aumento de 6 % de salario, manifestándose por el centro de Berlín con más de mil huelguistas. En el gremio del acero, el sindicato metalúrgico IG Metall resolvió la demanda de 8,2 % de suba salarial para la duración de un año y podría empezar con huelgas de advertencia ya en mayo. También habrá negociaciones colectivas en otoño en la industria química y en la industria metalúrgica, y a partir de diciembre en el servicio público con millones de trabajadores afectados.
Estos conflictos laborales se dan en el marco de una situación económica convulsiva. La inflación en Alemania alcanzó el mayor nivel desde hace más de 40 años en el mes de abril, con 7,4 % en comparación con abril pasado, sobre todo a causa de la suba de los precios de combustibles y alimentos. Y esto es solo el comienzo: según una encuesta del instituto económico ifo, alrededor de dos tercios de las empresas planean subir sus precios en el próximo período. Las causas inmediatas son la guerra en Ucrania y sus implicancias para el suministro de gas, petróleo, granos y otros commodities, pero también la pandemia aún en curso que presiona sobre las cadenas de producción y logística.
El rumbo geopolítico condiciona las huelgas en curso
Pero no es solo la economía lo que condiciona este fenómeno de huelgas que estamos viendo en estas semanas, sino también la geopolítica y el nuevo rumbo del imperialismo alemán que anunció el canciller socialdemócrata Olaf Scholz pocos días después del comienzo de la guerra en Ucrania. El gobierno alemán quiere imponer un gasto extra para el Bundeswehr, el ejército alemán, de 100 mil millones euros en los próximos cinco años, lo que subiría el gasto anual militar de Alemania a más de 70 mil millones euros, con lo que podría llegar a ser la tercera fuerza militar mundial en términos de gastos, alcanzando finalmente el objetivo de gastos militares del 2 % del PBI como lo demandan sus socios de la OTAN desde hace muchos años.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, ésta ha servido para legitimar este giro armamentista que sin embargo ya estaba contemplado durante muchos años por los estrategas del imperialismo alemán. Por el momento, la guerra hizo que Alemania se alineara detrás de la política de EE. UU. frente a Rusia, llegando incluso a mandar armas pesadas como tanques al escenario de guerra como lo demandó el socio atlántico, rompiendo así con una política de décadas del imperialismo alemán. Sin embargo, estratégicamente, una mayor capacidad militar alemana podría servir también para ubicarse más independientemente de EE. UU., Rusia y China, y convertirse en una potencia militar que no necesariamente pueda enfrentarse directamente a otros países imperialistas, pero que no sea dependiente de ellos para defender sus propios intereses económicos y geopolíticos. Una reubicación estratégica en un mundo que está volviendo cada vez más al enfrentamiento directo entre Estados-naciones.
Este giro histórico se tiene que financiar. He aquí el gasto de 100 mil millones euros para el ejército que podrían por el contrario servir para terminar con la crisis de salud, de cuidados, de educación, acabar con la precarización laboral y combatir el cambio climático. Cabe recordar que el combate a estos problemas sociales era lo que el gobierno mismo prometió llevar adelante cuando se proclamó la “coalición del progreso” entre los socialdemócratas del SPD, el partido verde y los liberales del FDP en otoño pasado. Si la guerra en Ucrania es una “Zeitenwende”, un cambio de época, como lo anunció el canciller Scholz, se refiere al giro armamentista para convertir a Alemania en un imperialismo más intervencionista y acabar con la relación más estrecha con Rusia de los gobiernos anteriores. Pero este giro sirve también para desnudar la demagogia reformista del gobierno de Scholz, mostrando que para defender los intereses estratégicos del imperialismo alemán se cae rápidamente la máscara social que se puso el gobierno. El ministro de Finanzas, Christian Lindner (FDP), y el ex-presidente Joachim Gauck fueron los políticos que más cínicamente expresaron esta línea política: Para defender la “libertad”, habría que “soportar un poco de frío” –dijo Gauck, refiriéndose al auge de las tarifas de calefacción a causa de las sanciones contra Rusia–, y para soportar la política guerrerista del gobierno, “tenemos que lograr que la gente tenga ganas de trabajar y hacer horas extras”, dijo Lindner.
En este sentido, las huelgas salariales que estamos viendo en los sectores de salud y cuidados, y las que se están anunciando en otras ramas, tienen que convertirse en una respuesta contundente por parte del movimiento obrero a esta política del gobierno alemán. Muestran que los trabajadores se pueden movilizar para ganar sus demandas y para enfrentarse a esta crisis social que ya está empezando y que no hará más que profundizarse mientras la guerra continúa. Con la tasa de inflación anual en 7,4 %, la tarea inmediata está en organizar huelgas salariales que peleen por subas salariales por encima de la inflación, en la perspectiva de una escala móvil de salario ligada directamente a la inflación. Pero no basta con aumentar el salario promedio, ya que sobre todo las capas más bajas de la clase trabajadora, muchos de ellos mujeres y migrantes, están afectadas desproporcionadamente por el auge de tarifas y precios de productos básicos. Por esto, también tiene que ponerse sobre la mesa la lucha por un alto a los precios de luz, gas, combustible y productos básicos, y el control de los precios por comités de trabajadores y consumidores.
Todo esto tiene que ligarse a la lucha directamente política en contra del proyecto de rearme del gobierno. No solo porque los 100 mil millones euros que se gastarán en el ejército podrían servir para combatir la crisis social y ambiental, sino porque estos gastos llamados “de defensa” son en realidad gastos para aumentar la capacidad ofensiva del Bundeswehr, como explicamos arriba. Es decir, su propósito es ubicar a Alemania ya no solo como gran potencia económica sino también militar.
La burguesía busca romper el consenso pacifista
El gobierno alemán busca no solo avanzar rápidamente en concretizar el rearme del ejército que se votará en las próximas semanas en el Bundestag, el parlamento alemán. Sino también busca liquidar uno de los mayores obstáculos históricos a este giro militarista: el sentimiento pacifista en gran parte de la población alemana.
Según una encuesta de la semana pasada, el 57 % de la población teme una expansión de la guerra tras el suministro de armas pesadas, y el 44 % está de principio en contra de mandar armas pesadas a Ucrania. Sin embargo, en el parlamento nacional, el 85 % de los parlamentarios votó sí al suministro de armas el 28/4. Los mismos parlamentarios son los que votarán el proyecto de ley sobre el rearme del ejército alemán.
Para cerrar esta brecha, el gobierno y los medios burgueses lanzaron una amplia campaña en contra de todos aquellos que cuestionan mínimamente a la política del gobierno. Para nombrar solo dos ejemplos:
• el 29/4 se publicó una carta abierta de 28 intelectuales, periodistas, artistas y scientíficos, entre ellos la feminista Alice Schwarzer (cuya revista Emma sirvió como plataforma de publicación de la carta abierta), el periodista Ranga Yogeshwar, la filósofa Svenja Flaßpöhler, o los escritores Martin Walser y Juli Zeh. En esta carta, los firmantes primero felicitan al canciller Scholz de haber “contemplado hasta ahora tan escrupulosamente los riesgos” para después pedirle volver a su posición anterior de no mandar armas pesadas a Ucrania. Es decir, una crítica más bien tibia que no se enfrenta ni al rearme del ejército, ni al suministro de armas per se, ni a las sanciones devastadoras contra Rusia. La carta fue después publicada en la plataforma change.org, donde ha llegado a casi 300.000 firmas. La respuesta en los medios y en los partidos gobernantes sin embargo fue otra: “Así se ve la capitulación”, comentó la Frankfurter Allgemeine Zeitung; el ministro de Economía, Robert Habeck, de los Verdes, llamó a la carta abierta “pacifismo vulgar”, y en el diario Zeit le dieron la palabra al exsecretario general de la CDU, Ruprecht Polenz, para calificar la carta abierta como “cínica y errónea”. Una semana más tarde, más de 50 intelectuales, políticos, sociólogos y politólogos, periodistas y escritores como Ralf Fücks, Michel Friedman, Wladimir Kaminer, Daniel Kehlmann, Sascha Lobo, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, Armin Nassehi o Thomas Risse, respondieron en su propia carta abierta, publicada en el Zeit, pidiendo un “suministro contínuo de armas y munición” y llegando a decir que “en las manos de los atacados, incluso tanques son armas defensivas”;
• un segundo ejemplo es el ensayo que publicó el filósofo alemán Jürgen Habermas a fines de abril con el título “Guerra e indignación” en el que se asombra de la “conversión de los pacifistas de antes”, que se hubieran “casi volteado en su realismo”. Alertó que en la época actual, una guerra contra la potencia nuclear rusa “no se puede acabar más en el sentido clásico mediante la victoria o la derrota”, y que a pesar de todo “aún hay que negociar con él [Putin] un fin de la guerra o por lo menos un armisticio”. Sin embargo, terminó su ensayo con “la formulación cautelosa del objetivo de que Ucrania no debe perder la guerra”. Tampoco aquí se expresa una posición coherente antimilitarista. Para el Frankfurter Allgemeine, no obstante, el ensayo fue suficiente para tergiversarlo preguntando “Entonces hay que pedirle permiso a Putin?”. Al contrario, para el medio más importante de la burguesía alemana, “se hace necesaria una política exterior de Occidente que no se deje condenar a la pasividad por la posibilidad de una guerra nuclear”. La revista SPIEGEL fue más allá. Su comentarista Nikolaus Blome explícitamente pidió armas nucleares para Alemania y explicó “cómo llegué a amar la bomba”.
Ya en 1999, los mismos Verdes en el Ministerio del Exterior argumentaban con la “responsabilidad alemana” tras la Segunda Guerra Mundial para legitimar la guerra en Kosovo. Este 8 de mayo, el canciller Olaf Scholz hizo lo mismo, legitimando el suministro de armas pesadas como consecuencia de la lección histórica “Nunca más guerra”, y llegando a decir que Alemania no aceptará una “paz dictada” por Putin y que “Putin no ganará la guerra”, y que esto sería para él el “legado del 8 de mayo”. Una tergiversación aberrante que legitima el rearme del imperialismo “democrático” alemán con la victoria sobre el imperialismo alemán de los Nazis.
Construir un gran movimiento contra el rearme y el militarismo
Como dijimos, casi la mitad de la población está en contra del giro armamentista del gobierno alemán frente a la guerra en Ucrania. Sin embargo, en las calles no se expresa este rechazo. En las primeras semanas de la guerra, hubo varias manifestaciones multitudinarias con cientos de miles de personas, organizadas por las ONG, las iglesias y los sindicatos. Pero justamente los sindicatos juegan un rol muy ambiguo en la situación actual. Oficialmente están en contra del rearme y en contra del suministro de armas pesadas. Pero para la burocracia sindical, en el gobierno encuentran en Olaf Scholz y compañía sus propios compañeros con los que comparten su afiliación a la socialdemocráta SPD. La movilizaciones que organizaron fueron en muchos casos antirrusas explícitamente a favor de sanciones duras y de apoyo a la línea del gobierno. El primero de mayo, llegaron al colmo de invitar a todas las grandes figuras del SPD para subir al escenario y justificar el giro militarista del gobierno. Así por ejemplo, el canciller Scholz habló en el acto sindical en Düsseldorf donde legitimó el suministro de armas y calificó a sus críticos de “cinismo” y con una “ubicación anticuada”.
Sin embargo, hay también ejemplos opuestos: el mismo primero de mayo, los discursos de Scholz y otras figuras socialdemócratas como Franziska Giffey en Berlín o Dieter Reiter en Múnich fueron interrumpidos por gritos antimilitaristas por parte de grupos sindicales y de izquierda. En estructuras sindicales de base también hay muestras de oposición a la política del gobierno: El movimiento hospitalario en Berlín votó una resolución contra la guerra y el rearme que fue retomado por otras estructuras en todo el país.
Ante las huelgas actuales que se dirigen contra la carestía de la vida y las condiciones laborales pésimas, se hace necesario convertir estas luchas en expresiones del descontento aún pasivo de sectores de masas para armar un frente contra el rearme imperialista. Por esto, desde Klasse Gegen Klasse proponemos una gran campaña con movilizaciones y huelgas contra la votación del paquete de rearme en el parlamento y en contra de la carestía de vida.
Las huelgas en Renania del Norte-Westfalia y las luchas por venir en los próximos meses contienen el potencial de irrupciones mayores ante la inactividad de la burocracia sindical frente al histórico giro militarista del gobierno y la creciente presión de la inflación sobre las condiciones de vida de las masas. Para desencadenarlas, será necesaria la autoorganización de los trabajadores, como por ejemplo en asambleas para decidir sobre el rumbo de las huelgas. El movimiento hospitalario de Berlín del año pasado ya contó con experiencias iniciales en este sentido que pueden ser un modelo para otras luchas laborales que también podrían desafiar la política de rearme del gobierno.
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