Movilizaciones populares en toda Latinoamérica marcan un nuevo signo político en el continente: en Costa Rica y Ecuador contra el FMI, en Colombia contra la policía, en Chile contra el régimen pinochetista de la dictadura, en Bolivia con un fuerte revés de la derecha golpista y en Argentina la resistencia de los vecinos de Guernica que muestra el problema estructural del acceso a la vivienda, son parte de una disposición para la lucha que augura nuevos conflictos de clase.
Martes 3 de noviembre de 2020
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En noviembre de 1983 Charly García sacó “Clics Modernos”, en donde reflejaba un clima de época al cantar “Están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal”. En noviembre de 2020 podemos volver sobre esta frase para preguntarnos ¿Sigue todo tan normal? ¿Qué rol podemos jugar les jóvenes en este contexto? Empezando porque nadie se esperaba que íbamos a estar atravesando una de las pandemias más importantes de nuestra historia, y que como telón de fondo veríamos surgir a grandes fenómenos políticos que cuestionan aspectos centrales del sistema en el que vivimos.
1 Resistencia
Entrevistamos al docente de la UBA Alejandro Schneider acerca de la situación latinoamericana y nos plantea una idea que vale la pena retomar: “Veníamos de un proceso de movilizaciones importantes en el 2019 y hubo una especie de freezer que fue la pandemia y eso no lo podemos negar. Ahora bien, se ha comenzado a entibiar al freezer y ha empezado a descongelarse. Tengo la imagen de un refrigerador que empieza a moverse y empieza a circular el agua. Empieza a resurgir el nivel de protestas.”
Al cierre de esta edición, están terminando las elecciones en Estados Unidos después de una contienda electoral marcada por una crisis social, económica y política signada por la pandemia, que influyeron en las movilizaciones más grandes de las últimas décadas, poniendo en cuestión al racismo y al capitalismo. Sin embargo, tanto el Partido Demócrata como el Republicano buscan desviar ese fuerte cuestionamiento por la vía electoral, intentando frenar las gigantescas movilizaciones que hicieron temblar las raíces del imperio y que van mucho más allá de un recambio electoral. No hay un mal menor entre Biden y Trump: ambos candidatos responden a los grupos concentrados de Silicon Valley y a los lobos de Wall Street que financiaron ambas campañas. Vale la pena recordar que en Estados Unidos ni siquiera se define la elección por el voto popular: quienes determinan al ganador son los delegados del antidemocrático colegio electoral, aunque después vendan espejitos de colores y digan que son la democracia perfecta.
El fantasma de la lucha de clases recorrió gran parte del continente y encontró nuevas energías entre les más jóvenes que encabezan las revueltas en Estados Unidos y Chile. Hace tan solo un año, al extremo sur, las estudiantes secundarias saltaron los molinetes del subte ante un aumento del boleto del presidente derechista Piñera. Con este acto de rebeldía, activaron la bronca acumulada por todo el pueblo trabajador, que se sintetizó en la consigna “No son 30 pesos, son 30 años”, cuestionando la herencia pinochetista y abriendo paso a la rebelión que sacudió los cimientos de un régimen continuador de las políticas del periodo militar.
Tres días después de la huelga general del 12 de noviembre de 2019, se pactó entre los partidos tradicionales lo que sería una reforma constitucional, que incluye también a los partidos supuestamente opositores a Piñera, como la Concertación, el Frente Amplio y el Partido Comunista que son parte de "la cocina” constituyente. Con este intento de desviar la persistente fuerza social hacia la votación, buscan salvar a Piñera y al régimen de conjunto. Finalmente, este 23 de octubre la reforma obtuvo un contundente 80% de aprobación. La juventud y el pueblo trabajador chileno tienen grandes desafíos para avanzar en “Borrar (el legado de Pinochet) será nuestro legado”.
Las elecciones que dieron ganador al MAS en Bolivia y el referéndum de Chile, que aplastó a la oposición, fueron reveses para la derecha continental aliada al imperialismo norteamericano. Pero no son derrotas estratégicas: ellos han mostrado su voluntad de no respetar las urnas y utilizar la fuerza si es necesario, o el poder judicial y/o parlamentario, como en Brasil u Honduras. Las elecciones en Bolivia y el “Apruebo” en Chile, son inentendibles sin los procesos de organización y lucha. Dependerá de la lucha de clases y de la organización de trabajadores, mujeres y jóvenes -que vienen llevando un rol clave- para lograrlo. La pelea por la correlación de fuerzas en la región no se definirá en las urnas, sino en las calles.
2. Las calles hablan
Llama mucho la atención la ausencia de la lucha en las calles, entre los principales analistas para pensar el triunfo del MAS en Bolivia, como discute Claudia Cinatti en esta nota. Parecería que con las elecciones fue suficiente para derrotar a la derecha golpista. Más que un simple olvido, muestra una intención de quitarle importancia a más de 40 días de resistencia del pueblo boliviano, con un saldo de 40 muertos por la represión policial y el desarrollo de un sector de lucha contra el golpismo, con sus máximas expresiones en Senkata y Sacaba.
La resistencia del pueblo boliviano dejó claro el límite a la extrema derecha y a la injerencia creciente de las Fuerzas Armadas. Junto con otros aspectos como la pandemia y la desastrosa respuesta sanitaria, fue este despliegue de la lucha de clases lo que debilitó al gobierno de Añez y obligó posteriormente, con las movilizaciones de agosto de 2020, a poner una fecha para las elecciones. La derecha golpista buscó por todos los medios alargarlas para ganar fuerza, pero finalmente no pudieron imponerse. Camacho no logró saltar el cerco de la zona santacruceña. Creyeron que, en un país mayormente obrero y campesino, no hacía falta construir una hegemonía más allá de los sectores oligárquicos que representan. Lejos de establecer un diálogo con esas mayorías, quemaron la bandera whipala y reprimieron y persiguieron a los sectores que resistieron el golpe. La única manera en que lograron mantenerse en el poder fue a costa de la represión de los sectores organizados y por la negociación cotidiana con el MAS, que pidió todo el tiempo “pacificar” las movilizaciones y traicionó la lucha.
El tire y afloje de la fecha electoral, negociada con el MAS, como también la pésima gestión de la pandemia, generó una enorme crisis social y sanitaria que despertó nuevamente las movilizaciones en contra del golpismo. Y aunque Arce logró una contundente victoria, deberá lidiar con sectores combativos que despiertan los músculos para pelear.
3 ¿Integración?
Los “sucesores” de los gobiernos posneoliberales, como Lenin Moreno, Fernández en Argentina y ahora Arce, se enfrentan a una situación económica muy distinta a la del alza de las materias primas en el mercado internacional en 2005: la gestión de la pandemia y economías en recesión empujan a enormes sectores sociales a la lucha. Frente a esta situación aguda, las garras del FMI presionan a los gobiernos por políticas más reaccionarias. Los gobiernos posneoliberales apuestan a alternativas más “moderadas”, en momentos de mayor polarización con la derecha. Esto implica pactar con los sectores del “poder real”, muy lejos de los intereses de las mayorías populares: Como las Fuerzas Armadas y los golpistas en Bolivia; o Fernández en Argentina, que entre los bancos y los jubilados… redujo las jubilaciones y no tocó las ganancias millonarias de los bancos. Veamos con mayor detalle.
Garcia Linera, en esta entrevista, decía que había que pensar el problema de la resistencia a los golpes de Estado, ante una derecha que demuestra que está dispuesta a cualquier tipo de método violento para imponerse:
“Las fuerzas de izquierda tienen que debatir (...) y pensar cómo tendrán que ser contenidas, derrotadas, las intentonas golpistas y hasta paramilitares, con las que son capaces de intentar recuperar violentamente el poder. (...) Sobre ese hecho nuevo, el antiguo debate sobre el monopolio de la coerción.”
Es importante decir que no hay nada nuevo: no es la primera ni será la última vez que la derecha utiliza a las fuerzas armadas para imponerse mediante golpes de Estado. A pesar de esto, el gobierno de Evo Morales no tocó a esas fuerzas represivas -que ya habían disparado contra el pueblo en la Guerra del Gas-, sino que llamó a pacificar y desorganizar al pueblo trabajador. ¿Cómo piensan enfrentar a estas fuerzas represivas golpistas? Más aún, Arce ya declaró que no avanzará ni siquiera en condenar a los responsables de las masacres de Senkata y Sacaba. Prefieren pactar con la derecha antes que organizar al pueblo trabajador.
Y en Bolivia, como en Chile, se mostró que hay importantes sectores de la población dispuestos a enfrentarse a la represión y a la derecha, cuestionando las políticas de ajuste y cambiando el signo político de la situación regional. Como también en Argentina con los vecinos que resistieron en Guernica, la organización popular en Colombia contra el ajuste y la policía y en Ecuador contra las reformas de Lenin Moreno. ¿Serán postales del futuro? Creemos y apostamos a que sí.
4 “Correte trosko, estamos gobernando”
En Argentina la moderación con giro a derecha, tiene ya expresiones concretas más allá de la candidatura de Fernández, con un llamado a conformar un Pacto Social en una carta por Cristina. Su contenido se mostró esta semana, y es parecido al que formuló Perón en 1973 con la CGT y la CGEmpresarial: aunque intentaba un acuerdo de paz social donde no hubiera aumento de precios ni tampoco conflictividad obrera, en la práctica implicó dejar correr a la derecha y los capitalistas, e intentó contener a los sectores populares, con represión para quienes salieron a luchar.
El discurso desplegado por el peronismo, luego de la reforma previsional en 2017, buscó apaciguar la lucha de clases que debilitó al macrismo, a través de sindicatos, organizaciones, centros de estudiantes y parlamentarios, buscando convencer de que las urnas eran la mejor forma de enfrentarlo.
Sin embargo, a un año de la asunción de Fernández, un Pacto Social en medio de una crisis capitalista catalogada como la más crítica desde 1929, ha mostrado que para los trabajadores no hay ni migajas: no paran los despidos, no hay aumentos salariales y anuncian que van a sacar el IFE que perciben de manera insuficiente 9 millones de familias. Seguimos esperando que se apruebe el aborto legal seguro y gratuito, para que dejen de morir las mujeres más pobres en la clandestinidad. Y para aquellos que se resisten a caer en la miseria, represión y desalojo como a los vecinos en Guernica.
No es la misma respuesta a los ricos, aunque flagrantemente en la ilegalidad, como Vicentin, o los countries privados que ocultan la compra de terrenos en la dictadura militar. Afectar las ganancias de los bancos, te la debo. Y el impuesto a las grandes fortunas, todavía lo seguimos esperando. Pero el presupuesto 2021 a medida del FMI, tuvo aprobación expres. A un año de asumido el gobierno de Alberto Fernández, la idea del “Frente de Todxs” queda cada vez más lejana, porque finalmente no es con todxs. Las topadoras valen más que mil relatos.
La pelea por el acceso a la vivienda digna se enmarca en un índice de pobreza del 40%, paradójicamente en un país donde los recursos naturales y las tierras abundan, pero se concentran cada vez más en un puñado de ricos. Con la agudización de la crisis social y económica, será cada vez mayor esta desigualdad, empujando a millones a la miseria. Como se viene mostrando en la pandemia, aumenta cada vez más la brecha social entre los más ricos y los más pobres.
En el violento desalojo de Guernica vimos al “gobierno de científicos” prender fuego casillas y pasar por encima de las pocas pertenencias que tenían las familias, niñes y mujeres, que en muchos casos escapaban de la violencia machista en sus casas. Aunque ahora salga el peligroso “payaso” de Berni por los canales de TV diciendo que los gases lacrimógenos y las balas de goma los tiró la izquierda, el pacto social que propone Cristina implica represión a la protesta. Y no olviden que de envalentonar a la derecha no se vuelve, ahí está Bolsonaro en Brasil para comprobarlo.
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5 Donde hay que estar
Las posibilidades de que una degradación cada vez mayor de las condiciones de vida sea aceptado “mansamente” y sin conflictividad social, son inexistentes. La resistencia de las familias de Guernica es una muestra en pequeño de esto: Nuevos sectores dispuestos a organizarse, mayores niveles de lucha y acción directa y disposición para pelearla hasta el final. Además, se acelera una experiencia con el gobierno, incluso de parte de muchas familias trabajadoras que los votaron contra el ajuste macrista, pero no ven mejoras en sus condiciones de vida. En un país con gran tradición de lucha de las organizaciones de trabajadores, sociales y de la izquierda, la juventud precarizada y los desocupados ya levantan la cabeza y ponen al desnudo la necesidad de unificar estas luchas para golpear con un solo puño.
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Los sindicatos y centros de estudiantes no pueden ser ajenos a esta realidad ¿Dónde estuvieron la mayoría de los que se llaman progres y están ligados al gobierno cuando las familias de Guernica necesitaban su apoyo? Desde la Juventud del PTS y La Red de Precarizadxs nos pusimos a disposición, resistiendo el desalojo junto a les jóvenes y las mujeres organizadas que pelearon contra la policía de Berni y Kicillof. Organizamos colectas de donaciones y estamos poniendo nuestros conocimientos al servicio de la lucha de clases, como con la posta sanitaria que organizaron estudiantes y trabajadores de la salud. El sábado pasado también se reunieron jóvenes de Lugano para potenciar esta alianza entre estudiantes, trabajadores informales, formales y desocupados que es fundamental para las batallas que tenemos por delante.
Se abre una nueva etapa de cambios bruscos y conflictividad social donde les jóvenes podemos hacer un aporte decisivo acompañando los procesos de organización y lucha que seguirán presentes hasta conquistar condiciones de vida dignas. Las tomas seguirán ocurriendo porque no hay un horizonte a la vista donde los vecinos obtengan una vivienda, y pelearán por ella hasta las últimas consecuencias. En Capital Federal, las mujeres de “El Hotelito” se enfrentan a las amenazas de desalojo de Larreta, o en la provincia de Buenos Aires la toma de Los Ceibos en la que se montó una posta educativa, entre otras experiencias que siguen resistiendo. Porque si quieren que los pobres y los sin techo se resignen a la miseria de este sistema, tenemos que responder con solidaridad a todas esas familias, exigiendo a los sindicatos y centros de estudiantes que sean parte de la lucha.
Les jóvenes venimos de protagonizar muchos de los procesos que fuimos detallando. Hay que seguir el ejemplo de la juventud precaria que, junto a estudiantes secundaries, batalló en las trincheras contra los pacos en Chile. A medida que se profundiza la crisis tenemos que tomar partido y decidir de qué lado de la mecha nos vamos a encontrar, y motorizar la bronca del pueblo trabajador que las burocracias quieren tapar. No hay lugar para medias tintas, porque como ya lo vienen demostrando las juventudes del PC y el FA en Chile, el MAS en Bolivia y el kirchnerismo en Argentina, sus proyectos siempre terminan manteniendo el statu quo de los de arriba.
De este lado, estamos les que queremos construir una juventud anticapitalista y revolucionaria que pelee en todo el mundo junto a les trabajadores, por las condiciones de vida que nos merecemos y que el capitalismo no puede darnos. En esta perspectiva, el Frente de Izquierda Unidad es un punto de apoyo por ser una referencia para cientos de miles de jóvenes que ven la necesidad de pelear con independencia política del Estado, los empresarios, las iglesias y los poderosos.
Las enseñanzas que nos dejan los procesos de lucha de clases son nuestra trinchera. Desde los lugares conquistados en las organizaciones de trabajadores, barriales y estudiantiles tenemos el desafío de ligarnos a los sectores que están a la vanguardia de las peleas en curso, por el derecho a la vivienda y todas nuestras demandas.