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Francia. Anasse Kazib: “Hacer política colectivamente, como trabajadores, como jóvenes, como oprimidos”

Anasse Kazib, trabajador ferroviario, hijo de inmigrantes marroquíes y dirigente obrero de Révolution Permanente (RP), reconocido en la vanguardia por su defensa de los derechos de los trabajadores, las luchas ambientales y de las familias de víctimas de la represión policial. Reproducimos su discurso en el acto de su organización -integrante de la Red Internacional La Izquierda Diario-, convocado para "volver a poner la revolución en la agenda", el pasado 6 de marzo.

Sábado 9 de marzo 18:33

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Al menos 800 personas abarrotaron la sala principal del centro cultural y artístico La Bellevilloise, y los dos bares que habían sido acondicionados para la ocasión con pantallas gigantes. Varios cientos que quedaron afuera lo siguieron por la transmisión simultánea en Youtube. En el acto convocado por Révolution Permanente (RP) bajo la consigna de "volver a poner la revolución en la agenda", participaron entre otros el economista y filósofo Frédéric Lordon, el abogado de derechos humanos franco-palestino Salah Hamouri, la militante de la lucha de los sin papeles Mariama Sidibé, el dirigente sindical perseguido Christian Porta, la dirigente de RP Daniela Cobet y la feminista socialista, militante de Du Pain et Des Roses (Pan y Rosas. N. de T.) Sasha Yaropolskaya.

A Continuación reproducimos el discurso de Anasse Kazib -referente ferroviario, reconocido en la vanguardia francesa y dirigente obrero de Révolution Permanente- en dicho acto.


Quiero decirles, camaradas, que me siento orgulloso de poder contar entre nosotros, en esta reunión de Révolution Permanente, con figuras tan importantes de nuestro campo social que contribuyen a luchar por un horizonte diferente, a organizar a sectores de nuestra clase, a luchar contra la reacción y a aportar análisis y reflexión política sobre los males que aquejan a millones de explotados y oprimidos desde Gaza a París y en todo el mundo.

La situación que vivimos hoy no se parece en nada a la del año pasado, cuando al mismo tiempo había varios millones de huelguistas y manifestantes contra la reforma de las jubilaciones. Por supuesto, las luchas no han desaparecido totalmente.

También quiero saludar aquí el combate de los trabajadores sin papeles, que acaban de obtener más de 600 regularizaciones tras varias luchas, sobre todo en las obras de los Juegos Olímpicos. Su intransigencia y su confianza en sus propias fuerzas son un ejemplo para todos los que luchan.

También quiero aprovechar esta ocasión para saludar, como lo hizo Elsa antes, al personal de la educación nacional presente en esta sala, en particular en los departamentos 93 y 95, que, a pesar del silencio de los medios de comunicación, se moviliza actualmente junto a los alumnos y sus padres contra los recortes del presupuesto escolar y la ofensiva reaccionaria en la educación.

Por último, me gustaría decir unas palabras sobre Salah Hamouri, que nos ha hecho el honor de estar aquí esta noche, y a través de él, de la heroica lucha del pueblo palestino durante los últimos 76 años. Mientras digo esto, pienso en todos aquellos y aquellas que luchan en solidaridad con Palestina, en un movimiento internacional que no veíamos desde la guerra de Vietnam.

Este movimiento ha llevado a la deslegitimación histórica de Israel y ha abierto una gran crisis en la principal potencia imperialista, que es Estados Unidos ¡Debemos seguir construyéndolo en Francia!

A pesar de todos estos elementos tan importantes, ustedes saben que estamos entrando en aguas más turbias, donde se expresan tendencias muy reaccionarias.

En Francia hemos asistido al endurecimiento del régimen, con la ofensiva islamófoba, la criminalización del movimiento de apoyo a Palestina y la aprobación de la Ley de Inmigración. Hoy, en pocos días y en vivo en BFM (cadena de televisión francesa. N. de T.), asistimos a la expulsión de un imán, bajo la presión del gobierno y de la extrema derecha. Marine Le Pen y Bardella (miembro del parlamento europeo por Francia, del partido de extrema derecha de Le Pen. N. de T.) siguen el camino que Darmanin (ministro de Interior de Francia. N. de T.) y Macron les han trazado desde hace 7 años, e intentan capitalizar el periodo para ganar las elecciones europeas, y en 2027.

En otros países, hemos visto cómo la extrema derecha ha obtenido victorias: en Italia, en Argentina, y ha experimentado un aumento en nuestros vecinos holandeses o incluso en Alemania, desencadenando movilizaciones masivas. Los planes de la burguesía son claros. Como se ha visto en los últimos tiempos, el discurso guerrero se multiplica. Denle un micrófono a cualquier dirigente europeo y les explicará que hay que prepararse para la guerra.

De hecho, eso es lo que están haciendo las grandes potencias, con la Unión Europea desembolsando más de 380.000 millones de euros en gastos militares, en 2024. No quiero ser profeta de mal agüero anunciando una 3ª guerra mundial. Esto no está todavía en el orden del día, como decía Daniela Cobet, aunque guerras localizadas violentas pueden seguir estallando próximamente, como la de Ucrania o el genocidio en Palestina.

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Por otra parte, entre la crisis climática, la escalada militar y el endurecimiento de los regímenes, está claro que nos encontramos en un punto de inflexión.

Para los que están acostumbrados a venir a las reuniones de Révolution Permanente, en los últimos años hemos organizado algunos actos políticos importantes, como solemos decir, al calor de la lucha de clases, como con las jubilaciones, en varias huelgas o incluso durante la gran revuelta de los chalecos amarillos. Los que nos conocen saben que intentamos aportar al máximo para que se exprese la lucha de clases. Aportar todo nuestro peso desde nuestros lugares de trabajo o estudio, a través de la constitución de asambleas generales, coordinaciones o agrupaciones obreras y militantes como con la Red por una Huelga Generaldurante el movimiento de las jubilaciones. Pero también para formar bloques de resistencia, como con las distintas organizaciones que componen Urgencia Palestina desde mediados de octubre.

Pero creemos que el papel de los militantes revolucionarios no es solo golpear mientras el hierro está caliente, estar ahí cuando todos tienen el cuchillo entre los dientes (lo que es elemental para todo revolucionario. N. de T.). Nuestro papel es también estar ahí en los periodos más a contra corriente, cuando el autoritarismo, la caza de inmigrantes, la extrema derecha o la tendencia a la guerra marcan la pauta.

Muchos de ustedes, en esta sala, están sin duda preocupados por el futuro, su futuro, el futuro de sus hijos y de sus seres queridos. Estoy seguro de que algunos de ustedes, ya están cansados de pensar en lo que pasa en Francia, porque consideran que la situación es angustiante. También hay jóvenes en esta sala preocupados por su futuro, que ven el mundo que les espera mañana si no reaccionamos colectivamente.

Como militantes revolucionarios, sentimos que es nuestro deber poner toda nuestra energía en intentar transformar la subjetividad del mayor número posible de personas, volver a dar moral, mostrar todos los recursos y la energía que nuestro campo social tiene para cambiar las cosas, cuando el fatalismo y el miedo invaden el estado de ánimo. El individualismo, o dejar nuestras vidas actuales para ver si la hierba es más verde en otro lugar, no evitarán ninguna guerra mundial, ningún desastre climático o ninguna crisis económica, ni garantizarán un futuro mejor para las generaciones venideras. Y si están aquí, camaradas, es también porque creo que tienen un profundo deseo de ver cómo podemos cambiar las cosas juntos, cómo podemos organizarnos y prepararnos, tomando una brújula para afrontar la situación.

Quiero empezar diciendo que esperar a la próxima lucha no es suficiente. Si estamos donde estamos hoy, no es porque no haya habido suficientes luchas en Francia. Si nos fijamos bien, desde 2016 todas las franjas de nuestra clase han salido a su turno contra el gobierno: los grandes bastiones del sector privado y de la juventud en 2016, los trabajadores ferroviarios y los empleados públicos en 2018, los sectores empobrecidos de la Francia suburbana con los chalecos amarillos, muchas empresas privadas como parte de las luchas por el empleo y los salarios en los últimos años, pero también la juventud en los colegios secundarios, o por el clima, contra el patriarcado, contra la violencia policial.

Tenemos que preguntarnos por qué, a pesar de todo esto, es siempre la extrema derecha la que impone la agenda, como vimos en el debate sobre la ley de inmigración.

De hecho, la lucha por sí sola no basta para resolver los problemas eminentemente políticos que tenemos hoy y tendremos mañana. Peor aún, cuando nuestras luchas terminan en derrota, es que necesitamos debatir en profundidad cómo y por qué luchamos. Cómo hacer que nuestras luchas formen parte de un proceso de transformación que vaya más allá del hecho de defenderse. Para eso, tenemos que partir del callejón sin salida en el que nos encontramos actualmente y trazar un camino para salir de él.

Acuérdense de hace un año: millones de personas se manifestaron en la mayoría de las ciudades francesas. A la extrema derecha, a pesar de su defensa de la reforma de las pensiones, se le prohibió manifestarse en las movilizaciones contra la reforma de las jubilaciones. Los militantes de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT. La segunda central obrera en importancia, después de la CGT. N. de T.) quemaron las marionetas de Macron, y la bronca por la ley 49.3 provocó una fuerte oposición al régimen. Darmanin incluso terminó anunciando el aplazamiento de la ley de inmigración, explicando, lo cito, que "no era el momento de dividir el país". En realidad, tenía miedo de que la oposición al plan de jubilaciones de Macron se extendiera al rechazo de esta ley xenófoba.

Desde septiembre, el gobierno intenta vengarse de todo lo subversivo que se expresó en aquel momento, pero también después, durante la revuelta en los barrios populares o en apoyo a la causa palestina.

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Pero el gobierno pasa a la ofensiva porque tiene la oportunidad de hacerlo. En primer lugar, porque el movimiento por las jubilaciones, que fue el más masivo en décadas, terminó en una derrota. Sin embargo, el movimiento fue poderoso, reuniendo a amplios sectores de la fuerza de trabajo y a jóvenes de todo el país. Si hubiera ganado, habría abierto una profunda crisis para el régimen, y demostrado que la clase obrera, unida, era capaz de hacer retroceder los peores ataques. Pero para ello, ante la intransigencia del gobierno, lo que hacía falta era una huelga general política.

Pero la falta de una estrategia de confrontación con el gobierno, encerrada en una lógica de presión sobre las instituciones por parte de las direcciones sindicales, en torno a un programa limitado y a una estrategia de jornadas de huelga una vez por semana, fracasó.
Sinceramente, ¿quién puede creer que la situación actual que vivimos sería esta si Macron hubiera perdido con la ley de jubilaciones?
Pienso que la respuesta está en la misma pregunta.

Si el gobierno ha podido recuperar el control, es también porque desde el otoño, los líderes del movimiento obrero han optado por el diálogo social y las discusiones pacíficas con el gobierno. A pesar de la ola de represión sindical, a pesar de la ley de inmigración, a pesar de los ataques anunciados contra el seguro de desempleo y los beneficiarios del RSA, a pesar de todo esto, solo ha habido 1 solo día de huelga interprofesional en 6 meses.

No sé si han escuchado lo que han dicho recientemente las dos jefas de la CGT y de la CFDT sobre el riesgo de huelgas durante los Juegos Olímpicos, que pienso que, aquí, nosotros esperamos que se dé de todo corazón. Sophie Binet (Secretaria General de la CGT. N. de. T.) ha dicho que no "quiere aguar la fiesta", y la secretaria de la CFDT no ha tergiversado nada, ha dicho ante el micrófono de France Info: "no quiero huelgas durante los Juegos Olímpicos. Circulen, no hay nada para ver”. Eso es lo que ellos llaman “sindicalismo responsable”.

Les diré lo que significa para nosotros el sindicalismo responsable: significa estar ahí para luchar con los trabajadores, para conseguir aumentos salariales cuando la gente no da más y los patrones engordan. Sindicalismo responsable significa hacerle la guerra a la burguesía cuando intenta hacerle la guerra a los inmigrantes y a los desocupados, cuando quiere clasificar a los niños por nivel en las aulas o cuando financia el genocidio en Gaza. Así que este sindicalismo responsable es el que le agua la fiesta a la burguesía para los Juegos Olímpicos, porque solo nos callarán la boca cuando hayamos hecho todo.

No hay ninguna fiesta para los trabajadores, no hay ninguna fiesta para las familias precarias y los niños de Saint-Denis, que viven alrededor del Estadio de Francia y que tendrán que ver los Juegos por televisión, aunque se desarrollen justo enfrente de donde viven.
¡Nuestra responsabilidad es con nuestra clase, no con los patrones y el gobierno!

Cuando hablo de "clase", camaradas, me refiero a ustedes y a nosotros. Me refiero a que, al igual que los Bolloré, Arnault y Niel defienden sus intereses comunes, que son los de la clase burguesa, la que quiere dominar y explotar, nosotros, que estamos obligados a trabajar y a ser explotados para vivir, nosotros somos la clase obrera, la que hace mover al mundo y la que sufre.

Necesitamos romper con el software que busca contener nuestra rabia en los momentos de lucha, y pasivizarnos el resto del tiempo, para discutir la regresión social con la burguesía. Quizás en tiempos de estabilidad del régimen esto nos hubiera permitido arrancar algunas migajas, pero hoy permite al gobierno recuperar todo lo que ganamos en el pasado.
El problema de este software es que no intenta hacer de los trabajadores, de las clases populares, de la juventud, un actor que influya directamente en la situación, en los momentos de lucha, pero también más ampliamente.

Nuestra clase quiere saber cómo salvarse de la catástrofe que ya está llamando a su puerta con la inflación y la crisis climática. Quiere saber cómo frenar las tendencias bonapartistas y autoritarias que coartan sus libertades. Quiere saber cómo responder al peligro de guerra y de conflicto nuclear que se cierne de nuevo sobre Europa. Y solo cuando nos organicemos con esta perspectiva podremos desplegar una fuerza inmensa, la fuerza de los que hacen funcionar la sociedad, en alianza con los jóvenes y todos los oprimidos.

Pero ese, amigos míos, tampoco es el proyecto de la izquierda institucional, Frédéric Lordon lo ha explicado de manera brillante. Por supuesto que podemos alegrarnos de que algunos diputados se posicionen a veces contra corriente. Pero el problema es que el único horizonte de sus partidos son las instituciones. No son una alternativa radical para transformar el mundo y acabar con el sistema capitalista; como mucho, son partidarios de que la izquierda vuelva al poder en el marco de esta sociedad. Este software priva también a la clase obrera del papel que puede desempeñar frente a los grandes desafíos, con sus propios métodos.

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No somos antiparlamentarios, pero creemos que la batalla institucional debe servir para denunciar su sistema y desenmascararlo, para despertar la conciencia de clase y llamar a las masas a organizarse y luchar contra esta democracia burguesa, que hace creer a la población que cada 5 años tiene derecho a elegir al menos malo y callarse la boca en los próximos 5 años.

Esto es lo que están haciendo en este momento nuestros compañeros diputados del PTS en Argentina, que son miembros de nuestra fracción internacional y que están dando la batalla en el parlamento contra Javier Milei, llevando la voz de la calle al parlamento y llamando a la gente a organizarse y construir la lucha desde abajo, en los barrios, las empresas y las universidades.

Porque, tanto en Argentina como en Francia, solo las luchas de las masas, organizadas desde abajo y que impliquen a amplios sectores de la población, tienen la fuerza de impedir la catástrofe. Para ello, necesitamos hacer de nuestras luchas una herramienta política, hacer política colectivamente, como trabajadores, como jóvenes, como oprimidos. Hay que hacer política.

Tenemos que ser capaces de hacer frente a todos los problemas que sacuden la sociedad con nuestros propios métodos. Imaginemos, amigos míos, cuál sería la situación en nuestro país si el movimiento obrero se hubiera unido contra la criminalización del apoyo a Palestina, si se hubiera movilizado con un verdadero plan de lucha contra el apoyo al Estado de Israel, contra las multinacionales cómplices, bloqueando puertos contra los envíos de armas, por ejemplo. Imagínense la situación en el país si la clase obrera se hubiera puesto de pie contra el genocidio en Gaza.

Eso habría sido suficiente para golpear el corazón del gobierno de Macron y su apoyo militar y financiero al Estado de Israel. En la lucha por la liberación de Palestina y la autodeterminación del pueblo palestino, hay, en realidad, otra lucha menos visible pero no por eso menos vital. Es la lucha contra nuestro propio imperialismo. Nunca seremos libres mientras Palestina no lo sea, con la complicidad de Francia, mientras haya tropas francesas en África y Oriente Medio. Y la victoria de Palestina sería una derrota para los dirigentes y sus planes ofensivos.

Me gustaría saludar a los militantes de la CGT que se solidarizan con Palestina y que están siendo reprimidos por hacerlo, como Jean-Paul Delescaut, secretario de la UD CGT du Nord, o mi compañero Gaëtan Gracia.

Esta lógica es válida más ampliamente, y si no tomamos todos los problemas, otros lo harán. O la clase obrera toma en sus manos su destino, decide luchar junto a todos los oprimidos y demuestra que puede mejorar la vida de la mayoría de la población, o será la extrema derecha la que saque provecho de la desesperación de los trabajadores. No podemos eludir esta cuestión: si no damos una respuesta de conjunto, la buscarán en otra parte.

Pienso en el delegado de la CGT en Valdunes, una fábrica que produce bujías para los trenes y que está por sufrir recortes. El delegado de Valdunes dijo estas palabras a la prensa hace algunos meses: "¡Nosotros en Valdunes no queremos esa mierda!”, hablando de Rassemblement Nationale. Tiene toda la razón. Pero tenemos que ir más allá y construir una alternativa, porque si los trabajadores no se ocupan de la política, la política se ocupará de ellos.

Todo esto también es fundamental, porque no podemos unir a nuestra clase sin una batalla política. ¿Cómo podemos unir al movimiento obrero y a los barrios obreros si no luchamos contra la represión de las revueltas en los barrios, por la verdad y la justicia para Nahel, como hicimos con nuestros compañeros ferroviarios yendo a la marcha blanca el pasado junio?

¿Cómo podemos luchar contra la extrema derecha si no luchamos contra el racismo y la xenofobia, contra la división entre franceses y extranjeros, contra la ley de inmigración, haciendo una gran campaña para rechazar la clasificación de los inmigrantes y el racismo, y para decir que todos formamos parte de la misma clase? Que tenemos más cosas en común entre nosotros que con un Bernard Arnault o un Vincent Bolloré, demostrando que es esta unidad la que puede hacernos fuertes, y que las divisiones que ellos fomentan nos debilitan.
Si no llevamos adelante esta batalla, liquidaremos la energía, los recursos y las fenomenales capacidades de nuestro campo para perjudicar al campo de enfrente.

También me gustaría saludar a mi camarada Christian Porta, que es un militante revolucionario y sindicalista de la CGT. Si hoy está siendo reprimido, es porque ayudó a conseguir la semana de 32 horas y la efectivización de decenas de trabajadores contratados. Porque cuando su patrón quiso tirar baguettes comestibles durante el Covid, luchó para recuperarlas y poder distribuirlas gratuitamente a las personas necesitadas.

Pero, como dijo el mismo Christian, también porque intentó que sus colegas hicieran huelga junto a los Gillets jaunes, por los derechos de las mujeres, en defensa del medio ambiente, pero también porque apoya a los trabajadores sin papeles y al pueblo palestino. Forma parte de una nueva generación de dirigentes obreros que apoyan todas las causas, que luchan por la dignidad de los trabajadores, pero que también se preocupan por los problemas de toda la sociedad. Por eso quieren despedirlo y por eso vamos a luchar por su reincorporación. Este es el rostro de los obreros que hacen política desde abajo.

Por último, ¿cómo podemos ganar aliados y debilitar a nuestros adversarios si no hacemos política? Fijémonos en los agricultores. Los pequeños agricultores siguen enojados, viendo claramente que los anuncios de Macron no cambiarán nada. No puede haber solución para los pequeños agricultores empobrecidos por la agricultura capitalista, dominada por los grandes grupos agroalimentarios. Pero para convencerlos de esto, tenemos que demostrar que el movimiento obrero luchará a su lado, y que nada cambiará si siguen atrás del jefe de la FNSEA (Federación Nacional de Sindicatos de Explotaciones Agrícolas. N. de. T.), que gana 15.000 euros al mes dirigiendo un gigante de la agroindustria como el grupo Avril, o siguiendo detrás de Jordan Bardella.

Esta unión hay que expresarla en la realidad. ¿Cómo podemos luchar contra la influencia de la extrema derecha, racista y antiobrera, si no demostramos que la clase obrera es el aliado de estos sectores? Un aliado mucho más importante que los Attal y otros burgueses.
Para participar en política, tenemos que cambiar nuestra forma de luchar. También necesitamos organizaciones que estén hechas para ello: un partido revolucionario con una perspectiva y un programa claros.

Hoy, la extrema izquierda no aparece como una alternativa política. En las elecciones europeas será prácticamente invisible. Esta es una oportunidad para mí de decir que, frente a las alianzas reaccionarias y proguerra, una lista común de extrema izquierda sería una cuestión central. Con un programa decididamente comunista, antiimperialista, antirracista y feminista, podríamos hacer oír nuestra voz alto y claro. Quiero reiterar un llamamiento al NPA-C y a Lutte Ouvrière (LO): aún podríamos formar juntos este bloque revolucionario en las próximas elecciones europeas. Sería trágico que, una vez más, la extrema izquierda, a pesar de los desacuerdos que podamos tener, apareciera fragmentada en estas elecciones, en las que necesitamos imponer un discurso alternativo, una voz revolucionaria lo más audible posible.

Pero más allá del plazo electoral, la cuestión es construir esas organizaciones revolucionarias. Como muchos, yo era bastante antipartido, estaba más bien alejado de la política, hasta que comprendí que la política se ocupaba de mí, y que tenía sus partidos burgueses para hacerlo.
Me di cuenta de que, con huelgas parciales y sindicalismo en la SNCF(empresa nacional de ferrocarriles franceses. N. de. T.), no podría cambiar la sociedad y dar un futuro a mis hijos, solamente conseguir algunas mejoras en mis condiciones de trabajo o algunos aumentos de sueldo.

Así que decidí, junto con otros, entender por qué pasaba esto, por qué perdíamos, por qué siempre teníamos que defendernos y nunca atacar, por qué teníamos que soportar este sistema podrido y estas instituciones. Pienso en la ofensiva ideológica y autoritaria que Attal (Gabriel Attal, Primer ministro de Francia. N. de T.) está llevando a cabo contra los jóvenes para domesticarlos. Y quiero decir al personal de la educación que está movilizado que su lucha debe ser política, porque, en realidad, implica mucho más que recortes presupuestarios o niveles de clase: es a la generación de mañana a la que quieren doblegar.

Debemos romper con el fatalismo y la pasividad, pero también romper con las luchas defensivas y la ausencia de un programa de lucha contra su mundo de leyes racistas y regresión social. No estamos condenados a una vida de guerra, crisis y miseria.

Por eso estoy en Révolution Permanente, para militar con Sasha y apoyar las luchas feministas y LGBT, con Christian que está en la CGT, a 4 horas de mi hogar, pero también con abogados como Elsa que, cuando no está ayudando a los refinadores contra las requisiciones, está en los tribunales en los momentos de revueltas para sacar a los jóvenes de la cárcel, o en custodia policial por solidaridad con Palestina.

Aprovecho para saludar al conjunto de los camaradas del Comité de Acción Jurídica, todos los camaradas que son una nueva generación de revolucionarios, que entran en el Colegio de Abogados de París, y que han hecho, y hacen, un trabajo formidable para ayudar a todos los explotados y oprimidos de nuestro campo social.

Camaradas que, además de su trabajo cotidiano y sus tareas de oficina, a veces corren a las 2 o 3 de la mañana para sacar a los secundarios, a los militantes de la causa palestina u otra. Hay que saludar este nuevo trabajo, a esta nueva generación que está por romper con lo que podíamos conocer antes, y que impone un rol de abogado revolucionario acá en Francia por el bien de nuestro campo social.

Y, habrán entendido, camaradas, que lo que nos une no es la CGT Neuhauser, Sud Rail o el Colegio de Abogados de París, lo que nos une es la misma voluntad de hacer la guerra al sistema capitalista, el deseo de cambiar el mundo, lo que nos une es luchar en el campo de los explotados y oprimidos.

Con los camaradas de Révolution Permanente, queremos invitarlos a militar con nosotros. No pretendemos ser un gran partido revolucionario, pero somos una organización ambiciosa, en la que todo el mundo puede encontrar su lugar si está convencido de nuestras perspectivas. Necesitamos un partido intransigente, de combate, que pueda ir más allá del corporativismo, del sindicalismo respetuoso con las instituciones y de las organizaciones gaseosas y electorales, impotentes en los grandes momentos de lucha en los que se decide el futuro de la humanidad. Por eso los invito a salir de sus coordenadas y a participar en las próximas asambleas abiertas de RP.

Ya es hora de que volvamos a poner la revolución en el orden del día y acabar con la barbarie del sistema capitalista.

Sí, hay que luchar para que se retire la ley de inmigración, pero también para imponer la libertad de instalación y de circulación, así como la regularización de todos los inmigrantes ilegales.

Sí, debemos luchar por el fin inmediato del genocidio en Palestina, pero también por la autodeterminación del pueblo palestino, el derecho al retorno y la liberación de todos los presos políticos, desde Palestina hasta Lannemezan, donde está encerrado Georges Ibrahim Abdallah, por una Palestina obrera y socialista en donde los trabajadores árabes y judíos puedan vivir en paz.

Sí, hay que luchar por salarios más altos, pero también hay que luchar por controlar la economía expropiando a los grandes grupos capitalistas.

Sí, hay que luchar contra la extrema derecha y las ideas reaccionarias, contra la posibilidad de guerra, pero también hay que luchar por un mundo mejor, lo llamamos comunismo, un mundo sin clases y sin Estado, y sin este sistema capitalista que nos hace la guerra.
Así que, queridos camaradas, no esperemos a que la burguesía nos haga la guerra, sino únanse a nosotros para que juntos le hagamos la guerra a la burguesía.