Al escribir estas líneas el imperialismo estadounidense, con la complicidad de la ONU y del repudiado Gobierno haitiano, prepara una nueva intervención militar en el país caribeño. Aunque la excusa que usan es el control de pandillas y la crisis social, en realidad una nueva ocupación se dirige contra un movimiento de masas que heroicamente ha luchado contra la catástrofe social en la que los han sumergido, agudizada por las medidas de ajuste del FMI y las políticas del gobierno de facto y corrupto de Ariel Henry impuesto por el propio Estados Unidos. El movimiento de masas se encamina a un proceso de rebelión tras las continuas protestas que no cesan en los últimos meses. Ante ello, el imperialismo busca aplacar a toda costa la rebeldía del pueblo haitiano y no tener problemas en su patio trasero, en momentos en que la guerra de Ucrania puede escalar y tensionar aún más la situación mundial, y una nueva dinámica de la lucha de clases comienza a darse en países de Europa que puede incidir también en su propio territorio.
La farsa sobre las pandillas
Es indiscutible que desde que asumió el gobierno títere de Ariel Henry, que se combina con la agudización de la miseria acentuada con la carestía de alimentos y el aumento de los combustibles, grupos armados paramilitares han ganado terreno en el país caribeño. Sin embargo, lo que cínicamente obvian los Estados Unidos, la ONU y el Gobierno haitiano, es el hecho de que han sido ellos mismos quienes han mantenido vínculos históricos con el crimen organizado, alentando la creación de las pandillas a través de las fuerzas represivas del Estado cuando les han sido funcionales.
Ya desde antes existían las bandas armadas que el Gobierno y el capital haitiano usaban contra el movimiento de masas. Dichas bandas se han desarrollado paralelamente a las fuerzas del capital y del Estado, diferentes facciones del régimen apoyaban discrecionalmente a la o las pandillas de su elección. Y hoy aparentemente habrían perdido “el control” en el marco de la gran descomposición estatal y gubernamental.
Incluso la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH) expresó su rechazo de que el Gobierno utilice bandas armadas para establecer un clima de “terror” en el país y que le suministre a estas pandillas los “insumos” necesarios para realizar los ataques, señalando explícitamente que: “Para llevar a cabo esta nueva guerra, el Centro Nacional de Equipamiento (CNE) —una institución estatal— proporcionó al G-9 y a Fanmi e Alye maquinaria pesada para destruir casas y construir un pasadizo hasta el reducto de Jean Pierre”.
El verdadero problema es el Gobierno de Ariel Henry, sostenido por fuerzas imperialistas
El Gobierno de Ariel Henry es rechazado -con razón- por amplios sectores de masas. Henry asciende al gobierno después del asesinato del presidente Jovenel Moise en julio del 2021 y en medio de una crisis de poder abierta, asesinato que nunca fue esclarecido y que se dio en el marco de una anterior oleada de movilizaciones contra dicho presidente, quien se había mantenido en el poder después de haber finalizado su mandato, al estilo de un verdadero autogolpe de Estado, apoyando las políticas de imposición imperialista y cercenando libertades democráticas.
Pero a todas luces, Henry terminó imponiéndose con la venia del imperialismo en julio del 2021 y con todo el apoyo del llamado Core Group o grupo de contacto, que está liderado por Estados Unidos y del que también participan Francia, España, Brasil, Alemania y Canadá. Una “designación”, que no respetaba ninguna instancia sucesoria y no contaba con el apoyo de la población, fue rubricada por Naciones Unidas y la OEA. Es decir, un avasallamiento abierto a la soberanía del pueblo haitiano.
En agosto de ese mismo año, diversas organizaciones firmaron el llamado Acuerdo de Montana, que proponía un gobierno interino para gobernar el país hasta tanto “convocar elecciones seguras, libres y justas”, buscando una salida para evitar la explosión del movimiento de masas y dar una salida política a la crisis política imperante. Sin embargo, ni eso estaban dispuestos a aceptar el imperialismo estadounidense, ni el Core Gruop, ni la ONU o la OEA, y menos aún el propio Henry, prefiriendo sostener al gobierno corrupto y facto de Ariel Henry. Esto hizo que el Acuerdo de Montana quedara empantanado y se convirtiera una expresión simbólica de salida política ante el descontento y la creciente descomposición gubernamental. Mientras, adquirió fuerza el movimiento de masas ocupando directamente la calle con protestas cada vez más masivas, mostrando el odio hacia un gobierno de facto que en estos 14 meses en el poder no ha hecho más que agravar las miserias de la población haitiana.
Con un clarísimo problema de legitimidad a cuestas y una población sumida en la miseria, en junio de este año Henry firmó un acuerdo con el FMI que implicaba nada más que un ajuste severo en el marco de la “orientación” del organismo financiero de “ayudar a las autoridades a hacer un balance de la implementación de las políticas encomendadas”, lo cual “posiblemente abra el camino” a un programa de crédito internacional. En otras palabras, un acuerdo entre Haití y el FMI, donde, si se aplicaba el ajuste, se abriría la posibilidad de acceso a un préstamo.
Entre los diversos ajustes, dicho acuerdo proponía en lo inmediato eliminar el subsidio a los combustibles, pasando ese costo directamente al bolsillo de la población haitiana, un golpe severo que encarecía el costo de vida, en otras palabras, más miseria. Así, cuando Henry anunció la quita de subsidios para los combustibles, alegando la escasez de fondos para sostenerlos, el precio fijado por el gobierno para el galón (3,79 litros) de gasolina se incrementará de 2 dólares a 4,78 dólares; el de diesel subirá de 3 dólares a 5,60 dólares y el de querosén de 3 dólares a 5,57 dólares. Esto vino a enardecer las protestas que ya se venían desarrollando y se intensificaran.
Así el aumento de los carburantes atizó aún más el fuego de la rabia del pueblo haitiano, llevando durante más de un mes todo un proceso de movilización permanente contra la política del gobierno, y que ha llevado a paralizar completamente la capital Puerto Príncipe, así como las principales ciudades.
La salida del actual gobierno ha sido puesta como demanda central por el movimiento de masas, diciendo basta a tantos ataques que solo agudizan la miseria ya imperante. Un reclamo absolutamente justo en la medida en que la dominación imperialista y los distintos gobiernos títeres ha impedido cualquier forma de autodeterminación del pueblo haitiano.
Pero la actual eclosión social no cae del cielo, es todo un acumulado de rabia y protesta que se viene desarrollando desde el 2021, en pie de lucha contra el anterior gobierno de Moise, incluso mucho antes. Es contra este movimiento de masas contra el que estaría dirigida una posible intervención militar, ante el imponente avance de las protestas y un gobierno que ya no se sostiene pero que el imperialismo necesita apuntalar. Como sabemos, históricamente, Estados Unidos ha apoyado golpes de Estado en Haití e impuesto presidentes con el fin de que sus gobiernos respondan a los intereses económicos y políticos, incluso ocupando militarmente el país directamente o vía fuerzas multinacionales “pacificadoras”. Hipócritamente usan el pretexto de la defensa de la “democracia” y los “derechos humanos” para encubrir sus políticas intervencionistas.
La hipocresía de la ONU, Biden y los gobiernos supuestamente progresistas
Por todo lo anterior, queda claro que la posición del gobierno de Henry al pedir la intervención militar con el pretexto de las pandillas y la crisis social y de salud, simplemente oculta el verdadero objetivo: una intervención que va en realidad contra las movilizaciones de masas y sus organizaciones, mismas que de hecho se oponen a las bandas armadas, para de esa manera preservar al Gobierno con blindaje internacional.
Es hipócrita la posición António Guterres, secretario general de la ONU, al pedir a los países valorar “el despliegue inmediato de una fuerza armada internacional especializada para dar respuesta a la crisis humanitaria”. Cómodamente Guterres utiliza la existencia de las pandillas y el brote de cólera para justificar la intervención militar, pero “olvida” mencionar dos cosas: la primera, como ya dijimos, que existe un movimiento de masas haitiano que rechaza el actual gobierno de facto, y la segunda: la anterior intervención militar en el marco de la ONU, la MINUSTAH, que duró 13 años, entre 2004 y 2017, y en la que diversos países de América Latina (incluidos Brasil, Argentina, Bolivia, en momentos en que gobernaba Lula, el primer gobierno de los Kirchner y Evo Morales), participaron o dirigieron, junto a tropas de otros países, una ocupación militar a pedido de Estados Unidos, violentando la soberanía del pueblo haitiano, y siendo acusada de todo tipo de aberraciones, abusos y asesinatos, incluyendo cientos de abusos sexuales a mujeres.
Este tipo de ocupaciones militares no han servido más que para ahogar las rebeliones de los pueblos y acabar con cualquier proceso de autodeterminación nacional. En el caso de Haití, desde su heroica revolución de esclavos negros, ha sufrido la constante agresión militar, económica y política de las diversas potencias imperialistas, especialmente de los Estados Unidos de América, que incluso ocupó a inicios del siglo XX el país por casi 20 años. El “olvido” de la MINUSTAH es, en realidad, la manera en que se justifica la política de agresión imperialista constante, misma que de buena gana reproduce el imperialismo francés, la ONU con la complicidad de los gobiernos de América Latina.
El próximo 21 de octubre en el Consejo de Seguridad de la ONU se tratará el tema de Haití y, desde ya, el gobierno de Estados Unidos ha anunciado que respaldará una eventual intervención militar. Según se dio a conocer el sábado 15, el gobierno de Biden ya habría redactado una resolución del Consejo de Seguridad que apoyaría el despliegue de una fuerza de acción rápida en Haití de inmediato, de acuerdo a la confirmación de un funcionario estadounidense, reportó la cadena CNN. Por tanto, es probable que la ocupación se lleve adelante de manera análoga a la MINUSTAH, por soldados de estados socios menores del imperialismo estadounidense. Al momento de escribir estas líneas, el subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Brian Nichols, ha visitado la isla para “analizar” la situación del país y evaluar la petición de intervención militar.
Digamos NO a cualquier tipo de intervención militar imperialista en Haití
No existe ninguna solución a la crisis en Haití que provenga de las intervenciones militares dirigidas por el imperialismo estadounidense o de fachadas de organizaciones internacionales a su servicio como la ONU o la OEA, como ha quedado demostrado a lo largo de los años en varias partes del mundo, y sobre todo en Latinoamérica, para imponer gobiernos dóciles al imperialismo yanqui. Estas han profundizado por décadas los problemas internos del país hundiendo aún más en la miseria al pueblo haitiano.
El grito generalizado de las masas y los pueblos del continente debe ser NO a la intervención imperialista militar en Haití o variantes de intervención militar en el marco de la ONU como fue la MINUSTAH. La clase trabajadora y el pueblo oprimido en América Latina y el Caribe es la principal interesada frente a esta nueva agresión que está en ciernes, pues no puede llevar más que a redoblar las apetencias imperialistas en la región, y apoyando las demandas fundamentales del pueblo haitiano. Por su parte, la clase obrera estadounidense, en particular, puede y debe apoyar el levantamiento en Haití organizándose en el corazón del imperialismo para apoyar las demandas del pueblo haitiano. Las luchas que se llevan a cabo en Estados Unidos contra la inflación y los ataques a los derechos democráticos deben incluir el total rechazo a cualquier intervención imperialista. Asimismo repudiar la criminal política del gobierno de Estados Unidos hacia los migrantes haitianos que son perseguidos y reprimidos por rangers en Texas y otros lugares, como también todo el racismo del que son víctima en América Latina.
En el propio Haití solo los trabajadores y el pueblo oprimido puede ir hasta el final en la lucha contra la miseria imperante, las clases dominantes y sus gobiernos corruptos sostenidos por el imperialismo. Para ello es preciso que tomen en sus manos su propio destino y al calor de la lucha por sus propias demandas, oponerse a cualquier tipo de intervención militar, así como cualquier fuerza de ocupación disfrazada de “misiones de paz”. Al calor de su lucha el pueblo haitiano debe potenciar sus propias organizaciones de masas poniendo en pie organismos de autodeterminación confiando solo en sus propias fuerzas, en la perspectiva de un gobierno de los trabajadores y oprimidos único que podrá dar una verdadera y definitiva salida a la crisis.
Desde la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional (FT-CI) llamamos a todas las organizaciones que se reclaman antiimperialistas y democráticas, a las que se reivindican de la izquierda obrera y socialista, de derechos humanos, movimientos sociales, a los trabajadores, a la juventud, a las mujeres que vienen abanderando sus demandas en el continente, a aunar fuerza y rechazar tajantemente cualquier tipo de intervención militar en Haití.
¡No a la intervención militar en Haití!
¡Fuera el imperialismo de Haití y de América Latina y el Caribe!
¡Estamos con las masas haitianas con su rebelión y sus demandas más sentidas!
¡Abajo el FMI!
¡Por el derecho a la autodeterminación del pueblo haitiano!
¡Por un Haití socialista en el marco de una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina y el Caribe!
ARGENTINA: Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) / BRASIL: Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT) / CHILE: Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) / ESTADO ESPAÑOL: Corriente Revolucionaria de Trabajadoras y Trabajadores (CRT) / MÉXICO: Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas (MTS) / BOLIVIA: Liga Obrera Revolucionaria (LOR-CI) / VENEZUELA: Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) / ESTADOS UNIDOS: Left Voice / URUGUAY: Corriente de Trabajadores Socialistas (CTS) / PERÚ: Corriente Socialista de las y los Trabajadores (CST) / COSTA RICA: Organización Socialista Revolucionaria (OSR).
COMENTARIOS