La consigna de "abajo todo el régimen" hace sangrar los oídos de la casta política, militar y empresarial, no sólo de Argelia y Sudán, sino de todo el Magreb. Cuáles son los puntos de encuentro de ambos procesos en relación a sus estructuras polítco-económicas y sociales.
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Santiago Montag @salvadorsoler10
Jueves 2 de mayo de 2019 13:19
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Las manifestaciones en Argelia y Sudan sacudieron los gobiernos de Abdelaziz Boutleflika, y del brigadier Omar Al Bashir respectivamente, hasta derrumbarlos. En Argelia al grito de “Yarnahaw ga” (“que se vayan todos”), en Sudan al de Thawra (“revolución”), miles de mujeres, jóvenes, estudiantes, profesionales y trabajadores inundaron las calles con pancartas y cánticos contra la opresión, el aumento de los alimentos, mayores derechos, pero lo central, el odio al régimen. La consigna de "abajo todo el régimen" hace sangrar los oídos de la casta política, militar y empresarial, no sólo de Argelia y Sudán, sino de todo el Magreb y los países al otro lado del mediterráneo. Veremos algunos puntos de encuentro de ambos procesos en relación a sus estructuras polítco-económicas y sociales.
Raíces dictatoriales
Podemos decir que la naturaleza de los procesos que viven Argelia y Sudan contienen varias similitudes producto de su historia, sistema político y desarrollo económicos, así como la mayoría de los países del Magreb o África subsahariana que guardan esa semejanza. Desde este punto de vista, muchos analistas los comparan con la Primavera Árabe del 2011.
A la salida de la Segunda Guerra Mundial se dieron los procesos de descolonización en África. Durante la década del 50 estas gestas se desarrollaron en forma desigual, pero con un alto nivel de violencia. En el caso de Argelia, conquistó su independencia a partir de la guerra librada por el Frente de Liberación Nacional (FLN) contra el dominio francés, que duró desde 1954 hasta 1962, dejando un saldo de alrededor de un millón de muertos. A partir de allí, el FLN gozó de un gran prestigio entre la población, jugando un rol clave para la política nacional hasta estos días.
La Primavera Argelina de 1988 contra el sistema de partido único obligó al FNL a hacer una “apertura democrática” luego de una represión con 600 muertos, sin embargo el éxito electoral del partido islamista Frente Islámico de Salvación dio origen a una guerra civil entre 1991 y 2002, dejando cerca de 200.000 muertos. En 1999, antes de la finalización de la guerra asume como presidente Abdelaziz Bouteflika con un proyecto de mayor apertura económica y para poner fin al conflicto, en ese entonces un hombre fuerte del círculo cerrado de poder.
El poder en Argelia fue reposando sobre tres columnas fundamentales: el Estado Mayor del Ejército Nacional Popular, los servicios de Seguridad Militar (SM), y la presidencia junto a sus asesores económicos, los llamados "deciders". Bouteflika intentó terciar entre esas camarillas para centrar el poder en su propia figura estableciendo una alianza irrompible con el general Ahmed Gaid Salah en 2001. Uno de los hitos que puso a prueba esta alianza fue la toma de la planta de gas In Amenas en 2013, donde aprovechó para purgar a las figuras centrales que venían acusando de corrupción a la dirigencia del gigante petrolero estatal Sonatrach, amigos de la presidencia.
El caso de Sudán es diferente. La independencia no fue producto de la “voluntad” de los sudaneses, sino negociada con Egipto e Inglaterra. Aquel acuerdo abre una caja de pandora haciendo estallar una larga guerra civil de dos períodos (1955- 1972 y 1983-2005), entre los musulmanes del norte contra los cristianos y animistas del sur, cuya raíz puede encontrarse en la política de segregación británica. Esquemáticamente, la región norte fue industrializada y modernizada por Inglaterra, mientras el “olvidado” sur no veía el sentido de formar parte del mismo territorio aumentando sus aspiraciones de secesión. En esos años se desata un verdadero juego de tronos con golpes de estado contra múltiples dirigentes en 1955, 1964, 1969, 1983 y 1989; el último de ellos fue durante la Segunda Guerra Civil, que puso al mando a Omar al Bashir, ocupando el sillón durante 30 años.
Estructura económica
La base económica de ambos países es la alta dependencia de los hidrocarburos, minería, y agricultura en menor medida. Condenando a la población a vivir de la supuesta redistribución de las divisas que dejan estas materia primas, atados a las brisas de la economía mundial, postergando cualquier proyecto de diversificación económica.
Para Argelia, el petróleo y el gas son las columnas de la economía desde la independencia en 1962, sobre todo luego de su nacionalización en 1971. Llega a ser miembro de la OPEP desde 1969, consiguiendo el noveno puesto de mayor exportador de gas del mundo. Los hidrocarburos constituyen alrededor de un 30% del PIB argelino, el 95% de las exportaciones y el 60% de los ingresos presupuestarios. Llegó a convertirse en el tercer proveedor de gas a Europa (16% de las importaciones), ante la búsqueda de nuevos suministradores que reduzcan la dependencia del gas ruso. Argelia está consolidado como un socio estratégico para la Unión Europea en materia de energía, dando lugar a una economía rentística en la que más de la mitad de sus exportaciones son hidrocarburos, la mayoría de las cuales van dirigidas a Francia, su antigua potencia colonizadora.
Sudan también depende de los hidrocarburos en una medida similar, aunque tiene otros problemas internos, étnicos y religiosos, debido a la independencia de Sudán del Sur en 2011, donde se encuentra la mayor parte de los yacimientos petrolíferos y de gas, mientras que en la región del norte están las refinerías, la infraestructura y los puertos para comercializarlo. La centralización de la economía aquí es mucho más profunda por las contradicciones internas sudanesas que ahogan a la población dejando a 20 millones en la pobreza total.
Esta debilidad de la estructura socio-económica de ambos países es la base de las movilizaciones actuales. Pone de manifiesto la interdependencia con Europa, y las contradicciones que tiene el sistema capitalista sostener el actual volumen de consumo energético sin generar estallidos sociales y disputas geopolíticas motivadas por el acceso a los recursos en la periferia.
El rol dentro de la geopolítica regional
Los procesos de Argelia y Sudán pueden tener menor impacto económico para Europa que los levantamientos en Egipto y Túnez en 2011, pero sí un gran impacto geopolítico. Por un lado, por un posible "efecto contagio" a escala regional, motivado por una juventud que no vivió la Primavera del 2011 pero está atenta a lo que sucede en estos países. Incluso en Francia un 20% de la población (con mayoritaria composición juvenil) proviene de las migraciones del Magreb, recibiendo en el mejor de los casos trabajos precarios, por lo que para Macron, puede ser un problema que se combine con el movimiento de los Gilets Jaunes.
Por otro lado, países como Arabia Saudita, Turquía, y Egipto temen que una apertura democrática en estos dos países pueda tener un impacto que determine cambios en la geopolítica y problemas para sus propios regímenes. En el caso de Arabia Saudita tiene acuerdos importantes con Sudán con respecto a la guerra en Yemen, y un fuerte enfrentamiento con Qatar y Turquía respecto a la política de la Hermandad Musulmana, que supo obtener enorme influencia política e ideológica en Medio y norte de África. También puede acelerar un proceso de desestabilización en el Cuerno de África, donde hay enormes inversiones chinas y egipcias en infraestructura, allí Etiopía y Eritrea se sostienen en un equilibrio bañado de pólvora. También debemos tener en cuenta que este país funciona como "tapón" a la inmigración hacia Europa y alberga varias bases militares imperialistas, por lo cual, dadas las brutales contradicciones internas, las potencias se han manifestado a favor de una salida pactada para evitar un escenario similar al de Libia.
Argelia que tiene menores lazos geopolíticos que otros países de la región, pero como dijimos su rol es clave para garantizar la "seguridad energética" europea, y reducir su dependencia de Rusia en ese aspecto, además en caso de que la situación adquiera rasgos de guerra civil puede abrir una crisis profunda en relación al flujo migratorio, con consecuencias potencialmente imprevisibles en un escenario europeo marcado por un auge de las políticas nacionalistas y la xenofobia.
La juventud en movimiento
Los rostros de las movilizaciones son primordialmente mujeres, jóvenes estudiantes, o trabajadores profesionales. La juventud en África, de entre 15 y 24 años, es la porción más grande de la población, la mayoría sin trabajo. En Argelia, los jóvenes inundan las calles por el desempleo siendo que hasta el momento no participaban en política. La caída de los precios del petróleo y planes de ahogo impuestos por los organismos financieros internacionales llevaron a recortes de subsidios a los alimentos, combustible y electricidad que elevan el costo de vida para la región más pobre del mundo y afectan muy especialmente a la juventud.
Tanto en Argelia como en Sudán los principales engranajes del movimiento de masas y su autoorganización contra estas políticas son las mujeres, que conquistaron una legitimidad sin precedentes, llegando a ocupar lugares de liderazgo clave. Las imágenes icónicas de ambos países han mostrado a mujeres jóvenes que bailan y recitan poesías, invitando a los manifestantes a unirse contra el régimen. La estudiante sudanesa de arquitectura Alaa Salah, apodada la “reina nubia”, es un símbolo de las manifestaciones. Por otro lado, no llegamos a ver un movimiento obrero organizado que hegemonice el proceso producto de que los sindicatos son tradicionalmente controlados o directamente disueltos por los partidos que lideraron los procesos de independencia.
El ejército viene intentado centralizar la transición para salvar al régimen de ambos países. Este sábado se llegó a un principio de acuerdo en Sudán, según anunciara el grupo opositor Fuerzas de Libertad y Cambio tras la primera reunión de un comité conjunto creado el pasado miércoles, entre la oposición y Consejo Militar de Transición en el poder. La discusión que quedó pendiente es el porcentaje de participación de civiles y militares. Está por verse si intento de desviar el proceso de movilización cae en saco roto, por el momento las protestas continúan.
En Argelia tras la renuncia de Bouteflika, asume su ex mano derecha el general Gaid Salah de 79 años, quien comenzó un proceso de depuración de empresarios y servicios de inteligencia que tenían una amistosa relación con el “presidente de cartón” e incluso con Macrón. Sin embargo las protestas también le dan la espalda a este jefe militar por formar parte del círculo parasitario. Este sábado fue destituído el secretario general de la Presidencia, Heba el Okbi, el último de los cargos políticos considerados allegados a Bouteflika. Pero estos cambios cosméticos muestran las enormes dificultades del régimen para presentar una alternativa política a las masas.
A la conquista de la clase obrera
Quienes protagonizan la lucha no confían en que el cambio de régimen llegue de la mano del ejército, ni salidas tibias, guerras civiles sectarias o en hombres fuertes como Al Sisi en Egipto. Esta semana en Argelia se formó un comité creado al calor de la protesta convocaría paros alternados entre los maestros, los médicos, ferroviarios, y petroleros de Sonatrach, lo que podría ser una experiencia importante si se profundiza, a pesar de que la principal central sindical se niega a llamar a una huelga general y es parte de la transición junto a la oposición liberal.
La intervención independiente de los trabajadores que mueven el petróleo, los puertos y los sectores claves de la economía profundizaría las rebeliones actuales, abriendo la posibilidad de que surja una alternativa con un programa que rescate a millones de la miseria catastrófica.
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Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.