Se cumplieron 80 años de una masacre que mostró el verdadero rostro del imperialismo inglés durante la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1944, luego del comienzo de la retirada alemana, miles de griegos que habían sido parte de la resistencia a la invasión nazi se movilizaron. Se encontraron con una brutal represión a manos de tropas británicas y helénicas, una masacre planificada por Churchill luego de acordar el reparto del mundo con Stalin y las potencias. Presentamos un artículo publicado originalmente en RP Dimanche que reconstruye este hecho ocultado.
La historia se cuenta a menudo con eufemismos y términos engañosos. Dekemvriana o “sucesos de diciembre”: así se denominó el levantamiento comunista del pequeño pueblo de Atenas y la resistencia comunista griega hace 80 años.
En octubre de 1944, mientras las tropas alemanas de ocupación se apresuraban a abandonar Grecia, Churchill se reunió con Stalin en Moscú. Durante diez días, del 9 al 19 de octubre, los dos jefes de Estado discutieron el reparto de los Balcanes “de un plumazo” [1]. La expresión pertenece a Joëlle Fontaine, autora del excelente libro De la résistance à la guerre civile en Grèce, 1941-1946, publicado hace poco más de diez años por La Fabrique. Grecia, en el centro de las discusiones, debía volver a la esfera de influencia británica, a pesar de la influencia decisiva de la resistencia comunista en el país.
Desde 1941, el KKE (Partido Comunista Griego) ha construido uno de los mayores movimientos de resistencia de Europa. El ELAS-EAM (Ejército Popular de Liberación Nacional y Frente de Liberación Nacional Griego, respectivamente) reunió a todas las fuerzas de la izquierda griega, incluidos los republicanos, opuestos a los monárquicos que habían apoyado la dictadura de Metaxás entre 1936 y 1941. El ELAS-EAM fue la principal fuerza de liberación del país frente a las tropas del Tercer Reich y sus agentes locales. En octubre de 1944, la Resistencia griega, dominada en gran parte por los comunistas, contaba con más de 50.000 combatientes.
“El cambio de guardia”: de la ocupación alemana a la británica
El 28 de agosto de 1944, tras un año de preparativos, Winston Churchill aprobó y puso en marcha el plan «Mana». El objetivo era instalar un gobierno “legítimo” en Grecia, bajo las órdenes de Londres. En otras palabras, restablecer al rey Jorge II de Grecia y la monarquía. Las primeras directrices se enviaron al Estado Mayor británico a principios de agosto: “Puede ser”, escribió Churchill en sus Memorias, “que dentro de un mes más o menos tengamos que desplazar a Atenas entre 10.000 y 12.000 hombres, con unos cuantos tanques, cañones y carros blindados” [2].
Al frente del gobierno griego en el exilio en Londres estaba Geórgios Papandréou, miembro del Partido Liberal con opiniones muy anticomunistas. Churchill decidió nombrarlo futuro primer ministro de un gobierno provisional. A pesar de esta cooperación, Churchill no informó a Papandréou de la operación militar que pensaba llevar a cabo en Grecia cuando se retiraran las tropas alemanas. Esta retirada fue facilitada por los británicos que, a pesar de su dominio del Mediterráneo, no obstaculizaron las idas y venidas de los barcos alemanes que transportaban tropas y armas. Joelle Fontaine explica que estaba “claro que el objetivo de Churchill en el otoño de 1944 no era luchar contra los alemanes, sino transformar la liberación en un simple ‘cambio de guardia’” [3].
En el momento de la Liberación, en octubre de 1944, se celebraron numerosas conversaciones entre el ELAS y el gobierno provisional. Al principio, como ocurrió en otros lugares de Europa, debido a la posición adoptada por Stalin –una posición de frente nacional con la burguesía «democrática», como en Italia y Francia–, los comunistas griegos se unieron al gobierno de unidad nacional donde obtuvieron puestos ministeriales. En un primer momento, los británicos y los monárquicos podrían haber pensado que los partisanos griegos habrían querido tomar el poder, que estaba a su alcance. Pero esto era malinterpretar la capacidad de Stalin para persuadir y doblegar. La dirección comunista mantuvo también la ilusión de que Papandréou iba a cumplir realmente su promesa de elecciones libres y de respeto a la voluntad del pueblo. Elecciones que sólo podían ser favorables a la resistencia y al KKE. En octubre, “mientras los ministros del gobierno de la Unión Nacional se apresuraban a llegar a Atenas, el EAM ya había establecido su propio dominio” [4]. Aunque no mantenía firmemente la capital, el ELAS-EAM controlaba alrededor del 80% del territorio nacional.
Ante la sospecha, Londres ordenó que continuara el despliegue de tropas en Grecia. A finales de octubre, ya había 20.000 soldados británicos, acompañados por “cinco escuadrones de aviones y el Batallón Sagrado griego” [5].
En noviembre de 1944, los ministros de izquierda del gobierno provisional envían a Papandréou un nuevo plan de reconciliación nacional. Las principales peticiones eran que se depurara la gendarmería y la policía, que se celebraran elecciones para “volver a poner en pie el Estado” y, sobre todo, que “se organizara lo antes posible un referéndum sobre la cuestión del sistema político” [6]. Esta decisión fue inmediatamente rechazada por Papandréou, que se negó a poner sobre la mesa la cuestión de la monarquía. La situación era cada vez más tensa entre los diferentes actores del juego político y militar griego.
Dekemvriana
A finales de noviembre, los británicos ya habían reunido 30.000 soldados en Grecia, pero muy pocos permanecían estacionados en Atenas. No fue hasta principios de diciembre cuando Churchill terminó de reunir sus tropas en la capital. Se trajeron tanques, aviones y artillería del sur de Italia. El ELAS contaba con 50.000 soldados, pero sólo dos brigadas y un regimiento estacionados en la capital. Como señala Joelle Fontaine,
aunque no les faltaba entusiasmo y valor, estaban más acostumbrados al combate cuerpo a cuerpo en pequeños grupos que al combate colectivo y disciplinado basado en tácticas reales. Y aparte de algunas ametralladoras y algo de artillería ligera, sus únicas armas eran fusiles, granadas de mano y armas caseras [7].
Ante la intransigencia de Papandréou, el ELAS-EAM organizó una manifestación sin armas en oposición al gobierno. A pesar de la prohibición gubernamental de la manifestación, y a pesar de los tires y aflojes en el seno de la dirección comunista, que seguía las directrices de la coexistencia pacífica con los liberales, los dirigentes partisanos decidieron seguir adelante con la manifestación. El domingo 3 de diciembre, una gran multitud se congregó en la plaza Sintagma. Llegaron atenienses de todas partes de la ciudad. Se había dado la orden de desplegar pancartas y banderas en honor de los países aliados. Con antelación, sin embargo, la policía y el ejército británico se situaron en los edificios oficiales que rodeaban la plaza. Y cuando la multitud llegaba a la tumba del Soldado Desconocido para depositar una corona, al grito de “Papandréou, dimisión” y “Muerte a los colaboracionistas”, la policía abrió fuego.
21 muertos y 140 heridos. Este fue el terrible balance del tiroteo que marcó el inicio de la guerra civil griega, que sólo terminaría con la derrota de los últimos partisanos al mando de Márkos Vafiádis en 1949. El poeta Titos Patrikios recuerda la masacre inaugural del 3 de diciembre de 1944: “Aún puedo verlo vívidamente, no lo he olvidado. La policía de Atenas disparando contra la multitud desde el tejado del edificio del Parlamento en la plaza Sintagma. Hombres y mujeres jóvenes tendidos en charcos de sangre, todo el mundo corriendo escaleras abajo en estado de shock y pánico”. Al otro lado, un soldado británico explicaba:
El destacamento de policía que estaba por encima de mí disparó directamente contra los manifestantes. (...) Hombres, mujeres y niños, que poco antes habían estado gritando, llenos de vida, marchando con paso decidido, riendo mientras agitaban sus banderas y las nuestras, estaban ahora tendidos en el suelo” [8].
A 40 kilómetros de Atenas, al pie de Parnés, Giorgios Siantos, dirigente del KKE y principal fundador del EAM, se enteró de los hechos. Decidió lanzar una operación de resistencia militar destinada a desarmar a las fuerzas del orden y movilizar a las masas en manifestaciones y huelgas a gran escala para bloquear los movimientos de las tropas.
El 4 de diciembre, la huelga se generalizó. Todos “los comercios, fábricas, bancos, servicios públicos y ministerios estaban cerrados, e incluso el personal del Hotel Británico, sede principal de las autoridades griegas y británicas, los diplomáticos y la prensa extranjera, dejaron de trabajar” [9]. Al día siguiente del Domingo Sangriento, Atenas se paralizó y fue testigo de una de las mayores manifestaciones de su historia: la marcha, esta vez protegida por los miembros del ELAS, los partisanos armados, se dirigió hacia la plaza Sintagma, que estaba siendo defendida por tanques británicos. Fue entonces cuando la Organización X, dirigida por el coronel Geórgios Grivas, entró en escena y dio la orden de disparar contra la multitud. El resultado fue de 100 muertos. Los miembros del ELAS y los atenienses no pudieron contener más su ira y las repercusiones fueron inmediatas. Los tanques británicos intervinieron para proteger a los paramilitares de extrema derecha pero, en la noche del 4, el ELAS controlaba el puerto del Pireo y la mayor parte de la capital.
El relevo de Churchill, el silencio de Stalin
Tras estos enfrentamientos iniciales, Papandréou presentó oficialmente su dimisión. Churchill se negó y envió un telegrama a su embajador, muy elocuente sobre la naturaleza reaccionaria e imperialista de la empresa británica en Grecia:
Ponga a Papandréou sobre aviso para que cumpla con su deber y asegúrele que todas nuestras fuerzas le apoyarán si lo hace. Si dimite, encarcélenlo hasta que se recupere cuando acabe la lucha. (...) Ya han pasado los días en que cualquier grupo de hombres griegos podía haber ejercido alguna influencia en este levantamiento del populacho. (...) He puesto en manos del general Scobie toda la responsabilidad de la defensa de Atenas y del mantenimiento del orden y la ley; le he asegurado que se le apoyará si recurre al uso de cualquier fuerza que se considere necesaria” [10].
Durante los días siguientes, el ELAS consiguió mantener el control de la ciudad, hasta el punto de que el general Scobie, que dirigía las fuerzas de ocupación británicas, se planteó evacuar la capital por mar.
Sin embargo, la situación del ELAS se complicó en el invierno de 1944. Churchill decidió sustituir a Scobie por el general de línea dura Hawkesworth y autorizó el bombardeo de los barrios obreros de Atenas. A finales de diciembre, los británicos habían concentrado a más de 75.000 hombres en Grecia. Los resistentes comunistas estaban aislados y no podían contar con el apoyo de la URSS ni de los partisanos de Tito en Yugoslavia, que acababa de tomar el poder. “El jefe de la misión militar británica multiplicó sus advertencias sobre el posible regreso de los partisanos macedonios a Grecia” [11] y el jefe de los partisanos yugoslavos no quería provocar a Churchill y a Stalin. Stalin había acordado con el Primer Ministro británico determinar las respectivas esferas de influencia de Moscú y Londres en los Balcanes. Es más,
Stalin, informado del desembarco de tropas británicas en Grecia, no puso ninguna objeción e incluso añadió que ya era hora de poner finalmente en práctica el plan del que tenía conocimiento. Así pues, fue a mediados de septiembre cuando Stalin permitió a Churchill intervenir en Grecia” [12].
Los días 15 y 16 de diciembre, las ofensivas lanzadas por los británicos permitieron a los paramilitares de la derecha y la extrema derecha griegas recuperar el control de gran parte de la capital. Solo y desorientado, el ELAS-EAM envió a su Primer Cuerpo de Ejército la orden de retirarse 15 kilómetros al norte de Atenas los días 4 y 5 de enero de 1945. Los partisanos habían perdido entre 2.000 y 3.000 hombres y se encontraban “en un estado de fatiga indescriptible y habían agotado todo su armamento” [13]. El armisticio se firmó el 11 de enero y fue seguido por los Acuerdos de Varkiza un mes después. Pero las tropas del ELAS aceptaron entregar las armas y retirarse del Peloponeso y Salónica, y los comunistas se encontraron ante “una atmósfera de terror blanco que ya estaba bien establecida” [14]. Fue esta dinámica contrarrevolucionaria la que iba a prevalecer hasta 1946, cuando estalló de nuevo la guerra civil, con los comunistas controlando desde «la Montaña» varias regiones del norte del país, en la frontera con Bulgaria, Yugoslavia y Albania.
La Liberación traicionada
En 1944, los británicos, en alianza con la URSS de Stalin, estaban dispuestos a todo para restablecer “la paz y la estabilidad” en el país e impedir que la resistencia comunista contraviniera las órdenes soviéticas. El ímpetu popular, por un lado, y la intransigencia de los monárquicos y de la derecha, por otro, iban a hacer estallar esta situación, desembocando en los “acontecimientos” de Atenas de diciembre de 1944. Fue un episodio heroico que demostró hasta qué punto los Aliados estaban decididos a impedir que la derrota del Tercer Reich y la Liberación desembocaran en una revolución, que, sin embargo, estaba a la orden del día. Esta lección se aplica no sólo al sur de Europa, que fue liberada al mismo tiempo, sino también a Francia, donde Macron, en los últimos meses, ha intensificado el número de homenajes y conmemoraciones para disfrazar lo que realmente estaba en juego al final de la guerra bajo el barniz de la unidad nacional y el gaullismo.
Los movimientos de resistencia que surgieron en la Europa ocupada trataron de imaginar una nueva posibilidad, a veces yendo más allá de las instrucciones soviéticas. En una editorial del periódico Combat (diario de la Resistencia francesa, N. del T.) del 29 de noviembre de 1944, titulado «A peine libre, l’Europe remue» («Apenas libre, Europa se agita»), se escribía:
Asistimos, a través de intermediarios, a un conflicto latente entre la Resistencia europea y los ejércitos de la liberación. Puede parecer terrible escribir esto, pero es así [...] Ahora es el momento de comer y ahora es el momento de que el mundo sea justo. Para Francia, como para Europa, la tragedia es tener que librar una guerra y una revolución al mismo tiempo [15].
Al final de la guerra, los Aliados y sus agentes librarían otra guerra, esta vez contra la revolución. La sublevación de Atenas en diciembre de 1944 y su resultado final así lo atestiguan.
Traducción: Maximiliano Olivera
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