Joe Biden, igual que sus predecesores, mantiene una línea dura contra las ambiciones hegemónicas de China. Los recientes ejercicios militares en el Estrecho de Taiwán muestran que el imperialismo es un asunto bipartidista y que Taiwán podría servir como telón de fondo para las crecientes tensiones entre China y Estados Unidos.
Lunes 1ro de marzo de 2021 17:27
El miércoles, Estados Unidos envió su segundo buque de guerra este mes, el USS Curtis Wilbur, a través del Estrecho de Taiwán. Esta polémica vía fluvial separa la China continental de Taiwán, que China caracteriza como una provincia separatista, a pesar de que Taiwán tiene la independencia de facto del continente.
Biden realizó una campaña "dura con China", por lo que los recientes ejercicios militares de su administración (incluidos los ejercicios en el Mar de China Meridional) no son una sorpresa. La clase dominante, tanto su ala demócrata como la republicana, están unidas en su proyecto para disuadir el ascenso económico y geopolítico de China en el contexto de la debilitada hegemonía del imperialismo estadounidense.
A medida que la pandemia profundiza las tendencias económicas y políticas que se han desarrollado desde la crisis económica mundial de 2008, es probable que se intensifiquen las tensiones interestatales, como la competencia entre Estados Unidos y China. Eso significa que la creciente rivalidad entre los dos países es una cuestión estratégica para Estados Unidos, independientemente de quién sea el presidente. La retórica agresiva de Trump echó más leña al fuego de las relaciones entre Estados Unidos y China, y su guerra comercial señaló una marcada escalada en las tensiones, pero fue la administración Obama -de la que Biden formaba parte- la que diseñó una mayor presencia militar estadounidense en el Pacífico a través del denominado "Pivot hacia Asia".
A pesar de las promesas de campaña de Biden, no hay "vuelta a la normalidad" en el orden mundial, especialmente cuando se trata de China. Biden ha demostrado su intención de mantener una línea dura contra China al seleccionar a Anthony Blinken y Jake Sullivan, dos prominentes halcones de China, para dirigir su equipo de política exterior. Al mismo tiempo, el presidente y sus aliados en ambos partidos imperialistas han prometido no solo mantener sino expandir el gasto militar, que ya está en su punto más alto a pesar de la crisis económica. Las crecientes crisis regionales, como la de Myanmar, también amenazan con profundizar las tensiones entre Estados Unidos y China en un nuevo terreno.
El papel de Taiwán en el conflicto
En el juego de ajedrez entre Estados Unidos y China, Taiwán ocupa un lugar particularmente importante. Para Beijing, el tema de la reunificación con Taiwán es una prioridad máxima debido a la posición geográfica de la isla y su sector económico y tecnológico avanzado, especialmente la producción del país de semiconductores de vanguardia que podrían dar a China una ventaja estratégica en su competencia con Estados Unidos.
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Las raíces del incómodo lugar de Taiwán entre China y Estados Unidos se remontan al triunfo de la Revolución China en 1949, que culminó en una guerra civil entre los comunistas de China y la burguesía nacionalista representada por el Kuomintang (KMT). El KMT respaldado por Estados Unidos se retiró a Taiwán y estableció un gobierno rival en Taipei, a 110 millas de China continental. En 1972, la Administración Nixon inició un proceso de acercamiento con China, que culminó con las reformas de Deng Xiaoping en 1978 destinadas a la restauración capitalista.
Como parte de esas negociaciones entre Estados Unidos y China, Washington rompió los lazos diplomáticos oficiales con Taiwán a favor de restablecer los lazos con China. Hoy, solo un puñado de países en el mundo reconocen la soberanía de Taiwán, porque hacerlo complicaría las relaciones comerciales con China.
A pesar del cambio de Estados Unidos en la era Nixon, Taiwán y Estados Unidos aún mantienen relaciones semioficiales, aunque deliberadamente ambiguas. Estos han establecido un delicado equilibrio entre los intereses de Taiwán, Estados Unidos y China. Sin embargo, en los últimos años, los límites de este equilibrio estratégico se han vuelto claros a medida que las tensiones entre Estados Unidos y China han salido a la superficie. La administración Trump coqueteó con el establecimiento de relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán. La administración Biden parece estar duplicando la política de Trump hacia Taiwán tanto diplomática como militarmente a través de la promesa de ayuda militar.
Con la reunificación como máxima prioridad para la burocracia del Partido Comunista de China, las provocaciones de la administración Biden están ampliando la brecha entre Taiwán y el continente. Para Beijing, estos movimientos también complican las ambiciones imperialistas de China, planteando una amenaza política para el objetivo de un estado chino unificado. Tarde o temprano, la cuestión de Taiwán está preparada para llevar a Estados Unidos y China a un conflicto mayor. Por ahora, a pesar de la relativa disminución de la influencia de Estados Unidos en un escenario global, China sigue siendo la parte más débil del conflicto, debido a las ventajas militares, económicas y tecnológicas de Washington, así como a sus relaciones internacionales existentes.
¿Qué significa el imperialismo de Biden para la clase trabajadora?
A medida que aumentan las tensiones entre EE. UU. y China, incluso con los intentos de Biden de multilateralismo y una retórica de "democracia", el presidente sigue siendo el representante de la clase capitalista. Por eso no dudará en utilizar todos los mecanismos a disposición del imperialismo estadounidense para garantizar los intereses de su país en el extranjero. En poco más de un mes desde que asumió, Biden ya lanzó una serie de ataques aéreos en Siria y continúa imponiendo brutales sanciones que afectan a los trabajadores en países como Irán y Venezuela.
Análisis Lucha de clases en la era Biden
Análisis Lucha de clases en la era Biden
La izquierda estadounidense tiene la responsabilidad especial de demostrar que no tenemos apetito por el imperialismo de ningún tipo. Al mismo tiempo, la oposición organizada contra los objetivos imperialistas del régimen bipartidista estadounidense no significa que apoyemos a la burocracia del Partido Comunista Chino, cuya brutal restauración del capitalismo en China se ha producido a expensas de millones de masas explotadas en China. Nos solidarizamos con los oprimidos en China, Taiwán y del sudeste asiático, y contra la clase dominante en todo el mundo, especialmente aquí en los Estados Unidos. Y a medida que la crisis se intensifica, necesitamos la solidaridad internacional entre los trabajadores para enfrentar los problemas internacionales que plantea el capitalismo.
Este artículo fue publicado en Left Voice el 27 de febrero
Traducción Salvador Soler
Maryam Alaniz
Maryam Alaniz es miembro y editora de la sección internacional de Left Voice. Investiga los movimientos sociales como estudiante de doctorado en The New School en Nueva York.