Las imágenes que indignaron al mundo, agentes a caballo contra familias migrantes, terribles campos de detención en Tapachula, Chiapas, y en Del Río, Texas, son un reproche a ambos mandatarios.
Jueves 23 de septiembre de 2021 20:52
Las imágenes abren heridas que nunca cerraron del todo. La violencia que despliegan los uniformados a caballo recuerda la misma que se ejerció contra los esclavos en el siglo XIX, y también el arreo del ganado. Los campamentos de migrantes son otra postal del horror. Es imposible no indignarse ante el humillante trato que dan las autoridades migratorias en México y en Estados Unidos a las familias haitianas que se lanzaron a un futuro incierto, porque el presente donde estaban ya era el horror.
Tan terrible es la situación que hasta Daniel Foote, enviado especial del gobierno de Biden a Haití, renunció en protesta por las deportaciones “inhumanas” y porque la ayuda no llega, una acción que evidencia el momento crítico del presidente que subió al poder prometiendo ser distinto de Trump y resulta más de los mismo, pero con otra retórica.
Hay quienes dejaron Brasil y Chile, atravesaron el continente y dieron la espalda a sus pocas pertenencias. Habían dejado Haití luego del catastrófico sismo de 2010. Hay quienes dejan ahora su tierra, porque entre la creciente violencia del crimen organizado y las fuerzas represiva, ambos operando bajo el ojo vigilante del imperialismo estadounidense, la crisis y el sismo reciente, ya no tienen nada que los retenga ahí.
“Nadie deja su hogar y a los suyos para arrastrar penalidades extremas por gusto, sino por desesperación” sostiene el presidente López Obrador, e insiste en que Estados Unidos financie sus programas sociales, como Sembrando vida, para hacerlos extensivos a Centroamérica.
Pero mientras su discurso habla de humanidad, los hechos dicen otra cosa. La Guardia Nacional, el Ejército y la policía cercan a los migrantes. Los acosan, los atacan, los encapsulan. Por momentos dejan que algunos pasen el cerco de armas, uniformes y vehículos de los agentes que en realidad operan siguiendo los designios de Washington.
Y por su parte, el canciller Ebrard, uno de los presidenciales de AMLO reinterpreta el duro mensaje de Kamala Harris, la vicepresidenta de Biden, de inicios de este 2021. Así fue que en la conferencia matutina de este jueves 23 de septiembre afirmó “Es un engaño monumental que sus líderes les dicen ‘vámonos rápido a Estados Unidos porque nos van a dar la ciudadanía’”. Criminaliza a los defensores de migrantes, que probablemente además hayan sido votantes del Morena.
En una interpretación naif, un conocido columnista señala que tanto Biden como AMLO quieren hacer lo correcto, pero que esto tiene consecuencias terribles. Ambos mandatarios asumieron con un discurso más derechohumanista respecto a la migración. Pero son los responsables políticos de continuar la política antimigrante de Trump e implementada en su momento por Peña Nieto.
Cómo resolver la crisis migratoria
AMLO declara en cada oportunidad que la migración tiene que ser abordada a partir de sus verdaderas causas, la pobreza y la injusticia social. Y por eso pide a Biden recursos para generar empleo en los países de origen de los migrantes: El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Haití.
Pero en realidad, las causas estructurales de la migración fueron los planes neoliberales aplicados ahí por órdenes de la Casa Blanca, mientras alentaba el desarrollo del crimen organizado. Fue el imperialismo estadounidense, a través de sus administraciones republicanas y demócratas, el que impuso deudas externas impagables e intervenciones militares y paramilitares, las semillas venenosas que llevaron al actual escenario dantesco de miseria y violencia.
La crisis migratoria no se resuelve con millones de dólares entregados a los corruptos gobiernos de la región. La solución pasa por el libre tránsito de migrantes a través de la región y con acceso a derechos sociales, como vivienda y salud, y políticos. Pero también con el cierre de las bases militares imperialistas en América Latina y el Caribe, el cese del pago de las fraudulentas deudas externas, con impuestos progresivos a las trasnacionales y a las grandes fortunas de los países de la región, para aplicarse a salud, educación y vivienda.
Es evidente que estas medidas no serán llevadas adelante por ninguno de los gobiernos actuales, todos subordinados a la Casa Blanca. Es la movilización independiente de la multiétnica clase obrera estadounidense y de la clase trabajadora mexicana en solidaridad con sus hermanos de la región y los sectores populares la que puede imponerla y bregar por la integración de los países del continente en una perspectiva socialista que ponga todos los recursos existentes al servicio de las mayorías.