Compartimos un artículo escrito para el Semanário Ideias de Esquerda en debate con el filósofo Vladimir Safatle, a propósito de polémicas estratégicas que atraviesan a la izquierda en Brasil.
Incluso antes de los resultados electorales, el filósofo Vladimir Safatle concedió una entrevista al periódico O Globo bajo la siguiente pregunta: “La izquierda podría haber utilizado las elecciones para resucitar”. Dicha conclusión es la continuación de sus declaraciones de principios de año en las que afirmaba que “la izquierda murió”. Por un lado, Safatle ha criticado correcta y agudamente tanto al gobierno del PT como al PSOL, partido del que es miembro y fue candidato, pero no termina de romper con su política de presión institucional sobre el gobierno. Nos preguntamos también, en cierto sentido, si aquella definición de la posible resurrección de la izquierda en las elecciones no fue más condescendiente que la llamada “muerte de la izquierda”, buscando en el proceso electoral alguna posible recuperación de una izquierda que “murió” precisamente por la institucionalización.
Como ya discutimos en aquel entonces, es necesario comenzar el debate clarificando de qué izquierda estamos hablando. En esta entrevista, Safatle deja más clara su crítica tanto al gobierno de Lula como al PSOL, al que critica, con razón, por haber cometido un “error brutal” con su ingreso en el gobierno. Sin embargo, la crítica de Safatle se hace desde un ángulo en el que todavía mantiene la esperanza de que pueda surgir una izquierda institucional que utilice este terreno, e incluso a los gobiernos capitalistas, “en favor de una política radical”. Aunque habla de la importancia de la periferia y de los movimientos sociales, la perspectiva de apostar por la lucha de clases extrainstitucional aparece como un factor secundario en su reflexión sobre la estrategia de la izquierda, siendo la clase obrera un sujeto que apenas aparece en su apuesta política.
Safatle llega a criticar lo que define como una “hiperinstitucionalización” de la izquierda en Brasil, pero sus críticas y, sobre todo, sus soluciones, pasan todavía por llamar al PT y al PSOL a utilizar los mecanismos del Estado burgués “en favor de una lucha radical”, y su crítica a la posición del PSOL en relación al gobierno, apunta en la dirección de asumirse como una “oposición de izquierda” para presionar desde fuera y ser un “aliado molesto” del gobierno. Esto se verifica, en parte, en esta expectativa sobre la posibilidad de resurrección de esta izquierda institucional en las elecciones. Pues bien, para el PT y el PSOL, las elecciones han sido, por excelencia, el momento de una institucionalización aún más descarada y del “vale todo”. Así que ¿por qué Safatle apuesta que sean una oportunidad para el cambio?
En la medida en que vivimos una situación nacional en la que la lucha de clases en general, y la clase obrera en particular, se encuentra en un momento de lenta recomposición, la hipótesis de que ésta es la forma de “resucitar a la izquierda” es más realista. No sólo es más realista, sino que tiene un potencial estratégico y de radicalización infinitamente mayor, hasta el punto de que incluso tiende a chocar con la izquierda institucional cuando se desarrolla. Así se expresó en junio de 2013, y en multitud de luchas parciales que se han ido sucediendo, como podemos ver en los ejemplos recientes de la huelga de trabajadores del estado federal [nacional] que chocó con el gobierno de Lula, o en la lucha en la UERJ [Universidad Estatal de Río de Janeiro] donde el rectorado del PT y el PSOL atacaron la permanencia estudiantil y desplegaron la Tropa de Choque de la PM [Policía Militar] en la universidad. Todas las reflexiones de diversos sectores minoritarios dentro de su partido, incluido el propio Safatle, sobre las Jornadas de Junio como una oportunidad perdida para la izquierda, y la demonización de este proceso por parte de la intelectualidad del PT, corroboran la necesidad de pensar en una alternativa más disruptiva, que incluso vaya más allá. En 2017 se produjo la mayor huelga general de la clase trabajadora de las últimas décadas, una respuesta contundente a las reformas que Michel Temer quiso imponer como parte del golpe institucional, pero fue desviada por la política de las burocracias sindicales dirigidas por el PT. Esta dimensión del análisis, es decir, la lucha de clases y, en particular, el papel de la clase obrera, debería constituir una parte fundamental del arsenal de reflexiones sobre la salida necesaria en este momento para escapar de los estrechos límites institucionales.
En estas reflexiones, creemos que Safatle critica acertadamente tres puntos en particular. Sobre la apropiación por parte del PSOL del discurso capitalista del emprendedurismo, que Safatle definió como “El emprendedurismo no es un modo de acción económica, sino una forma de violencia social”, añadiendo que este camino lleva al PSOL a perder su “sentido de la existencia”. Sobre el diálogo con figuras fascistas como Marçal, que Safatle resumió diciendo: “Cuando utilizas la gramática del adversario para organizar tu posición, ya perdiste”. Y sobre el error brutal de la entrada del PSOL en el gobierno: “o tienes un Ministerio o eres la oposición”, aludiendo al hecho de que el PSOL tiene un Ministerio, con Sônia Guajajara [referenta indígena brasilera], a la cabeza del Ministerio de los Pueblos Indígenas, y por tanto forma parte del gobierno. Se trata de una cuestión relativamente obvia (si el PSOL aún tuviera coherencia con una tradición de izquierdas mínimamente consistente), raramente reconocida por los referentes y corrientes del PSOL, por lo que Safatle tiene su mérito en hacerlo, aunque las conclusiones que de ella se extraen parezcan apuntar a una expectativa de cambio que nunca se producirá en el PT y en el PSOL.
Así, sus críticas correctas se inscriben en una lógica que no parte del hecho de que el PT tiene como proyecto de país administrar el capitalismo y mantener ese régimen político degradado, cuestión en la que el PSOL ha sido una copia fiel y cada vez más decidida. Safatle incluso prefiere apuntar a una “disputa de proyectos” cuando dice:
Si la izquierda está en el gobierno federal, debería disputarlos. En los últimos dos años podríamos haber tenido acciones contundentes que avanzaran hacia la posibilidad de concreción de la lógica que encarnamos. Incluso con la mayoría conservadora en el Congreso, aunque no fuera posible implementarlas, sería una orientación de sentido importante. Son casi 16 años de gobiernos de izquierda en Brasil desde la dictadura y no se ha presentado un solo proyecto de reducción de la jornada laboral, ni se ha intentado revertir la reforma laboral del gobierno de Michel Temer (MDB) [1]. Las instancias de poder que ocupamos no hacen lo que prometieron.
Sin embargo, Safatle no explica por qué nada de esto ha sucedido. Después de todo, ¿por qué? No hay más respuesta que el hecho de que el PT nunca se propuso hacer otra cosa que gestionar el capitalismo brasileño, y gestionar el capitalismo significa conciliación de clases. Por eso las reformas están intactas y por eso tenemos un Marco Fiscal que es un nuevo techo de gastos con el anuncio de un nuevo paquete por parte de Haddad y Tebet [abogada del PMDB, Ministra de Planificación y Presupuesto de Brasi] para mantener esta meta fiscal. Las medidas que Safatle señala como “posibles” no han ocurrido porque no dependen de un gobierno, sino de la movilización de la clase trabajadora y de los movimientos sociales pero principalmente, en este caso, porque, para ganar las elecciones Lula y el PT armaron un frente “tan amplio” que no quedó espacio para la clase trabajadora y sus reivindicaciones, porque esto era irreconciliable con los intereses del capital financiero, del agronegocio y de las grandes empresas.
Por eso, en pleno 2024, después de dos años de gobierno de Lula-Alckmin y 16 años de gobierno del PT, no es posible considerar que este sea un problema de “disputa”, como si todo lo que rige la política fuera una cuestión de “voluntad de los gobernantes” y que lo que corresponde a sectores de la izquierda radical sería “advertir” al PT y al PSOL para que “vuelvan a la vida”. Estamos hablando de un plan de ajuste concreto que está más vivo que nunca: el Marco Fiscal que recorta salud y educación, el BPC que recorta a los adultos mayores y a los PCD [capacidades diferentes] en extrema pobreza, el millonario Plan de Cosechas para el agronegocio, el BNDES financiando privatizaciones en San Pablo y la subasta de escuelas con Tarcísio a la cabeza [militar, gobernador de Sao Paulo], entre muchos ejemplos, por no hablar de todo el mantenimiento de la obra económica del golpe institucional y del propio gobierno de Bolsonaro.
Sin embargo, el “error brutal” de la entrada del PSOL en el gobierno no es, y en ningún caso puede ser, mantener la independencia y construir un proyecto alternativo, sino, como dice Safatle, “ayudar al gobierno presionando desde fuera”. Pero, actuar como oposición de izquierdas en el parlamento no debe servir para presionar desde fuera, sino para construir una fuerza extraparlamentaria con una política de independencia de clase. De lo contrario, al margen de cualquier diferencia, como señaló Rosa Luxemburg en el caso del “ministerialismo socialista” de Millerand [ex militante socialista francés, NdT.] en un gobierno burgués a principios del siglo pasado, los llamados socialistas acaban convirtiéndose en apéndices del gobierno.
No se puede hacer la vista gorda al hecho de que, por ejemplo, el PSOL hizo campaña activa en Belo Horizonte por un candidato que sirvió en un batallón de tortura durante la dictadura militar (en Belém, apoyó al candidato de la oligarquía de la familia Barbalho [del PMDB]). Tampoco cuando los datos de las elecciones demostraron que toda esta política de conciliación ha entregado el país al Centrão [2] de Kassab [ex gobernador de Sao Paulo bajo la presidencia de Temer] y al PL [Partido Liberal] de Bolsonaro. Recordando que las coaliciones del PT con estos partidos eran numerosas, solo con el PL de Bolsonaro el PT estaba en 85 ciudades. Esto remite a superar la respuesta fácil de enfrentar a la extrema derecha, convertida hoy en un fin en sí mismo, como forma de negar la posibilidad de una salida revolucionaria.
Esta es también la razón por la que los ejemplos internacionales son tan esclarecedores. La evaluación de su apoyo acrítico a Syriza en Grecia, o de sus expectativas respecto a Boric en Chile, que hemos discutido en el pasado, podría llevar a la conclusión de que la expectativa de que la izquierda institucional se “radicalice” siempre fracasa. Sin embargo, otro ejemplo es la interpretación que Safatle hace del caso francés, como cuando afirma: “La izquierda francesa ha demostrado cómo luchar contra el fascismo. Elaboró un programa coherente, formó una alianza cuya hegemonía fue definida por el ala más radical y ganó las elecciones contra todo pronóstico. En una época de extremos, hay espacio para una izquierda que se afirme como tal”. Tuvieron que pasar dos meses y medio para que Macron, que formaba parte de ese “frente popular” que, según Safatle, sería el ejemplo de la izquierda internacional, nombrara primer ministro a Michel Barnier, con el respaldo del Rassemblement National de Marine Le Pen.
En Argentina, el accionar de los parlamentarios del Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad (FIT-U) liderado por el PTS con Myriam Bregman y Nicolás Del Caño como principales voceros es un ejemplo que va en la dirección opuesta a la conciliación de clases brasileña o la subordinación de un frente popular francés como señalamos más arriba. Parlamentarios que actúan sin tregua con los partidos del orden y fortalecen una fuerza extrema-parlamentaria en las fábricas, hospitales, escuelas, universidades, barrios y movimientos sociales para enfrentar a la extrema derecha de Milei.
En este sentido, creemos que la aguda crítica de Safatle al trágico papel de Boulos en estas elecciones, a la izquierda del PSOL en su conjunto y dejando claramente desconcertada a una parte de las corrientes, carece de un sentido práctico concreto respecto a la ruptura real que hay que llevar a cabo y que la intelectualidad debe encontrar el valor de dar un paso más. Una ruptura con el proyecto de país de gestión del capitalismo hacia una “agenda alternativa” abiertamente anticapitalista y sin conciliaciones, ruptura que la crisis climática y ambiental exige con urgencia. En un momento en que el PT, ya de rodillas ante el capital, anuncia que para 2026 hará aún más alianzas con los partidos de derecha del Centrão, no es hora de apostar por esta resurrección, sino de apostar por la clase trabajadora y su autoorganización.
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