Pocos días antes de este Día de Acción Global por la Salud de las Mujeres, se celebró la Semana Mundial del Parto Respetado. Una oportunidad para preguntarse cómo es parir y nacer en los hospitales públicos.
Mucha tinta ha corrido en los últimos años para pensar cómo se trata el proceso de embarazo, trabajo de parto, parto y puerperio. Es que la marea verde, esta generación que arrancó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, en las calles, hizo que esto también se cuestione. "La maternidad será deseada o no será" fue una de las consignas que se corearon en las masivas movilizaciones. Pero cuando es deseada… ¿en qué condiciones se da?
Basta haber conocido alguna de las Maternidades de los hospitales públicos de la Provincia de Buenos Aires para hacerse una idea de la realidad que viven las mujeres que allí se atienden: las que quedaron por fuera del empleo formal, de las obras sociales, las desocupadas, las que trabajan cientos de horas en sus casas o en casas ajenas; es decir, la mayoría de las mujeres del pueblo trabajador. Ellas son las usuarias del sistema de Salud público, y son cada vez más.
¿Cómo es para ellas la hora de pasar por este momento que seguramente quedará grabado en su memoria, tan intenso como vital, como es el parto y los momentos previos, el trabajo de parto? Experiencias que están atravesadas por muchísimos factores, pero que encuentra a la mayoría de las mujeres que lo transitan, inmersas en el sistema de Salud. Y en muchas ocasiones y de distintas formas, expuestas a violencia obstétrica.
La ley y la vida
La violencia obstétrica según la legislación argentina es definida como aquella que se ejerce sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres y otras personas gestantes. Se expresa en el trato deshumanizado, el abuso de la medicalización y la patologización de los procesos naturales. También la OMS agrega que "Es más probable que las mujeres adolescentes, las solteras, las de nivel socioeconómico bajo, las que pertenecen a una minoría étnica, las inmigrantes y las que padecen VIH, entre otras, sufran un trato irrespetuoso y ofensivo".
En 2015 se reglamentó la Ley de Parto Humanizado en Argentina, una ley que insiste en brindar información clara y comprensible, en fomentar el contacto inmediato y sostenido del binomio madre-hijo/a y en evitar las intervenciones innecesarias durante el trabajo de parto, en el parto mismo y en el puerperio. Una ley que viene a decirle a los equipos de Salud que hay que acompañar, hablar, explicar más e intervenir menos.
Pero como muchas otras leyes que han sido conquistas muy progresivas, se necesitan recursos para implementarlas de manera efectiva y ahí es donde se corre el riesgo que se vuelvan un papel mojado.
Los presupuestos en Salud se han ido deteriorando. En la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, cuando se reglamentó la ley, el gasto en Salud representaba un 6,19% del total del presupuesto provincial. Durante el mandato de la gobernadora María Eugenia Vidal, de Juntos por el Cambio, el presupuesto pasó de un 6,36% en el año 2016 a un 5,5% en 2019. El actual gobernador Axel Kicillof, del Frente de Todos, lo mantuvo "prorrogado" y luego, el ajuste acumulado entre 2021 y 2023 fue de un 35% en términos reales. Presupuestos pactados con el FMI que impactan en la calidad de atención en general y particularmente en la salud de las mujeres y personas con capacidad de gestar.
La ley dice: "Toda mujer, en relación con el embarazo, el trabajo de parto, el parto y el postparto tiene derecho (...) a ser tratada de modo individual y personalizado que le garantice la intimidad durante todo el proceso asistencial." Pero en la realidad, aún existen hospitales que no cuentan con habitaciones, sino con pabellones de Maternidad, es decir, espacios comunes con hasta más de 10 camas, donde muchas veces transcurren los trabajos de parto. En otros, como el Hospital A. Korn en La Plata, la sala de partos está vidriada, y aunque sus trabajadoras peguen en esos vidrios papel esmerilado, difícil es en esas condiciones garantizar la intimidad.
En otro inciso nombra el derecho a ser considerada, en su situación, respecto del proceso de nacimiento, como persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de su propio parto.
Esto es particularmente interesante, el parto es un proceso fisiológico que a lo largo de la historia de la Medicina moderna se fue patologizando. Los nacimientos se trasladaron del ámbito del hogar y de la compañía de las mujeres de la familia, al ámbito hospitalario y la intervención médica. El avance de la ciencia y los conocimientos sobre el parto, hicieron que disminuya la mortalidad materna y neonatal, sobre todo con el desarrollo de la técnica de la cesárea. Sin embargo, también se generaron mayores intervenciones de este tipo, en muchos casos, innecesarias. Ya en los años ’80, la Antropología de la Reproducción empezó a hablar de la tecnificación de los partos, de los hospitales como "fábricas de bebes" y los cuerpos con capacidad de gestar como cuerpos-máquinas que deben responder a unos tiempos estandarizados dando uniformidad a las mujeres.
Actualmente en Argentina la tasa de cesáreas supera el 37%, mientras que en el ámbito privado este porcentaje es aún mayor, cuando lo recomendable por la OMS es no sobrepasar del 10% a 15%. Son múltiples las causas de estos números, como la falta de información que hace a veces que sean las mismas mujeres las que la solicitan incluso antes del trabajo de parto; o intervenciones para "apurar el parto" y responder a estos tiempos estandarizados; también en oportunidades es decisión de la mujer para poder acceder a la ligadura tubaria en el mismo acto quirúrgico; y por supuesto, en el ámbito privado, lo que prevalece como fundamento de una alta tasa de cesáreas, es el lucro, ya que la intervención quirúrgica permite mayores ganancias para las empresas privadas de Salud.
Pero ante estas múltiples causas, ¿cuál es la forma de disminuir estas estadísticas? Si se piensa el embarazo y el parto como un proceso que se da en una persona sana, es fundamental el acompañamiento desde la Atención Primaria de la Salud. Allí es donde se puede hacer foco en la promoción y prevención, en el acompañamiento y la Educación para la Salud; pero también allí es donde más se siente el ajuste presupuestario. Es en los CAPS, en las salitas, los primeros lugares a los que no llegan métodos anticonceptivos, insumos, medicación. Son también sus trabajadores y trabajadoras los peores pagos y los más precarizados en el sector. Treinta años después, se siguen sosteniendo las políticas de descentralización y desfinanciamiento del sistema de Salud impulsadas en los años ’90 y a diario se ven sus consecuencias.
Dentro del ámbito hospitalario, aún existen quienes quieren apurar los tiempos del trabajo de parto. Esto lleva a intervenir un proceso que podría darse a su propio ritmo y en armonía con el cuerpo de esa persona que lo transita. Pero cuando solo hay uno o dos profesionales sosteniendo una guardia; cuando hay más de 4000 nacimientos en un año a cargo de pocas manos, como pasa en muchos hospitales del conurbano bonaerense; cuando llegan pacientes de otras áreas programáticas porque en el hospital de referencia ya no hay camas, o no hay pediatra, o múltiples "no hay", la consecuencia la pagan las mujeres, las personas gestantes y sus hijes, que cuentan el tiempo con el reloj de los recursos hospitalarios.
En el mismo sentido, sobre quienes eligen la cesárea para acceder, en un solo paso, a la ligadura tubaria. Aunque se les informe de los riesgos... ¿existe para la gran mayoría que recurre a la Salud Pública, otra forma de acceder a ese método anticonceptivo? Las listas de espera para turnos quirúrgicos demoran meses o hasta años, y si hay que suspender algo por falta de personal o insumos, las ligaduras serán lo primero que se suspenda, en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y las personas con capacidad de gestar.
Cambiar la forma de nacer
Ante esta realidad, distintos autores debaten sobre las mejores maneras de nacer. Veamos a Michel Odent, médico obstetra francés y defensor del parto fisiológico. En uno de sus libros más difundidos El bebé es un mamífero, plantea entre otras cosas, los beneficios del parto en casa por la posibilidad que brinda de intimidad, de confort del espacio conocido y ciertamente de menor intervención médica. Aunque también señala la importancia de la supervisión por una obstetra experimentada. Es decir, contar con la posibilidad de tener a disposición un profesional de la Salud que acompañe el proceso en el domicilio, y con un medio de transporte que asegure un traslado inmediato a un centro de atención equipado con quirófano por si fuera necesario intervenir.
¿Cuántas mujeres pueden acceder a esto? Solo algunas pocas coberturas médicas prepagas de alta gama (y por montos altísimos) cubren este tipo de prácticas, por reintegro. ¿Y cuántas mujeres cuentan con casas confortables, espacios de intimidad o simplemente acceso a servicios básicos? Son, definitivamente, ellas las primeras en sufrir situaciones de violencia obstétrica y también son las últimas que pueden escapar por esos intersticios que dejan los sistemas de Salud en los estados capitalistas.
"Para cambiar el mundo es necesario cambiar la forma de nacer" es una de las frases más difundidas del mismo autor, que se repite sobre todo en la Semana del Parto Respetado, donde en distintos hospitales y centros de Salud se realizaron jornadas para visibilizar y problematizar esta situación. Con experiencias sensoriales que, a través de sonidos y olores, invitan a sentir en el propio cuerpo cómo es pasar por estas experiencias de parto, con charlas e intercambios entre trabajadores y trabajadoras de Salud que discuten cuáles son las mejores opciones, qué posibilidades existen de cambiar esta realidad. Espacios de reflexión y debate impulsados sobre todo por las residentas y residentes, las juventudes que vienen a barrer las ideas viejas.
Son definitivamente las personas usuarias, las trabajadoras y trabajadores quienes saben cómo hacer funcionar mejor los centros de atención primaria y los hospitales, cómo serían las salas de parto ideales, cuánta población pueden tener a cargo, cuáles son las necesidades de las personas gestantes, qué insumos se necesitan, qué medicación está de más y cuál está en falta. Si se dan vuelta las prioridades, si los recursos se destinan a Salud para contar con más trabajadores, y que no tengan que correr de un trabajo a otro, para que haya insumos y estructura hospitalaria en condiciones, o para que existan recursos destinados a tener vivienda digna, con acceso a servicios básicos e, incluso, más allá... que cada persona gestante pueda contar con atención domiciliaria ¿por qué no? ¡cambiaría de lleno la forma de nacer!
Los recursos existen, la cuestión es a dónde van. Imaginar otra forma de parir y nacer es también pensar otra Salud posible. Y polemizando con Michel Odent, se puede afirmar que al revés de lo que él plantea, es necesario cambiarlo todo, para cambiar la forma de nacer… y vivir el resto de nuestras vidas.
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