El martes en Mar-a-Lago, el presidente electo Donald Trump no descartó recurrir a la fuerza para anexionarse el Canal de Panamá y Groenlandia, al tiempo que insistió en su deseo de convertir Canadá en el 51º Estado de Estados Unidos. Para hacer frente a China, Trump está dispuesto a intimidar a sus aliados.
Viernes 10 de enero 19:06
En una rueda de prensa celebrada el martes en su residencia de Mar-a-Lago, Donald Trump esbozó su plan para ampliar el territorio de Estados Unidos anexionándose el Canal de Panamá y Groenlandia (actualmente bajo control danés), al tiempo que explicaba que quería convertir Canadá en el 51º Estado de Estados Unidos. Un agresivo plan imperialista dos semanas antes de su toma de posesión.
Ambiciones anexionistas para fortalecer a Estados Unidos y contrarrestar a China.
En su discurso, Trump explicó sobre Groenlandia: “ni siquiera sabemos si Dinamarca tiene derechos legales sobre ella, pero, si los tienen, tienen que renunciar a ellos, porque los necesitamos por una cuestión de seguridad nacional.” El territorio ya fue objeto de la codicia del presidente republicano en 2019. En su nuevo mandato, Donald Trump quiere utilizar la presión aduanera y las amenazas militares para doblegar a sus aliados. Por ejemplo, Trump amenazó con imponer un aumento masivo de los derechos de aduana a Dinamarca si el país no se pliega a sus deseos, pocos días después de que Justin Trudeau fuera derrotado por las amenazas arancelarias del futuro presidente de Estados Unidos.
Estas ambiciones anexionistas se extienden al Canal de Panamá. En este sentido, Donald Trump acusaó al país de permitir que soldados chinos controlen la ruta marítima que une los océanos Atlántico y Pacífico, y de imponer “precios exorbitantes” a los barcos estadounidenses para acceder a este eje estratégico del comercio mundial, por el que pasan millones de toneladas de mercancías cada año. Donald Trump se negó incluso a descartar el uso del ejército estadounidense para imponer su control sobre estos territorios, que considera “muy importantes para la seguridad económica de Estados Unidos”,
En un escenario aún más absurdo, Donald Trump llegó a pedir la incorporación de Canadá como el 51º estado de Estados Unidos. Una declaración que complementa las repetidas provocaciones de Elon Musk y los allegados al futuro presidente para debilitar a Justin Trudeau, mientras que la amenaza de un aumento masivo de los aranceles aduaneros entre los dos países precipitó su renuncia al cargo de primer ministro. Estas agresivas declaraciones contra el vecino del norte y aliado imperialista de Estados Unidos han obligado incluso a Pierre Poilièvre, de la extrema derecha canadiense, a pronunciarse contra la anexión del país.
Esta agresividad marca la pauta del futuro mandato de Donald Trump de cara a sus aliados. Como señala Jimena Vergara, de Left Voice: “Más allá de las bravuconadas, las declaraciones de Trump apuntan a iniciar nuevas negociaciones con Panamá, Dinamarca y Canadá como parte de los preparativos de Estados Unidos para endurecer su confrontación con China y avanzar hacia medidas más proteccionistas ante el retroceso de la globalización”. Desde este punto de vista, los confusos argumentos de Trump enmascaran el verdadero objetivo del futuro presidente estadounidense.
Sobre el tema de Panamá, Jimena Vergara señala que “lo que preocupa a Trump es que el segundo mayor usuario y transportador a través del Canal de Panamá es China, que opera al menos dos puertos. El objetivo de Trump es negociar con el actual presidente aranceles más bajos para los productos estadounidenses y tratar de disciplinar al gobierno panameño en sus relaciones con China. Los republicanos se oponen desde hace tiempo a un tratado de hace décadas que transfirió la gestión de la vía marítima a Panamá. Tras un levantamiento popular contra la opresión imperialista estadounidense, Estados Unidos y Panamá firmaron los tratados Torrijos-Carter, que permitieron a Panamá hacerse con el control del canal en 2000”.
Del mismo modo, el deseo de anexionarse Groenlandia responde a objetivos militares, de suministro de recursos estratégicos y comerciales. Groenlandia, una especie de colectividad danesa de ultramar (una colonia) con su propio Primer Ministro, tiene una posición estratégica central que da a la OTAN el control de una parte importante de las rutas comerciales polares que ahora interesan a China, así como el acceso a importantes recursos minerales. Por ejemplo, se cree que la meseta de Kvanefjeld contiene la segunda reserva mundial de tierras raras y la sexta de uranio.
Aunque China no es oficialmente miembro de los Estados árticos (como Rusia, Canadá o Noruega), se considera a sí misma un Estado cercano al Ártico para legitimar su interés en la región. Así, China ha invertido masivamente en Noruega, Groenlandia y Canadá, en el marco del desarrollo de las rutas marítimas polares recién abiertas por el deshielo. Con el calentamiento global y la desaparición de ciertas capas de hielo, el acceso a las rutas marítimas del Norte podría complementar el proyecto de las Nuevas Rutas de la Seda para el país asiático, y permitir la creación de rutas alternativas en caso de embargo económico. En concreto, el país ha manifestado su deseo de convertirse en una gran potencia polar para 2030, al tiempo que incrementa su actividad científica y de investigación en la región.
El objetivo de Trump y de los empresarios estadounidenses es impedir que China refuerce su posición en una zona rica en recursos minerales y estratégicos y considerada vital para Estados Unidos. Donald Trump no es ajeno a hacer declaraciones de este tipo, e incluso ha llegado a crear un eslogan específico para la situación: “Make Greenland Great Again” (Hagamos a Groenlandia grande de nuevo). Ante el empuje expansionista estadounidense, los gobiernos de Dinamarca y Panamá expresaron su preocupación y su negativa a abrir negociaciones sobre la anexión de sus territorios por parte de Estados Unidos, aunque el gobierno danés afirmó su disposición a trabajar con Donald Trump y a seguir siendo “un aliado central de Estados Unidos”.
Por su parte, el primer ministro de Groenlandia, Mute B. Edge dijo que quería aprovechar la oportunidad para volver a plantear la cuestión de la independencia de Dinamarca. Una política que podría desembocar en una sumisión al imperialismo estadounidense para deshacerse del dominio danés. Si Donald Trump se sale con la suya, Estados Unidos realizará la mayor adquisición territorial de su historia.
Donald Trump presenta su método radical para frenar el declive del imperialismo estadounidense
Para Jimena Vergara, ante estas amenazas, “está por ver qué es real o no tras la asunción el 20 de enero”. En el caso de Groenlandia, algunos think tanks llevan años sugiriendo que el control de este territorio es estratégico por las rutas marítimas que se abren con el deshielo del Ártico y los valiosísimos yacimientos minerales del subsuelo. China y Rusia ya están invirtiendo en infraestructuras para estas nuevas rutas marítimas en Groenlandia. El equilibrio de poder, tanto a nivel nacional como internacional, aún no se ha establecido. Lo que Trump quiere imponer a Canadá es ejercer una fuerte presión sobre un Gobierno debilitado con el fin de obtener mejores condiciones para las negociaciones del acuerdo comercial en 2026. Los canadienses están muy preocupados por los posibles efectos de los nuevos aranceles sobre sus productos exportados a Estados Unidos”.
Sin embargo, aunque las amenazas de anexión forman parte de los intentos de negociar por la fuerza, también evidencian el deseo de generalizar nuevos métodos brutales, sin precedentes en las últimas décadas. Aunque todavía no ha sido nombrado presidente, Donald Trump ya está planteando la perspectiva de un cambio en el equilibrio de poder con sus aliados occidentales. Desde la política llevada a cabo por Elon Musk en apoyo de la extrema derecha europea en Inglaterra y Alemania, pasando por la presión extrema impuesta a Justin Trudeau al final de su mandato, hasta sus declaradas ambiciones anexionistas, el Presidente que tomará posesión el 20 de enero confirma su proyecto de “exhibir el poder económico y militar de Estados Unidos, buscando inspirar miedo a sus adversarios y obtener un mayor margen de maniobra de sus aliados”.
Estas declaraciones muestran también que, en su enfrentamiento geoestratégico con China, Estados Unidos podría aumentar brutalmente la presión sobre sus aliados occidentales. Las contradicciones entre países imperialistas podrían así resurgir en el seno del campo occidental. Como señala Romuald Sciora, del Institut de Relations Internationales et Stratégiques, “la ironía aquí es tan mordaz como los vientos árticos. Desde su fundación en 1949, la OTAN se ha basado en una simple promesa: proteger colectivamente a sus miembros contra cualquier agresión externa. Pero, ¿qué ocurre cuando el agresor potencial no es otro que un miembro de esta alianza?”.
La presidencia de Trump ni siquiera ha comenzado y ya anuncia el color del mundo que viene: Estados Unidos quiere reafirmar su menguante poder frente a China, aunque eso signifique hacer pagar a sus aliados imperialistas un coste extremadamente alto. Todavía es difícil saber qué ganancias reales puede obtener Donald Trump con este método, pero ya sabemos que, incluso antes de su toma de posesión, los países imperialistas están empujando la situación internacional hacia una incertidumbre cada vez más palpable. Entre la imprevisibilidad de Donald Trump y el método de Elon Musk en las últimas semanas, la situación internacional se prepara para momentos de tensión, incluso entre países imperialistas, de una radicalidad completamente diferente en los próximos años. El movimiento obrero, los jóvenes y las clases trabajadoras deben prepararse para construir un antiimperialismo combativo contra estas tendencias.