A continuación, presentamos el primer encuentro de la cátedra libre Karl Marx realizado el pasado miércoles 24 de mayo en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), que contó con la participación de Lucas Rubinich, sociólogo y docente, y de Christian Castillo, dirigente nacional del PTS, sociólogo y docente de la facultad. El encuentro giró en torno a los 40 años de la democracia capitalista, sus balances y perspectivas.
A continuación reproducimos las principales intervenciones.
Lucas Rubinich:
En un contexto como este me parece de gran importancia el hecho de la cátedra libre Karl Marx, rearmar reconstituir el lazo social -como decimos los sociólogos- reconstituir espacios de deliberación en un momento complicado. Sobre el tema en cuestión, no hay infinidad de militantes que pasen por el aula cuando vos estas dando clases y la verdad que eso es un problema (entran los compañeros y algunos más, nada más) ¿Qué pasa? Que hay un montón de agrupaciones acá pero ninguna tiene la voluntad de decirle algo a los estudiantes. Por eso celebro la existencia de la cátedra libre Karl Marx. Dicho esto, la cuestión tiene que ver con nuestros 40 años de esta forma democrática. Yo quiero hacer una referencia muy particular porque creo que la forma en que se fue dando la situación de la democracia en la Argentina tiene aspectos para mi muy marcadamente singulares que deben ser atendidos en relación comparativa con el marco latinoamericano. En principio, digo ¿Cuáles son las condiciones de surgimiento de esta forma de la democracia argentina?
En principio, la cuestión que me parece relevante poner sobre la mesa es que surge después de la derrota de las experiencias revolucionarias, después de las experiencias de cambio que se habían extendido por todo el continente pero específicamente en el mundo argentino durante la década del 60’ y el 70’. Es muy importante para mí el hecho de que la democracia surja con el antecedente de la derrota de las expectativas de cambio fuerte. Había expectativas de cambio fuerte que se expresan de distintas maneras: podrían tener expresión en grupos armados, en sindicatos clasistas y aun los partidos tradicionales tenían fracciones que eran sensibles a estas expectativas de cambio. Uno podría decir que estas expectativas de cambio para poner en una situación de ambigüedad, tenían en común la idea de pensar una propuesta de sociedad inclusiva. En algunos casos más igualitarios, en términos radicales y con cambios drásticos y en otros menos, pero la idea de proponer una sociedad inclusiva era algo que, producto de las experiencias de la década del 60’ en toda América Latina, formaba parte de la cultura política de la época. En ese contexto no podría haber una valoración de la democracia, menos en la situación particular de Argentina donde estaba proscripto uno de los dos grandes partidos y además ni siquiera las experiencias de democracia formal parcial terminaban bien porque eran interrumpidas por golpes de Estado.
Entonces, las críticas a la democracia burguesa que se hacían desde distintos espacios de la militancia de la década del 60’ y 70’ estaban sólidamente fundadas en la experiencia. Las experiencias de cambio fueron derrotadas: para mi es muy importante marcar esto. Una derrota muy acotada en términos militares, una derrota política y una derrota a mi modo de ver fuerte en términos culturales. Lo que me parece que también produce una singularidad en el surgimiento de la democracia es este otro elemento que uno podría llamar la temprana no sé si derrota o por lo menos desprestigio fuerte del partido militar que va a culminar en una derrota con el juicio a las juntas, pero pos guerra de Malvinas. Entonces hay un fuera de juego del partido militar que concluye con esa derrota de las expectativas de cambio. A la vez, en este contexto se da un proceso de consolidación de una mirada económica que va a expandirse como una mancha de aceite por todo el mundo pero que tiene su nacimiento mítico en los Chicagos Boys durante el gobierno de la dictadura de Pinochet y, de alguna manera, con la experiencia de Martinez de Hoz que va a ser replicada radicalmente en la década del 90’ por uno de los dos grandes partidos y, sobre todo, el partido que tenía la propuesta de sociedad inclusiva más fuerte, es el partido que realiza el programa económico familiar a la escuela de Chicago.
El proceso de consolidación de esta mirada es un proceso que me parece que es importante atender porque la libertad económica no necesariamente se asocia a la libertad política en el sentido republicano liberal desde estas perspectivas. Lo diría, muy claramente, recordando los siguientes hechos. El economista que es el líder de esta mirada (que va a adquirir predominio cultural sobre todo con el gobierno de Margaret Thatcher, pero que ya había despertado su inquietud la experiencia con Pinochet) Friedirich Von Hayek viaja a Chile a observar la experiencia pinochetista y la reivindica como una verdadera democracia y después pasará por la Argentina y dirá más o menos lo mismo. Digo esto porque me parece que cuando se discute sobre las nuevas derechas en el presente es muy importante remarcar cuales son los núcleos conceptuales de esta mirada predominante viéndolo en sus expresiones escritas y también sus acciones. Estas acciones, la de la visita de Von Hayek a Pinochet y la reivindicación como verdadera democracia, ponen entre paréntesis inclusive la idea de asociación al estilo de Fukuyama que planteaba que con el fin de la historia llegaba una asociación “natural” entre mercado y democracia republicana liberal. No es una asociación ni siquiera "natural".
El proceso de consolidación de la cultura del capital financiero que, básicamente, para decirlo en términos de teoría social, diría que hay una mirada sobre la acción social no condicionada, o por lo menos donde se suspende la idea de condicionamiento y hay individuos más capaces e individuos menos capaces en la lucha por la vida. Esa moral darwiniana va a tener una presencia progresivamente fuerte a medida que vaya avanzando la democracia y los otros aspectos que tienen que ver con algo estructural: la presencia cada vez más fuerte de las corporaciones internacionales en las decisiones de las sociedades nacionales. Pero es cierto que la singularidad de la democracia argentina tenía que ver con la derrota del partido militar en la guerra de malvinas y, producto de las luchas de distintos espacios de la sociedad civil, fundamentalmente organismos de derechos humanos, esta experiencia del juicio a las juntas levantan un sentido trascendente de la democracia. Ese sentido es acompañado por viejos adherentes a expectativas de cambio más radical que, llevando en sus mochilas el dolor de la derrota anterior, tratan de encontrar una manera de fraternización con el statu quo imperante en ese presente. Existe el deseo de construir una especie de centroizquierda que sea el "lado bueno" de esta forma de organización capitalista que permitiría formas de organización democrática, de relevos de poder de distintas miradas, inclusive aquellas que tenían alguna perspectiva moderada de democracia inclusiva.
Este era el sueño del sociólogo Torcuato Di Tella. Soñaba con la existencia de un partido de derecha democrático que permitiera la consolidación de la democracia republicana liberal. Creo yo que ese sueño se destruye, se frustra (si ya no venía fuertemente herido), se deteriora con el triunfo de las elecciones de Mauricio Macri en el 2015 e inmediatamente la designación de jueces por decreto, la muerte de Maldonado y de Nahuel, un sin números de arbitrariedades en términos republicano liberales que desacomodan esa mirada, "buena" mirada, "ingenua" mirada acerca de la convivencia de perspectivas que reivindican una idea de menos distribución de la ganancia con algunas otras que podían pensar una distribución más equitativa de la ganancia. Esas eran las ilusiones. Esas ilusiones se frustran directamente. El sueño de Torcuato Di Tella, hay un "Cross" a la mandíbula del republicanismo democrático con el triunfo de Macri y las inmediatas medidas que comienza a tomar. Independientemente de que no existan formas explícitas de crítica a esto yo creo que, de alguna manera, dejan una marca y es una marca que tiene que ver con la idea de que las cosas van siendo de esta manera y se torna más fuerte un sentimiento de inevitabilidad que atraviesa como un fantasma al conjunto de la clase política convencional. El conjunto de la clase convencional, los dos grandes partidos que en alguna de sus fracciones podrían tener miradas que reivindican propuestas de sociedades un poco más inclusivas. Una especie de sociedades inclusivas, desiguales con explotación, pero con inclusión. Ese sueño ya ni siquiera aparecía como posible y ahí hay directamente el surgimiento de lo que yo menciono varias veces -que es la frase de Margaret Thatcher- que uno puede encontrarla en la boca de distintos dirigentes políticos cuando se les pregunta sobre situaciones en las que han actuado o en las que no han actuado y responden: "no hay alternativa, las cosas son así".
El quiebre del sueño de Di Tella, me parece a mi que habilita a pensar en cambios estructurales y la verdad que en algunos momentos no se reflexionó tanto sobre eso. Yo creo que hay dos aspectos de cambios estructurales en la sociedad argentina que, de alguna manera, son producto reforzadores empáticos con el clima predominante de ganadores y perdedores, de la cultura del individualismo pragmático, de la cultura del capital financiero. En principio, las características de lo que podrían ser los grupos poseedores de capital económico, esas distintas fracciones de lo que uno podría llamar burguesías. Yo quiero reivindicar acá un texto de alguien que fue profesor de nuestra facultad, Jorge Bernstein que escribió un pequeño texto en la universidad de La Plata que se llama Lumpen Burguesías y por supuesto como ustedes sabrán, la cita tiene que ver con una pequeña frase del libro La Lucha de Clases en Francia de Marx, cuando hace una evaluación de la burguesía. La idea de Lumpen Burguesías había sido rescatada, de una manera un tanto etnocéntrica, por Ernest Mandel en los 60’. Eran burguesías de países del tercer mundo que no funcionaban como una burguesía ideal. Lo que me parece interesante de Jorge Bernstein es que él no tiene grandes sostenes argumentativos porque es un artículo, sin embargo es muy imaginativo y refiere a que la cultura del presente, la cultura del capital financiero, el predominio de las corporaciones a nivel internacional, la reducción de las capacidades estatales de los países de los Estados periféricos, han generado que este actor -la corporación multinacional- se convierta en un actor relevante, incluido en una mirada, en una práctica mejor dicho, que tiene que ver con la financiarización de la economía. Y ese proceso, en el caso argentino, hermanado con la cultura de la patria contratista, da un resultado catastrófico. No hay ni siquiera una élite burguesa que tenga un proyecto más o menos ordenado de país, un proyecto desigual de país, un proyecto injusto del país. En la práctica hay grupos que también reproducen la competencia brutal inter empresarial. Me parece que esa caracterización de Jorge Bernstein de Lumpen Burguesía es un elemento fundamental para entender el funcionamiento de estas deterioradas democracias del presente.
El otro elemento hace referencia a los cambios estructurales en el mercado de trabajo. Yo creo que no es para decir “se acabó la clase obrera”, ni mucho menos porque existe. Además uno puede pensar a los distintos sectores como sectores de trabajo, pero sí para ver una fracción de los trabajadores que tiene que ver con su condición de informales. La condición de los trabajadores en su condición de informales ha resultado fuertemente empática con la cultura predominante. La idea de que uno es responsable de sí mismo en la vida, es un elemento constitutivo de esta cultura del presente; la idea de que uno es responsable de sus triunfos y de sus fracasos en términos individuales
Yo recordaba en una reunión en otro momento, ustedes vieron que uno tiene muchos estudiantes en las facultades, y tuve estudiantes que ahora algunos son asesores de políticos convencionales y entonces me cuenta uno una anécdota muy simpática acerca de una discusión entre asesores que se produce en el momento de la reforma previsional en el congreso. Eran todos asesores jóvenes economistas y uno de los muchachos del partido oficial en ese momento, que tenía que ver con el macrismo, dice una cosa, pero lo más simpático es lo que él dice. Nadie cree que es un escándalo, en todo caso se rien un poco. Lo que dice este muchacho es lo siguiente: “si la persona lo único que hizo durante toda su vida fue lograr tener un ingreso de la jubilación mínima, es un fracasado y tiene que asumir su condición de fracasado” y los otros nada más se rieron. Por más que parezca una anécdota trivial, a mi me pareció un elemento importante de cómo se va naturalizando la idea de la acción social no condicionada, la idea del individuo como responsable de sus éxitos y sus fracasos, la idea individualista de la acción social. En sociología, en el primer año empezamos a explicar cómo aparecen condicionamientos fuertes: de donde venis vos, en qué momento y lugar histórico naciste, qué posibilidad de educacion tuviste, que posibilidades de relacionarte con el mercado de trabajo tuviste, esas líneas son una obviedad pero las explicamos desde un principio: no hay una línea de partida sino que hay muchas líneas de partida y eso habilita a no hacer una caracterización que termina siendo un tanto biologicista. Porque es verdad que la nueva mirada no es una mirada racista en el sentido convencional, pero tiene un aspecto biologicista como cuando se dice a un pibe que está en condiciones deterioradas de su grupo familiar producto del desempleo, producto de dos generaciones de desempleo, de retiro de formas de intervención del mercado del trabajo que le permiten dignificar su vida. Ese pibe tiene un mal desempeño escolar y yo digo en mis clases que muchas veces ese mal desempeño se atribuye a sus características casi biológicas porque se termina diciendo que "no le da la cabeza". Eso es una manera muy práctica de pensar cómo funciona la idea del éxito o el fracaso individual, ignorando los condicionamientos fuertes que existen en las sociedades. El ejemplo del muchacho asesor del PRO es una manera de expresar de forma cotidiana una filosofía fuerte que atraviesa a distintos sectores del mundo político convencional.
En la práctica concreta, nadie cree demasiado que es posible hacer otras cosas. Yo reivindico este concepto dándole el significado que efectivamente tenía para los sociólogos de principios del siglo XIX y principios del siglo XX de clase política. Clase política entendida, como diría Weber, implican un sector dinámico y un sector pasivo de la política. El sector pasivo serían las bases y el sector dinámico sería ese sector del sistema político, eso es un ideal para muchos de los elitistas, no solo un diagnóstico sino además es una mirada de filosofía social y política, una propuesta acerca de cómo debe funcionar el sistema político. Esa es la mirada del presente del conjunto de la clase política convencional. Siempre uno dirá: “va a encontrar un contraejemplo”. Pero la verdad, el clima predominante es ese. Y ese clima predominante es el que funciona en la democracia del presente con todas esas historias que yo mencionaba antes. Con todos estos fuertes condicionamientos se fue generando una destrucción de las formas convencionales de las políticas que habilitaban a pensar a una democracia -como pensó Alfonsin en el primer año de su gobierno- en la que se come, se educa y se cura.
Ese sueño quedó muy rápidamente frustrado y los dos partidos podían haber levantado como fuerza importante en algún momento esa frase. La idea de que puede existir una sociedad inclusiva, desde ya que ninguno de los dos partidos la levanta hoy, y la confusión viene con la retórica que es una retórica: no se puede decir de una manera no cruel “no hay que poner gastos en discapacitados, no hay que poner gastos en salud, no hay que poner gastos en educación porque son gastos ineficientes. Que cada cual se haga cargo de su propia vida”. Ese es el núcleo constitutivo de la mirada predominante. Unos la levantan como una bandera más fervientemente, otros no la levantan del todo porque tenés que hacer política y por lo tanto no lo podés decir de una manera brutal. Entonces hablás de una especie de republicanismo vacío. Si hay algo que se vacía es la idea de democracia republicana hablada por aquellos que tenían, en el sueño de Di Tella, el papel de realizar el republicanismo. Como no existe la posibilidad concreta de realizar el republicanismo, tampoco pueden presentar brutalmente su mirada ideológica. Entonces, la retórica es de la democracia inclusiva y la retórica de los sectores que tenían una tradición de sociedad inclusiva como respuesta histórica también es así. Ellos no creen que hay que levantar la inclusión como una bandera, pero creen que no hay alternativa, creen que la situación es inevitable. Este es el presente dramático de la democracia argentina. Es una crisis muy fuerte del sistema político convencional. Es una crisis muy fuerte de algunas instituciones que tuvieron papeles relevantes en la apuesta por la inclusión.
Ahora bien, lo último que digo, el proceso de delegación siempre es un proceso complicado. Cuando no hay deliberación, es un proceso que realmente transforma a las bases en el sector pasivo de la política. Uno se encuentra en las miradas que retoman tradiciones inclusivas, con retóricas participacionistas y con eventos que pueden remedar la idea de una participación. Pero lo que está extraordinariamente ausente es la posibilidad de deliberación. No hay ninguna posibilidad de deliberación en esos espacios y eso es la crisis extraordinaria de esos espacios porque independientemente de alguna fortaleza electoral que todavía sobrevive, sigue existiendo la imposibilidad de discusión con las bases. Uno habla con cuadros intermedios de distintos sectores que quedan absolutamente abandonados en su territorio, porque no se puede discutir. Hay cosas que no se pueden discutir: la posibilidad de construir algún tipo de sociedad inclusiva de una manera más radical o menos radical, en un contexto como este, sin espacios deliberativos desde los organismos de representación política es algo que no va a tener sentido. No hay posibilidad de hacer algo si no hay creación de espacios de deliberación. En el presente, en las formas convencionales de la política, estos espacios quedaron absolutamente clausurados. Las críticas que se hacían en la década del ‘60 a las formas de la democracia burguesa, al republicanismo liberal, tienen su manifestación fuerte como ejemplo empírico de realización de efectividad de esas críticas. Lo último que digo: la mirada de los sectores, inclusive llamados progresistas, se ha transformado en una apuesta por la pura lucha electoral que da como resultado que uno se encuentre con compañeros que andan dando vueltas por la facultad y uno les pregunta qué vas a hacer de la vida cuando te recibas y te dicen algunos, legítimamente porque forma parte de la cultura de época, voy a ser “el Durán Barba bueno”, voy a estudiar para eso. Voy a manipular la opinión pública, porque la idea de la manipulación de la opinión pública aparece como central en una lucha que es puramente electoral. Como no hay espacios deliberativos, no se construye colectivamente la opinión. Lo que existe son agregados de individuos, que esa es la tradición del voto liberal, agregados de individuos, suma de individuos que se diluyen con el viento. Porque vos podes tener el 60% de los votos y si no tuviste una construcción colectiva de opinión, un viento adverso desarma ese 60% y pasa a ser un 25% o un 30%.
El presente, para esas perspectivas que podrían ser la esperanza de un mundo modelado, de una nueva centroizquierda, es algo que no tiene posibilidad de realización, porque su perspectiva está sostenida en la sinonimia de lucha política, lucha electoral. Claro que la lucha electoral es muy importante, lo saben muchos compañeros acá, es algo que permite la construcción colectiva de la opinión. Pero la lucha electoral como está presente en los grandes periodos convencionales es simplemente la manipulación de los individuos porque se piensa que el resultado es la suma, el agregado de individuos y no la construcción colectiva de opinión. La mirada puede ser pesimista, pero es irremediable lo que citamos siempre acá: "el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad". Cuando hay tanto optimismo dando vuelta, la idea de pensar fieramente sobre las formas que ocurren independientemente que eso nos pueda plantear un panorama oscuro. Me parece que es la apuesta irremediable que debe hacer cualquiera que tiene la responsabilidad pública de desempeñar un papel en la universidad, un papel intelectual.
Christian Castillo:
Buenas noches compañeras, compañeros. Antes de entrar en tema los quería invitar a que lean, vean y compren la última edición del IPS recién salidita de imprenta. Es una revisión del texto de Peña: un debate sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo con un estudio preliminar de Alicia Rojo y Gabriel Piro. Así que invito a la lectura de estos textos que hace mucho que no estaban reimpresos.
Yo tengo un vicio que es que cuando una charla tiene un título, me meto en él y trato de abordarlo. Habla de balances y perspectivas, haciendo alusión a un famoso texto de Trotsky que se llama Resultados y perspectivas, sobre la Revolución de 1905. Vamos a hablar de resultados de estos 40 años y las perspectivas que dejan en la interpretación de lo que fue la caída de la dictadura y el surgimiento del nuevo régimen constitucional. Hay una línea interesante que me parece retomar, que es la línea de la idea de la democracia de la derrota. Algo decía Lucas. La idea de que sobre el genocidio primero y, podríamos agregarle, sobre el resultado que tiene después la guerra de Malvinas, este régimen es hijo de eso y no se puede entender lo que pasó ni la baja de las aspiraciones posteriores y su eficacia como sistema de dominio, si no es partiendo de esa derrota. El genocidio produjo una transformación estructural en Argentina, quizá menor que en otros países, si uno lo compara con Chile en cuanto al desarme de una estructura social. Pero en Argentina, el genocidio produjo una liquidación física y un disciplinamiento de todo un activismo y militancia que, como Lucas señalaba, también aspiraba a una transformación revolucionaria. Sobre la base de esa liquidación y disciplinamiento, es que emerge el nuevo régimen.
Si se quiere, de la idea de separar el régimen político de su base social de clase, toda una capa de la intelectualidad, que había estado ligada a distintos proyectos, como la izquierda peronista, al maoísmo, etc., cuando se acaba el régimen dictatorial, habían variado su perspectiva y ya no era el Socialismo la perspectiva por la que había que luchar, sino que era la democracia secas. Se discutía en ese momento una recuperación de un filósofo político italiano muy importante, Norberto Bobbio, que fue puesto en el centro de la reflexión y la idea de que luego se transforma en la forma que llamamos a este régimen: la democracia en general, no la democracia burguesa. Eso después se reforzó con el Neoliberalismo, porque en América Latina viene algunos años después de su fuerte impacto en los países centrales. Algo había adelantado el plan de Martínez De Hoz de la dictadura, pero sin el peso fuerte que va a tener después en la década de los ‘90 en muchos terrenos.
Entonces una transformación regresiva de la sociedad se daba no con un proyecto dictatorial sino desde la propia democracia burguesa y la propia democracia capitalista. Esto es una primera discusión, ya que no partía de que este régimen político es ante todo un régimen de dominación. Es una forma en la cual la clase dominante logra imponer su voluntad a la clase trabajadora: la república democrática como envoltura del dominio del capital.
En aquellos comienzos de los ‘80, los marxistas lo decíamos en soledad contra todo el sentido común, pero si uno ve el pasaje de 40 años, gran parte de lo ocurrido es efectivamente la revalidación de esa condición de este sistema político. Puede decirse desde el punto de vista de las expectativas que había generado y el discurso con el cual se construyó y Lucas aludía a la famosa frase de Alfonsín: “con la democracia se cura, se come, se educa". Eso se ve como un fracaso material desde el punto de vista de forma de dominación, pero permitió a la clase dominante mantenerse y traer el país hasta acá, hasta este desastre. Cualquier ángulo donde nosotros tomemos una instancia comparativa, muestra efectivamente la decadencia social de la Argentina. Es decir, tenemos una multiplicación por diez de los niveles de pobreza del cuatro y pico al cuarenta y pico por ciento: Una regresión social monumental. El ingreso promedio es la mitad que en 1974, es generalizada la falta de posibilidad de acceso a una vivienda mínimamente digna. Cada 10 años que se hace el censo crece en un millón de familias los que viven en emergencia habitacional. Es decir, se pasó de dos millones y medio a tres millones ochocientos mil. Estamos esperando todavía la cifra de este, pero probablemente dé algo parecido: Nunca hacia abajo.
Hay una naturalización de que el futuro de las clases trabajadoras y las clases populares es estar cada vez peor, es terrible la falta absoluta de derechos para el trabajo de la juventud. Uno hace una encuesta a jóvenes de 18, 20, 22, 23 años y a lo mejor, de 100, dos o tres cobran aguinaldo. Con suerte, dos o tres tienen vacaciones pagas y pueden, por ejemplo, si estudian, pedirse un día para estudiar, pero la gran mayoría no puede. Ya se ha naturalizado una relación en la cual los derechos conquistados por la clase trabajadora son algo del pasado para gran parte de la juventud.
Ustedes ven que cuando se dice que se recuperó el empleo después de la pandemia, lo que se recuperó es el crecimiento del monotributista. Es una forma de fraude laboral escandaloso y una forma de traficar la pérdida de derechos. Esto es resultado de un mecanismo de dominación. Hay una escuela que trata esto no con la alegría de que recuperamos la democracia sino que trabaja la idea de la democracia de la derrota donde tenemos figuras diversas. Tenemos a un amigo común, Alejandro Horowicz, que ha trabajado esta idea -la democracia de la derrota- sosteniendo que el bloque de poder que se consolidó en la dictadura no fue cuestionado a la salida de la misma, sino que ese bloque de poder continuó. Un escritor, Fogwill, que ustedes también deben conocer, decía que en realidad el gobierno de Alfonsín fue el “proceso dos”, el de Menem, el “proceso tres” y el de De la Rúa, “el proceso cuatro”. Está bien, en el sentido de que el bloque económico de poder había continuado bajo distintas formas en distintos gobiernos. León Rozitchner también tiene afirmaciones similares: dice no fue el deseo lo que llevó a la calle a la dictadura sino el terror en el sentido de que la aspiración era un régimen donde no esté directamente la dictadura, pero bloquear toda perspectiva de transformación social. Me parece que es una idea interesante para repensar la democracia actual.
Lo que es expectativa de cambio, que se da después de la caída de la dictadura, tenía un límite que se impone con el gobierno alfonsinista y con esa idea de un radicalismo socialdemócrata, que iba a construir en la imaginación máxima un tercer movimiento histórico e iba a superar al peronismo y al radicalismo. Que entonces iba a poder ser, dentro de esta forma política, lo máximo que se puede esperar. Esto se choca además con dos cuestiones de base. Uno: el peso que va a tener el endeudamiento externo sobre la economía nacional desde la dictadura hasta la actualidad. Argentina pagó, en concepto de intereses y capitales de deuda, alrededor de 600 mil millones de dólares, que pasaron de recursos generados en el país hacia organismos internacionales. Los especuladores ganaron 600 mil millones de dólares y aún así, la deuda sigue estando cercana a los 400,000 millones de dólares. Vean el papel que eso ha tenido en el condicionamiento de todas las políticas económicas que se han llevado adelante. Uno puede ver como la clase dominante y sus representaciones políticas siempre fueron obedientes al mandato del capital financiero internacional.
Esa situación no era solo en Argentina, era una situación continental. México había entrado en moratoria de la deuda en el año 1982 y el propio Alfonsín tuvo que hacer campaña electoral diciendo que iba a discriminar la deuda legítima de la ilegítima. La CGT levantaba un programa nacionalista, pero que incluía la moratoria de la deuda de sus famosos 26 puntos: era un tema nuclear el tema de la deuda. Sin embargo, se resolvió aceptando la continuidad jurídica del Estado y la continuidad del endeudamiento de la dictadura. Fue una estafa: estatizó la deuda privada en una cifra que va entre 14 y 23 mil millones de dólares. Donde todos los grupos económicos nativos y extranjeros transfirieron al Estado argentino su deuda privada. Esta situación tiene similitudes con la actual en tanto la causa de la crisis, la deuda latinoamericana, era la suba de las tasas estadounidenses: sube la tasa que hay que pagar de endeudamiento y eso lleva a una crisis. Acá el Estado vino en auxilio de los que sostenían, nuevamente mostrando la pertinencia del principio del capitalismo, de socialización de las pérdidas y privatización de las ganancias.
Esto es el origen del endeudamiento, que va a pesar como una espada de Damocles sobre toda la economía nacional y la subordinación al sometimiento al FMI que va a tener Alfonsín. La deuda de Alfonsín era sobre todo con bancos privados, no con el FMI, pero su reestructuración exigía un acuerdo con el FMI. Una subordinación de los condicionamientos económicos y dónde se va renunciando a todo intento de puja, todo intento de hacer un club de deudores, a una política burguesa para tratar de incidir en la deuda. Esa subordinación se da a partir de un alineamiento con la política que tenía Estados Unidos para la región.
El segundo punto, además de que se margina o aísla la idea de una transformación radical, es que disminuye la conciencia antiimperialista. El antiimperialismo había sido muy constitutivo de la sociedad argentina. Desde el resultado de la guerra de Malvinas, se crea una idea totalmente derrotista frente a cualquier intento de alterar el orden político y financiero internacional: “no lo podemos hacer porque nos van a invadir”; “cómo no vamos a pagar la deuda, vienen los marines y nos invaden”. Esto llevó a una degradación de todo cuestionamiento a esa dominación. Va a ser muy gráfico en que un sector del peronismo, que había levantado banderas antiimperialistas en su momento, termina siendo el ejecutor de la política de sometimiento más fuerte que vamos a ver durante la década de los ‘90. Yo creo que era imposible en este sistema político haber hecho la transformación neoliberal sin el peso del peronismo. El peso del peronismo en los sindicatos y en la clase trabajadora, fue fundamental para jugar el papel de garante de la aplicación de las políticas de privatización, de despidos, de precarización laboral, de la aplicación de los principios del consenso de Washington. Esto fue la “sociedad” de Menem con la familia de Alsogaray.
Y este sector de ultraderecha no es que no tenía ningún peso: había sacado casi el 8% en las elecciones en 1989. Había llenado el estadio de River. Yo siempre trato de decirle a la gente que se impacta un poco con Milei, que la UCD[1] dirigía el centro de estudiantes de Medicina, de Ingeniería, de Derecho, de Arquitectura y de Ciencias Económicas en ese periodo. Ahora no hay militantes libertarios en la UBA. O sea son más de derecha, dicen que la universidad pública hay que cerrarla, que son todos comunistas, marxistas, etc. Pero los liberales expresaban otro sector social: un sector de la clase media alta. En 1989, ese sector tenía expectativa en una salida de derecha liberal. Menem se asocia con eso y aplica la convertibilidad con Cavallo y todo el paquete de desestructuración social. Esa sociedad, insisto, sin el control de los sindicatos hubiese sido muy difícil de aplicar. Este paradigma fue tomado en común con otros países latinoamericanos, porque en Bolivia el que lleva adelante el plan neoliberal es el Movimiento Nacionalista Revolucionario. No fue el partido de la derecha tradicional, fue el partido heredero de la Revolución de 1952 el que hace la liquidación y la privatización de las minas y la liquidación del movimiento minero y toda la aplicación de la política neoliberal. Los planes de shock en Brasil los aplicó un referente que venía de la izquierda: Fernando Henrique Cardozo, . En Chile, el viejo Partido Socialista juega un papel clave en mantener toda la herencia de Pinochet y continuar con la estructura de los Chicago Boys. En México, con el PRI que se reconvierte también en partido neoliberal con Salinas de Gortari y Cedillo, los dos gobiernos neoliberales, se aplica también la privatización. Todos esos principios los aplican en general partidos, movimientos, personalidades que habían tenido un discurso antiimperialista y se pasan a la ola neoliberal generando una transformación regresiva de nuestra estructura social.
Lo llamativo en Argentina es que eso tiene una enorme magnitud: es una transformación regresiva de gran escala y que solo se va a ver profundamente alterada cuando hay un momento de enorme politización popular que es la crisis del 2001. Este ciclo de 40 años tuvo dos momentos de crisis muy aguda. Hubo entre 1989-91 un momento de crisis de convulsión. Los primeros años son un lío bárbaro por la salida adelantada de Alfonsín, en medio de saqueos, golpes de mercado, y una resolución por derecha neoliberal de esa crisis: disciplinamiento de mercado con la hiperinflación. Fue un mecanismo de disciplinamiento con la conformación de alianzas de clase, creando niveles de desocupación y miseria muy altos.
La crisis del 2001 fue otra relación, otra situación. Porque hay una impugnación de los partidos gobernantes que habían llevado esa crisis al quiebre de la Convertibilidad y a una situación insostenible, pero a la vez con una politización popular muy fuerte: las asambleas populares, los movimientos desocupados, las fábricas recuperadas. Hubo una gran activación social. El 2001 fue una una irrupción popular muy importante, con límites por la forma que tuvo. Tenía un proyecto por la positiva, porque tuvo un componente de espontaneidad fuerte seguido de organización. Pero no fue suficiente para evitar la reconstitución de eso que había sido puesto en discusión gracias al surgimiento de una forma diferente o formas de coordinación y de articulación de las clases populares. Eso quedó embrionario, no se cristalizó, pero fue un momento de fuerte politización que moldeó la década siguiente desde el punto de vista que obligó al personal político de los partidos tradicionales a cambiar su discurso, a reubicarse. Esto se ve en la trayectoria personal de los Kirchner, que habían sido menemistas, que no habían impugnado el indulto, que habían apoyado el plan de privatización, habían estado con Cavallo. Yo a veces me río cuando la escucho a Cristina decir que “los noventas” son el enemigo.
Aunque todos hicimos experiencia de lucha en ese tiempo, en nuestro caso con las fábricas recuperadas y las coordinadoras con sectores desocupados, como la Coordinadora del Alto Valle en Neuquén, tratamos de dar una opción distinta a todo eso. Si se hubiese generalizado la crisis, quizás hubiese sido distinto. Eso duró un poco y después se recompuso la economía y llegamos de ahí hasta el día de hoy. Lo que quiero decir es que actualmente hay tres cuestiones muy relevantes: primero, que nuevamente entramos en un ciclo de esperanza y fracaso en las dos coaliciones fundamentales. Esperanza de la derecha en Macri, como decía Lucas, con cierto espacio de otra ideología. Si es gerente y sabe manejar una empresa va a saber manejar un país y los CEOs van a ser eficientes. Llegó enseguida el desastre y la inflación liquidó la promesa de cero pobreza. El nuevo intento del peronismo reciclado del gobierno de Alberto y Cristina, que nuevamente, ante la frustración de sus votantes, de sus simpatizantes y militantes, no modificaron el ciclo de Macri, sino que profundizaron la caída de los salarios. Ese doble fracaso puede llevar a distintas cuestiones, Hay, por un lado, una fragilidad económica muy grande. Y por el otro, hay una fragilidad coyuntural muy grande. Hay un Banco Central quebrado, sin reservas (y no porque no entraron dólares, entraron muchos dólares en el gobierno de Alberto y se evaporaron por arte de magia como con Macri). Y de nuevo como Alfonsin, que aceptó la deuda de la dictadura, el gobierno de Alberto y Cristina aceptó la deuda de Macri y acá estamos. Lo advertimos desde la izquierda.
Yo hablé de intervenciones pero que no torcieron el rumbo aún. Queremos conquistar una fuerza militante que vea que sobre esa lucha de clases de masas puede intervenir para darle una direccionalidad. Y ese es el otro punto relevante. Porque si no aspiramos a eso, no aspiramos a construir una fuerza política claramente anticapitalista, socialista, que luche por cambiar este sistema, puede haber insurrección, puede haber levantamientos como ha habido en muchos países de América Latina. Pero no torceremos el rumbo fundamental. Podremos alterar, modificar por algunos años, pero no abriremos la expectativa de que es posible construir otra sociedad. Que es a lo que tenemos que aspirar si es que pensamos en algún futuro para la juventud y para la humanidad.
Si uno ve la famosa frase de Gramsci: “cuando lo viejo no termina morir y lo nuevo no termina de nacer aparecen los monstruos”, Milei es la expresión del desgaste de lo que mi amigo y compañero Fernando Rosso llama el “empate hegemónico” entre las dos coaliciones, las dos fuerzas tradicionales. El desgaste de esas fuerzas alrededor del poder de veto y la incapacidad de imponer un proyecto determinado explica en parte la aparición de un intento de resolución por derecha, un desempate. Por ahora, no tienen capacidad de movilización social, por ahora andan visitando los canales de televisión. Pero están. El intento de asesinato de Cristina Kirchner nunca lo denunció Milei, nunca lo denunció Patricia Bullrich. Las balas son acciones reaccionarias que podrían haber sido contra cualquier izquierdista porque la ideología de ellos es que a la izquierda hay que erradicarla.
Pero insisto que la irrupción popular puede alterar eso. ¿Qué hay ahora que no había en el ‘89? ¿Qué hay que no había en el ‘91? Un polo político de izquierda importante; una izquierda que logra una importante representación política, que saca el 13% en Jujuy, pero que no se queda solo con el triunfo electoral sino que apuesta a la movilización de la clase trabajadora, de los sectores populares, para que haya una revolución social que liquide el capitalismo y que construya otro tipo de democracia que exprese verdaderamente la deliberación de las masas, que el pueblo trabajador pueda participar en la planificación democrática de los recursos de la economía. Y hoy con el desarrollo de la técnica es mucho más posible.
Será otro plan con otras prioridades, donde el absurdo de vivienda sin gente y gente sin vivienda desaparecerá, donde el absurdo del hambre en una sociedad que tiene la capacidad para alimentar dos veces a su población mundial desaparecerá, donde no viviremos más para trabajar sino que trabajaremos algunas horitas para vivir. Las condiciones técnicas están listas para reducir radicalmente la jornada laboral y que haya una extensión del tiempo libre. Hoy te quieren convencer de que cada vez tenés que trabajar más horas. Entonces yo insisto que hay que dar ese debate. Tenemos que darlo, rebatir esas ideas, construir una fuerza militante y apostar siempre a la lucha de clases, que sigue siendo el motor de la historia.
Luego de las intervenciones se abrió el micrófono al público
Surgieron interrogantes en relación a la organización desde abajo, a cómo “convencer” a las masas o al sector ligado al peronismo. Lucas Rubinich retomó la idea de que las relaciones de fuerza se construyen, no en abstracto, sino en los hechos. Los partidos tradicionales abusan de la frase “porque no dan las relaciones de fuerza” y en realidad a esa respuesta habría que responderle que la relación de fuerza se construye trabajosamente. Es una tarea fuerte como cualquier tarea militante, pero no hay otra opción para que los grupos que no tienen poder económico adquieran fuerza política, sino es construyendo la voz a través de la deliberación y la construcción colectiva de la opinión mediante la organización. Rubinich afirmó que los grupos de izquierda, más allá de las diferencias, tienen la apuesta de la construcción de las relaciones de fuerza.
Christian Castillo respondió la pregunta en relación a la experiencia del movimiento de masas con el peronismo y el kirchnerismo. Continuó diciendo que no está fijada esa experiencia, que va a depender de las decisiones que tomen ahora. No es una deliberación colectiva, sino que es una decisión de “la jefa” hacia las bases. Existen muchos trabajadores que eran cristinistas y hoy en día están con la izquierda. Existe otro sector que actualmente está negado a tener que bancarse a Massa, como fue con Scioli en su momento. Esto es consecuencia de que la izquierda peronista de los ‘70 fue una militancia orgánica. Hoy en día es una militancia de gestión. Corrientes como Montoneros, la UES, la JUP pretendían incidir en el movimiento de masas, aunque lo hicieron para pelear por el retorno de Perón, no para construir una nueva sociedad anticapitalista. Pero no es la lógica sobre la cual se ha constituido el kirchnerismo como fuerza militante, sino que este se consolidó como una gestión de Estado. Discute intendentes, gobernadores, cargos electorales, pero no la lucha por los sindicatos u organizaciones, no busca influir en el movimiento de masas. Sí hace alianza con sindicalistas y organizaciones obreras burocráticas. Pero no es su ambición la movilización de las masas, sino controlar las áreas del Estado. Es así como quieren lograr desarrollar su política.
Frente a esta gran incertidumbre, a esta crisis de representación que tienen las grandes coaliciones y a la experiencia que se está dando de un peronismo ajustando, no hay que cerrar ninguna hipótesis frente a este año electoral. Sin dudas las relaciones de fuerza pueden condicionar. Pero esto puede ser alterado, como insistimos, con la lucha de clases. Con revoluciones o revueltas que se transformen en una revolución social, que haga perecer un sistema que lo merece.
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