Desde junio, especialistas descubrieron más de 200 silos de misiles balísticos en construcción en los remotos desiertos occidentales de China, en las provincias de Xinjiang y Gansu.
André Barbieri @AcierAndy
Viernes 6 de agosto de 2021 20:37
La administración de Joe Biden se está viendo obligada a encarar un desafío nuclear de otro tipo: China. Desde junio, especialistas descubrieron más de 200 silos de misiles en construcción en los remotos desiertos occidentales de China, en las provincias de Xinjiang y Gansu.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos iza su manto demagógico sobre la “contención del peligro nuclear” en el mundo, mientras reserva para sí el exclusivo derecho de almacenaje de bombas nucleares. Terminada la Guerra Fría y no siendo posible eliminar el arsenal adquirido por Rusia, el imperialismo estadounidense decretó represalias y sanciones a cualquier país (Irán, Corea del Norte, entre otros) que buscase frustrar su incontestable predominio en la posesión de ojivas nucleares, usadas como fuerza de disuasión en la conquista de sus intereses globales, mediante intervenciones y bombardeos.
Pero ahora la administración Biden ha sido forzada a hacer frente a un país que presenta un desafío nuclear de otro tipo: China. La burocracia reaccionaria de Pekín, encabezada por Xi Jinping, puso el programa nuclear en primer lugar de importancia para los ingenieros militares del Ejército Popular de Liberación. Desde junio, especialistas descubrieron más de 200 silos de misiles en construcción en los remotos desiertos occidentales de China, en las provincias de Xinjiang y Gansu.
“Durante mucho, mucho tiempo, hablamos de China como un problema futuro. Ahora China es claramente un problema nuclear”, dijo David Santoro, presidente del Foro del Pacífico, con sede en Hawai, y coorganizador del diálogo nuclear semi oficial EEUU-China por 15 años hasta 2019. “Sabemos hace algún tiempo que China está en una situación de acumulación nuclear. Lo que está pasando ahora es una acumulación más rápida”.
Matt Korda y Hans Kristensen, los especialistas en armas nucleares que la semana pasada revelaron un campo de construcción de silo de misiles de 800 km² en Xinjiang, dijeron que fue “la expansión más significativa del arsenal nuclear chino de todos los tiempos”. Según los datos, China está construyendo 10 veces más silos para misiles balísticos intercontinentales (ICBM según sus siglas en inglés) de lo que tiene actualmente en operación. Según sus cálculos, la expansión excede la cantidad de ICBM almacenados en silos de Rusia y equivale a por lo menos la mitad de la fuerza total de misiles balísticos intercontinentales de Estados Unidos.
Desde su primera prueba atómica en 1964, China adhirió a una política de “disuasión mínima”, comprometiéndose a no adquirir más capacidad nuclear que la necesaria para tomar represalias contra un ataque y afirmando que nunca tomaría la iniciativa en el uso de armas nucleares. Como resultado, se cree que China tenga cerca de 350 ojivas nucleares, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés), una fracción de las 5.550 ojivas que tiene el imperialismo estadounidense.
Silos nucleares en construcción en la provincia de Gansu
Al revés que Estados Unidos y Rusia, la burocracia del Partido Comunista Chino ha mantenido tradicionalmente una gran parte de sus armas atómicas en un nivel de alerta bajo, estando la mayor parte de sus ojivas en almacenamiento central separado de sus lanzadores. Esa organización del aparato nuclear es una señal hacia la llamada “comunidad internacional”: estando separadas de los lanzadores, el Gobierno indica que no tiene intención de utilizarlas, siendo artefactos de disuasión. Esto se debía a su política de atacar solo después de que un misil enemigo hubiese alcanzado territorio chino.
Pero esas piedras angulares de la doctrina nuclear china están siendo erosionadas. Pekín ve el desarrollo de sistemas de defensa antimisiles en Washington como una amenaza, porque podría inutilizar su capacidad mínima para tomar represalias, o de “segundo ataque”, en términos militares. China también se preocupa con las actividades de reconocimiento de Estados Unidos a lo largo de su costa, donde posee activos estratégicos, bien como los activos militares estadounidenses con base en el espacio.
Los especialistas creen que Pekín va camino a una postura de “lanzamiento en alerta”. En lugar de prepararse para absorber el primer ataque nuclear de un adversario antes de tomar represalias, China lanzaría un contraataque en cuanto tomara conocimiento de que un ataque en su contra estuviese en curso.
Mientras, el Ejército Popular de Liberación adquirió más misiles balísticos intercontinentales móviles, lo que hace más difícil que un adversario detecte armas nucleares. El EPL también construyó más ojivas y misiles balísticos en sus submarinos más sofisticados (como los de clase Jin, capaces de cargar misiles nucleares), adecuados tanto para municiones convencionales como nucleares, como el Dongfeng-26 (DF-26), un misil que puede alcanzar Guam, territorio estadounidense en el pacífico.
La celebración del 70 aniversario de la fundación de la República Popular China en 2019 fue hecha a medida para exhibir las nuevas proezas balísticas que China había adquirido. Xi Jinping, como un señor de la guerra de la China imperial, observaba con orgullo la parada militar de misiles móviles que advertían al mundo que China habría dejado de ser una pequeña potencia. La joya de la corona fue el Dongfeng-41, un misil balístico intercontinental con alcance de entre 13.000 y 15.000 kilómetros (dejando por lo tanto a Estados Unidos dentro de su alcance), capaz de cargar hasta 10 bombas en su ojiva. Otro dispositivo militar exhibido por primera vez en esa oportunidad fue el Dongfeng-17, un misil balístico que al ser disparado puede lanzar, dentro de su cápsula, un dron hipersónico para el ataque final.
El descubrimiento de los nuevos silos, que impresionaron por su tamaño, pero especialmente por la larga preparación previa con el fin de poner en comisión su capacidad de almacenamiento, explica la reciente visita del autócrata chino en la región separatista de Xianjiang, donde el PCCh mantiene a millones de musulmanes Uigures en campos de concentración y de trabajos forzados. No se quedan atrás de las atrocidades cometidas por Estados Unidos en la cárcel de Guantánamo, o de los europeos ante los inmigrantes afroasiáticos que ingresan al continente por Italia y Grecia.
Más aun, China busca elementos de contención de posibles ataques extranjeros en represalia a iniciativas que quiere tomar, y que considera parte del “sueño chino” de rejuvenecimiento nacional. Aquí el blanco evidente es Taiwan. Pekín trabaja de manera dual. Al mismo tiempo que acelera los preparativos para ponerse a la altura de reunificar militarmente a Taiwan a China continental, Xi Jinping busca acumular suficiente armamento nuclear para disuadir a Estados Unidos de intervenir en nombre del Gobierno de Taipei. Taiwan es estratégica para Pekín, tanto por su capacidad de dar acceso a las aguas profundas del Océano Paífico (que China no tiene), como porque tiene infraestructura tecnológica avanzada, siendo la casa productora de los semiconductores de última generación más valiosos del mundo - la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company.
“Consideraciones de nivel técnico motivaron la modernización de las fuerzas nucleares de China en los últimos años, pero esto es mayor”, dijo Zhao Tong, especialista en política nuclear del Centro de Políticas Globales de Carnegie-Tsinghua en Pekín, sobre el programa de misiles. “La expansión del arsenal nuclear de China es cada vez más impulsada por un cambio en la perspectiva geopolítica”, dijo.
“Hay un pensamiento popular en la política china, de que un arsenal nuclear mayor podría ayudar a China a combatir la hostilidad estratégica percibida por Estados Unidos”, agregó. “Argumentan que Rusia ha sido muy firme en aumentar sus intereses, y que Rusia es respetada, entonces piensan que un mayor arsenal chino generaría respeto en Occidente”.
Esto refleja el pensamiento de la cúpula del PCCh. Luego de asumir el liderazgo del partido, Xi Jinping describió la Fuerza de Misiles, brazo específico del EPL, como “el apoyo estratégico para el status del país como una gran potencia”, dando al armamento nuclear de China un papel geopolítico de alto nivel que nunca habían tenido antes. En marzo, Xi exhortó a los militares a “acelerar la creación de un sistema estratégico de disuasión reforzado y sistemas de combate conjuntos”.
Analistas australianos argumentan que “por la lejanía” del occidente, en los desiertos de China, el armamento no representaría una amenaza. Una forma no tan inteligente de esconder las preocupaciones existentes entre los aliados de Washington en Asia.
Se trata de señales más explícitas de apoyo de alto nivel para acelerar el desarrollo de las fuerzas nucleares del país. La idea de un desarrollo pacífico en China, justificado por la formación distinta de su Estado, introvertida y no beligerante, desarrollada por autores como Giovanni Arrighi, o con una visión menos sofisticada y más grosera sostenida por los grupos estalinistas, no son congruentes con la época de crisis, guerras y revoluciones, donde las disputas interestatales pueden adquirir un carácter beligerante en nombre de la preeminencia capitalista.
El conflicto entre Estados Unidos y China se inscribe en esta época, y su carrera nuclear responde a objetivos contrarios a los intereses de las masas. Un eventual desenlace militarista solo puede tener consecuencias reaccionarias para los trabajadores de China y de todo el mundo, la única fuerza capaz de, con un programa independiente, detener nuevas atrocidades por parte de las potencias explotadoras.
André Barbieri
Nacido en 1988. Licenciado en Ciencia Política (Unicamp), actualmente cursa una maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande el Norte. Integrante del Movimiento de Trabajadores Revolucionario de Brasil, escribe sobre problemas de política internacional y teoría marxista.