Con el conflicto territorial mapuche, se comenzó una cruzada mediática racista para legitimar la gran propiedad de la tierra y tapar la desaparición de Santiago Maldonado.
Lunes 4 de septiembre de 2017 11:13
El reclamo mapuche no comenzó con Facundo Huala y la represión no comenzó con Macri. Todos los gobiernos defendieron a los terratenientes extranjeros, a las empresas multinacionales o el negocio inmobiliario. La masacre de Pilagá durante el gobierno de Perón en 1947, el asesinato de los qom en 2010, el juicio político como el de Relmu Ñamku, la represión a favor de Chevron, sólo contando de este lado de la cordillera.
Hoy, la prisión de Facundo Huala es el caso más resonante, pero en Formosa el joven wichi Agustín Santillán está preso por denunciar y hacer públicas las condiciones infrahumanas en las que vive su pueblo, condiciones que no variaron bajo ningún gobierno. Como vimos durante la campaña electoral de Cambiemos, no titubearon en decir que su país modelo es Chile, un país donde las comunidades mapuche están militarizadas día y noche, donde los niños son encarcelados y tratados de terroristas, donde la ley antiterrorista es en realidad una ley antimapuche y donde quieren oponer los intereses de los sectores populares a los reclamos mapuche, demonizando las demandas y generando la sensación de una guerrilla en la araucanía, donde se ha asesinado por lo menos 14 mapuche en el marco de recuperaciones territoriales y hay 37 presos políticos mapuche, sumado a millones de historias individuales de discriminación, opresión y pauperización de las condiciones de vida en un sistema capitalista ajeno a la forma de subsistencia tradicional.
No es la primera vez que vivimos la experiencia de ser el chivo expiatorio para ocultar los intereses de los capitalistas y la oligarquía. Siempre fuimos el obstáculo del progreso si es que el progreso es la extranjerización de las tierras, el avance del extractivismo irracional y los grandes negociados de los gobiernos. Así sucedió durante el genocidio encabezado por Roca, cuando Estanislao Zeballos inventó la teoría de que “los mapuche son chilenos y mataron a los tehuelches”, lo vivimos hace sólo unos años con la diputada Parrilli del FPV diciendo que “los mapuche siembran estupefacientes y no tienen cultura de trabajo”. Ningún gobierno puso en pie de igualdad los derechos como nación del pueblo mapuche, sino que reconocen nuestra preexistencia en la constitución pero en los hechos somos tratados sólo como minorías étnicas folclorizadas y ahí estuvo la represión en defensa de Chevron en 2013 y acá está ahora la represión, persecución y encarcelamiento político en defensa de Benetton y la desaparición de Santiago Maldonado.
El discurso del enemigo interno es un relato con 3 grandes apariciones en la historia argentina: en 1879 con el genocidio comandado por Roca, un siglo después con la dictadura (que no por casualidad festejaron el centenario del primer “proceso de reorganización nacional), y el tercer episodio con la cruzada mediática de los Lanata y los Hangling, sumando algo inédito en Argentina, el primer preso político mapuche.
La construcción de un enemigo interno que socavaría las bases mismas de la nación argentina, como si en el país no hubiera opresores y oprimidos, los que gobiernan para los ricos y del otro lado los trabajadores, como si “la patria” de los argentinos no fuera una semicolonia entregada a las multinacionales y terratenientes extranjeros desde sus orígenes. Es una campaña racista puesta en función de defensa de la gran propiedad de la tierra, los ataques a la clase trabajadora y para tapar el debate urgente sobre la desaparición de Santiago Maldonado.