El gobierno encabezado por Donald Trump ingresó en días recientes a Huawei en una lista negra que prohíbe a las compañías estadounidenses mantener relaciones comerciales con dicha empresa. Te presentamos algunas claves para comprender el conflicto.
Jueves 23 de mayo de 2019 19:02
El fin de semana ha sido complicado para las negociaciones entre ambos países. El gobierno encabezado por Donald Trump ingresó en días recientes a Huawei en una lista negra que prohíbe a las compañías estadounidenses mantener relaciones comerciales con dicha empresa.
Esto no había generado mayor conmoción hasta que el pasado 19 de mayo Google anunció que rompería las relaciones comerciales con Huawei, secundado por empresas que fabrican microprocesadores como Qualcomm y Xilinx, entre otras.
Aquí te dejamos algunas claves sobre cómo empezó todo, qué fue necesario para llegar a este momento, cuáles son las perspectivas de este problema y cómo afecta a países como México.
Google vs Huawei: nuevo salto en la disputa por la tecnología entre EE. UU. y China
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La globalización como uno de los principales responsables. Uno de los principales impulsores históricamente ha sido Estados Unidos y la premisa sobre la que se sustenta es el libre mercado, el equilibrio y la autorregulación. Como proceso económico, la globalización se encargó de eliminar las fronteras nacionales a través de la liberalización de la economía a nivel internacional.
Caracterizado principalmente por los acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o la creación de la Unión Europea. Esto aumentó la interdependencia económica a escala global, implicando que algún cambio en alguno de los componentes del sistema económico afecte en mayor o menor medida a la totalidad de este.
Estados Unidos, ganar perdiendo. La globalización dio paso a un fenómeno conocido como la deslocalización del proceso productivo, que en pocas palabras implica que diferentes momentos de este proceso se realicen en distintos países. Esto permite a las grandes empresas trasnacionales maximizar sus ganancias. Sin embargo, afecta los índices macroeconómicos de los países involucrados, para bien o para mal. En el caso de Estados Unidos lo llevó a tener un déficit comercial de 621mil millones de dólares para 2018 y con quien tiene un déficit mayor es con China, de aproximadamente 419mil millones de dólares. Es decir, Estados Unidos compra al mundo mucho más de lo que les vende.
No solo los índices macroeconómicos preocupan a Trump, la deslocalización también afectó a la industria estadounidense que migró hacia los países emergentes que contaban con mano de obra más barata y con otras ventajas económicas. Países como China, México, Brasil, etc., han sido los mayores beneficiados. El desempleo se encuentra en la otra cara de la moneda.
China, el abanderado de la globalización. China ha sido de las economías emergentes, la más favorecida de este proceso. El crecimiento de su PIB estuvo por encima del 6.7% en los últimos 20 años, teniendo su punto máximo un crecimiento del 14.23% en 2007 que ha ido desacelerando paulatinamente. El rol de China en la economía global posterior a la recesión del 2008 ha sido crucial, puesto que ha mantenido a flote las economías de los países emergentes, ya que es el principal consumidor de commodities (materias primas). China busca ser el principal proveedor de tecnología a nivel mundial y para eso tiene que enfrentarse directamente con EE. UU.
Trump y su política económica. Desde su ascenso en el poder, el presidente estadounidense se hizo de una retórica que hacía tiempo no se veía en la principal economía del mundo. En una época donde todos los organismos internacionales hablan de liberalización, Trump decidió reducir el déficit comercial a través de aumentar los impuestos (o aranceles) a sectores económicos claves, primero lo intentó con China, luego con México y la Unión Europea. Llevando adelante políticas proteccionistas, que buscan sustituir importaciones para fortalecer al mercado y al sector productivo interno.
Esto inició la denominada “Guerra comercial” entre Estados Unidos y China que lleva un año de haber dado inicio. A los impuestos que Trump ha implementado, Xi Jinping ha respondido con impuestos a productos norteamericanos.
China-EE. UU.: la disputa comercial y lo que verdaderamente está en juego
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Huawei, el centro de los ataques a la joya de la corona China. La empresa es una de las más importantes en China y de las que más rápido crecimiento ha tenido en los últimos años. Por eso, como medida de presión en las negociaciones, ha sido el blanco preferido para el gobierno de Trump. Bajo el discurso de espionaje y de competencia desleal es que ha iniciado estos ataques, desde el encarcelamiento de la hija mayor del dueño de Huawei, hasta la publicación de la empresa en la lista negra del Departamento de Comercio.
Al fin de las relaciones con Google le ha sucedido rápidamente la suspensión de la venta de microprocesadores, aunque según directivos de la misma empresa era algo que ya esperaban desde hacia un año. Preparándose con un stock para aproximadamente 3 meses. China ha respondido a este ataque con un llamado a dejar de consumir productos de Apple.
Lo que hay detrás. El proyecto económico que implicó la globalización debilitó económicamente a E.E. U.U., llevándolo a tener déficits comerciales históricos. Igualmente, su deuda pública escaló hasta niveles nunca vistos, con un crecimiento anual apenas por encima del 2% del PIB de 2017 a la fecha.
A pesar de que la guerra comercial se ha presentado como una guerra tecnológica y por la propiedad intelectual, en realidad el problema es más profundo. China comenzó a competir económicamente aprovechándose primero del bajo costo de su mano de obra y la comercialización de productos con el resto del mundo. Sin embargo, lo económico suele venir acompañado de lo político y viceversa.
Lo que Trump busca es recomponer lo perdido en los últimos años por la globalización y que es propio del sistema capitalista. Tal como lo demostró Marx en El Capital con la Ley de la Baja Tendencial de la Tasa de Ganancia, el aumento del capital constante y el detrimento del capital variable hacen que la Tasa de Ganancia disminuya, existen diferentes mecanismos para volver a elevarla.
Las empresas para maximizar sus ganancias encontraron en la deslocalización de la producción el mecanismo perfecto para elaborar productos a bajo costo y tratar de colocarlos en mercados que puedan absorber la oferta. Esto provocó que algunas de las ciudades industriales más importantes como Detroit se volvieran ciudades asediadas por la violencia y el desempleo.
Es por eso por lo que los intentos de Trump por sustituir algunas importaciones para volver a producirlas en Estados Unidos son impotentes y porque atentan contra los intereses de las empresas más poderosas del mundo, no solo en la tecnología, también en el sector automotriz, el calzado, la ropa, etc.
El pasado lunes 20 de mayo, 173 empresas firmaron y publicaron en el sitio web de la asociación comercial de la industria del calzado, una carta abierta al presidente de E.E. U.U. donde hacen un llamado a poner fin a la guerra comercial.
Qué deparará el futuro. El conflicto está lleno de contradicciones. Estados Unidos ha abierto una batalla desde diversos frentes. México fue uno de sus principales blancos a través de la renegociación del TLCAN, debido a que el otro país con quien el país del norte tiene el déficit más grande es con México. A pesar de haber aumentado los aranceles a productos mexicanos y canadienses, en días recientes tuvo que dar pasos atrás y anularlos, para destrabar la aprobación del Tratado México-Canadá-Estados Unidos (T-MEC) aunado a que el gobierno mexicano estaba buscando fortalecer la relación bilateral con China. El fallido intento golpista auspiciado desde Washington a Venezuela, la presión sobre Irán, etc., son otros ejemplos más.
Las tensiones generan inestabilidad y pánico entre los inversionistas, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF por sus siglas en inglés), tan solo en las últimas dos semanas 13 mil millones de dólares fueron retirados de las bolsas de valores del mundo, principalmente de países emergentes. El fuego cruzado afecta al equilibrio altamente inestable alcanzado después de la recesión del 2008, que implicó crecimientos muy por debajo de los esperados, que está siendo afectado aún más por los conflictos de Medio Oriente, que han encarecido el precio del petróleo.
Aunque hasta ahora la “guerra” ha quedado exclusivamente en el terreno económico, no se descarta que pueda escalar, si bien no a un enfrentamiento directo, sí a conflictos regionales entre potencias, retomando el ejemplo de Venezuela, donde Rusia ha comenzado a instalar bases militares. El discurso del PC chino cada vez toma un tono más nacionalista y con un lenguaje bélico.
Algunos especialistas como Tim Culpan comienzan a plantear el inicio de una Guerra Fría tecnológica que pudiera separar al mundo en dos bloques. Sin embargo, China no tiene aún la capacidad suficiente para dejar de depender de E.E.U.U. y lograrlo les llevará aún bastante tiempo.
Es un juego de estira y afloja que ninguno de los dos países puede enfrentar por mucho tiempo, por las enormes pérdidas que acarrea. Los países emergentes se ven arrastrados a esta dinámica, ya sea por la interdependencia económica o por las presiones políticas del imperialismo estadounidense. Quienes terminan perdiendo son los trabajadores de todos los países arrastrados al conflicto, que parecieran ser peones en el ajedrez geopolítico para ver qué nacionalidad tendrá el capital que les extraerá la mayor cantidad de plusvalor posible y podrían ser ellos mismos quienes terminen por patear el tablero, si la lucha de clases escala también a nivel global.
Rafael Arturo Mota
Estudiante de ESIME, Unidad Zacatenco-IPN