Al cumplirse el 50 aniversario de la masacre de Trelew, reseñamos el documental de Mariana Arruti, estrenado en 2004. Aquí presentamos algunas claves a tener en cuenta a la hora de ver este aporte a la memoria colectiva.
Daniel Lencina @dani.lenci
Lunes 22 de agosto de 2022 00:00
En Argentina, cuando hablamos de “la dictadura” por lo general, se da entender, que la persona que emite esa afirmación, se refiere a “la última” dictadura militar (1976 - 1983). Sin embargo, este país tuvo en total 6 (seis) golpes de Estado a lo largo del siglo XX. Esta aclaración es importante porque el documental Trelew, la fuga que fue masacre, se refiere a hechos ocurridos bajo la quinta dictadura, la autodenominada Revolución Argentina (1966 - 1973), que fue encabezada por Juan Carlos Onganía.
Mariana Arruti, la realizadora del documental que aquí recomendamos, es a la vez antropóloga y cineasta y cuenta que le llevó al menos cuatro años de investigación para lograr el resultado que vemos en Trelew, la fuga que fue masacre.
El contexto que vemos en las primeras imágenes, pertenecen al Cordobazo (1969). Una bandera flamea al viento con el rostro del Che Guevara, multitudes obreras y populares levantando barricadas, avivando el fuego ardiente de un pueblo en llamas y la policía montada en retroceso. Todo eso pinta, como un fresco, el clima de una época de insubordinación de los de abajo, que ya no querían vivir como hasta entonces y de los de arriba que ya no podían seguir explotando y oprimiendo como querían.
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El peronismo, el partido más grande y de mayor apoyo obrero y popular estaba proscripto desde el golpe de Estado de 1955. El Cordobazo de 1969 golpeó duramente a la dictadura y Lanusse asumió en lugar de Onganía. La historia que narra el documental sucede bajo esa dictadura. Las cárceles del país estaban llenas de presos políticos, ya que “desperonizar” a la Argentina implicaba, necesariamente, incrementar los niveles de represión política. Si bien la cárcel de Devoto era una de las que mayor cantidad de presos políticos alojaba, la dictadura decidió encerrar en uno de los lugares más inhóspitos del país a la plana mayor de las organizaciones guerrilleras: Montoneros, FAR, PRT-ERP y a dirigentes de la talla de Agustin Tosco del sindicato Luz y fuerza, uno de los grandes protagonistas del Cordobazo.
La vida cotidiana tras las rejas
La realizadora, contó en una entrevista que tomó la decisión de no hacer un relato que sea estrictamente “político”, es decir que no se mete a “debatir” las estrategias de las organizaciones armadas y que en todo caso el documental puede servir para abrir ese debate.
Por otra parte, Mariana Arruti sostuvo que: “Trelew era mala palabra, el horror, algo maldito, y nadie entendía que me metiera con ese tema. Era muy difícil acercarse a la gente de la zona en una cuestión tan delicada para quienes allí vivían. Pero yo quería contar esa historia. Y contarla de la manera en que a mí me había impactado. No me preocupaba hacer un film estrictamente político, sí contarla desde un lugar cinematográfico que fuera contundente: hacer un documental, pero tratar de elaborar una narración particular. Por eso trabajé muchos meses en el guión y le di mucha bola a la edición, al montaje, a la banda sonora. Quise construir un relato que fuera atractivo desde el cine para que los pibes empezaran a acercarse. La gran mayoría no sabe qué pasó en el país, no cuenta con información, menos aún del período anterior a la última dictadura. Y hay una generación militante que no elaboró esa experiencia. Además, un importante sector del gran público joven no se vincula con el documental ni con un cine independiente, que tiene que ver con otra estética. Quise convocar a quienes forman ese público no habitual desde un lugar que pueda interesarles y brindarles algo que por ahí los inquiete, les haga pensar, les genere preguntas sobre temas que jamás hablaron”.
Tiene mucho peso distintas facetas de la vida cotidiana de los presos, del adentro y del afuera. Así, vemos que el pueblo aparece jugando un rol fundamental, alojando a los familiares de los detenidos, yendo a llevarles un paquete de yerba o lo que necesiten a los presos. Dentro de la cárcel, los militantes sobrevivientes cuentan que jugaban al fútbol en el patio, que estudiaban y leían sobre política e historia de las revoluciones cubana (1959) y rusa (1917). Nos enteramos que el “Robi” Santucho bailaba muy bien la chacarera, ya que los presos podían tener una guitarra y cantaban a viva voz por las noches. Todos estos detalles son muy importantes a la hora de la fuga porque ese día tenía que ser “normal” para los carceleros que por la tarde noche hubiera cierto “ruido y bochinche”. Es impactante lo que escuchamos de Silvia Hodgers (PRT-ERP), cuando cuenta lo fuerte que fue para ella ver los rostros de los presos comunes que hacían silencio, algunos saludando con el puño, otros con la V de la “victoria”, deseando buena suerte, nuevamente haciendo silencio cuando los militantes toman el penal y pasaban por ese pabellón hacia la puerta de salida, en busca de la libertad.
Tanto este documental, como La patria fusilada de Francisco Urondo, cuenta en detalle cómo se planeó y como se ejecutó el plan de fuga. Dado que era imposible cavar un túnel, la conclusión lógica fue tomar la cárcel desde adentro. Y bajo un comando unificado de las tres organizaciones guerrilleras, hacen un enlace con los militantes del exterior para garantizar el transporte desde el penal de Rawson hasta el aeropuerto de Trelew y de ahí, tras la captura de un avión, escapar a Chile y seguir la ruta hacia Cuba. La falla de la fuga del día 15 que terminó en la masacre del 22 de agosto está muy bien relatada y como dice su realizadora, es evidente que de allí se escapa un reclamo de justicia, dado que la Marina nunca abrió los archivos, ni dio una explicación coherente a la masacre de 16 de los 19 militantes detenidos en la Base Almirante Zar.
Como vemos, la continuidad represiva entre una y otra dictadura no solo se mantiene sino que sino que se incrementa, y mucho más cuando es cubierta por un gran manto de impunidad.
La revolución ¿es un sueño eterno?
Gorriaran Merlo, militante en aquel entonces del PRT-ERP, en los segundos iniciales del documental sostiene que la lucha se daba entre “la dictadura” y las “fuerzas democráticas”. Esa afirmación es problemática porque en la explicación más profunda, la dinámica más general, la lucha se desarrollaba entre las dos grandes tendencias que surcaron la época: entre revolución y contrarrevolución. Ese fue el signo que tuvo la etapa que va entre el Cordobazo (1969), como apertura de esa epoca de revolucion, o de procesos revolucionarios e incluso de “guerra civil de baja intensidad” -tal como señalan en Insurgencia obrera Ruth Werner y Facundo Aguirre- y por otra parte del cierre contrarrevolucionario de aquella etapa, es decir de la clausura sangrienta que significa el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
El documental cumple la función de abrir el debate en torno a varias cuestiones. Por ejemplo, el rol de “la fuga” como acto político, de insubordinación. En la cabeza de los militantes presos estaba inscripta la necesidad de reincorporarse a la lucha armada. Pero tales fines, requieren de tal estrategia y no siempre los revolucionarios optan por la fuga. Ahí podemos pensar un contrapunto con los dirigentes del soviet (consejo obrero) de Petrogrado de 1905. Los dirigentes de aquel parlamento obrero, una vez derrotada la revolución, debaten en la cárcel la posibilidad de una fuga masiva. Sin embargo, eligen otro camino: ir a juicio, no para convencer al jurado, sino para hablar y usarlo como tribuna política de denuncia a las matanzas del zarismo y por ende de fundamentación de la insurrección obrera armada y masiva que se desarrolló entre octubre y noviembre de 1905.
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Si estuvo bien o no la fuga y la lectura política que hicieron de la situación en aquel momento los guerrilleros acerca del GAN (Gran Acuerdo Nacional) entre las FFAA y Peron, que contemplaba el fin de la proscripción al peronismo y elecciones libres es tema de otro debate que podés profundizar en La patria fusilada y la memoria estratégica de las luchas de Facundo Aguirre. Sin embargo, la fuga y la masacre, incluso el Trewlazo que se desarrolla meses después (en octubre de 1972), nos hacen pensar que los de arriba, los explotadores y opresores, las clases burguesas y terratenientes, saben muy bien que “el fantasma del comunismo” sobrevuela por todas partes. Para enterrar esa posibilidad asestaron a la clase obrera y el pueblo pobre del campo y la ciudad, duros golpes como los que significaron los seis golpes militares que tuvo la Argentina.
Recuperar la memoria política en torno a lo que pasó en los años 60 y 70 del siglo pasado, son fundamentales a la hora de pensar que la revolución no es un sueño eterno.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.