Con cientos de delegados de todo el país, este jueves comenzaron las sesiones que se realizarán hasta el domingo 16 de abril. En la primera jornada, el debate internacional.
Viernes 14 de abril de 2017 11:32
En la tarde del jueves 13 de abril, dio comienzo el XVI Congreso Nacional del PTS en el Frente de Izquierda. Horas antes había comenzado la acreditación de los casi 300 delegados que habían sido elegidos en los equipos de militancia del PTS a lo largo y ancho del país, y en las últimas semanas vienen discutiendo los documentos presentados sobre situación internacional y política de la Fracción Trotskista, la situación nacional, el balance de actividades y la orientación para la próxima etapa.
Los delegados y delegadas provienen de la provincia de Buenos Aires -de los locales de decenas de ciudades y municipios-, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Tucumán, Jujuy, Salta, Catamarca, San Luis, San Juan, Corrientes, Entre Ríos, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, como parte de la extensión nacional del partido.
Gran parte de ellos son parte de las agrupaciones que impulsa el PTS en fábricas y empresas de todo el país, y más de 60 gremios industriales, de los servicios, estatales y docentes, además de estudiantes universitarios, terciarios y secundarios.
Después de las 15 horas, Raúl Godoy, dirigente ceramista y diputado del PTS-FIT (Neuquén) propuso a la mesa honoraria del Congreso. Fueron votados por aclamación: Chiche Hernández, dirigente obrero del partido fallecido hace pocos meses; los trabajadores brasileros que rechazan el ajuste de Temer y se disponen a realizar la huelga general el 28 de abril; los docentes que en Argentina llevan mas de un mes de lucha; los obreros y campesinos que hace exactamente 100 años llevaron adelante la Revolución Rusa.
Luego se presentó a quienes serían la presidencia efectiva del Congreso. Entre ellos: Nathalia González Seligra (secretaria de DDHH del Suteba La Matanza), Micaela (presidenta del Centro de Estudiantes de la UNGS), Laura Magnaghi (delegada del Hospital Allende), Jorge Medina (obrero de MadyGraf), Marilina Arias (miembro directiva de Ademys), Martín Brat (delegado de Falcon Aeronáuticos), Rubén Vera (delegado petrolero Las Heras Mendoza), Noelia Prieto (obrera de Textil Neuquén), Hernán (joven metalúrgico de Rosario) y Matías Ibarra (delegado Guma Córdoba).
Además, se anunció la presencia en el debate de dirigentes de grupos integrantes, junto al PTS, de la Fracción Trotskista Cuarta Internacional. Desde Brasil, Diana Assunção, dirigente del Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT); desde Chile, la vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de Chile, Bárbara Britos, y Elías Muñoz, ambos dirigentes del Partido de Trabajadores Revolucionario (PTR).
Desde la mesa se anunció entonces el temario de las sesiones que ocuparán las cuatro jornadas, del 13 al 16 de abril.
Minutos más tarde, con el informe de Emilio Albamonte, comenzaría el punto que abarcaría la primera jornada: la situación internacional.
Hacia una nueva etapa de la situación mundial
Albamonte comenzó señalando que la política nacionalista que plantea Donald Trump, aunque aún no está claro en qué magnitud y en qué tiempos, representa una ruptura con los Gobiernos neoliberales y globalizadores -tanto conservadores como socialdemócratas- que predominaron durante todo la etapa anterior de la restauración neoliberal. Esta etapa que tuvo lugar luego de la derrota del ascenso de masas a nivel internacional (1968-1981), etapa que comenzó con la derrota de Reagan a la huelga de los controladores aéreos norteamericanos, de Thatcher a los mineros ingleses y la Guerra de Malvinas. Luego se extendió a los países semicoloniales mediante el llamado “Consenso de Washington”, y tuvo su expresión en la restauración capitalista en los ex Estados obreros burocratizados, con diferentes consecuencias en la URSS y en China.
Mientras que en Rusia la restauración llevó al colapso de la economía -cuyos índices fueron comparables al de una gran guerra- en el caso de China, la migración de cientos de millones de campesinos a las ciudades fue utilizada por el capital imperialista para transformar a China en el “taller del mundo” con bajos salarios y peores condiciones de trabajo. Luego del estallido de la crisis mundial en 2008, el crecimiento de China se transformó en un factor clave a partir de 2010 para evitar una depresión en toda la línea.
Frente al agotamiento de este esquema, y en el marco de la decadencia de su hegemonía mundial, un sector del establishment norteamericano, representado en la última elección por Hillary Clinton, apostaba a continuar la tarea de aquella restauración neoliberal bajo las banderas de la globalización avanzando en una línea más agresiva sobre Rusia, fragmentando su zona de influencia, para así poder dar saltos hacia su semicolonización. Una política que tenía rasgos de aventurismo, en el marco de la propia crisis de hegemonía norteamericana.
En este marco, el Gobierno de Trump representa un intento de ruptura de aquella orientación “globalizadora”, marcando el viraje hacia el nacionalismo económico. Abriendo de conjunto un período caracterizado por las tendencias al nacionalismo económico (que tienden a chocar con la estructura fuertemente globalizada del capitalismo actual), alianzas inestables, mayores disputas y rivalidades entre las grandes potencias, guerras comerciales y también conflictos militares en los que se vean involucradas.
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Sobre este punto se desarrolló una parte de la discusión de la primera jornada del Congreso sobre los motores fundamentales de este giro en la política norteamericana: hasta qué punto responde al repudio contra el establishment de amplios sectores perdedores de la “globalización” y no a las necesidades directas de las fracciones hegemónicas del capital. O si efectivamente responde a la división al interior del aparato estatal burocrático militar norteamericano, como expresión de la encrucijada ante la cual se encuentra la burguesía imperialista, que toma por base a aquellos sectores más golpeados por la globalización.
Esta y otras polémicas sobre este punto tuvieron, como marco, el hecho de que aún la orientación de Trump está en plena definición, como lo muestran en relación a su política exterior los recientes bombardeos en Siria y en Afganistán. Lo mismo ocurre en la relación con Rusia. Que, aunque no puede precisarse aún si son acciones que sean parte de una estrategia de conjunto, muestran mayores niveles de inestabilidad geopolítica, y la posibilidad incluso de futuros conflictos donde se vean enfrentadas grandes potencias.
El Gobierno de Trump como bonapartismo débil
A su vez, el informe abordó la definición del carácter del Gobierno de Trump como bonapartismo débil en los marcos de un régimen democrático burgués. Desde la misma campaña electoral Trump ha hecho alarde de contar con el apoyo de una parte significativa de lo comandancia del Ejército. En el Congreso del PTS se discutió cómo este carácter, a su vez, está en la base de las políticas oscilantes que lleva adelante Trump en su intento de arbitrar sobre diferentes fracciones en el marco de un Gobierno que aún no está asentado.
Por otro lado, desde el informe y varios delegados, señalaron que lejos de lo que plantean algunos analistas la política de Trump no es aislacionista. De conjunto, el nacionalismo económico que propugna Trump implica una política imperialista más agresiva en el plano externo, guiada por el unilateralismo militarista, y más reaccionaria en el plano interno, expresada en su política antiinmigrante, antisindical y antidemocrática en general.
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Elementos de recomposición política del movimiento obrero
Otra de las discusiones del Congreso del PTS, giró en torno a los elementos de recomposición del proletariado en la situación actual. Emilio Albamonte, retomó el análisis de los fenómenos a derecha y a izquierda que se vienen desarrollando al calor de la crisis, para analizar qué es lo que expresan desde el punto de vista de la subjetividad del movimiento obrero.
Desde este ángulo, si bien por derecha vemos sectores de la clase obrera que han votado por Trump en las pasadas elecciones norteamericanas, hay importantes sectores del movimiento obrero que expresan elementos de una recomposición política por izquierda. Fenómenos de primer orden para los revolucionarios en los cuales intervienen, obviamente, direcciones reformistas y centristas.
Por ejemplo, hacia las próximas elecciones en Ejecutivas en Francia, algunas encuestas muestran la posibilidad de un balotaje entre el Frente Nacional de Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, el candidato de Francia Insumisa. En el caso de la derecha nacionalista y xenófoba de Le Pen, cuenta con alrededor del 7 % de intención de voto entre sectores de trabajadores. Pero por otro lado, hacia izquierda, en el caso de Mélenchon, a pesar de que es un viejo miembro del establishment político francés (ex ministro de Jospin), debe sin embargo su gran popularidad a un discurso basado en la promesa de una “ruptura radical” con el actual sistema de gobierno (“revolución ciudadana”), y a sostener demandas del movimiento obrero como la semana laboral de 32 horas, bajar la edad jubilaría a los 60 años, entre otras medidas.
A su vez, a la izquierda de Mélenchon se ha transformado en un fenómeno político, la candidatura anticapitalista de Philippe Poutou (trabajador de la Ford) por el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista). La enorme simpatía que ha despertado su candidatura en los lugares de trabajo y de estudio, así como la popularidad de sus intervenciones, mostraron que era posible un discurso y programa anticapitalista y de clase. La lucha por conquistar esta candidatura de la que formó parte la Courant Communiste Révolutionnaire tuvo que enfrentar la resistencia incluso de sectores del propio NPA que bregaban por no presentar candidatura independiente.
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Lo que muestra el caso francés no es solo la existencia de elementos de recomposición política del movimiento obrero (luego de décadas de retroceso subjetivo), sino que es clave la voluntad de los revolucionarios de disputarlo -en lucha contra aquellas variantes reformistas que buscan moldearlo- para que tenga su expresión un sector anticapitalista y de clase.
El caso francés es un ejemplo (en las condiciones particulares del país galo que ha atravesado importantes procesos de lucha de clases recientemente) de un fenómeno mucho más amplio. Estos elementos de recomposición política del movimiento obrero son parte de los principales fenómenos que atraviesan la situación mundial. El propio Frente de Izquierda en la Argentina es una muestra de ello. Sobre este punto se desarrolló otra parte importante del debate de la primera jornada del Congreso.
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Estos y otros debates atravesaron el primer día del Congreso del PTS. Próximamente en La Izquierda Diario publicaremos las resoluciones sobre internacional votadas en el XVI Congreso.
Redacción
Redacción central La Izquierda Diario