El 16 de junio de 1955 la Fuerza Aérea bombardeó y ametralló la Casa de Gobierno y sus alrededores, en lo que sería la antesala del derrocamiento de Perón.
Alicia Rojo @alicia_rojo25
Viernes 16 de junio de 2023 10:16
Imagen: Junio de 1955, de Daniel Santoro (2018)
Tras el inicio del segundo gobierno de Perón, la crisis económica que se hizo abierta a partir de 1952 hizo estallar una serie de contradicciones dentro del régimen peronista: por un lado, se acentuó la ofensiva imperialista, ya que Estados Unidos retaceó la inversión de capitales a la espera de una capitulación definitiva del régimen, por otro lado, la burguesía exigió una mayor explotación de la clase obrera, base de apoyo del régimen.
Por otra parte, el descontento social afectó el poder de los sindicatos tan fuertemente construido a lo largo del gobierno peronista. El gobierno intentó recurrir a un “pacto” con empresarios y sindicalistas para aumentar la productividad del trabajo.
A fines de 1954, Perón se hizo eco de las demandas de los empresarios y convocó a un ensayo de concertación social, reuniendo a la CGT y la CGE en el Congreso Nacional de la Productividad, que sesionó durante marzo y abril de 1955. Uno de los objetivos era construir un mecanismo que comprometiera a los trabajadores vía la burocracia sindical en una política de acuerdo y paz social
Así, al inaugurarse las deliberaciones en abril de 1955, la burocracia sindical, consciente de que la base obrera no toleraría pacíficamente la imposición de ninguna de las demandas de la patronal, se opuso a todas las modificaciones que reclamaban los empresarios.
Al mismo tiempo la relación del gobierno con otros sectores sociales se deterioró aceleradamente. La afirmación del régimen, incluyendo una acentuación de sus rasgos más autoritarios, avivó la oposición de sectores sociales y políticos, desde los partidos políticos tradicionales hasta los estudiantes, amplios sectores de la intelectualidad, y a fines del gobierno, se sumó la oposición de su anterior aliado, la Iglesia.
Frente a la emergencia de la crisis la oposición, antes clausurada, encontró caminos para expresarse y sumado al deterioro de la situación general, coadyuvaron al desgaste político del gobierno. A mediados de 1955 esta situación hizo crisis.
Se prepara la caída de Perón: los bombardeos a Plaza de Mayo
El 16 de junio un sector de la Marina y la Fuerza Aérea bombardeó y ametralló la Casa de Gobierno y sus alrededores, provocando cientos de muertos y heridos entre los trabajadores que concurrieron a Plaza de Mayo para defender a Perón.
Así se relata la resistencia civil a este ataque: “... el centenar y medio de personas estaba formado por obreros (...) Daban las 12 y 40 cuando cayó la primera bomba. Dos tranvías llenos de pasajeros (...) y un ómnibus presto a partir, saltaron hechos pedazos (...) La bomba mató a una treintena de personas (...) A las 14, millares de personas se concentraban en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, ocupaban las recovas de Leandro N. Alem, y, con toda clase de armas –pistolas, revólveres, escopetas– hostigaban a los infantes de marina, que seguían progresando hacia el objetivo. Era tremendo y conmovedor ver la espontaneidad de las masas... cada arcada de recova era una trinchera (...) Iban a dar las quince cuando una columna, encabezada por una mujer que llevaba una bandera y gritaba sin cesar algo incomprensible, irrumpió por Bartolomé Mitre y no alcanzó a dar cinco pasos cuando una ráfaga de “Pam” la derribó (...) Un muchachito tomó una bandera y cayó (...) A las 15.30 una escuadrilla de aviones que llegaba desde el río atronó el espacio (...) El pueblo la saludó entusiasmado y seguro. Pero la escuadrilla giró, se lanzó en picada y descargó sus bombas sobre la Casa Rosada. A la primera, siguieron decenas de bombas. La gente que hostigaba a la infantería de marina estaba estupefacta.”
Ese mismo día, Perón habló por radio: “Como Presidente de la República pido al pueblo que me escuche lo que voy a decirle. Nosotros como pueblo civilizado no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión sino por la reflexión. La lucha debe ser entre soldados. Yo les pido a los compañeros trabajadores que refrenen su ira, que no cometan ningún desmán. No nos perdonaríamos si a la infamia del enemigo le agregáramos nuestra propia infamia. Prefiero que sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue. Nosotros no somos encargados de castigar.” (La Nación, 17 de junio de 1955).
Las palabras de Perón fueron seguidas por un comunicado de la CGT en el mismo tono desmovilizador: “La Confederación General del Trabajo ha dispuesto para mañana hasta las 24 horas un paro general de todas las actividades en señal de duelo. Ese paro, compañeros, debemos hacerlo recogidos en nuestras casas, venerando la memoria de quienes ofrendaron sus vidas para defender la doctrina de Perón.” (La Nación, 17 de junio de 1955).
Para profundizar [Ediciones IPS]: Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969
Para profundizar [Ediciones IPS]: Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969
Lograr que los trabajadores dejaran en manos del gobierno la “defensa de sus conquistas” y aventar el peligro de la movilización popular en las calles era la gran preocupación del gobierno y de las clases dominantes, las luchas de los años 50 habían sido ya una muestra de la potencialidad de la movilización obrera. Sin embargo, ni los trabajadores parecían dispuestos a descargarse de la tarea de defender sus conquistas, ni la clase dominante confiaba en que Perón pudiera controlar a las masas.
En estos términos, la política de “pacificación” no prosperaría y no podía esperarse más que una agudización de la lucha de clases. A fines de agosto, en una movilización multitudinaria convocada por la CGT, al grito de “La Argentina sin Perón es un barco sin timón”, el presidente autorizó a sus seguidores a hacer justicia por sus propias manos: "A la violencia le hemos de responder con una violencia mayor; cuando uno de los nuestros caiga caerán cinco de ellos. Hoy comienza para todos nosotros una vigilia en armas."
El golpe contra Perón
Ante esta ubicación del gobierno, la primera respuesta provendrá del ejército: un grupo de oficiales se sublevó en Córdoba. Ante esta acción militar, la dirección de la CGT manifestó a la cúpula del ejército la decisión de “poner a disposición las reservas voluntarias de trabajadores a fin de impedir en el futuro cualquier intento de retrotraer a los trabajadores a las ignominiosas épocas anteriores al justicialismo”. Franklin Lucero, jefe del Ejército, agradeció el gesto de la CGT pero consideró el aporte “innecesario”.
Evidentemente, la sola imagen de las “milicias obreras” resultaba inadmisible para los militares y en verdad, tampoco los dirigentes sindicales pensaban llevar hasta el final su oferta y abandonaron la escena, dejando finalmente la situación en manos de las Fuerzas Armadas.
Esta ubicación de la burocracia sindical expresaba la política que el régimen adoptó frente a la crisis abierta. Las clases dominantes esperaron de Perón una salida que Perón no pudo dar: los trabajadores no aceptaron negociar conquistas pese incluso al rol que jugó la burocracia sindical. Con la constatación de la ineficacia del gobierno como herramienta de las clases dominantes para imponer sus necesidades, pero también de la falta de disposición del régimen para resistir su propia supervivencia, éstas pasaron a la ofensiva.
Así, cuando el 16 de septiembre se produjo el golpe militar que derrocó a Perón, el líder no ofreció resistencia; habiéndose negado a recurrir a los trabajadores, buscó asilo en la embajada de Paraguay, demostrando la aceptación de los intereses superiores de las clases dominantes nativas y del imperialismo.
El golpe, cuya antesala fue el bombardeo de junio, se propuso remover los obstáculos a la inversión de capital extranjero en el país. Enormes conquistas de los trabajadores debían liquidarse para avanzar en esta ofensiva patronal e imperialista. Pero la clase obrera tras la caída de Perón no estaba dispuesta a que se las arrebataran. Si la burocracia sindical y el propio Perón desistieron de recurrir a los trabajadores para defender al régimen serán los propios trabajadores los que defenderán sus conquistas, protagonizando lo que se conoció como la “Resistencia”.
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Alicia Rojo
Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.