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Red Internacional
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A 50 años. Cuando los patrones argentinos temblaron de miedo

El 23 de marzo de 1970 comenzó el gran proceso de organización y lucha obrera que fueron los sindicatos clasistas de Fiat en Córdoba. SiTraC (Sindicato de Trabajadores de Concord) y SiTraM (Sindicato de Trabajadores de Materfer), parte de las experiencias más avanzadas de la clase obrera argentina.

Lunes 23 de marzo de 2020

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Los inicios

Los sindicatos de fábrica en las plantas de Fiat Concord y Materfer habían sido creados a finales de los años 50. Su creación está relacionada con los planes de racionalización y de penetración de los capitales extranjeros que se inició a partir de 1955.

De esta forma los regímenes libertadores le otorgaban a las multinacionales este gran beneficio destinado a reducir y dividir la fuerza obrera.

A partir del ascenso revolucionario impulsado por el Cordobazo, en los primeros años de la década del 70, los trabajadores de Fiat Concord primero, y los de Materfer después, expulsaron de sus sindicatos a las viejas direcciones amarillas y pro-patronales. Ante las distintas maniobras trataron de impedir el ascenso de los nuevos dirigentes.

El 23 de marzo de 1970 los trabajadores de SiTraC (Sindicato de Trabajadores de ConCord), reunidos en asamblea general, echaron a la conducción pro-patronal de Lozano y votaron una nueva comisión directiva provisoria para representarlos. En los meses siguientes se desarrolló la lucha para que la patronal y la Secretaría de Trabajo reconocieran esa nueva organización.

Pero ni ellos ni la burocracia sindical peronista querían reconocer una decisión que mostraba que la base obrera podía echar a los dirigentes traidores y reconstruir su organización de manera democrática. Ante esto los trabajadores deciden endurecer sus formas de lucha, apelando a métodos de acción directa para imponer sus demandas.

Primera toma de planta

La revista Los Libros reseñaba que “exasperados por las maniobras de Lozano y las dilaciones de la Secretaría de Estado de Trabajo, más de 2.500 trabajadores del primero y segundo turno de Fiat Concord disponen (…) el día 14 de mayo, una fulminante ocupación de la fábrica. Quedan retenidos, en calidad de rehenes, 150 ejecutivos y altos empleados de FIAT CONCORD (…). Llegan fuertes destacamentos policiales y los ocupantes organizan la defensa”. La toma de fábrica con rehenes, que se convertirá en un método recurrente de los clasistas, permite el triunfo. Pocas semanas después, los trabajadores de la planta de MATERFER siguen el mismo camino, destituyendo al dirigente burocrático Cassanova.

El Cordobazo y el clasismo

La lucha de los clasistas es imposible de entender sin el Cordobazo, ocurrido un año antes. Ese levantamiento popular abrió un período revolucionario, donde los trabajadores, la juventud y el pueblo pobre buscaron imponer una solución a sus demandas recurriendo a la movilización, la lucha en las calles y los métodos de acción directa.

El clasismo, que se inició como un cuestionamiento a las organizaciones sindicales burocráticas, mostró un “modelo sindical” opuesto por el vértice, donde los dirigentes eran respetados por su honestidad y compromiso con la base, es decir por no venderse. SiTraC-SiTraM puso en pie mecanismos de control permanente sobre dirigentes y delegados. Esa democracia interna garantizaba que todos los obreros pudieran discutir y decidir conscientemente cada medida de lucha, por más dura que fuera, como una toma de fábrica. Ese funcionamiento les ganó la simpatía de amplios sectores de la clase trabajadora y el odio de la toda la burocracia sindical.

Un límite a la brutalidad patronal

En las plantas de Fiat, la vida obrera no valía nada para la patronal: por las condiciones insalubres que había en la Forja, le decían “cementerio de obreros”; los obreros llegaban a trabajar en dos máquinas a la vez, algo conocido como “acoplamiento”; la situación salarial no era mejor. Cuenta Gregorio Flores: “en Fiat se trabajaba a un ritmo impuesto arbitrariamente por la empresa, que se conocía como al 125%. Según la empresa, como recompensa se otorgaba un premio a la producción que sólo ella sabía cómo se aplicaba y que por lo tanto el obrero nunca sabía con certeza cuánto era lo que tenía que cobrar”1.

Cuando los obreros conquistaron una organización democrática en sus sindicatos le pusieron límites a la patronal. Además de luchar por mejores salarios, enfrentaron esos niveles de superexplotación. Pararon el “acoplamiento” de máquinas, impusieron jornadas reducidas en la Forja, garantizaron mejores condiciones de higiene y seguridad en las plantas. Pero hacer esto era poner en cuestión el control que ejercía la patronal sobre el proceso productivo.

Un historiador norteamericano escribe que “Los problemas laborales se discutían abiertamente en los departamentos y las decisiones se tomaban a través de la deliberación (…) las asambleas generales abiertas realizadas en la fábrica surgieron casi como una institución (…) para decidir virtualmente todas las cuestiones referidas a la base fabril: problemas con la aceleración de los ritmos de producción, negociaciones colectivas y hasta quejas por la pobre calidad de la comida que se servía en el bufé de la fábrica”2. La patronal denunciaba “insubordinación y anarquía” ante esta situación y no estaba dispuesta a permitirla.

Los clasistas y la política

Los trabajadores de Fiat tuvieron que enfrentar, durante 15 meses, los ataques de la patronal, el gobierno y las conducciones sindicales peronistas. Vieron cómo sus enemigos se unían para derrotar su lucha.

Junto a la influencia de las agrupaciones de izquierda esto los llevó a la conclusión de que era necesario dar un combate no solo en el terreno sindical sino también en el político.

SiTraC-SiTraM desarrollaron un programa de lucha antiimperialista que denunciaba el control del país por las grandes multinacionales (como Fiat), denunciaron a la dictadura militar como representantes de esos intereses y a los partidos patronales comprometidos con los mismos. El programa de los clasistas planteó que la única salida para la clase obrera era la lucha por una sociedad socialista, libre de la explotación capitalista. La propaganda de esas ideas, que generaba simpatía entre otros trabajadores, impulsó a la represión abierta por parte del Estado y la patronal.

La represión a los clasistas

El 26 de octubre de 1971 la represión cayó sobre los clasistas. El gobierno de Arturo Frondizi suspendió las personerías sindicales de SiTraC-SiTraM y la policía ocupó las sedes gremiales. La Gendarmería se instaló dentro de las plantas, portando armas largas y utilizando tanques contra los obreros para reprimir los intentos de hacer asamblea. Cuatro días después Fiat anunció el despido de 259 operarios, entre ellos toda la Comisión Directiva, el cuerpo de delegados y activistas más combativos. Así, destruye la organización obrera en la planta.

Los clasistas de Fiat eran un desafío a la burocracia sindical peronista, las patronales y al estado. Es por eso que todos ellos se unieron para derrotarlos y aplicaron esa brutal represión. El control obrero, los métodos de lucha como la toma de fábrica y el funcionamiento democrático eran ejemplos que la clase dominante no quería ver extendidos.

Pero los clasistas cometieron errores políticos que debilitaron la unidad con otros sectores obreros para luchar. Sus críticas a dirigentes como Tosco o Atilio López fueron correctas muchas veces, pero también sectarias por la forma en que se hacían. Eso permitió que esos dirigentes dejaran abandonados a los clasistas cuando fueron reprimidos, justificándose por esas críticas.

A 50 años del surgimiento del clasismo, su nombre sigue invocando lo más combativo y revolucionario de la clase trabajadora. Para las nuevas generaciones de jóvenes obreros es un deber aprender de sus aciertos y errores.

1. SiTraC-SiTraM. Gregorio Flores, p. 58.

2. El Cordobazo. James Brennan, p. 228-229.