En este artículo respondemos los comentarios realizados por Patrick Bond a “Desarrollo desigual e imperialismo hoy: una discusión con David Harvey”.
Patrick Bond, autor de numerosos trabajos decicados a analizar el imperialismo contemporáneo, focalizado especialmente en los BRICS, ha tenido la amabilidad de enviar unas reflexiones suscitadas por mi artículo “Desarrollo desigual e imperialismo hoy: una discusión con David Harvey”.
En su comentario aporta numerosos aspectos de importancia para la caracterización de las relaciones entre centro/periferia y “semiperiferia” –sobre esta última diré algo más adelante–. Entre otras, la importancia de considerar el drenaje de riqueza hacia las economías ricas no solo en términos financieros –como hace el estudio que yo cité [1]–, sino incorporando una dimensión que en muchos países dependientes llega a ser mucho más importante, que es la apropiación de recursos naturales no renovables. Esta dimensión, como señala correctamente Patrick, no aparece computada en las estadísticas sobre flujos de riqueza, y si lo estuvieran el saldo desfavorable para el “Sur global” sería mucho más marcado. Además del agotamiento de recursos habría que incorporar el balance ambiental, tomando en cuenta el daño que genera la acumulación extractivista –podemos verlo acá en la Argentina con el agronegocio que privilegia técnicas de siembra que reducen labores independientemente de la sustentabilidad que estas tengan para el suelo o del daño que los agrotóxicos usados en gran escala causen a las poblaciones cercanas a los lotes–. Incluso la industrialización masiva de países pobres y de ingreso medio, en paralelo a la relativa desintrialización de los países imperialistas, “exportó” a los primeros toda la contaminación asociada a la manufactura.
Otra cuestión importante que señala Patrick es la necesidad de definir el momento actual. Como él observa, y también hemos discutido en otros artículos, no estamos presenciando ahora un avance de las cadenas globales de valor y la internacionalización productiva como el que se produjo vigorosamente durante 1980 y 2008, sino un freno, o incluso una cierta retracción. Si la “desglobalización” que Patrick señala continuará profundizándose nos parece que está abierto, pero sin duda las condiciones que vieron florecer la internacionalización productiva se modificaron profundamente.
Yendo a las principales críticas que me señala, estoy de acuerdo con la afirmación de que las categorías binarias no son suficiente para dar cuenta del desarrollo desigual, o el desarrollo desigual y combinado y los rasgos que este adquiere hoy. Este binarismo es, coincidimos, el mayor problema que tiene el planteo de John Smith. Este último tuvo el acierto de señalar la centralidad adquirida por la fuerza de trabajo “periférica” como resultado de la internacionalización productiva y su importancia para las ganancias del capital multinacional, leyendo críticamente desde una postura marxista los importantes trabajos realizados por los teóricos de las cadenas globales de valor. Mi discusión y crítica de David Harvey estaba dirigida a señalar los puntos en los que este fuerza la lectura de la dinámica que viene mostrando la acumulación global de capital y las omisiones que para ello realiza, pero al mismo tiempo a tomar los elementos ciertos de su planteo, con el objetivo de evitar caer en el binarismo contra el que Patrick advierte.
Sin duda, es importante distinguir los diferentes estatus o posiciones que adquieren los países que no pertenecen al núcleo de las potencias imperialistas o al “Norte global”. Algún tipo de noción “intermedia” como la de “semiperiferia” propuesta por Immanuel Wallerstein y otros autores puede ser de utilidad a este respecto. Estoy de acuerdo también de que, como resultado de cambios en la división del trabajo y por la creciente exportación de capitales protagonizada por países de esta “semiperiferia”, participan de alguna manera del “drenaje de riqueza”, por continuar en los términos de Harvey. Esto último lo introduzco en el artículo, aunque quizás sin el suficiente énfasis, a juzgar por la crítica de Patrick. Pero, como puede leerse en el cuadro que este último presenta en su comentario, solo los países imperialistas reciben como utilidades del exterior más de lo que pagan, lo cual expone lo que decíamos en nuestro artículo: hoy “la jerarquía entre los países no pasa hoy por si exportan o no capitales, sino por el grado de esta exportación y el resultado neto entre capitales “exportados” y capitales recibidos”.
La cuestión del “subimperialismo”
Patrick viene planteando, junto a otros autores, la importancia de la categoría de subimperialismo para el análisis de estas “semiperiferias”. La categoría, como el señala, fue elaborada por el teórico marxista de la dependencia Ruy Mauro Marini para dar cuenta del lugar de Brasil en esos años de posguerra. Alineado con EE. UU. en materia de política exterior, pero con algo de proyección regional, un peso económico propio por su tamaño y cierto desarrollo capitalista, Marini consideró que no era suficiente para Brasil hablar de país dependiente. En su opinión, el subimperialismo estaba caracterizado por dos componentes básicos:
…una composición orgánica media en la escala mundial de los aparatos productivos nacionales y, por otro lado, el ejercicio de una política expansionista relativamente autónoma, que no solo se acompaña de una mayor integración al sistema productivo imperialista sino que se mantiene en el marco de la hegemonía ejercida por el imperialismo a escala internacional [2].
Es la combinación entre gravitación geopolítica y ser espacio de acumulación lo que definiría a un subimperialismo. Que al mismo tiempo, al convertirse en parte interesada de sostener las condiciones de explotación global de las que se beneficia, se transforma en una correa de transmisión para la misma.
No comparto que esta categoría de subimperialismo sea de utilidad para complejizar este panorama y dar una visión más articulada de la jerarquía global. Tengo la opinión de que complica más de lo que ayuda.
Hay aspectos de contenido de los que busca dar cuenta el concepto, según lo interpreto, con los que creo que podemos estar de acuerdo. Que los países no imperialistas se involucran de manera creciente en la expansión de las relaciones imperialistas a medida que se incrementa su desarrollo capitalista, exportando capitales que compiten con las propias empresas capitalistas (pero “cooperando” en el reforzamiento de las reglas de sometimiento globales); que esta expansión está estrechamente asociada a al desarrollo de la capacidad de estos países de influenciar más allá de sus fronteras, al menos regionalmente a sus países vecinos pero a veces también más allá; que se apropian de parte del excedente generado en otros países, aunque sin dejar de generar excedente para los capitales de los países imperialistas, etc.
Pero creo que estas complejidades o “combinaciones” se pueden explicar e introducir sin necesidad de atribuirle a algunos países una condición “parcial” de imperialistas, limitada por el prefijo “sub”. Creo que un problema adicional para la utilización de la categoría es que muchos de los países que reciben la atribución de subimperialistas se encuentran en realidades sumamente heterogéneas. Mirando a los BRICS, por ejemplo, la capacidad geopolítica de China o de Rusia –esta última por motivos militares y diplomáticos sobre todo– no es comparable con la de Brasil, India o Sudáfrica. Entiendo que Patrick reconoce y señala estas divergencias entre los países del bloque BRICS –que como bloque perdió entidad a medida que China e India volvieron a una dinámica de enfrentamiento y Brasil con Temer y Bolsonaro profundizó su alineamiento abierto con EE. UU. y abandonó la búsqueda de márgenes de maniobra a la que apuntaban Lula y Roussef para negociar mejor con el imperialismo yanqui–. Pero en mi opinión son divergencias de tal entidad que plantean un problema adicional para querer incluir a todos ellos en un mismo estatus subimperialista, lo que desdibuja las trayectorias claramente diferenciadas que estos exhiben y el peso específico que tiene cada uno en la economía y la política globales.
El comentario de Patrick repone entonces importantes elementos que faltaban en mi intervención, y propone una polémica estimulante sobre una cuestión en la que diferimos, pero de la que reconozco que busca elaborar teóricamente un problema importante, que es cómo dar cuenta de países que se ubican en una condición “intermedia” en su proyección de poder económico y político. Creo que esto no se resuelve con un enfoque como el de subimperialismo, sino elaborando respuestas más específicas para cada país, haciendo, por decir de algún modo, un “análisis concreto de la situación concreta” que busque establecer qué lugar ocupa cada uno como parte un sistema global donde las potencias imperialistas continúan siendo los articuladores y beneficiarios principales de la opresión de todo el planeta.
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