[Desde New York] En las semanas previas a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, antecedidas por importantes movilizaciones masivas, la corriente interna del DSA (Democratic Socialists of America), Emerge, con presencia en New York, publicó una declaración en la que aborda un tema que es crucial para el avance de la izquierda estadounidense, titulado “Sobre la cuestión del partido”. A continuación presentamos en castellano un artículo Juan Cruz Ferre publicado originalmente en el diario Left Voice, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario, donde debate con las afirmaciones de la declaración, planteando la necesidad de poner en pie un partido de trabajadores con un programa socialista y revolucionario.
Llega en un momento crucial. La polarización en los Estados Unidos se ha intensificado dramáticamente en los últimos años, con decenas de miles de personas que se han organizado para luchar por el socialismo mientras que, simultáneamente, los grupos de extrema derecha han crecido y han estado tomando acciones más audaces, avivadas nada menos que por el presidente de los Estados Unidos. Solo este año, hemos visto al gobierno sacrificar trabajadores ante el covid-19 por el bien de mantener las ganancias capitalistas; hemos visto masas de jóvenes de color sacudir las calles, exigiendo el fin de la brutalidad policial racista; y hemos visto la bancarrota de ambos partidos del capital, uno prometiendo un retorno a la “normalidad” y el otro amenazando con soluciones autoritarias a los males del pueblo estadounidense. En este contexto, la construcción de una alternativa política que luche abiertamente por el socialismo es más necesaria que nunca.
La declaración de Emerge tiene algunos puntos buenos. Establece que “la organización de tipo partido sería dirigida y financiada por sus miembros, gobernada por una democracia de sus miembros de base”. Expresa que “el instrumento político que deseamos es uno que se base en la clase obrera”. Estos principios orientadores son correctos, y distinguen al grupo de la mayoría de la izquierda anarquista y autonomista.
Al mismo tiempo, el grueso de la declaración es una letanía de propuestas organizativas para facilitar la participación de los miembros del DSA y su democracia interna. Hay poco o ningún debate político con otras corrientes más centristas o moderadas del DSA como la llamada “Mayoría Socialista” o el ala de la revista Jacobin, y ninguna indicación de que Emerge vea como algo problemático el carácter de “gran paraguas” del DSA, que con el tiempo, permitió que las corrientes moderadas crecieran a través de una política electoral que hace desaparecer cada vez más las líneas que separan al DSA de los demócratas progresistas. Hoy en día, cuando se necesita claridad política y la delimitación más nítida de los partidos del capital, no toman en serio esta cuestión. Por el contrario, Emerge defiende explícitamente la organización “multitendencia” del DSA, que incluye a los demócratas progresistas que lejos están de compartir los mismos objetivos que los socialistas.
En el lapso de unos pocos párrafos, Emerge-DSA pasa de reconocer que el “Partido Demócrata es incuestionablemente un gran obstáculo para la lucha de clases en los EE. UU.” y de argumentar a favor de un partido independiente de la clase obrera, a abogar por que el DSA continúe presentando candidatos como Demócratas. Donde la declaración de Emerge dice: “nuestro trabajo electoral ha puesto a nuestros propios miembros en el cargo”, en realidad debe leerse: representantes del Partido Demócrata que también son miembros del DSA, o que fueron apoyados por el DSA.
Una contradicción tan sorprendente se encuentra en la concepción de la “estrategia socialista” que sustenta la política de Emerge-DSA. Aquí es donde las omisiones hablan más fuerte que las palabras y todo se une en una identidad política que es, sobre todo, derrotista.
La no-lucha por el poder
La declaración de Emerge propone “arraigar nuestra organización en los diversos sectores de la clase obrera, siendo activos en los lugares de trabajo, los barrios y los movimientos sociales”. Pero muchas preguntas quedan sin respuesta. ¿Deberíamos, como militantes socialistas, intervenir de cierta manera en estos espacios y movimientos? ¿Qué pasa con los sindicatos y la burocracia sindical? ¿El carácter policlasista de algunos movimientos sociales supone un reto para los socialistas para intervenir de forma revolucionaria? No hay más especificaciones. Aunque un lector generoso podría argumentar que estos temas están “fuera del alcance” de la declaración, creo que la decisión de no exponer posiciones sobre estas cuestiones críticas es en sí misma una declaración política. Muestra un desprecio por algunas de las cuestiones más importantes de la estrategia socialista y la presión de un activismo casi ciego –no importa dónde, no importa cómo–.
Esta organización sobre el terreno, como reconocerían todos los socialistas, es esencial para cualquier proyecto político, pero siempre como parte de una estrategia más amplia por el socialismo. De hecho, una de las principales tareas de los socialistas es
“reaccionar ante cada manifestación de tiranía y opresión [...] generalizar todas estas manifestaciones y producir un solo cuadro de violencia policial y explotación capitalista [y] exponer ante todos y cada uno el significado histórico mundial de la lucha por la emancipación del proletariado”. Lenin, en ¿Qué hacer?, describió así lo que llamó el tribuno del pueblo. Este papel es imposible si no hay una brújula estratégica que guíe la organización en los lugares de trabajo, la intervención en los sindicatos, nuestra participación en los movimientos sociales y todo tipo de actividad sobre el terreno.
Por ejemplo, es necesario reconocer la importancia del movimiento obrero como ámbito estratégico de intervención por su influencia política y económica y dado que los sindicatos son ya la primera línea de defensa para que millones de trabajadores se organicen, luchen y resistan el ataque del capital. Y necesitamos reconocer, también, la existencia de una burocracia atrincherada a la cabeza de todos los principales sindicatos de EE. UU. Esta capa de funcionarios sindicales no está interesada en la lucha de clases, y mucho menos en el socialismo, y representa un obstáculo a cada paso para la capacidad de combate de los trabajadores, el ímpetu para luchar contra el racismo y el sexismo dentro de sus filas, y la conciencia de clase. Desafortunadamente, la izquierda –incluyendo muchos activistas obreros del DSA– no se ha propuesto hacer avanzar una intervención independiente (revolucionaria) de las bases en los sindicatos y la lucha implacable contra la burocracia sindical. La declaración de Emerge-DSA no dice nada sobre esto.
Nuestra visión de cómo luchar contra el racismo y la brutalidad policial también marca la forma en que intervenimos en el movimiento. Entendemos la lucha contra el racismo y todo tipo de opresión como una tarea en la que todos los socialistas deben participar, aquí y ahora, y que es fundamental para el fortalecimiento de la clase obrera. Como marxistas debemos luchar por la unidad de la lucha de clases con el movimiento contra el racismo, y para que los activistas obreros asuman esta lucha y empujen a sus sindicatos a tomar medidas y apoyar el movimiento, y echando a los policías de nuestros sindicatos y expresando la solidaridad con los trabajadores que están en lucha.
La tendencia hacia un activismo sin estrategia encaja con el rechazo de cualquier perspectiva de lucha por el poder. “La organización tipo partido no será, por lo tanto, una herramienta para gobernar, sino para facilitar el autogobierno de la clase obrera”. El problema de una concepción en la que el partido es una especie de “facilitador” es que no plantea la cuestión central: que el partido revolucionario que aspiramos a construir tiene que ser una herramienta para dirigir la lucha contra el Estado capitalista e impulsar la autoorganización de la clase obrera como parte central de la estrategia revolucionaria.
La línea argumental de Emerge, en cambio, sugiere una estrategia autonomista: la idea de que podemos construir espacios o reductos de autogobierno de la clase trabajadora dentro del sistema, o en sus márgenes, sin necesidad de derrocar al Estado capitalista. Esta es una nueva interpretación del llamado de John Holloway a “cambiar el mundo sin tomar el poder” [1], parte del enfoque autonomista que hemos discutido más a fondo anteriormente. Baste decir aquí que la negativa a luchar por el poder deja solo dos posibles resultados: el aislamiento y la deriva hacia la irrelevancia, o la cooptación y la coexistencia con el estado capitalista.
Por lo tanto, mientras que Emerge-DSA comienza declarándose como un “caucus marxista y comunista”, el derrocamiento revolucionario del Estado capitalista —un componente fundamental de la tradición revolucionaria marxista y comunista— está notoriamente ausente.
En su lugar, la declaración afirma que “el cambio social dependerá de nuestra capacidad para organizar con éxito la presión desde fuera del gobierno”. En otras palabras, para Emerge-DSA, las perspectivas de cambio social siguen dependiendo de la “presión” ejercida desde fuera del gobierno. Esto es decididamente reformista: que el cambio para la clase trabajadora venga a través de la presión sobre el gobierno capitalista establece el ganar concesiones como el principal (o único) objetivo político.
Una cosa está clara: el problema del poder es, en la estrategia de Emerge, notoriamente rechazado. Se cede a los capitalistas. Emerge-DSA sustituye el derrocamiento revolucionario del Estado capitalista por una vaga concepción de la construcción del “poder de la clase trabajadora”, pero no ofrece ninguna perspectiva de que los trabajadores tomen el control de todos los recursos disponibles y construyan una nueva sociedad sobre una base radicalmente diferente. No hay posibilidad de triunfar para la clase obrera porque la lucha por el poder se abandona antes de empezar. Ya desde el inicio es una izquierda derrotada.
La no-cuestión del partido
En una coyuntura política dominada por las elecciones presidenciales, una posición ostensiblemente abstencionista tendría poca tracción. Los socialistas de los Estados Unidos se enfrentan a un verdadero reto a la hora de explicar y proponer la idea de un partido obrero independiente, que articule en el ámbito político –y no solo electoral– los intereses de los trabajadores y un programa anticapitalista, socialista y revolucionario.
Como ya se ha mencionado, los socialistas deberían tratar de unir la lucha por las exigencias cotidianas, la lucha por una vivienda accesible, la atención sanitaria gratuita y otras necesidades de los trabajadores, con la lucha a largo plazo contra el capitalismo. Este debería ser un principio rector indiscutible. Sin embargo, Emerge-DSA hace exactamente lo contrario cuando afirma que “el instrumento político que deseamos es uno que se base en la clase obrera [pero cuando] nos comprometemos con las elecciones u ocupamos un cargo estatal, debemos buscar tipos de instrumentos separados, juzgados sobre una base puramente estratégica y utilitaria”. Esto se traduce de la siguiente manera: tengamos nuestra organización para luchar localmente contra los desalojos, en nuestros lugares de trabajo y en las calles contra el racismo, pero cuando se trata de elecciones y poder estatal, seguiremos usando, votando y construyendo el Partido Demócrata.
Esta división de dos facetas de la actividad política que están (y siempre deben estar) estrechamente interrelacionadas los lleva a emerger por el camino del reformismo más estrecho de miras. Prueba de ello es la exaltación de los gobiernos de la “Marea Rosa” [gobiernos “poneoliberales”, N. del T.] [2] como “modelos” (sic) sin un análisis adecuado de cómo esos partidos cooptaron los movimientos sociales, fueron incapaces de revertir el atraso y la dependencia del imperialismo sus países, y en la mayoría de los casos terminaron aplicando ajustes sobre el pueblo trabajador, además de preservar un patrón neoextractivista de acumulación capitalista.
La declaración de Emerge reconoce correctamente el historial abismal de los partidos laboristas, socialistas y comunistas (estalinistas) europeos cuando asumieron el cargo en los niveles más altos de las democracias burguesas, pero saca la conclusión equivocada, y es por eso que Emerge-DSA no reconoce, el verdadero significado histórico de los gobiernos de la “Marea Rosa” de América Latina. No es que un partido independiente de la clase trabajadora no haga ninguna diferencia, o que uno de esos partidos en los Estados Unidos no sea diferente del Partido Demócrata, como sugiere la declaración. ¡Un partido independiente de la clase trabajadora cambiaría dramáticamente el panorama político de los Estados Unidos! El problema de esos partidos y experiencias es que en lugar de desafiar al capitalismo como sistema, se convirtieron en administradores “de izquierda” del Estado capitalista. Cuando el neoliberalismo y la austeridad estaban a la orden del día, seguían los dictados del capital, como cualquier otro gobierno.
La conclusión de la “cuestión del partido”, entonces, es una negación de la cuestión en sí misma. A medida que el DSA ha logrado que sean electos candidatos del “DSA-Partido Democrático” para cargos legislativos (la mayoría de los cuales no tienen que rendir cuentas al DSA después de tomar el cargo), el “ala derecha” del DSA se ha fortalecido y ha logrado, al menos parcialmente, subordinar aún más a la organización con el Partido Democrático. La posición de Emerge-DSA sobre esta cuestión –la madre de todas las cuestiones "sobre el partido" para el DSA hoy en día– no es diferente a la del ala de Jacobin, o el ala que simplemente busca un realineamiento del Partido Demócrata. El derrotismo no es solo frente al poder estatal, sino también frente a la lucha por un partido independiente socialista y revolucionario de la clase obrera.
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