Un contrapunto con los postulados de Elizabeth Gomez Alcorta y Estela Diaz sobre la posibilidad de construir un feminismo desde los ministerios y los límites de esta estrategia para las peleas que tenemos por delante las mujeres y personas lgtbiq+.
A un año de la aprobación del derecho al aborto en Argentina nuestra pelea sigue. En esa lucha nos involucramos millones de trabajadoras, estudiantes, amas de casa, desocupadas, y activistas de todo tipo y color en un grito unificado que también se enfrenta a los femicidios, travesticidios y todo tipo de la violencia hacia las mujeres y personas lgbtiq+.
Estas son algunas de las demandas más sentidas de nuestros movimientos, en donde nos enfrentamos con las iglesias y los sectores celestes más reaccionarios de nuestra sociedad, como así también a los gobernadores, diputados y senadores de los partidos tradicionales. Por eso hoy, a dos años de la pandemia, cabe preguntarnos ¿Dónde estamos paradas y hacia dónde van nuestras luchas? ¿Qué debates se dan al interior de los movimientos feministas y por qué pelea cada una?
Intentaremos reponer algunas lecciones del derrotero que representó la ofensiva neoliberal para los feminismos durante las décadas anteriores, ya que creemos que es fundamental volver sobre esos años para repensar los debates que tenemos actualmente. Discusiones que en el presente se encuentran signadas en parte por una apuesta al “ministerialismo”, representado por Elizabeth Gomez Alcorta y Estela Diaz desde los sillones del Estado, y por el otro lado, con el crecimiento de los movimientos sociales en donde las mujeres son mayoría.
El ministerialismo como estrategia
En la Apertura del 1° Congreso “Estado Presente: La PBA frente a las violencias por razones de género" que tuvo lugar a fines de noviembre de este año, Estela Díaz (ministra de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires) parte planteando que “es la primera vez que se coloca en el principal rasgo de la gestión el mecanismo para las políticas de género, en el gobierno de la Nación y de la Provincia.”
Además agrega que la desigualdad de género es una problemática estructural y que “los ministerios de género tienen el mandato de trabajar no solo sobre las violencias de género sino también trabajar sobre las desigualdades estructurales que padecemos las mujeres, la diversidad sexual, las lesbianas, travestis y trans en nuestra sociedad. Porque este es el paradigma de la justicia social y somos parte de un proyecto político que entiende al Estado como motor y como garante de la redistribución de riquezas, recursos y posibilidades”.
Al mismo tiempo esboza como respuesta posible dos cuestiones: en primer lugar, la creación de ministerios y secretarías de género, y como consiguiente del mismo, la dotación de los presupuestos necesarios para llenar a estos estos espacios de iniciativas y políticas públicas, cómo por ejemplo, la creación de un registro único en casos de violencia. La ministra finaliza su intervención diciendo que las acciones que se vienen llevando adelante son “profundamente transformadoras y anti neoliberales”.
En esta misma charla, Elizabeth Gomez Alcorta, militante de Patria Grande y ministra nacional de Mujeres, Géneros y Diversidad Sexual, retoma esta idea para plantear que la propia existencia de este congreso expresa: “La foto de la decisión política de un proyecto y un gobierno provincial y nacional, pero sin lugar a dudas esa decisión política es una conquista del movimiento de las mujeres y la diversidad, después de una lucha enorme de décadas en las que se dio pelea en absoluta soledad”.
De esta forma plantea que el movimiento feminista instaló en el debate público sus problemáticas, sacando a las mujeres y diversidades del espacio de “minoridad” - utilizando el concepto propuesto por Rita Segato- al que las habia arrojado la sociedad durante siglos de opresión, y que estos avances hoy se materializan en las decisones políticas del gobierno al poner en pie estos ministerios. A su vez, Gomez Alcorta reconoce que: “Lo que no pudimos hacer hasta este momento es trabajar sobre esta estructura que es la que produce constantemente las violencias”.
La ministra nacional también se pregunta: “¿cómo hacemos para modificar esa base estructural de desigualdades?” y se contesta a sí misma diciendo que esto se hace “pensando cada una de las áreas de gobierno desde una perspectiva de género y diversidad”, para a continuación plantear que: “hay que transformar al Estado y para eso se necesita que quienes lleven adelante y motoricen estas políticas esten sentadas en las mesas donde se toman esas decisiones y tengan un lugar de paridad.”
Concluye su intervención diciendo que la conformación de los ministerios de Mujeres, Géneros y Diversidades apuntan a avanzar en ese objetivo y que uno de los principales desafíos que tiene el Estado y el actual gobierno es avanzar en la conformación de más espacios institucionales con esa perspectiva para dar respuesta a las desigualdades de género desde un entramado estatal homogéneo.
En un artículo recientemente publicado en la revista Jacobin Latinoamérica por Gomez Alcorta, ella arremete contra el neoliberalismo al plantear que: “¿Cuántas veces los proyectos neoliberales nos pidieron ajustar nuestra calidad de vida para que crezca la producción? ¿Cuántas veces empezaron por recortar los sectores y servicios asociados al cuidado? Vivir bien, que debería ser el fin último de cualquier sistema económico, se vuelve la variable de ajuste para acrecentar una riqueza que nunca llega a quienes cedieron su bienestar en favor del aumento de la ganancia empresarial.”
Si bien las preguntas y afirmaciones planteadas en este párrafo son válidas, quien lo formula se ubica por fuera del aparato estatal. Siendo que es la mismísima Ministra Nacional de Género y Diversidad Sexual, mínimamente se nos formula la pregunta de qué hizo esta persona una vez que tuvo en su poder parte de los resortes del Estado y de un presupuesto nacional para aplicar en políticas públicas que podrían atacar lo que ella misma define como la “ganancia empresaria” que se acrecienta a costa de los trabajos de cuidados mayormente feminizados.
En ese sentido, es interesante retomar otro de los planteos de la ministra Gomez Alcorta que en la charla ya citada esboza: “Cuando uno se plantea cuál es la importancia de un ministerio significa primero presupuesto, porque no hay ninguna política pública que se pueda llevar adelante sin presupuesto”. Vamos a contrastarlo entonces con los últimos datos al respecto.
A mediados de diciembre, como parte de las discusiones en el Congreso Nacional acerca del presupuesto anual para el 2022, participó el ministro de economía Martín Gúzman en una sesión especial en la cual todos los bloques con representación parlamentaria lo podían interpelar en el recinto. Myriam Bregman, la diputada nacional por el PTS en el Frente de Izquierda - Unidad, fue quien lo interpela al ministro acerca del presupuesto actual y venidero con el que cuenta el ministerio de Mujeres, Género y Diversidad a nivel nacional:
"Sabemos que la situación para las mujeres, para nosotras, es crítica, pero según los datos publicados en el presupuesto, el ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, ejecutó sólo un 71,11 % de lo que se había previsto. Menos de lo que se ejecutó para otros organismos. Es decir, se subejecutó más. Y para 2022 dicho ministerio tiene asignado un 39 % menos en términos nominales que en relación al presupuesto vigente de este año".
De esta forma, la diputada feminista socialista dejó en evidencia la subejecución de este presupuesto en un contexto de extrema gravedad para millones de mujeres y personas lgtbiq+. Los mismos sectores sobre los cuales recae aún con más fuerza el ajuste que ya estamos viendo a medida de los acuerdos que están tejiendo desde el gobierno con el FMI, en donde hay matices entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero tienen acuerdo estratégico en que hay que pagar la deuda fraudulenta.
Aún no se han hecho comentarios oficiales sobre el recorte presupuestario para el 2022 desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad.
¿Feminismo anti neoliberal o anti capitalista?
En la charla mencionada al principio del artículo, Gomez Alcorta y Diaz hacen un fuerte hincapié en la pelea contra el neoliberalismo, tanto que la ministra nacional plantea que movimiento de mujeres fue “un actor clave para dar la pelea contra el neoliberalismo en el 2016 y en el 2019” haciendo un cerco para que el macrismo no pueda tener más de un mandato. La ministra de géneros de la Provincia de Buenos Aires, enunció frases de contenido similar, alrededor de las operaciones políticas e ideológicas que hace el neoliberalismo para revictimizar a las mujeres y que no sean ni se conviertan en sujetos de su propio destino.
De esta forma, ambas ministras recurren a una retórica exclusivamente anti neoliberal que en ningún momento cuestiona o ataca al capitalismo en su conjunto sino solamente a su expresión más brutal, haciendo que sus postulados aparenten mayor radicalidad de la que realmente tienen. A partir de esta operación en la cual el neoliberalismo se vuelve un enemigo abstracto, es que construyen como oposición un proyecto de capitalismo más “humano” e “inclusivo” que no se salga ni cuestione al corazón de este sistema que se nutre de una desigualdad estructural sobre la base de la explotación de las amplias mayorías trabajadoras, en las cuales las mujeres y personas lgtb+ sufren las peores consecuencias.
De todas maneras el macrismo no logró consolidar un proyecto neoliberal clásico por las limitaciones que recibió en la calle sobre todo en las jornadas de diciembre de 2017 que marcaron a la relación de fuerzas de su gobierno. Pero si hablamos de neoliberalismo, hay que ubicar a este proceso en tiempo y espacio para poder entenderlo en toda su complejidad y sacar lecciones que nos permitan pensar los nuevos desafíos que tenemos desde los movimientos feminista en tiempo presente. De lo contrario, podemos volver a cometer los mismos errores del pasado, o peor aún, volver a aplicar las mismas recetas que ya se mostraron impotentes como la de intentar reformar al Estado capitalista y patriarcal sin atacar las bases estructurales del sistema que lo sostiene.
El reconocido geógrafo marxista David Harvey lo define como: “un proyecto político llevado a cabo por la clase capitalista corporativa que se sentía profundamente amenazada tanto política como económicamente hacia finales de la década de 1960 y en los 70. Querían implantar desesperadamente un proyecto político que pusiera freno al poder del trabajo.” Retomando estos postulados, el neoliberalismo entonces se construye como una respuesta del capital contra la clase trabajadora y los sectores populares en alza, entre los cuales las mujeres y las disidencias se encontraban en la primera línea como parte de lo que se conoció como el feminismo de la segunda ola.
Al calor de los procesos y revueltas de los años 60 como el mayo francés, el otoño caliente, la primavera de Praga, el ’68 mexicano, el Cordobazo argentino y las movilizaciones contra la guerra de Vietnam, las mujeres y la diversidad plantearon en las calles que lo “personal es político” y que lo que le pasaba a cada une no era un problema individual sino que estaba profundamente ligado a las bases estructurales del sistema capitalista.
En ese sentido, la contraofensiva neoliberal también tenía como uno de sus objetivos centrales el intento de disciplinar a las luchas feministas y lgtbiq+ que habían protagonizado la arena política, social, sindical y cultural en el período previo y eso lo logran vía derrotas y represiones a las revueltas que mencionamos arriba, con dictaduras sangrientas en muchos países de América Latina y con una clara intención de los gobiernos: la búsqueda de la fragmentación de la clase obrera como una de sus cartas más importantes, en donde los capitalistas se jugaron a atomizar la fuerza de lxs millones de explotadxs que en su unión tienen la llave para vencerlos.
Con la desregulación de muchos de los derechos laborales que se habían conquistado con la lucha durante las décadas anteriores, se avanzó en una división entre trabajadores formales e informales, precarizadxs y desocupadxs, varones y mujeres, jóvenes y adultos. De esta forma arrojaron a millones de familias a la más extrema situación de pobreza, en donde las mujeres y diversidad fueron como siempre las que tuvieron que pagar los platos rotos en momentos de crisis, porque una vez más volvieron a recaer sobre ellas las cifras más altas de precarización y desocupación entre las que aún nos encontramos sobrerrepresentadas.
En ese sentido, en las decadas de 1980 y 1990, dentro de los feminismos se desataron fuertes debates estratégicos sobre cuál era el norte a seguir. Por un lado, nos encontramos con el sector mayoritario del feminismo que se aggiorno a los años de neoliberalismo y cedió a la cooptación que tuvo lugar por parte de los Estados y las empresas capitalistas a través de la incorporación de voceras y referentes feministas en nuevos cargos creados tanto en el ámbito público como privado, en el proceso conocido como “pink washing” que intentó darle un nuevo rostro a los mismos responsables de la crisis.
Mientras se instalaba las ideas del neoliberalismo, para esas vertientes del feminismo el eje central pasó a ser el progreso individual de las mujeres y el intento de romper el “techo de cristal” en los países centrales, mientras millones de mujeres y niñas alrededor del mundo quedaban subsumidas en niveles de pobreza cada vez mayores.
Como otra cara de la misma moneda, se aumentó fuertemente el financiamiento a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que adaptaron y suavizaron su programa para hacerlas más amigables a los gobiernos y las empresas e incluso fueron las responsables de implementar programas de desarrollo basados en soluciones neoliberales a los problemas de la pobreza. De esta manera se convirtieron en una cadena de trasmisión de la ideología neoliberal de la salida individual y también cómo puntos de apoyo y de legitimidad para los distintos gobiernos.
De esta forma, durante el neoliberalismo, una gran parte del feminismo reconvierte sus métodos y pasa a estar integrado al mismo Estado de clase y patriarcal contra el cual se habían levantado el movimiento de mujeres y diversidad en el periodo anterior. Al respecto, Andrea D’Atri y Laura Lif plantearon: “Obteniendo reconocimiento a cambio de integración, el feminismo había pasado de cuestionar las bases del sistema capitalista a legitimar la democracia burguesa como el único régimen en el que se puede lograr, paulatinamente, mayor equidad de género, a través de algunas reformas parciales que no cuestionen sus fundamentos.”
Esta estrategia de reforma e integración se mostró completamente impotente para transformar la realidad de millones de mujeres y diversidades, ya que en los hechos abonaron a la política más general del neoliberalismo de desviar las fuerzas de los movimientos sociales de las calles, para engullir y domesticar a los movimientos desde adentro de las instituciones del Estado capitalista y patriarcal.
Los sectores que pregonaron por una mayor integración al Estado y las corporaciones suelen estar asociados a la vertiente liberal del feminismo que pelea por romper el techo de cristal para que una minoría de mujeres y personas lgtbiq+ lleguen a acceder a puestos de poder mientras las amplias mayorías de su género siguen viviendo en condiciones de pobreza y precariedad extrema.
Sin embargo en la actualidad nos encontramos con muchas autodenominadas “feministas populares” que cuestionan al neoliberalismo, como Gomez Alcorta y Diáz, pero que en el seno de su programa no se encuentran tan alejadas de la lógica del feminismo liberal al plantear que el horizonte de nuestro movimiento tiene que ser el de pelar por darle una perspectiva de género al Estado a través de la formación de nuevas instituciones dirigidos por mujeres y personas lgtbiq+ como los ministerios que ellas encabezan.
A su vez, también reproducen la lógica del feminismo neoliberal que marcó como único horizonte la pelea por arrancar paulatinamente distintas demandas y derechos a los mismos Estados y gobiernos capitalistas, que en los momentos de crisis, vuelven a ajustar la calidad de vida de las mujeres y diversidades. Esa fue la experiencia de las mujeres de Guernica, quienes ante la amenaza de que las podían dejar sin lo poco que tenían, le escribieron a las ministras para que las apoyen en su pelea por una vivienda digna, pero la respuesta que recibieron del Estado fue gases, fuego y topadoras en un violento desalojo.
A modo de conclusión
En su contexto, el feminismo neoliberal de los 90 fue parte del desvío de las calles al palacio, las referentes kirchneristas con las que fuimos discutiendo a lo largo de este artículo creemos que son exponentes de los sectores que en la actualidad están jugando un rol similar en su intento de que todas las demandas por las que pelea los movimientos feministas pasen y se canalicen a través del Estado. Ya que todo movimiento que se desarrolle en una lucha con exigencias hacia el Estado, tiene la capacidad de desarrollar alas más críticas y anticapitalistas en su interior cuando escapa al control político que quieren ejercer desde las alturas.
Si en la actualidad se mantienen muchas de nuestras conquistas fue gracias a las luchas que las defendieron y en algunos casos hasta permitieron ampliar nuestros derechos. De todas maneras, las desigualdades de género y de clase no solo se mantuvieron en el tiempo sino que en la actualidad se profundizaron, como nos muestran las terribles cifras que arrojó el mundo a partir de la pandemia y que en argentina estamos en camino a empeorarlas si se sigue el rumbo al que nos quiere atar el FMI.
Pero la respuesta popular no se hace esperar ante estas políticas de ajuste que viene llevando adelante el gobierno de Alberto y Crisitina Fernandéz, junto al cogobierno que en los hechos existe con el FMI como parte de la renegociación de la deuda fraudulenta que contrajo el macrismo y el peronismo avala por medio de los acuerdos en curso. El sábado 11 de diciembre se realizó en Capital Federal y en decenas de ciudades del país una gran manifestación contra el FMI, en la cual participaron más de 100 organizaciones sociales, políticas, sindicales, ambientales y feministas como parte de iniciar la resistencia coordinada contra el ajuste en curso y venidero.
Esperamos que esas fuerzas se sigan desarrollando y desde nuestro lugar como Pan y Rosas abonaremos a la unidad de todos los sectores que estén dispuestos a luchar en este contexto, confiamos en que una vez más las mujeres y las diversidades estaremos al frente de estas peleas por nuestras demandas como parte de la clase explotada y como mujeres. A 20 años de las jornadas del 2001 en Argentina, ese será nuestro mejor homenaje, retomando el ejemplo de las mujeres de Brukman que sembraron una idea muy poderosa cuando dijeron que si podían gestionar una fábrica podían gestionar el país. Allí se encuentra la semilla de nuestra pelea por otro tipo de sociedad y otro sistema en el cual la opresión y la explotación no sean la norma.
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