A continuación reproducimos la declaración de la Fracción Trotskista - Cuarta Internacional (FT-CI), organización internacional impulsora de la Red Internacional de diarios La Izquierda Diario sobre la escalada guerrerista en torno al conflicto en Ucrania.
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¡Fuera las tropas y abajo la OTAN! ¡En Ucrania: ni intervención imperialista ni injerencia militar rusa! ¡Por una Ucrania independiente, obrera y socialista!
En el este de Europa suenan tambores de guerra. La OTAN viene aumentando el despliegue armado en su flanco oriental, con el envío de aviones y embarcaciones, mientras que Rusia acumula tropas cerca de la frontera con Ucrania. Según Estados Unidos y las potencias occidentales, Putin estaría preparando una invasión militar a Ucrania. El presidente ruso niega que su objetivo sea la ocupación de su vecino. Más bien se trataría hasta ahora de una demostración de fuerzas para negociar en mejores términos con el gobierno de Biden una serie de demandas consideradas “líneas rojas”: que Ucrania se mantenga neutral, que la OTAN detenga su expansión hacia las proximidades de las fronteras rusas y que retire misiles y armas tácticas de los países del llamado ex espacio soviético. Aunque la vía diplomática continúa, la escalada de tensiones tiene en vilo a la región y al mundo.
El último episodio de la crisis en Ucrania ha sido la respuesta escrita de la OTAN y de EE. UU. a Rusia, rechazando las exigencias de Putin para frenar la expansión de la OTAN hacia el este. En los próximos días se conocerá cuál es la reacción del Kremlin. Aunque el conflicto armado no puede descartarse -con el riesgo de un accidente o un imprevisto durante los próximos ejercicios como consecuencia de los respectivos despliegues militares-, no parece lo más probable en este momento. Lo que sí es probable es que la disputa se caliente en el este ucraniano. La política del gobierno de Biden es evitar involucrarse en un conflicto de este tipo en el corazón de Europa, que implicaría a potencias con armamento nuclear. El presidente norteamericano inflamó la situación hace unos días, acusando a Rusia de querer invadir Ucrania. Sin embargo, la herramienta privilegiada de Estados Unidos para lidiar con el desafío que plantea Putin es endurecer las sanciones económicas. Esa fue la respuesta de Occidente también ante la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Esa política de sanciones está sostenida por una creciente amenaza militar. Cuestión que, contrariamente a lo que pretende Washington, tiende a actuar como factor de acercamiento entre China y Rusia en el tablero de Asia-Pacífico.
El despliegue armado de la OTAN incluye embarcaciones enviadas por el gobierno español, una fragata y aviones de combate de Dinamarca y más de 170 toneladas de equipamiento militar de EEUU, que ha puesto en “alerta” a 8.500 soldados apostados en los países bálticos. Francia se ha comprometido a enviar tropas a Rumania y Países Bajos pone a disposición barcos, aviones y unidades terrestres. A su vez, Reino Unido, Estados Unidos y los países bálticos vienen armando de forma directa al gobierno ucraniano. Alemania, por su parte, tiene importantes intereses en su relación con Rusia y trata de evitar un conflicto armado en el continente. Algunos ministros incluso han llegado a hablar de la posibilidad de paralizar la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, con la intención de presionar in extremis a Rusia. Aunque esta sería una decisión muy costosa, ya que la escalada del conflicto puede poner en riesgo la provisión de energía que Alemania importa fundamentalmente de Rusia, en medio del invierno. La UE tiene sobre la mesa el chantaje de nuevas sanciones económicas.
La escalada del conflicto con Rusia está generando más tensiones al interior de la UE. Nuevamente la crisis ha puesto de manifiesto las divisiones entre las potencias imperialistas en función de sus intereses. Por eso el canciller alemán Olaf Scholz se ha negado hasta el momento a enviar armamento e incluso a que se utilice el espacio aéreo de Alemania para enviar armas de países de la OTAN con destino a Ucrania y otros países del este europeo. Mientras que el gobierno “progresista” español se ha alineado más abiertamente con la línea de Estados Unidos. La realidad es que la crisis de Ucrania se está convirtiendo rápidamente en una prueba decisiva del lugar que ocupa cada país europeo en la esfera de influencia estadounidense. Las nuevas sanciones que se están discutiendo tienen también el objetivo de debilitar a una potencia aliada no alineada hasta el final con los planes de EE. UU., como es Alemania.
Más allá de estas diferencias, el imperialismo norteamericano y sus aliados europeos son los principales responsables de la escalada belicista en el Este de Europa. La administración Biden ha contado con el apoyo incondicional del Partido Republicano y el Partido Demócrata en lo que respecta a Ucrania, después de meses de tensiones y diferencias entre ambos partidos respecto a la agenda doméstica. Esto demuestra el acuerdo bipartidista en lo que respecta a los intereses imperialistas más apremiantes.
La respuesta rusa, que viene acumulando fuerzas militares en la frontera a la vez que sostiene a todos los regímenes autoritarios de la ex URSS, tampoco representa ninguna salida progresiva para los pueblos de la región. Así se vio recientemente, con su apoyo a la represión a sangre y fuego a la revuelta obrera y popular en Kazajstán o en el pasado en Bielorrusia. Por su parte, la burocracia bonapartista china, impulsada por sus propios intereses, apoyó a la respuesta nacionalista reaccionaria de Putin.
V. Zelinsky, jefe del gobierno de Ucrania afín a la UE, ha recibido en los dos últimos años una cuantiosa ayuda financiera y militar por parte de la UE y las administraciones estadounidenses, tanto de Trump como de Biden. En los últimos meses esto se ha visto reforzado con el envío directo de tropas al Mar Negro.
A más de 30 años del fin de la guerra fría, Estados Unidos mantiene una política hostil hacia Rusia (que después de China es la segunda hipótesis de conflicto en la nueva estrategia de seguridad imperialista). Desde la caída de la URSS, Estados Unidos y la OTAN siguieron una estrategia de cercar y reducir la influencia rusa. El objetivo era limitar las aspiraciones de Putin de devolverle a Rusia el estatus de gran potencia y bloquear su eventual alianza con China. Este cerco se refuerza con la expansión de la OTAN por todo el espacio exsoviético. Una ampliación que cobró impulso desde 1989, siendo que la mitad de sus actuales miembros se incluyeron después de esa fecha. Detrás de este despliegue hay un imperativo estratégico norteamericano de mantener su influencia en el Viejo Continente y evitar el juego autónomo propio de sus aliados europeos, en especial Alemania.
Ucrania se encuentra en el centro de esa disputa de la OTAN con Rusia. Un enfrentamiento que está detrás de conflictos recientes como el de Georgia en 2008, el que partió Ucrania tras el movimiento reaccionario de la plaza Maidan en 2014 o de la actual escalada de tensión que puede desembocar en una guerra reaccionaria.
El gobierno bonapartista de Putin defiende los intereses de la oligarquía rusa
La respuesta del régimen bonapartista de Putin a esta ofensiva imperialista ha sido igualmente reaccionaria. Desde la invasión territorial de la región prorrusa del Donbass (las llamadas “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk), la anexión de Crimea o el apoyo a gobiernos reaccionarios e impopulares como los de Bielorrusia o Kazajstán. Allí, hace unas semanas, se reprimía a sangre y fuego un levantamiento popular contra la subida del precio del gas. La acumulación de tropas en la frontera con Ucrania y la escalada del conflicto es un intento de poner freno al expansionismo de la OTAN sobre lo que Rusia considera su zona de influencia. Pero también es parte del intento de Putin de aumentar la influencia de Rusia en las repúblicas de la exURSS y evitar todo movimiento desestabilizador que provenga de ellas, que comparten con Rusia el mismo tipo de régimen antidemocrático. Todo esto contra la mayoría de la opinión pública rusa, unida por miles de lazos a los ucranianos y que se opone a todo tipo de guerra.
El conflicto en Ucrania es consecuencia del proceso de restauración capitalista en la ex Unión Soviética, que llevó al poder a oligarquías locales en la región que saquearon la propiedad estatal y amasaron enormes fortunas. Estas se dividieron profundamente entre alas prorrusas y sectores afines a la integración en la UE y la OTAN. Todo esto en el marco de un deterioro sin parangón de las condiciones de vida. En estos países, el avance de la restauración capitalista y la penetración del capital imperialista implicó un fuerte proceso de privatizaciones y desposesión para las masas obreras y populares. Ataques a las condiciones de vida que se llevaron adelante tanto bajo las políticas de las alas pro occidentales como bajo los gobiernos prorrusos.
Por una salida independiente y una Ucrania obrera y socialista
Quienes firmamos esta declaración consideramos que hace falta una posición independiente y socialista ante este conflicto. Los imperialismos norteamericano y europeo, junto con sus gobiernos títeres como el ucraniano solo ofrecen una salida reaccionaria. Pero el gobierno de Putin y el resto de los gobiernos reaccionarios prorrusos tampoco son una alternativa progresiva. Solo mediante una política independiente será posible enfrentar al imperialismo, la política reaccionaria de Putin y a los nacionalismos reaccionarios que dividen a Ucrania. Ya sean las organizaciones nacionalistas neonazis prooccidentales que apoyan al gobierno ucraniano, como los nacionalismos prorrusos.
Una política independiente y socialista implica una posición firme contra el despliegue guerrerista de la OTAN. Por eso promovemos la movilización para exigir la retirada de todas las tropas y el cierre de sus bases militares, así como la anulación de todas las sanciones económicas. Al mismo tiempo, denunciamos que la “vía diplomática” por la que apuestan varios gobiernos de la UE encubre la misma política imperialista expansionista de la OTAN. Aunque no quieren llegar a una guerra con Rusia, ya que esto los obligaría a aplicar sanciones que son contraproducentes para sus propias economías. Y por eso buscan reavivar líneas de dialogo con Putin, como viene haciendo el presidente francés Macron. Esto se aplica también a los partidos de la izquierda institucional que son parte de gobiernos imperialistas, como Podemos en el Estado español o los verdes en Alemania.
Como internacionalistas y socialistas rechazamos la idea de que el gobierno de Putin pueda representar alguna alternativa al imperialismo que sea favorable a los trabajadores y sectores populares. Esa idea, que sostienen diversos sectores populistas y estalinistas a nivel mundial, avala la política reaccionaria de Putin, que solo defiende sus propios intereses, los de la oligarquía rusa y a gobiernos reaccionarios y represores.
Décadas de opresión rusa sobre Ucrania, impuesta a fuego por el estalinismo, abrieron paso al nacionalismo antirruso y a la propaganda occidental anticomunista en el país. Esto explica en parte el auge de grupos nacionalistas de extrema derecha como los seguidores de Stepán Bandera, líder ultranacionalista ucraniano que fue colaborador de los nazis. Estos grupos son profundamente antirrusos y buscan aliarse con las potencias occidentales, como durante el movimiento reaccionario Maidan del 2014. Por su parte, Putin también utiliza el “patriotismo” ruso para sus propios fines reaccionarios.
Contra los que buscan profundizar la penetración imperialista y la semicolonización del país, la única perspectiva realista para que Ucrania sea independiente es expropiar a los oligarcas y romper el sometimiento con occidente. Romper todos los acuerdos con el FMI y la tutela de los organismos financieros, impedir la entrega de los recursos naturales a las multinacionales. Es decir, luchar contra los capitalistas, en la perspectiva de una Ucrania independiente obrera y socialista.
Solamente una salida de este tipo, encabezada por la clase trabajadora, en el camino de conquistar una Ucrania obrera y socialista, podría garantizar el respeto a todos los derechos democráticos y nacionales, así como el fin del expolio sistemático a manos de empresas extranjeras y de las oligarquías locales. Además, sin duda esto sería una gran inspiración para la clase trabajadora y la juventud oprimida en Rusia, que soportan hoy una enorme crisis social y las políticas autoritarias del gobierno bonapartista. Quizás así se podría abrir paso una nueva revolución social en ese país.
Finalmente, los socialistas internacionalistas que impulsamos la Red Internacional de Izquierda Diario llamamos desarrollar una movilización unitaria contra la escalada guerrerista. Lo hacemos especialmente en aquellos países que son parte de la OTAN, donde denunciamos y enfrentamos la política imperialista de nuestros propios gobiernos.
La Fracción Trotskista - Cuarta Internacional (FT-CI) es una organización revolucionaria internacional, impulsora de la Red Internacional de diarios La Izquierda Diario, presente en 14 países y 8 idiomas. Está integrada por:
ARGENTINA: Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) / BRASIL: Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT) / CHILE: Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR) / MÉXICO: Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) / BOLIVIA: Liga Obrera Revolucionaria (LOR-CI) / ESTADO ESPAÑOL: Corriente Revolucionaria de Trabajadoras y Trabajadores (CRT) / FRANCIA: Corriente Comunista Revolucionaria (CCR) / ALEMANIA: Revolutionäre Internationalistische Organisation (RIO) / ESTADOS UNIDOS: Left Voice / VENEZUELA: Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) / URUGUAY: Corriente de Trabajadores Socialistas (CTS) / Organizaciones simpatizantes: ITALIA: Frazione Internazionalista Rivoluzionaria (FIR) / PERÚ: Corriente Socialista de las y los Trabajadores (CST) / COSTA RICA: Organización Socialista Revolucionaria (OSR).
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