El National Security Archive de Estados Unidos acaba de desclasificar documentos del Gobierno de Nixon y las conversaciones con Henry Kissinger y miembros del gabinete donde comienzan a planear el golpe desde la asunción de Allende en Chile en 1970.
Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1
Jueves 12 de noviembre de 2020 18:23
Richard Nixon y Henry Kissinger
No es una sorpresa ni una novedad. La intervención de la embajada de Estados Unidos y la CIA en el golpe de estado de 1973 en Chile fue ampliamente documentada en diversas oportunidades. Lo novedoso es la reciente desclasificación de archivos donde queda demostrado que el terror a una revolución en Chile que se expandiera por todo el continente, estuvo entre los temas de discusión del Gobierno de Richard Nixon desde el día posterior a la asunción de Salvador Allende hace 50 años, en 1970.
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Documentos del Gobierno estadounidense dados a conocer por la organización National Security Archive (NSA) revelan las discusiones en la Administración de Richard Nixon en noviembre de 1970, tras la victoria de Salvador Allende en las elecciones chilenas y el papel de Henry Kissinger en la decisión de derrocar al líder chileno.
Los documentos, que eran secretos y fueron desclasificados, revelan la frenética actividad en la Administración Nixon entre el 5 y el 9 de noviembre para evaluar las consecuencias de la victoria de Allende y las posibles respuestas de Estados Unidos.
En un memorándum que Kissinger remitió el 5 de noviembre a la Casa Blanca para que fuese evaluado por Nixon, el entonces asesor de seguridad nacional del presidente realiza un detallado análisis de la situación en el que encuadra la presidencia de Allende como "uno de los desafíos más graves nunca encarados en este continente".
El asesor de Nixon añadió que "su decisión sobre qué hacer puede ser la decisión más histórica y difícil en asuntos exteriores que tendrá que tomar este año, por que lo que pase en Chile en los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán más allá de las relaciones entre EE.UU. y Chile".
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Kissinger califica a Allende como "un marxista duro y dedicado", profundamente "anti estadounidense" que intentará "establecer un estado socialista y marxista en Chile" y que buscará eliminar la influencia de Estados Unidos "en Chile y el continente" para establecer relaciones estrechas con la Unión Soviética, Cuba y "otros países socialistas".
"La consolidación de Allende en el poder en Chile, por lo tanto, supondría varias amenazas muy graves a nuestros intereses y posiciones en el continente", advierte en el memorándum Kissinger.
Tras evaluar los problemas que supone Allende y las debilidades de su régimen, Kissinger plantea las distintas alternativas que Washington tiene y los riesgos de cada opción: desde no hacer nada y permitir que Allende se consolide hasta "hacer algo para prevenir que se consolide ahora que sabemos que es más débil de lo que nunca será".
El Departamento de Defensa y la CIA también señalaron a Allende como "nuestro enemigo" y de hecho actuaron directamente en el golpe de Estado de 1973 dando respaldo activo al dictador Augusto Pinochet.
El 6 de noviembre, el entonces director de la CIA, Richard Helms, presentó un informe de la situación al Consejo Nacional de Seguridad (CNS) en el que relató, entre otros detalles, los fallidos intentos en estamentos militares por impedir la toma de posesión de Allende y como la actitud del comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider "bloqueó" una intervención militar. En los años siguientes tendrán una participación activa hasta lograr que el propio Allende nombre a Pinochet como jefe del Ejército que luego le dará el golpe.
La relación con los militares en Chile y la región es clave. En los documentos, Nixon añade que nunca estará a favor de rebajar a los militares en Latinoamérica porque "son los centros de poder sujetos a nuestra influencia. Queremos darles alguna ayuda. Especialmente a Brasil y Argentina".
En esa misma reunión, los secretarios de Defensa, Melvin Laird, y de Estado, William Rogers, coincidieron en que Estados Unidos debería "hacer todo lo que podamos para dañarle y derrocarlo".
Con la información proporcionada por Kissinger y Helms, Nixon expresó sus conclusiones durante la reunión del CNS del 6 de noviembre: "Si Chile se mueve como esperamos y es capaz de eludir las consecuencias... da el coraje a otros que no están decididos en Latinoamérica".
Como se ve en esta última afirmación la advertencia de Kissinger iba más allá del propio presidente chileno y de su valoración como "marxista duro". El terror y la amenaza central al imperialismo estadounidense tenía que ver con la posibilidad de que una revolución en Chile se extendiera por toda la región.
En los tres años siguientes la burguesía chilena y los militares recibieron el apoyo activo de Estados Unidos para planificar el golpe. El miedo ya no era la persona de Allende sino las multitudes en las calles que exigían una revolución verdadera. Los cordones industriales se extendían por las principales áreas estratégicas de la economía. Empezaban a deliberar y querían ir más allá de lo que Allende estaba dispuesto. Querían ejecutar el plan que Kissinger temía. En la víspera del golpe los cordones escribieron una carta a Allende en la que le exigen medidas urgentes para evitar un golpe y dictadura militar, el presidente las desestimó. Su suerte, y la del pueblo chileno estaba sellada.
Los Cordones Industriales constituyeron lo más avanzado del proceso revolucionario de los años 70 y de la clase obrera chilena.
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Juan Andrés Gallardo
Editor de la sección internacional de La Izquierda Diario