Desde los tiempos de Platón y Aristóteles, los filósofos se dedicaron a interpretar el mundo de diversas maneras. Hace menos de dos siglos, Karl Marx pateó el tablero y planteó que la tarea de la humanidad es transformarlo
Jueves 21 de noviembre de 2019 21:51
Como capas de sedimentos que se acumularon durante millones de años formando montañas imponentes, una lista interminable de filósofos oxidados por el paso del tiempo nos heredaron, además de sus interpretaciones acerca del origen del universo, la causa de todas las cosas y la razón por la que se desarrollan de esta manera y no de otra, si Dios o no Dios, si primero experiencia y después ideas o si algo preexistente que vamos descubriendo en la experiencia, si caos y azar total o una inteligencia rectora por detrás, además de todos estos debates y posiciones, nos heredaron una figura modélica del o la intelectual abstraído. Que podrá mirar al cielo, a la tierra, a Dios, al cosmos, a los animales o a lxs trabajadores, las mujeres, las disidencias sexuales y los problemas de las miserias humanas, pero siempre guardando la distancia, siempre desde “afuera”.
Aristóteles decía que los problemas de metafísica (el extremo místico de los filósofos) nacieron recién cuando estuvieron medianamente solucionados los problemas de la alimentación, del vestido, de la vivienda. O sea, cuando la sociedad se partió para que una gran parte se encargara de eso y la otra, pequeña, pudiera dedicarse al ocio y a ese tipo de problemas.
Daniel Bensaid, histórico militante revolucionario, se enojaba mucho cuando le decían que era un “intelectual comprometido”, como una de esas figuras reflexivas que elije meterse en el barro. “Comprometido intelectual” era su manera de definirse, antes que nada, como militante de un partido que pretendía ser obrero y revolucionario para terminar con el capitalismo, y que su labor intelectual, en todo caso, estaba determinada por ese fin colectivo que lo impulsaba hacia delante.
Era su forma de marcar un quiebre con 2000 años de historia y un pequeño homenaje al barbudo que hacía 150 años había resignificado para siempre la filosofía, diciendo “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”
Pero la filosofía no es solo una actitud hacia la realidad. Marx no esquiva los temas que parieron discusiones de cientos y miles de años. Para el marxismo la naturaleza es una totalidad que se desarrolla por las propias contradicciones que tiene adentro, por la interacciones entre sus infinitos elementos. Nada de Dios, ni de azar, ni de destino. Lo mismo vale para pensar la sociedad.
El ser humano es un factor que determina la marcha de la naturaleza, para bien, o para mal. Como la sociedad tiene adentro una contradicción terrible, esa de que una parte trabaja (y mucho, aunque la tecnología haya avanzado "alguito" desde que vivió Aristóteles) mientras otra vive del trabajo ajeno, las guerras, el hambre, la destrucción de la naturaleza, la violencia, el maltrato y la humillación humana, son inevitables. Sin resolver eso, dice Marx, vamos a estar perdiendo el tiempo en discusiones intrascendentes y la humanidad va a estar cada vez más cerca de su propia autodestrucción (y la del planeta).
Es un buen momento para recordar esta idea que planteaba Marx, porque coincide con un hervidero de procesos de lucha en nuestro continente. Millones en Chile vienen peleando para que caiga el asesino y represor de Piñera y terminar con toda la herencia estructural neoliberal pinochetista que todos los gobiernos se ocuparon de proteger. En Bolivia crece la resistencia popular al golpe racista, clerical, pro empresarial y pro yankee de la derecha. En Ecuador venimos de una lucha encarnizada contra el paquetazo de ajuste de Lenin Moreno ordenado por el FMI. En Colombia el pueblo trabajador está en huelga general contra las medidas empresariales de Iván Duque.
En Argentina vamos camino a un pacto social con los empresarios y especuladores que vienen matando de hambre al pueblo bajo el control del FMI y los Estados Unidos a través de una montaña de deuda. El imperialismo se anticipa a los choques más agudos de la crisis mundial y quiere ganar posiciones mientras los gobiernos reformistas traicionan las luchas populares contra las derechas del contiente.
Quienes estudiamos no podemos dejar que la academia, que siempre nos transmite esta imagen de intelectual al que llegar, nos convenza de esta idea. Nosotrxs no podemos ser observadorxs de la historia, tenemos toda la fuerza para hacerla. Hay una pulseada por ganarle a la derecha en todo el planeta.
Es un buen día para recordar que el mundo tiene que ser transformado.