El 17 de noviembre de 1972 Juan Domingo Perón retornaba al país luego de 17 años de exilio. La fecha conmemora el “Día de la militancia peronista”, en homenaje a los esfuerzos de la clase trabajadora para terminar con la proscripción y el exilio de Perón. Pero su regreso fue para enfrentar a la clase obrera que lo hizo posible.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Martes 16 de noviembre de 2021 23:50
Perón no retornaba al país por aquello que los trabajadores habían luchado, poniendo en jaque a cada uno de los gobiernos desde 1955 en adelante, contra el avance del imperialismo y de las patronales sobre sus conquistas. Tampoco lo hacía para llevar a cabo el objetivo que le había otorgado la izquierda peronista desde los tiempos en que John William Cooke consideraba que Perón retornaría para ponerse al frente de la lucha contra el imperialismo. O los Montoneros, como jefe de la lucha por la “patria socialista”. Perón no vino como líder revolucionario. Por el contrario, vino a frenar una revolución cuyo fantasma tomaba cuerpo en el espectacular ascenso de la clase obrera y el pueblo que se había iniciado con el Cordobazo de mayo de 1969.
La resistencia peronista
Cuando se produce el golpe gorila de 1955, Perón capitulaba sin luchar porque temía que si armaba a los trabajadores, se pusiera en peligro todo el régimen burgués. Como sostenía Cooke a modo de balance: “la milicia obrera y la defensa del régimen implicaba los cambios sociales, cuando se quiso formar ya era tarde, porque el régimen se vio entre la contradicción de que el paso de su respaldo militar a un respaldo compartido por la clase obrera armada, hubiese significado perder ese aparato militar, y en ese desajuste hubiese caído irreversiblemente”. Junto con la huida del presidente derrocado se producía el derrumbe y la capitulación de toda la burocracia política y sindical que lo sostenía. La resistencia al golpe corrió por cuenta exclusiva de los trabajadores, no de los dirigentes peronistas, salvo contadas excepciones.
La resistencia obrera a la dictadura de la “revolución fusiladora” fue uno de los grandes ascensos protagonizados por la clase obrera argentina a lo largo de toda su historia. La recuperación de las comisiones internas y sindicatos de manos de los interventores militares dieron lugar a un activismo fabril que luchó denodadamente contra los empresarios, los gobiernos militares y civiles del régimen libertador y el imperialismo. Sin embargo, dichos esfuerzos chocaban contra las órdenes del mismo Perón. Esto pudo verse en la gran huelga del Frigorífico Lisandro De La Torre que provocó una pueblada en el barrio de Mataderos, siendo derrotada por el boicot de la naciente burocracia sindical dirigida por Augusto Timoteo Vandor y el silencio del propio Perón.
Los obreros de la resistencia se ilusionaban con derrotar al imperialismo mediante una revolución nacional burguesa que provocaría el retorno de Perón. Pero el retorno del viejo líder en los 70 fue para instrumentar un desvío de un ascenso revolucionario de la clase obrera y la juventud que amenazaba desde los cimientos al capitalismo, no para conducir ninguna revolución nacional.
De la “revolución nacional” al "gobierno obrero y popular"
Durante el Cordobazo la consigna coreada en sus calles era la de “luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Es decir, no se pedía por Perón y su revolución nacional. Pero, además, el Cordobazo dio origen a un proceso de insurgencia obrera y popular cuyo corazón eran las comisiones internas antiburocráticas y el clasismo del SITRAC-SITRAM de la Fiat Córdoba que señalaba a la vanguardia de los trabajadores un camino de democracia obrera, autoorganización e independencia de los dirigentes burocráticos y patronales.
Las guerrillas, a quienes se les suele atribuir el protagonismo en los 70, fueron fenómenos políticos que crecieron a consecuencia de la radicalización de la juventud al calor de la lucha de clases. En todo caso el discurso de la "revolución nacional" era restaurado por el peronismo en todas sus alas, incluida la Tendencia Revolucionaria, para desviar y combatir una insurgencia que apuntaba directamente a los capitalistas y el imperialismo.
La extensión de los levantamientos provinciales y el temor a la generalización de la actividad insurgente de los trabajadores fue lo que convenció a la dictadura de la llamada Revolución Argentina, encabezada entonces por el general Alejandro Lanusse, a negociar con Perón un Gran Acuerdo Nacional. El líder peronista ordenó unificar la CGT tras el asesinato de Vandor y nombró a Rucci a su frente. La CGT de los Argentinos, que agrupaba a la izquierda peronista, fue disuelta sin pena ni gloria a pesar de las protestas de su dirigente Raimundo Ongaro.
Las negociaciones de Perón con la dictadura buscaban evitar que la insurgencia obrera y popular ajustara cuentas con las Fuerzas Armadas. Para negociar, el líder justicialista dejaba hacer a la guerrilla montonera, a la que había denominado “formaciones especiales”, con el doble objetivo de contener a la juventud radicalizada dentro del peronismo y de inclinar a su favor la balanza de las negociaciones con Lanusse. A cambio, la dictadura ganó oxígeno para derrotar -manu militar- al SITRAC-SITRAM que era lo más avanzado de la vanguardia obrera. Pero también alentó al ala de los halcones de la marina dentro de las FF.AA. para realizar la masacre de Trelew en la que fueron fusilados militantes guerrilleros recapturados tras la fuga del penal de Rawson, a menos de un mes del retorno de Perón.
La clase obrera y los hombres del paraguas
La foto más recordada del retorno de Perón fue la de su descenso a la pista de Ezeiza mientras José Ignacio Rucci le sostenía el paraguas. Todo un símbolo.
Fue la clase obrera la que derrotó al régimen de la proscripción, permitiendo así el retorno del jefe justicialista. La burocracia sindical vandorista había conspirado después del periodo de la resistencia contra el regreso de Perón. De hecho, en 1964 es la responsable en gran medida del fracaso del llamado “Operativo Retorno”; cuando el avión que traía a Perón desde Madrid va a ser detenido en Río de Janeiro y devuelto a Europa.
Perón volvía para enfrentar las tendencias insurgentes de la clase obrera. Por eso decimos al principio del punto, que la foto del paraguas es todo un símbolo. Rucci sucedería a Vandor poniendo fin a los proyectos de autonomía política del neoperonismo vandorista. Pero Rucci no se iba a poner al frente del movimiento obrero para profundizar el camino del Cordobazo, sino para combatir al activismo obrero y juvenil con los matones de la Juventud Sindical y la ultraderecha peronista de la CNU, integrantes de la Triple A. Para garantizar el Pacto Social que en 1973 Perón llevaría adelante para favorecer a los empresarios y para poner fin a la conflictividad obrera. Lo acompañó con el endurecimiento de las leyes represivas y reforzando el poder de la burocracia sindical. El metalúrgico va a ser uno de los organizadores y responsables de la Masacre de Ezeiza.
La burocracia sindical va a ser durante los gobiernos peronistas de Héctor Cámpora, Perón e Isabel Perón; un instrumento de lucha contra la insurgencia obrera y popular. Va a ser parte de las bandas contrarrevolucionarias que, pistola en mano, asesinaban a militantes obreros, de izquierda y montoneros.
En este sentido, la foto del hombre del paraguas es una expropiación por parte de la dirección política patronal del peronismo, y de la burocracia sindical traidora, de los esfuerzos de la clase obrera y de sus mártires en la lucha contra los distintos gobiernos del régimen impuesto desde 1955.
La victoria imaginaria del Frente de Todos
Esté 17 de noviembre la CGT y los movimientos sociales como el Evita, van a realizar un acto del “Día de la militancia peronista” en apoyo al gobierno de Alberto Fernández. Se presenta como la celebración de una victoria imaginaria que intenta disimular una derrota electoral que deja golpeado al conjunto del peronismo.
La clase obrera de la Resistencia se enfrentaba a los gobiernos de la Fusiladora por entregarse a los brazos del imperialismo y el FMI, con la consigna: “Patria sí, colonia no”. De hecho, Perón se negó a integrarse al organismo internacional y fue la dictadura sanguinaria de Pedro Aramburu e Isaac Rojas los que se unieron al mismo en 1956, después del golpe.
Pero el peronismo, desde hace décadas, dejó olvidadas las banderas de lucha contra el imperialismo de los obreros de la resistencia. Los dirigentes sindicales y sociales, nos invitan a movilizar en apoyo al gobierno de Alberto y Cristina Fernández que viene aplicando un ajuste sobre los jubilados, los salarios y el gasto social; para pagar una deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta. Un gobierno que con la excusa de que “no da la relación de fuerzas” y un programa de garantía para los empresarios de “levantarla en pala” (CFK dixit), ha optado por ser administrador de las órdenes coloniales del régimen del FMI.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.