Al cumplirse veinte años de las jornadas de diciembre de 2001, estamos en la víspera de conmemorar un año de legalización del aborto en Argentina. La aprobación de ese proyecto de ley se debe a una larga historia de lucha del movimiento de mujeres; pero, fundamentalmente, a los redoblados esfuerzos de estas últimas dos décadas, en las que el 2001 fue una primera inflexión.
Después de la caída de la dictadura militar, la lucha por el derecho al aborto volvió a estar presente en el nuevo escenario de la lucha por los derechos humanos y las libertades democráticas de los años ’80. Luego, durante la árida década menemista, varias iniciativas de pequeños grupos feministas mantuvieron la continuidad.
Mientras el Vaticano imponía la celebración del Día del Niño por Nacer y la agenda del feminismo institucionalizado se limitaba a hablar de derechos sexuales y reproductivos sin mencionar el aborto, la Comisión por el Derecho al Aborto (CDA) -creada por Dora Coledesky [1]- presentaba un primer proyecto de ley y publicaba el fanzine Nuevos aportes sobre el Aborto. Como señala la investigadora feminista Mabel Bellucci, la CDA
Creció sin masividad pero se reservó como un germinal político, una latencia que no cesaría. (…). Sin parpadear, se podría decir que esta agrupación se hermanaba con las tendencias del feminismo radical y con una izquierda crítica e independiente [2].
Entre otros hitos de aquella oscura década, se puede mencionar la inclusión de los talleres sobre aborto en el programa oficial del Xº Encuentro Nacional de Mujeres de 1995, que se realizó en Jujuy. Hasta entonces, el aborto era uno de los temas más debatidos en los talleres de Salud o en otros que no estaban en el temario consensuado por la Comisión Organizadora de los encuentros, hegemonizada por la corriente maoísta del PCR que mantenía una relación ambigua con la Iglesia y el propio menemismo.
Pero las jornadas de diciembre de 2001 le dieron un nuevo impulso a la lucha por el derecho a decidir. En ese momento, la demanda de aborto legal traspasó las fronteras del movimiento de mujeres, recorrió asambleas vecinales, fábricas ocupadas y movimientos de trabajadoras y trabajadores desocupados, llegando a la primera plana de los diarios y finalmente, ingresando al Congreso a través de un proyecto de ley consensuado colectivamente, que surgió de la intensa militancia que se potenció durante este período [3].
Tiempos asamblearios
La crisis económica, social y política que eclosionó en las jornadas del 19 y 20 de diciembre, con las movilizaciones que desafiaron el estado de sitio y la brutal represión, despertaron un espíritu asambleario que se propagó no solo en los movimientos de desocupados y desocupadas, en las fábricas tomadas por sus trabajadores y trabajadoras, sino también entre vecinos y vecinas de las ciudades más pobladas del país. Aquellas experiencias dieron origen a la Asamblea por el Derecho al Aborto, un espacio que comenzó a funcionar en diciembre de 2002, en un centro cultural del barrio de San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires.
Se trataba de una idea que había surgido de varias feministas que se reencontraron en las asambleas vecinales y en la Interbarrial, una "asamblea de asambleas" que llegó a reunir a más de 150. En la Interbarrial del 15 de agosto de 2002, Dora Coledesky tomó la palabra y se refirió al derecho al aborto:
Si hemos roto con nuestro sometimiento a las instituciones cuando decimos "Que se vayan todos" por qué no rebelarnos también contras las imposiciones dogmáticas, fundamentalistas, que con argumentos religiosos quieren imponerse a toda la sociedad atacando la libertad de decidir de las mujeres. Desde diciembre de 2001, la ciudadanía emerge para afirmar su autonomía. Nosotras no podemos permitir que nos sustituyan más, que nos sigan imponiendo sus normas, sus prohibiciones. El aborto ilegal es un problema tan prioritario como el hambre y la desocupación, por eso, las asambleas, los piqueteros y todos los organismos de lucha deben asumirlo, deben incorporarlo a sus demandas, es decir, que toda mujer pueda practicarse un aborto en un hospital público, con la sola condición de su consentimiento [4].
Poco antes, las mujeres del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) -que impulsábamos la solidaridad con las trabajadoras de la fábrica Brukman bajo control obrero-, habíamos coordinado una comisión de mujeres en el IIº Encuentro Nacional de Fábricas Recuperadas que funcionó en plena calle, frente a las puertas de la textil, con más de setecientas trabajadoras y trabajadores y la presencia de los intelectuales Osvaldo Bayer y James Petras. Allí debatimos sobre la situación de las mujeres, pero especialmente sobre la necesidad de organizarnos para luchar por el derecho al aborto, por qué teníamos derecho a decidir y por qué era un asunto de Salud Pública. En esa ocasión, contamos lo que sucedía en los Encuentros Nacionales de Mujeres y por qué teníamos que rechazar la injerencia de la Iglesia que impedía que se debatiera sobre la legalización del aborto.
Celia Martínez, obrera de la textil Brukman, en la comisión de mujeres del IIº Encuentro de Fábricas Recuperadas organizado en la puerta de la empresa, 2002.
Un año después, cuando el medio centenar de obreras fue desalojado con una feroz represión que incluyó trescientos efectivos de infantería de la Policía Federal y más de treinta policías de civil infiltrados entre los manifestantes, más de tres mil personas se autoconvocaron en su defensa. Durante los ocho meses y medio que las obreras permanecieron en vigilia fuera de la fábrica, hasta que lograron reingresar, recibieron innumerables muestras de apoyo. Entre esas actividades solidarias es importante mencionar la "Marcha Feminista por Brukman" que convocamos las mujeres del PTS y a la que respondieron, entre otras, la misma Dora Coledesky, Lohana Berkins, Nina Brugo, Mabel Bellucci, Claudia Korol, Liliana Daunes, Mónica Tarducci, Olga Cristiano, Susana Gamba, María Laura Bretal, Celina Rodriguez junto a otras feministas de la nueva generación.
Concentración de las feministas frente a la textil Brukman en solidaridad con las obreras que habían sido desalojadas, 2003.
Años más tarde, la feminista Martha Rosenberg se referirá a la genealogía de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto reconociendo, también, la influencia de estos días agitados que siguieron al diciembre de 2001.
La Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito -movimiento federal y políticamente plural, originado en la tradición feminista de lucha por la autonomía de las mujeres, los Encuentros Nacionales de Mujeres y en las grandes movilizaciones populares del 2001-2002- se ha hecho cargo de transformar la práctica del aborto, habitualmente ocultada y silenciada, producto de una resistencia individual a imposiciones culturales, en soporte social de un movimiento de reivindicación de los derechos y la dignidad de las mujeres, que abarca muchos más actores sociales que sus protagonistas [5].
Esa pequeña asamblea de mujeres que se convocaba, semana tras semana, en el Centro Cultural Matrix, desde fines de 2002,creció en participación a medida que se acercaba la fecha del XVIIIº Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizaría en la ciudad de Rosario en agosto de 2003. A sabiendas de que la Iglesia preparaba sus ataques contra el Encuentro, distintas mujeres independientes, viejas militantes feministas y otras jóvenes de agrupaciones feministas autonomistas creadas al calor del diciembre de 2001, junto con un puñado de militantes de los partidos de izquierda, comenzamos a prepararnos para llevar la lucha por el derecho al aborto a Rosario.
Apertura del XVIIIº Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, agosto 2003.
Aquel Encuentro comenzó en el Monumento a la Bandera de la ciudad de Rosario, donde un pequeño grupo de militantes del PTS que viajamos desde la Ciudad de Buenos Aires con jóvenes feministas independientes, desplegamos una enorme bandera violeta de siete metros que, en grandes letras blancas decía "Por el derecho al aborto libre y gratuito". Aunque la habíamos pintado en el piso de nuestro local partidario, no llevaba firma y, por eso, decenas de mujeres la portaron orgullosamente durante el Encuentro. Más tarde, esa bandera encabezó una movilización que se dirigió hasta la catedral de Rosario para repudiar la injerencia de la Iglesia y fue tapa de Página/12. Por primera vez, un diario mencionaba en su portada al Encuentro Nacional de Mujeres que ya llevaba dieciocho años realizándose. "Aborto libre para no morir. Anticonceptivos para no abortar", decía esa tapa, en grandes letras sobreimpresas a la foto en la que se ve a mujeres llevando, por primera vez, los pañuelos verdes que luego se convirtieron en un símbolo internacional.
Diario Página/12 del 18/08/2003.
La Iglesia Católica, como ya lo hacía en los años anteriores, había preparado a un grupo de mujeres catequistas con el propósito de que irrumpieran en los talleres donde se debatía el derecho al aborto; no para presentar sus argumentaciones en contra, sino para impedir que este debate tuviera lugar.
La feminista Susana Pérez Miquel respondiendo a las agresiones de mujeres del obispado en un taller del XVIIIº ENM en Rosario, 2003.
Eso nos aglutinó a quienes defendíamos el derecho al aborto por sobre nuestras diferencias. Y, unitariamente, encontramos una solución a ese atolladero al que nos conducían las fundamentalistas católicas y que no encontraba salida en los marcos del funcionamiento prescripto por la Comisión Organizadora que impedía destacar, mediante una simple votación a mano alzada, que la inmensa mayoría de las mujeres estábamos a favor de la legalización del aborto. La posición de las minorías fundamentalistas, que participaban con el único propósito de impedir el debate, quedaba asentada en las actas de los talleres de forma igualitaria a la de la mayoría. El hecho significativo de que la lucha por el derecho al aborto ganaba cada vez más simpatía terminaba invisibilizado. Pero a pesar de la férrea decisión de la Comisión Organizadora de impedir las votaciones, en algunos talleres las activistas feministas acompañadas por la gran participación juvenil, se rebelaron y votaron a mano alzada el apoyo a la legalización del aborto.
Votación en un taller sobre Aborto, durante el XVIIIº ENM en Rosario, 2003.
La solución que encontramos a este despropósito, inspirada en los aires que vivíamos desde finales de 2001, hizo que este XVIIIº Encuentro Nacional de Mujeres fuera distinto a los anteriores: cuando finalizaron las actividades de la primera jornada del Encuentro, hicimos una Asamblea Nacional por el Derecho al Aborto, que reunió a más de trescientas mujeres, en representación de muchísimas organizaciones.
En esa asamblea participamos las mujeres que integraban la CDA, el Foro por los Derechos Reproductivos, Católicas por el Derecho a Decidir -que habían repartido sus pañuelos verdes por primera vez-, activistas de Acción Política LGTTTB, sindicalistas de la CTA, las mujeres desocupadas de la Red de Mujeres Solidarias y el Polo Obrero, activistas y académicas del Área de Estudios Queer y una Comisión de Mujeres impulsada por estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, reconocidas dirigentes del movimiento de fábricas ocupadas –como Celia Martínez de la textil Brukman-, mujeres de distintos movimientos sociales y militantes del PTS [6].
La ya legendaria Dora Coledesky, fundadora de la CDA, junto a la joven estudiante María Chaves –de la nueva generación de feministas surgida al calor de las jornadas de diciembre de 2001- coordinaban la asamblea: un verdadero símbolo de las distintas generaciones que se reunían allí para continuar con esta lucha de las mujeres por nuestro derecho a decidir.
La asamblea votó un plan de lucha nacional por la despenalización y legalización del aborto que comenzaría con una marcha a realizarse en setiembre, en el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, y la convocatoria a un encuentro nacional para debatir estrategias para la legalización del aborto.
Asamblea Nacional por el Derecho al Aborto, realizada durante el XVIIIº ENM en Rosario, 2003.
Al mes siguiente, se hizo la marcha que se había votado como inicio del plan de lucha y tuvo una repercusión asombrosa. Fue la primera vez que la movilización por el derecho al aborto reunía a miles de mujeres en distintas ciudades del país. En Buenos Aires, delante, una bandera de arrastre verde indicaba la consigna que coreaban miles de gargantas: “Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir”. Desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo marcharon más de siete mil mujeres que, al pasar frente a la catedral metropolitana custodiada por la policía, gritaron consignas contra el Vaticano. Ya frente a la Casa Rosada, se entregó un petitorio al gobierno nacional. Dora Coledesky señalaba en el diario Página/12: "Ya no somos cuatro locas las que pedimos la legalización, ya no es un reclamo exclusivo de las feministas".
Tiempos de pan y de rosas
Todos estos meses vividos en asambleas, en la fábrica Brukman y en tantos ámbitos de deliberación, organización y lucha, donde compartimos experiencias políticas entre las militantes trotskistas del PTS y jóvenes feministas sin filiación partidaria, fue decisiva para conformar la agrupación de mujeres Pan y Rosas. Apenas regresamos del XVIIIº Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, un puñado de no más de treinta mujeres fundamos Pan y Rosas, en un local frente a la textil Brukman bajo control obrero. En la presentación de nuestro manifiesto fundacional decíamos:
La agrupación Pan y Rosas se conformó al calor de los procesos de organización y de lucha que se desarrollaron en nuestro país a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001. Nos inspiramos y conmovimos con la heroica lucha de las obreras de Brukman (…) Y estuvimos en pie de guerra para intentar recuperar la fábrica después de su último desalojo. Fue alrededor de la solidaridad con las trabajadoras de Brukman y su importante lucha por la recuperación de la fábrica y el control obrero, que mujeres de distintas organizaciones y feministas independientes comenzamos a participar en las Comisiones de Mujeres de los Encuentros de Fábricas Ocupadas (…) Más adelante, nos volvimos a encontrar en las calles movilizándonos contra la guerra imperialista en Irak y denunciando las consecuencias de la guerra para el pueblo iraquí y particularmente para las mujeres [7].
También destacábamos de qué manera la lucha por el derecho al aborto nos había decidido a dar el paso de fundar nuestra agrupación:
… participamos juntas en la Asamblea por el derecho al aborto, que funcionaba en Buenos Aires y desde donde, en el 2003, nos preparamos para enfrentar a la Iglesia y los sectores reaccionarios en el XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. En esa ciudad, fuimos parte de la asamblea por el derecho al aborto (…). De vuelta en nuestras ciudades, y después de esta experiencia, decidimos impulsar una agrupación nacional y militante de mujeres trabajadoras ocupadas y desocupadas, estudiantes y jóvenes con el nombre de Pan y Rosas, en homenaje a las obreras textiles de principios de siglo pasado que lucharon por sus derechos. El desafío que tomamos en nuestras manos fue el de construir una gran agrupación que pelee por la emancipación de las mujeres de toda opresión, desde una perspectiva anticapitalista, clasista y revolucionaria [8].
Imágenes aéreas de la apertura del XXXIº ENM en Rosario y las delegaciones de Pan y Rosas de todo el país, de más de 3 mil compañeras, octubre 2016.
Retomábamos así una breve experiencia del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) que, en la década del ’70, impulsó la organización de mujeres militantes y otras sin filiación partidaria, alrededor de la revista Nosotras. Nuestra organización, que fue pionera en retomar esta tradición en el nuevo siglo que se abría paso con una crisis colosal en Argentina, trasladó su experiencia a otros países, con lo que Pan y Rosas se transformó en una corriente internacional. Actualmente, miles de trabajadoras, estudiantes y amas de casa integran las filas de Pan y Rosas en Brasil, México, Chile, Bolivia, Uruguay, Venezuela, Perú, Costa Rica, Estado español, Alemania Francia e Italia.
En todos estos años, Pan y Rosas, después de publicar un primer libro homónimo, que tuvo doce ediciones en seis idiomas, publicó otros libros de diferentes autoras y una serie de periódicos de la agrupación. Organizamos conferencias, talleres y un seminario virtual que tuvo más de cuatro mil inscripciones de veinte países y trajimos a la Argentina a la historiadora Wendy Z. Goldman que, frente a más ochocientas personas en la UBA presentó la edición en castellano de su libro La mujer, el Estado y la revolución antes de visitar la gráfica MadyGraf (exDonnelley) ocupada por sus trabajadores y trabajadoras. Junto con nuestra permanente participación en las luchas sociales y políticas y con nuestros casi veinte años de intensa actividad militante, Pan y Rosas se convirtió en una referencia indiscutida del combativo movimiento de mujeres de Argentina.
Tiempos institucionales
Pero volvamos a aquel año en que el reclamo del aborto legal saltó a la tapas de los diarios. Era el 2003 y muy pronto, los diferentes alineamientos políticos frente al gobierno de Néstor Kirchner, tensionaron al movimiento hasta que se disolvió la Asamblea por el Derecho al Aborto.
En 2005, con un fuerte impulso de Católicas por el Derecho a Decidir, se conformó la coalición de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto (CNDA) que reunió a centenares de organizaciones y personalidades bajo la consigna “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. La CNDA lanzó entonces un petitorio que reunió cien mil firmas suscribiendo el siguiente texto: "Apoyamos la despenalización y legalización del aborto para que toda mujer que decida interrumpir su embarazo pueda acceder al aborto legal, seguro y gratuito en los hospitales públicos y en las obras sociales de todo el país".
Era un año de elecciones legislativas y todos los medios señalaban que nunca antes había habido tantas candidatas mujeres. Se presentaban Cristina Kirchner, Elisa Carrió, Hilda “Chiche” Duhalde, María José Lubertino y otras. Pero ninguna de las candidatas levantaba abiertamente, en su campaña, el derecho al aborto. Por el contrario, como en todas las campañas electorales en las que participamos, el frente de izquierda que integraba el PTS levantó mi candidatura a legisladora bajo la consigna "Que la Iglesia no decida por nosotras. Derecho al aborto legal, seguro y gratuito".
Hubo que esperar hasta 2007 para que se pudiera presentar el proyecto de ley elaborado por la CNDA en el Congreso, con el apoyo de decenas de organizaciones y la firma de un puñado de diputadas y diputados. Luego, hizo falta presentarlo ocho veces más hasta que consiguió transformarse en ley, porque, en cada oportunidad, caducó sin ser tratado por la resistencia de los partidos mayoritarios y especialmente del gobierno de Cristina Kirchner. Esto fue así hasta el 2018, cuando obtuvo media sanción y fue derrotado en el Senado, antes de ser presentado por última vez en 2019.
Durante todos estos años, la CNDA logró cada vez mayor repercusión y reconocimiento en diversos ámbitos, consolidó un grupo de militantes que siguieron adelante con sus iniciativas y consiguió instalar el tema en la agenda política y mediática. Sin embargo, su propio poder de convocatoria en movilizaciones, marchas y otros actos públicos solo pegó un salto exponencial en febrero de 2018 cuando, ante la sorpresa de la vieja generación, una multitud se hizo eco de su convocatoria y empezó a conformarse, sorpresivamente, el fenómeno que la periodista Luciana Peker denominó "la revolución de las hijas".
Si hubiera un último capítulo para este artículo, podría titularse "Tiempos de marea verde", pero lo que sucedió recientemente ya es por todos conocido y excede el propósito de este recordatorio. El repaso de los acontecimientos de aquellos años de movilización, lucha y organización paridos por el diciembre de 2001, demuestra que la conquista del derecho al aborto surgió desde abajo, en un momento histórico en el que se habilitaron los cuestionamientos al orden constituido, incluyendo el orden patriarcal. Esa "crítica en acto" a la propiedad privada que fueron las fábricas tomadas por sus obreras y obreros y a la circulación de las mercancías, que fueron los cortes de ruta de los movimientos de trabajadores desocupados; ese cuestionamiento popular al poder constituido que fueron las asambleas vecinales y la nueva generación de jóvenes feministas decidida a unir su energía a la experiencia de las más experimentadas son ingredientes inextricablemente unidos en el origen de nuestra lucha por el derecho al aborto.
Durante casi veinte años, los gobiernos solo pusieron obstáculos para impedir que se transforme en ley. Una enorme experiencia de años de lucha que ganó crecientemente el apoyo social, comprometiendo a organizaciones sociales y políticas, comisiones internas, delegados y sindicatos, centros de estudiantes, organizaciones de derechos humanos y profesionales, figuras destacadas de la cultura, el deporte y los medios, está detrás de nuestra conquista. Como decía Dora Coledesky, "ya no somos cuatro locas". Pero porque hubo algunas que no tuvieron miedo de ser pocas, es que nos pudimos convertir en centenares de miles. Diciembre de 2001 fue -con toda su tragedia, heroísmo, miseria y epopeya- un hito irremplazable en ese recorrido.
Dora Coledesky en Asamblea Nacional por el Derecho al Aborto, durante el XVIIIº ENM en Rosario, 2003.
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