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Investigación. Don Granuzzo, el violador de niños sordos que se fugó a tiempo de Argentina

Hace más de 50 años abusaba de estudiantes en el Provolo de Verona. En los 90 cruzó el Atlántico para manejar la sede del instituto en La Plata. Lo “repatriaron” hace poco, antes de estallar el escándalo en Mendoza.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Sábado 8 de julio de 2017 13:32

Giovanni Granuzzo junto a Gustavo Chamorro (actual director del Provolo de La Plata)

“Desde hoy el Padre Juan será el representante legal de nuestra institución. Para nosotros es muy importante, ya que al mismo tiempo estamos despidiendo al querido Padre Nicola, que asumirá la responsabilidad de conducir nuestro nuevo instituto en Mendoza, donde llevará toda su experiencia y amor por los niños sordos e hipoacúsicos”.

Con esa breve presentación, las y los docentes del Instituto Antonio Provolo de La Plata se anoticiaron, una tarde de principios de 1998, de algunos cambios en el colegio y en el internado. Era uno de los momentos de mayor apogeo y expansión del Instituto, fundado en la capital bonaerense en 1914. Casi entrado el Siglo XX, a los tratos preferenciales recibidos de parte del Arzobispado de La Plata se sumaba el prestigio como educadores de niñas, niños y jóvenes con discapacidades auditivas.

El Padre Juan no era otro que Giovanni Granuzzo, el sexagenario italiano que llegaba a La Plata por segunda vez (la primera había sido en los 80). Siempre sobrio, muy culto, a Granuzzo lo habían convocado para reemplazar, como representante legal del instituto, a su paisano Nicola Corradi, que a su vez había sido llamado a “expandir la obra” por otras tierras. Su nuevo destino era Luján de Cuyo, donde tendría todo un instituto en sus manos.

Correcto y seductor

Todo el personal del instituto le tenía mucho respeto. Y si bien no tenía trato cotidiano con estudiantes, solía demostrar que sabía casi todo lo que ahí pasaba. Siempre con un trato cordial hacia las profesoras y los profesores. Además de sus tareas administrativas, Don Granuzzo daba regularmente las misas en la escuela.

Algunas de las personas que trabajaron cerca suyo coinciden en que una de sus pasiones era “formar novicios”. Efectivamente Granuzzo conducía un grupo de jóvenes que vivían en un ala exterior del instituto, ubicada justo enfrente a la escuela (casi en la esquina de 25 y 47). No daba clases en el Instituto, pero a los novicios los tenía bajo su mando.

“Muchos de esos muchachos venían de Paraguay y del interior del país”, recuerdan las fuentes. Y hubo quien asegura que uno de esos novicios se hizo sacerdote, se transformó en su mano derecha y ahora vive en Italia. Posiblemente con él.

Hace casi tres años Granuzzo volvió a su Italia natal. Nadie duda de que se trató de traslado obligado, pero hay divergencias sobre los motivos. Algunos aseguran que lo querían como vicedirector de la sede central de Verona. Pero también hay quienes piensan (sobre todo entre el personal menos comprometido con “la obra”) que probablemente los italianos se veían venir lo de los abusos en Mendoza y entonces decidieron repatriarlo.

La incógnita tiene, además, bastante de sospecha. ¿Por qué, al borde de los 80 años y habiéndose nacionalizado argentino (DNI 18.212.849) era obligado a volver a Italia abandonando su nueva patria?

Ninguna de las fuentes que habló este diario puede responder esa pregunta. Nadie puede creer que el Padre Juan haya decidido, sin una razón de peso, abandonar a sus novicios, con quienes tenía un trato más que especial (“de complicidad y cierto coqueteo”, dicen).

“¿Por qué cambiaría Don Granuzzo, con la vida ya hecha, un pasar tan plácico por otro cargada de muchas responsabilidades?”, se pregunta una docente que pasó muchos años en el instituto y conoce demasiadas historias.

Una respuesta posible sería que, quizás, esa placidez no iba a durar mucho. Sobre todo si algunas de las víctimas de Granuzzo empezaban a hablar. Por eso siempre era mejor rajar a tiempo. Aún teniendo 80 años.

Hoy el “Padre Juan” vive en Verona, en el mismo instituto que lo vio “consagrarse” y que es, vale recordar, el más y seguro de la congregación. No se sabe si su exnovicio de La Plata está a su lado. Pero no le faltan compañías que le ayuden a soportar, en sus últimos años de vida, su nostalgia por Argentina.

Sin embargo, cada dos por tres se despierta sobresaltado y suele pasar días enteros con un molesto temor. Sabe que su arraigo en La Plata no era sólo sentimental. Era también un resguardo.

Década del 80: Granuzzo (arriba al medio), Spinelli (a su lado a la derecha), Primati (arriba a la derecha) y Corradi (abajo a la izquierda) en el Provolo de La Plata

“Yo tenía 12 y él 26”

Granuzzo no comparte con Nicola Corradi, Giuseppe Spinelli y Eliseo Primati sólo la nacionalidad y la religión. Los cuatro son parte de una legión de abusadores sexuales del Instituto Provolo de Verona que, tras cometer infinidad de crímenes entre las décadas del 50 y del 80, fueron “trasladados” a otras latitudes.

“Padecí abusos sexuales de Don Granuzzo y he sido testigo de sus acosos hacia otros compañeros. De mí abusó durante unos tres años. He sido estudiante del Instituto de Sordomudos Antonio Provolo de Verona, entre los 9 y los 16 años. Yo tenía 12 o 13 y él cerca de 26”, relata un denunciante de los abusos cometidos por los curas en Verona a La Izquierda Diario desde Italia.

Hoy el hombre tiene 69 años y desde hace casi diez, junto a otros sobrevivientes, viene batallando para que se sepa la verdad sobre los crímenes sexuales en el Provolo veronés. Y aunque sabe que es muy difícil que Granuzzo y los otros curas abusadores vayan a la cárcel en su país, considera importante que en Argentina se sepa su historia.

  •  Padecí abusos sexuales de muchos curas. De Granuzzo, de Don Nicola Corradi y también de Monseñor Giuseppe Carraro, quien fue Obispo de Verona entre 1958 al 1978.

    ¿Qué clase de abusos?

  •  Manoseos y masturbaciones violentas. Fue terrible. Me devastaron. He llegado a escaparme del instituto y correr los 40 kilómetros hasta mi casa. Pero cuando me hicieron regresar al Provolo los abusos continuaron.

    El hombre (del que se preserva su identidad) es uno de los más decididos denunciantes de Verona. Supo derribar la barrera de la vergüenza, del terror y del silencio. No está solo, pero sabe que no todas las víctimas tienen el mismo coraje. En muchas personas logra tener éxito el plan de amedrentamiento implementado por la jerarquía eclesiástica en estos casos.

    ¿Cuándo habló del tema por primera vez?

  •  Mis padres sabían de los abusos y la violencia que sufría en el instituto. Pero callaron, condicionados por cierta mentalidad de aquella época. No era como ahora.

    En 2009 hablé con la Asociación de Sordos Antonio Provolo [una organización ajena al Instituto], que son los únicos que me sostienen. Luego relaté mi historia al periodista Paolo Tessadri del semanario L’Espresso, quien publicó notas sobre esos abusos y violencias, llegando a recoger testimonios de unos 70 exalumnos.

    ¿La Curia desde cuándo sabe de esos casos?

  •  Las autoridades eclesiásticas supieron por nosotros de la pedofilia clerical en el instituto Provolo en 2006, cuando tuvimos un primer encuentro con Monseñor Franco Fiorio, secretario del Obispado de Verona. Entre 2006 y 2008 fueron informados el actual Obispo de Verona, Giuseppe Zenti, y el Presidente del Tribunal Eclesiástico de Verona, Giuseppe Mazzoni, tanto en encuentros personales como por carta.

    ¿Y el Vaticano?

  •  El Vaticano lo supo también por nuestras cartas certificadas y por un video que le enviamos. Es por eso que la Congregación de la Doctrina de la Fe creó en Verona, en el año 2010, una Comisión de Investigación externa a la Iglesia.

    ¿Qué hizo esa comisión?

  •  Duró casi dos años. En 2012 el Vaticano nos envió un informe con los resultados de la investigación. Pero si bien se reconocieron algunos abusos, el informe es muy incompleto. La mayor parte de los curas pedófilos denunciados ante la Comisión desaparecieron del informe final. De hecho Granuzzo y Corradi no figuran, siendo que yo declaré personalmente sobre ellos. El presidente de esa Comisión, Mario Samnita, llegó a decir que no se habían ocupado de Corradi porque estaba en Argentina.

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    Los encubridores

    Una de las cosas que más bronca le dieron al denunciante veronés que habló con La Izquierda Diario y el resto de los sobrevivientes del Provolo de Verona fue el accionar de la jerarquía de esa ciudad y del Vaticano luego de que las denuncias se hicieron públicas. Un accionar que excede el mero desinterés e incluye, por ejemplo, la falsificación de documentos para buscar torcer la historia.

  •  Durante el trabajo de la Comisión solicité participar de inspecciones a la Curia de Verona, incluyendo la habitación del Obispo, así demostraba que conozco muy bien ese entorno privado, inaccesible de otro modo. Pero eso no fue autorizado. Luego, pese a las solicitudes de las víctimas enviadas en dos cartas, el Vaticano se negó a proveernos copias de las actas y de las grabaciones en audio y video de la Comisión Investigadora.

    ¿Cómo es eso de la falsificación?

  •  Durante el trabajo de la Comisión yo pude obtener una copia de mi ficha de estudiante del Provolo. Era una copia oficial del Instituto, autenticada por el Tribunal de los Santos. Allí figura que mi egreso como estudiante fue en 1963. Y como yo declaré que fue abusado por el Obispo de Verona hasta 1964, la Comisión consideró “inadmisible” mi testimonio. Pero hace poco encontré mi libreta de notas original, que me dio el instituto cuando egresé. Allí dice, inequívocamente, que terminé en 1964. Por eso presenté una denuncia en la Fiscalía de Verona para que se verifique la falsificación y se identifique a los responsables.

    El hombre agrega, por si hiciera falta, que hasta hoy ni el Instituto Provolo, ni la Curia de Verona ni el Vaticano les dieron a él y al resto de los denunciantes una mínima ayuda, ni material ni psicológica. Por eso se siente obligado a dar su testimonio, que además de relatar aberraciones del pasado desenmascara atrocidades del presente.

    El “traslado” como estrategia

    En 1964, cuando tenía 16 años y estaba terminando su paso por el Provolo, el denunciante y sus compañeros escucharon con atención a Don Eligio Piccoli anunciar que el padre Granuzzo y otros sacerdotes y hermanos laicos partirían hacia la Argentina. En aquel momento nadie dio explicaciones de por qué esa legión de curas abandonaba Verona. Tampoco nadie preguntó demasiado.

    En febrero de este año, 53 años después de aquel anuncio, los sobrevivientes de Granuzzo y compañía vieron en un video al propio Piccoli reconocer que esos traslados habían sido planificados para alejar a algunos de los abusadores de Verona (quizás los más comprometidos), enviándolos a América. Fue cuando el anciano Don Eligio, hoy recluido en un hospital católico también por pedófilo, confesó a un periodista italiano (que portaba una cámara oculta) ésa y otras intimidades.

    Hay dos zonas grises en esta historia. Por un lado, se desconoce qué hicieron Granuzzo, Corradi y el resto de aquellos “trasladados” entre 1964 y la década del 80, ya que las fuentes más memoriosas de La Plata aseguran que, como mucho, fue a fines de los 70 que aparecieron en la sede del Instituto. Y por otro lado, por el momento no se conocen casos de abusos por parte de Granuzzo sobre estudiantes sordos o novicios en el Provolo de La Plata.

    Obviamente, ninguna de ambas zonas grises impiden anticipar algunas respuestas. ¿Pueden haber sido trasladados en 1964 a Argentina y alojados en cualquier dependencia eclesiástica hasta que asumieron roles en el Provolo? Sí, por supuesto. ¿Y puede Granuzzo haber cometido violaciones y abusos varios a menores que estaban bajo su responsabilidad? Sí, es lo más probable.

    De hecho, hoy Nicola Corradi (el italiano que comparte con el Padre Juan religión, nacionalidad, edad y “tentaciones”) está preso en Mendoza por las denuncias de decenas de víctimas abusadas en los últimos años. Aún no hay procesamientos en su contra por los abusos denunciados por sus víctimas de La Plata, donde dirigió el Provolo durante dos décadas.

    Sede del Instituto Provolo de La Plata. Jorge “Francisco” Bergoglio y Héctor Aguer

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    Los favores de Dios

    Con la impunidad garantizada por el entramado instituido, reproducido y respetado por el Vaticano para con sus curas violadores y con la convicción de que muchas víctimas no logran superar el terror impuesto por las sotanas, es muy probable que Granuzzo, Corradi (hoy preso), Horacio Corbacho (hoy preso con Don Nicola), Giuseppe Spinelli (probablemente ya muerto) y Eliseo Primati (aún recluido en la sede platense) hayan cometido decenas o cientos de abusos sin preocuparse demasiado por nada.

    “No me sorprende que me pregunte por Don Granuzzo ni mucho menos me sorprende que haya saltado el escándalo en el Provolo de Argentina”, dice el sobreviviente veronés. Y agrega, con un dejo de ironía, que “la Iglesia debería estar avergonzada: ellos sabían todo, eso es innegable”.

    El hombre de 69 años no guarda mucha esperanza de que Granuzzo sea alcanzado por el Poder Judicial italiano. Pero no muestra resignación. Aunque asegura que su vida fue arruinada por esos abusos (“nunca pude tener relaciones sanas con mujeres o incluso besar en la boca a una persona”) afirma que no descansará hasta que todo el mundo sepa la verdadera historia del Provolo.

    Una historia que Jorge Bergoglio y todos sus obispos, incluyendo a Zenti de Verona y Aguer de La Plata, saben mejor que cualquier sobreviviente.

    “Nuestra tarea apunta a fortalecer la capacidad de comunicación y la formación laboral (…) para que los chicos tengan igualdad de oportunidades”, había dicho Giovanni Granuzzo en una entrevista concedida al diario El Día de La Plata en mayo de 2010. Eran tiempos más tranquilos, cuando ni se le pasaba por la cabeza que debería volver algún día, casi escapando y sin que nadie sepa mucho en La Plata, a la Italia de la que lo habían visto partir décadas atrás.


    Mirá el documental No Abusarás (el mandamiento negado en la Iglesia de Francisco)


  • Daniel Satur

    Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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