La situación en Brasil, donde el gobierno de Dilma impulsa duras medidas de ajuste mientras busca pactar con la derecha en respuesta a la aguda crisis económica y política, es signo elocuente del salto en la decadencia de los gobiernos progresistas en América latina. Junto con el cuadro electoral argentino, donde el futuro del “proyecto nacional y popular” quedó en manos del noventista Daniel Scioli, uno de los tres jinetes del ajuste que compiten por la presidencia, la profunda degradación del chavismo en Venezuela y el curso de los gobiernos de Uruguay, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, etc., ilustra el “fin de ciclo progresista”.
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