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Opinión. Editorial de editoriales: Sergio Massa, de traidor a piloto de tormentas

¿Cambió Massa o el Frente de Todos? El nuevo dispositivo de poder en el gobierno que negociaron las tres patas de la coalición de espaldas a la voluntad popular. El arribo del líder renovador, los anuncios que vienen y escenarios en disputa. La crisis social y la urgencia de medidas de otra clase.

Jesica Calcagno

Jesica Calcagno @Jesi_mc

Domingo 31 de julio de 2022 11:39

Foto: Matías Baglietto

Foto: Matías Baglietto

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“Ventajita” del poder

La llegada a todo trapo de Sergio Massa finalmente se consumó. Con la ausencia de Silvina Batakis de gira por Washington, Alberto y Cristina Fernández pisaron el acelerador de las negociaciones y coronaron al nuevo superministro. Fiel a su estilo, Massa fue construyendo la escena de su arribo entre trascendidos mediáticos, rumores y un operativo clamor. Hasta se dio el lujo de saborear el poder, cobrándole a Daniel Scioli su enemistad antes de que regrese a la Embajada de Brasil.

Su entronización es el reflejo del despoder del gobierno de Alberto Fernández. “Le torcieron el brazo” los mercados y especuladores, para usar el lenguaje de un presidente degradado a decorado. Es el reflejo también de una democracia que no es: funciona dándole la espalda a la voluntad popular. Si el contrato electoral frentetodista ya se rompió hace rato -como ya pasó con Juntos por el Cambio-, ahora no le queda ni la formalidad de los nombres. Fue la pregunta que hicieron Myriam Bregman y Nicolás del Caño desde la izquierda: ¿quién lo votó?

“¿El mercado financiero respondió positivamente al nombramiento de Massa o anticipó su designación?” se pregunta Randy Stagnaro en Tiempo Argentino. Es que la designación de Massa surge de las entrañas de los vínculos que tiene con el empresariado más concentrado, y con los Estados Unidos.

Alfredo Zaiat es uno de los que enumera algunos de esos vínculos en Página 12: “con Sebastián Eskenazi del Grupo Petersen, con los empresarios Daniel Vila, José Luis Manzano y Mauricio Filiberti, dueños de Edenor, y con la familia Bulgheroni de Pan American Energy (PAE)”. Además de empresarios de la energía, en la lista se suman grandes medios de comunicación (como América TV), bancos (Macro, de la familia Brito), y hasta una “nutrida cohorte de comisarios de la Bonaerense” según Alejandro Bercovich en BaeNegocios. Sus lazos con Estados Unidos quedaron plasmados en el anuncio del trumpista presidente del BID, Claver Carone: pasó de negar el crédito a la Argentina criticando al gobierno, a saludar la llegada de Massa y aprobar la entrega de dólares que estaba pisando.

Sin embargo, están quienes advierten que todo eso puede ser insuficiente. Así como Massa siempre tuvo su juego propio, los llamados “mercados” le ganan en experiencia. Diego Genoud, que hizo su biografía no autorizada, lo sintetiza en La Política Online: “Así como subestimarlo sería un error imperdonable, comprar sus inagotables fuegos de artificio puede desencadenar grandes frustraciones, incluso entre los que lo quieren bien”.

Bercovich trae el recuerdo de la calesita chocada por el ex presidente y se pregunta: “¿Caerá víctima Massa del mismo espejismo que nubló a Mauricio Macri, que creyó que todos sus amigos lo acompañarían al margen de sus decisiones y que eso incluía a Estados Unidos, a las empresas líderes y al mercado?”. Un gobierno que terminó en un desastre, a pesar de los anhelos de su ministro del interior, Rogelio Frigerio, para demostrar que Macri era "el mejor piloto de tormentas".

Los próximos días se conocerá el “plan económico” del nuevo gobierno con Sergio Massa al frente. Pero su propia trayectoria, las señales del establishment local y extranajero, y la precariedad estructural de la Argentina, ya son un reaseguro de que nada bueno vendrá para las mayorías trabajadoras.

Joaquín Morales Solá en La Nación lo pone en palabras de funcionario cercano a la Casa Rosada: “Que no se confundan: lo que viene es ajuste y recesión”. El “renovador”, iniciado en la política en las huestes liberales de la UCeDé que nutrió de ideas al menemismo, pasó de traidor a socio electoral, y de socio a piloto de tormentas. De viajar con Macri a Davos, al centro de las decisiones en el Frente de Todos. Un recorrido que fue posible por otro de los vínculos que aceitó los últimos años con Máximo Kirchner y Cristina Fernández. Detrás del silencio, la vicepresidenta estuvo más activa que nunca en el diseño del nuevo superministerio.

Pablo Ibáñez lo plasma en El DiarioAr con voces a coro: “´Cristina está al tanto de todo´, dicen en el cristinismo y cuentan las reuniones y/o charlas diarias del último mes. ´Está todo conversado´, dicen dos entornistas de Massa. ´Está todo acordado con Cristina. Ella no se puede hacer la desentendida´, apuntan en el ecosistema Alberto”.

El “operativo clamor” tuvo otros protagonistas. El de los gobernadores que ejercieron su propia presión para los cambios del gabiente. Y los infaltables dirigentes de la CGT con un vergonzoso comunicado de confianza ciega en el perfil “productivista y de desarrollo industrial” del “compañero Sergio Massa”. Hugo Yasky de la CTA, también cerró filas y habló de su “fortaleza e iniciativa política”. Más arrastrado no se consigue.

La agenda estará cargada esta semana. El lunes y martes, Sergio Massa anunciará los nombres de “su equipo”. El martes hará su despedida como presidente en la Cámara de Diputados, en una sesión que deberá votar su reemplazo. Suena Cecilia Moreau como candidata -impulsada por el massismo-, aunque hay otros nombres en danza, por la preocupación del desbalance de poderes internos. El miércoles, asumirá formalmente y hará una conferencia de prensa para informar las medidas económicas.

100 días

El gobierno diseña un nuevo “plan aguantar”, y ahora le corrió la fecha: llegar al mundial. Es el nuevo deadline que promete Sergio Massa para mostrar resultados. El superministro adelantó el sábado en sus redes sociales que habrá una primera etapa clave: los primeros 10 días.

La centralización de Economía, Producción, Agricultura y la relación con organismos internacionales de crédito, pretende darle todo el poder a Massa en el nudo central del capitalismo dependiente argentino: los dólares. Las prioridades estarán puestas en aumentar las reservas del Banco Central. Para eso necesitará negociar y cumplir con los devaluadores.

Jairo Straccia resume en Diario Con Vos que la clave de Massa es que “está dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguir dólares para este bimestre del infierno donde las reservas del Banco Central sangran y la deuda en pesos amenaza”. Randy Stagnaro en Tiempo Argentino preanuncia un “plan de estabilización” centrado en dos medidas: acumular reservas y una política devaluatoria. Stagnaro agrega que “Para incentivar aún más la venta de soja, se les prometerá la devaluación para lo cual hace falta ese colchón para controlar la corrida previa y posterior contra el peso”.

Para hacerse de “ese colchón” de dólares, varios analistas coinciden en que se vienen nuevas concesiones y ventajas a los exportadores. Pero no solo al sector agro. Claudio Mardones habla de la ampliación y extensión del bautizado “dólar soja”: “a las industria, la minería y otras actividades exportadoras que reclaman la misma posibilidad”. Leandro Renou en Página 12 incluye en los beneficiados a “los rubros energía y, sobre todo, Economía del Conocimiento”. Desde el PRO ya se adelantaron y están pidiendo un “dólar petróleo”, con un proyecto presentado en el Congreso.

Las coincidencias entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio para darle beneficios impositivos a grandes empresas ya tiene varios antecedentes en leyes aprobadas (y hasta elaboradas en común) en el Congreso. En esos casos fueron votadas por todos los integrantes de la coalición oficial, inclusive por los que reclaman por TV que “pongan los que más tienen” para que haya recursos para ayuda social.

De avanzar con este plan, la devaluación parece asomarse a la vuelta de la esquina. Y con ella se prepara un nuevo golpe al poder adquisitivo de las mayorías. En todo caso, la apuesta con Sergio Massa será intentar hacerla de “forma controlada” con el “volumen político” que le habilita el dedo de Alberto y Cristina.

A todo esto, se supone que “el plan de estabilización” se propone bajar la inflación. Las opciones que se barajan entre los anuncios son algunos bonos específicos para jubilados y sectores más golpeados, o algún tipo de “alivio fiscal” del estilo a los monotributistas o el de cambios para el impuesto al salario. Opciones que contrastan no solo con la pérdida acumulada de los salarios, sino con el “chiquitaje” al lado de los beneficios a grandes empresarios. A lo que se le suma la llegada de aumentos de tarifas con la segmentación que impactará en los bolsillos y en la inflación. A lo que se suman las medidas recesivas para la economía como la suba de tasas de interés A lo que probablemente se sume una inminente devaluación. El “ajuste fiscal” que sigue siendo el mantra del FMI que guía la política económica en cada nuevo gabinete del gobierno, aplica solo para las mayorías trabajadoras. Y para los sectores medios de la población, a quienes sí limitan el acceso a dólares, mientras a los grandes empresarios les crean herramientas diferenciales que garanticen sus ganancias.

Horacio Verbitsky pone en números en El Cohete a la Luna estos contrastes, sacados de un informe de CIFRA y FLACSO. Allí reconoce que la pérdida de los asalariados con el gobierno del Frente Todos fue peor que con Macri. Con una particularidad: creció la productividad. “Bajo el actual gobierno se transfirieron de los asalariados al capital 4,1 billones de pesos” calcula. Otro de los puntos que señala es que la “industria y comercio son los sectores donde mayor fue la recuperación de los márgenes patronales de ganancia”. Entre los que siguen ganando fortunas a costa del trabajo y el ajuste ajeno, no sólo están los agroexportadores.

Esta semana conoceremos el plan del nuevo piloto del gobierno. El manual seguirá atravesado por el acuerdo con el FMI que el propio Sergio Massa se puso al hombro para aprobar en el Congreso con la oposición de derecha. Cambian los nombres, pero no las mañas.

Dentro de los próximos anuncios, otro de los items a balancear, será el debe y el haber del loteo de poder de la familia frentetodista. Si el pulpo Massa avanzó varios casilleros, el cristinismo ya se hizo del mando de la AFIP poniendo a Carlos Castagneto en la silla que ocupaba Marcó del Pont. Castagneto es el “recaudador” de las campañas del kirchnerismo, fue apoderado de Unidad Ciudadana y vice de Alicia Kirchner en Desarrollo Social. Avanzó unos casilleros más poniendo nombres propios en la Comisión Nacional de Valores y la Unidad de Investigación Financiera. Todo indica que la vicepresidenta seguirá teniendo el control del área energética, prácticamente la única área clave en cuanto a manejo de divisas que no absorbió Massa. La otra es el Banco Central: Miguel Pesce (por ahora) es la ultima trinchera de resistencia de un presidente en retroceso.

¿Una jugada maestra?

“Esa extraña manía que tienen los progresismos cuando las papas queman: buscar figuras providenciales en las filas de la ortodoxia de derecha para que ´hagan lo que hay que hacer´” dice Fernando Rosso en El DiarioAr. Es inevitable estos días preguntarse cómo es que la “feroz interna” en el Frente de Todos pasó de las críticas a “la ortodoxia” de Guzmán a elegir a… Sergio Massa. ¿Cambió Massa o el Frente de Todos?

Algunos se excusan en el “pragmatismo” de la vicepresidenta, como Alfredo Zaiat en Página 12. Presentado como una virtud en los estrechos márgenes del capitalismo voraz y decadente. Un “realismo” que termina rezando que todos los caminos conducen al ajuste. Un álgebra que se basa en sostener los resortes dependientes y atrasados de la economía argentina, no puede más que agravar los problemas estructurales que destruyen el entramado social con cada nueva concesión al recetario de los poderes económicos.

A ese proceso asistimos nuevamente con este esquema renovado(r). Pablo Touzon concluye en Nueva Sociedad que la deriva tras la renuncia de Guzmán el kirchnerismo mostró que “fue incapaz de plantear alguna alternativa superadora”, y que el arribo de Massa expresa que “el liderazgo de Cristina no tiene respuestas ni soluciones para la crisis argentina. Ni en la economía ni en la política”. Otra forma de leerlo es que está ofreciendo una “solución”, porque no propone ninguna alternativa al “consenso del ajuste” del que habló Fernando Rosso el domingo pasado.

En la carrera electoral al 2023, parece un todo o nada. Con el peronismo unificado en la Casa Rosada, todos los “presidenciables” están adentro, dejando abierto el escenario. Si el “plan Massa” logra aguantar la crisis, el peronismo podrá soñar con pelear la elección. Con la contradicción de que el propio Massa puede ganar terreno en la interna y competir en el loteo que hoy lidera la vicepresidenta. Si sale mal, será una derrota compartida.

Aún en el escenario optimista del gobierno, Juntos por el Cambio tiene su primer triunfo ideológico con el recetario de ajuste que ya está en danza. Puede terminar siendo beneficiario de un camino allanado con el “trabajo sucio” que haga el peronismo. En la coalición cambiemita siguen expectantes el desarrollo de los acontecimientos. Su mayor desafío será calibrar su propia interna, y preservarse de “los cantos de sirena” del nuevo superministro. Massa tiene estrechos lazos Horacio Rodríguez Larreta del PRO, y Gerardo Morales de la UCR con quien supo tejer alianzas. El jujeño ya le hizo un guiño, y ve como “oportunidad” su llegada.

El 2023 es el tiempo del sistema político y el poder económico. Pero hay otro tiempo en la emergencia social de los más castigados por el ajuste y entrega al FMI que nadie votó. La emergencia de quienes son convidados de piedra otra vez con decisiones que se toman a espaldas de la voluntad popular. La emergencia por tomar medidas a favor de las mayorías, decididas por las mayorías.

Sergio Massa es lo que es. Lo que cambió es lo que tiene para ofrecer el Frente de Todos. En eso está la esencia de este nuevo gobierno. En eso se va la urgencia de un gobierno de otra clase.


Jesica Calcagno

Nació en Buenos Aires en 1984. Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Acreditada en el Congreso.

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